Capítulo 18

—¿De dónde has sacado esto? —preguntó Darby.

—¿Es tu hombre?

—Es él, sin ninguna duda. ¿Quién es? ¿Lo sabes?

—Se llama Malcolm Fletcher. ¿Te suena por casualidad ese nombre?

—No. ¿Debería?

—Fletcher es un antiguo especialista en perfiles de los tiempos en que la Unidad de Apoyo a la Investigación se llamaba Ciencias del Comportamiento —explicó Bryson—. También ocupa el cuarto lugar en la lista de los más buscados del FBI.

—¿Qué hizo?

—Según lo que he leído en internet, Fletcher agredió a tres agentes federales en el año ochenta y cuatro. A uno lo declararon clínicamente muerto, mientras que los otros dos desaparecieron. No se encontraron sus cuerpos. Lo más interesante es que los federales no incluyeron a Fletcher en su lista de los más buscados hasta el año dos mil tres.

—¿Y qué razón hay para que dejaran pasar tanto tiempo?

—Buena pregunta. Mi teoría es que los federales querían resolver el asunto de forma interna.

«Qué raro», se dijo Darby con sarcasmo.

—¿Y cómo lo encontraste?

—Mi primer destino cuando salí de la academia consistió en trabajar como policía de barrio en Saugus. Tuvimos un caso, en el ochenta y dos, en el que aparecieron los cuerpos de dos mujeres estranguladas en la Ruta Uno. El detective encargado del caso, un tal Larry Foley, llamó a la Unidad de Ciencias del Comportamiento y éstos enviaron a un especialista en perfiles a estudiar los casos. Yo nunca llegué a conocer a Fletcher personalmente, pero su nombre estaba siempre en boca de todo el mundo; se pasaban el día haciendo comentarios sobre esos ojos suyos tan extraños, negros. Iba de camino a comisaría cuando me acordé de su nombre y, gracias al poder de Google, ahí apareció, en la lista de los más buscados.

—¿Qué le pasa en los ojos? ¿Se trata de alguna enfermedad hereditaria?

—No tengo ni idea. Como te he dicho, no llegué a conocerlo en persona. Tengo un amigo federal en la oficina de Boston; lo llamaré y veré qué puedo averiguar. A lo mejor puede darnos alguna pista sobre qué cojones está haciendo Fletcher por aquí.

—¿Confías en esa persona?

—¿Te preocupa que los federales puedan inmiscuirse en la investigación?

—Algo así se me había pasado por la cabeza, sí.

—A mí también. Hablemos con la inspectora y veamos cómo quiere llevar el asunto.

—Me gustaría revisar los casos de Saugus que has mencionado.

—Espera, tengo otra llamada.

Coop entró en su estudio luciendo una camiseta donde se leía: «Me gustan las tetitas».

—¿Cuántos años dices que tienes? —preguntó Darby.

—Me la regaló mi madre para mi cumpleaños. —Coop se pasó la mano por el pelo húmedo y examinó las fotos de la pared—. Me alegro de ver que no te traes el trabajo a casa.

Bryson se puso al teléfono de nuevo.

—Era Jonathan Hale. Quiere hablar de lo que ocurrió anoche.

—¿Y tú qué le has dicho?

—Le he dicho que tú y yo nos reuniríamos y discutiríamos el asunto con él en su casa a las dos. Vive en Weston. Ahora mismo estoy en comisaría. ¿Quieres que pase a recogerte?

Darby le dio a Bryson su dirección y luego colgó y puso al corriente a Coop sobre Malcolm Fletcher.

Coop se sentó en el sillón de cuero junto a la ventana y entrecerró los ojos para protegerse de la luz del sol.

—Creo que sería mejor que me quedase aquí contigo unos días —dijo. Darby se sintió aliviada. No quería que se fuera, todavía no—. Pasaré por mi casa y recogeré algunas cosas —añadió.

—¿Vas a ponerte más camisetas ridículas como ésa?

—Es eso o dormir en pelota picada.

Por un fugaz momento, Darby visualizó la imagen de Coop deslizándose en el interior de sus vaqueros y se ruborizó.

—Por favor —dijo él—. No discutas.

—Puedes llevarte mi coche. —Darby abrió el cajón de su escritorio y sacó la copia de las llaves del coche y la casa. Se las tiró y se levantó—. No pienso cocinar para ti.

—¿Y masajes en la espalda?

—Sigue soñando.

—Ningún problema —repuso Coop.