22

No os podéis imaginar lo raro que fue ir al colegio al día siguiente y escuchar a mi profesora, la señorita Paloma, hablar sobre la Segunda Guerra Mundial y los factores que condujeron a ella.

—Tal vez si los Estados Unidos se hubiesen preparado para intervenir mucho antes —explicó—, la guerra no habría tardado tanto en terminar y no habrían muerto tantas personas. Pero nuestro país quería la paz.

Yo me limitaba a mirarla y me preguntaba si el esqueleto que habíamos visto encima de la mesa sería el suyo. ¿Qué sentido tenía seguir yendo al colegio? ¿Para qué molestarse en hacer nada? Yo conocía el futuro y sabía cómo iba a terminar todo. La raza humana estaba condenada a desaparecer. Toda nuestra historia tenía un punto y final: el estanque yeerk.

—Quizás al querer la paz a toda costa, la situación empeoró —explicaba incansable la profesora—. Nunca podremos estar seguros, la historia no concede segundas oportunidades.

«Sólo si eres un ellimista —pensé—. Un ellimista puede mirar hacia delante y ver el futuro».

—¿Por qué no?

Era la voz de Cassie. Mi amiga se senaba al otro lado de la clase. Miraba de forma misteriosa, igual que el día anterior, y parecía frustrada, como si hubiera algo que no acabara de comprender del todo.

—¿Por qué la historia no concede segundas oportunidades? —repitió Cassie—. Quiero decir que si pudieras volver al pasado y adelantar la intervención americana…

—Los acontecimientos están entrelazados de una manera que no siempre podemos ver, Cassie —contestó la señorita Paloma apoyándose en la mesa—. A veces los detalles más ínfimos provocan grandes cambios. Se dice que el simple vuelo de una mariposa en China puede afectar la fuerza del viento en nuestro país. Es decir, el simple vuelo de una mariposa, en principio, sólo provocaría un cambio casi imperceptible, pero éste podría crecer hasta convertirse en un tornado. El mundo no es como las matemáticas en las que uno más uno son dos. Es mucho más complejo.

Entonces ocurrió algo muy extraño, la señorita Paloma se me quedó mirando fijamente a los ojos.

—Mucho más complejo —repitió sin dejar de mirarme—: una simple mariposa… una simple mariposa… una simple mariposa…

Se me puso la carne de gallina. Toda la clase la observaba como si hubiera perdido la razón. De repente, la profesora agitó la cabeza como si saliera de un estado de trance.

—Bien —continuó con una sonrisa un tanto confundida—, ya sabéis lo que tenéis que leer para mañana.

Sonó el timbre y di un respingo de la silla.

Cassie se abría paso entre la avalancha de compañeros que taponaban la puerta.

—¿Has visto? ¡No me digas que no lo has encontrado raro! —me susurró Cassie al oído.

—Pensaba que había sido mi imaginación —repliqué—. Además, a estas alturas ya no sé lo que es normal. Después de haber estado esperando a que… bueno, ya sabes, a que nos vengan a buscar… no pasa nada.

—No entiendo por qué —murmuró Cassie.

Nos dejamos arrastrar por la corriente de alumnos que inundaba los pasillos hasta que llegamos a nuestras taquillas.

—Yo tampoco —contesté al tiempo que giraba la rueda del cierre de seguridad—. Hemos aceptado su oferta, eso era lo que él quería, ¿no? —la puerta de la taquilla se abrió.

—A no ser que… —empezó Cassie.

—A no ser que no fuera ésa la respuesta que esperaba —terminé yo.

—Pero no tiene sentido —añadió Cassie con el ceño fruncido—, ha hecho todo lo posible para que aceptáramos su propuesta. Aparece la primera vez cuando estábamos a punto de ser engullidos por un… —miró a su alrededor para asegurarse de que nadie nos pudiera oír—, bueno, cuando estábamos a punto de ser engullidos. ¡Venga ya! Estaba claro que íbamos a hacer cualquier cosa para desaparecer cuanto antes de allí.

—Sí —respondí—, pero vimos el conducto y pensamos que podíamos escapar por ahí. Si no hubiera sido por eso… —dejé de hablar y fijé la vista en Cassie.

—¡Él fue quién nos enseñó el conducto! —concluyó Cassie.

—¿Por qué? —pregunté—. ¿Por qué? ¿Qué es lo que pretende? Aparece cuando estamos en una situación desesperada, dice que no va a interferir, nos obliga a tomar una decisión y después nos muestra una salida. No entiendo nada.

—Entonces nos concede otra oportunidad y nos enseña el futuro, nos enseña en lo que te habrás convertido dentro de no sé cuántos años, y deducimos que en el pasado hemos debido de decidir quedarnos para luchar, pero que al final perderemos la batalla. Con lo cual, si queremos cambiar ese futuro, tenemos que decir que sí y aceptar que nos lleve a otro planeta. ¿Por qué tengo la sensación de que aquí hay algo que no encaja?

El timbre sonó de nuevo, hora de volver a clase.

—Como diría Marco, esto es de locos —concluí.

—Sí —se rió Cassie—. Ahora tengo gimnasia. Aunque en cualquier momento puedo ser barrida del mapa y aparecer en otro planeta, tengo que jugar un partido de voleibol.

La observé mientras se encaminaba hacia el gimnasio y después me apresuré hacia mi clase.

«Una simple mariposa —recordé—. Pero ¿cómo sabe la mariposa cuándo levantar el vuelo?».