Marco nos echó la bronca durante un buen rato y Jake nos hizo prometer que nunca volveríamos a cometer una estupidez semejante. En cuanto a Cassie, consiguió una vez más que todos fumáramos la pipa de la paz.
—Se supone que no estamos aquí para rescatar animales —protestó Marco—. Se supone que nuestra misión es salvar a la raza humana de la esclavitud a la que quieren condenarla los yeerks.
<Creía que tú no eras muy partidario de salvar al mundo, Marco>, repliqué.
Él me miró con el ceño fruncido, lo cual no deja de ser una pérdida de tiempo, porque yo no puedo ponerle mala cara a nadie.
—Tienes razón —contestó Marco—. Pero como todos estáis empeñados en llevarme la contraria y, por desgracia, os considero mis amigos, es mi obligación evitar que hagáis el tonto más de lo necesario.
Marco es el animorph menos convencido. Y mira por dónde fue a él a quien se le ocurrió la palabra «animorph». Eso sí, ha estado con nosotros desde el principio, aunque piensa que en realidad cada uno debería preocuparse tan sólo de sí mismo y de su familia.
Supongo que Marco y yo nunca seremos grandes amigos. Es el típico sabelotodo seguro de sí mismo que siempre tiene que soltar la gracia. Es bajo o, por lo menos, no demasiado alto, pero imagino que las chicas lo encuentran guapo porque tiene el cabello largo y castaño y los ojos oscuros.
Jake le sonrió a Marco con aire socarrón.
—Así que tú vas a evitar que perdamos la cabeza, ¿verdad?
—Chicos, si Marco es ahora la voz de nuestra conciencia, las cosas están peor de lo que creía —se burló Rachel.
Todos se echaron a reír.
Jake le dio a Marco un puñetazo afectuoso en el hombro.
—Bueno, da igual, es un detalle por tu parte querer librarnos del peligro. Eres un verdadero encanto.
Marco hizo una mueca y agarró uno de los almohadones de Rachel con la intención de lanzárselo a Jake.
A pesar de ser uña y carne, Marco y Jake no pueden resultar más distintos. Jake es grandote: no tanto como un jugador de rugby, pero tiene un cuerpo robusto. Existen los líderes natos y Jake es uno de ellos. Si alguna vez alguien se quedara atrapado en un edificio en llamas, lo más seguro es que se volviera hacia él para preguntarle lo que debe hacer. Y, con toda claridad, Jake tendría a punto una respuesta.
No es difícil adivinar que Rachel y él son primos. Ambos son firmes y decididos.
—Hay que ponerse en marcha —recordó Cassie—. Tengo que alimentar a los caballos y limpiar las jaulas.
—No pronuncies la palabra «jaula» en presencia de Tobías —recomendó Marco—, o formará un ejército especial, mezcla de grupo guerrillero, comando Ninja y tropas especiales de asalto capitaneado por el ratonerobala venido del infierno para tomar el centro. Y si es necesario, convencerá a Rachel de que convierta tu casa en una pizza margarita.
Todos reímos de buena gana porque sabíamos de sobra por qué Cassie tenía jaulas. Sus padres son veterinarios. La madre de Cassie trabaja en Los Jardines, un zoológico inmenso que es a la vez parque de atracciones.
Su padre dirige el Centro de Rehabilitación de la Fauna Salvaje, que es en realidad un antiguo granero situado en la granja familiar. Se trata de un centro para el cuidado de animales salvajes heridos o enfermos.
Las jaulas que Cassie debía limpiar estaban llenas de gorriones con las alas rotas, águilas heridas de bala o gaviotas que habían quedado atrapadas entre la basura.
Cassie es la zoóloga del grupo. Gracias a ella tenemos acceso a animales muy diversos cuya forma adoptamos luego. Es una chica encantadora y el miembro del grupo que mejor realiza las metamorfosis.
Todo el mundo se puso de pie con intención de marcharse.
—¿Vienes, Tobías? —me preguntó Jake.
<No, todavía no. Creo que daré una vuelta por ahí arriba. Hace una noche estupenda.>
—Muy bien —respondió él—. Te dejaré comida en el desván por si llegas tarde a casa. Pero no quiero que la toque ningún bicho. ¿Puedes abrir latas?
Me di cuenta de que, cuando Jake mencionó el desván, los demás se pusieron a mirar hacia otro lado. Lo sentían por mí.
<Sí que puedo —contesté—. Pero ten mucho cuidado con Tom… ya sabes.>
Tom es el hermano de Jake. También es uno de ellos. Un controlador.
Todos me dieron las buenas noches. Entonces vi cómo las manos de Jake y Cassie se tocaban de un modo que a primera vista parecía casual. Luego se marcharon todos excepto Rachel y yo.
—No me gusta la ida de que vivas en un desván helado —comentó Rachel.
<Estoy bien>, le respondí yo.
Me pregunté si debía contarle lo que había visto, hablarle de aquella oscuridad dentro de la oscuridad, de aquel agujero en el cielo. Aquello había ocurrido realmente, aunque no supiera a ciencia cierta de qué se trataba.
Pero pensé que eso no haría sino aumentar su preocupación y ya se preocupaba bastante por mí.
<Buenas noches>, le dije.
—Buenas noches. Cuidate mucho, Tobías.
Salí volando por la ventana y me adentré en la noche. Tuve la sensación de que los ojos tristes de Rachel seguían fijos en mí. Sólo veían que yo ya no era el de antes, que no tenía una casa a la que regresar.
Pero en realidad no entendían nada. Desde la muerte de mis padres, yo no había vuelto a tener un verdadero hogar. Estaba acostumbrado a la soledad.
Y, además, tenía todo el cielo a mi disposición.