EL NIÑO. ¿Por qué estás triste?
EL VIEJO. No estar contento no significa estar triste.
EL NIÑO. Entonces ¿por qué no estás contento?
EL VIEJO. ¿Podrías estar contento si alcanzaras una estrella y no tuvieras a quién contárselo?
EL NIÑO. No. ¿Has alcanzado tú una estrella?
EL VIEJO. Sí. Pero ¿quién me creería?
EL NIÑO. ¡Yo te creo!
EL VIEJO. ¡Tenías razón, estaba triste!