14

Cuando el taxxonita había estado a punto de engullirnos hacía tan sólo unos minutos, me había invadido el pánico. Había temido por mi vida y la de mis amigos.

Y ahora que el tiempo se había detenido y el estanque permanecía inmóvil, estaba aterrada. Las imágenes que nos había mostrado el ellimista daban vueltas en mi cabeza.

—¿Has venido sólo para eso? ¿Para decirnos que vamos a morir? ¿Por qué? —logré articular a duras penas.

—Queremos haceros una oferta que tal vez os interese —anunció el extraño ser—. Veréis, nosotros podríamos salvar una parte de la raza humana, os mandaríamos a un planeta, a vosotros, a vuestras familias y a otros elegidos por la calidad de sus genes junto con otras especies terrícolas no humanas que nos interesan en particular.

—Este hombre es ecologista —añadió Cassie tras soltar una risotada que me sorprendió—. O sea que nosotros somos como esos búhos que hemos visto, como los rinocerontes y las ballenas. Somos una especie en peligro de extinción y él es el ecologista que ha venido a salvarnos.

—Os hemos reservado un planeta —continuó el ellimista— muy parecido al vuestro. Tendréis libertad para desarrollaros de forma natural, que es como debe ser.

—Esto es de locos —prorrumpió Marco—. Ahora resulta que viene el diluvio yeerk. Os acordáis del arca de Noé, ¿no?, pues ya sabéis, chicos, a llenar la barca.

—No —replicó Tobías con la vista clavada en el ellimista—, para lo que nos quiere es para su zoo, para su zoo particular.

—Nosotros no imponemos nuestra voluntad a especies sensibles como la vuestra —se defendió el ellimista—. Hay que tomar una decisión y vosotros habéis sido elegidos para hacerlo, porque sólo vosotros de entre todos los humanos sabéis lo que está pasando. Debéis escoger entre quedaros en la Tierra y continuar una batalla que ya está perdida o abandonar este planeta y formar parte de una nueva colonia humana.

—¿De cuánto tiempo disponemos para decidirnos? —preguntó Jake.

—Tenéis que darme una respuesta ahora —contestó el ellimista.

—¿Cómo? —le grité—. ¿Quieres decir que tenemos que elegir ya?

Aquello era más de lo que podía consentir. No podía ser verdad, debía de estar soñando, o quizá sólo era producto de mi imaginación.

—Si aceptáis la oferta, todos vosotros y vuestros allegados seréis automáticamente transportados a vuestro nuevo hogar. Si, por el contrario, la rechazáis, todo volverá al punto en el que estaba cuando detuve el tiempo.

—Es decir, a la pegajosa lengua del taxxonita a punto de devorar cinco hermosas cucarachas que somos nosotros, ¿no?

—Exactamente igual a como era antes de detener el tiempo —confirmó el ellimista—. Nosotros no queremos interferir.

Miré a Tobías, pero su rostro no mostraba expresión alguna. Tal vez había olvidado cómo hacerlo.

—¿Y qué pasará con nuestro amigo Tobías? —preguntó Cassie con suavidad.

—Todo seguirá igual que antes —repitió el ellimista.

—Vaya, ¡qué oportuno! —profirió Marco—. ¿Te parece justo hacernos esta pregunta cuando estamos a punto de convertirnos en el aperitivo de un taxxonita?

—Esto es ridículo —protestó Jake con brusquedad—. No puedes exigirnos que tomemos una decisión semejante. Nosotros no podemos decidir por los demás. Ya sé que tu intención es buena… pero es imposible.

<A los ellimistas no les importa lo que es o no es justo —añadió Ax—, simplemente te dan a elegir, aunque en realidad no haya elección. Entonces afirman que ellos no quieren interferir y cargan toda la responsabilidad sobre vosotros para justificarse diciendo que, al fin y al cabo, ha sido una decisión humana.>

Ax tenía razón, la verdad era que el ellimista nos había manipulado, lo cual me daba todavía más motivos para declinar su oferta. Aquel extraño ser quería a toda costa que aceptásemos y abandonáramos la lucha.

Por otra parte pensaba en aquel otro planeta donde no habría guerras, y podríamos ser como los demás chicos. Se acabarían de una vez por todas las decisiones y las batallas.

Y también estaban los acompañantes, ¿quiénes serían los elegidos?

—Yo voto que no —espetó Tobías desafiante—. Me estás utilizando, te sirves del cariño de mis amigos hacia mí para conseguir tus propósitos. Me niego rotundamente.

—Espera, Tobías, hay que pensarlo muy bien antes de dar una respuesta definitiva —le rogó Cassie—. Sólo estamos un poco desconcertados… pensar que se trata de toda la humanidad. ¿No lo entendéis? Sólo nos está advirtiendo de que la humanidad está a punto de extinguirse.

—Tobías, precisamente tú eres el que tiene más que perder —le recordó Jake—. Si decimos que no, volverás a ser un ratonero.

—Tenemos dos votos en contra, Tobías y Rachel, y uno a favor, Cassie —informó Marco.

Pero yo todavía no había votado. Marco había asumido que yo iba a votar que no… Tenía toda la razón, no podía aceptar la oferta, sólo de pensarlo se me revolvía el estómago. Marco estaba en lo cierto, tenía que votar que no. Si Tobías estaba dispuesto a seguir luchando a pesar de lo que eso suponía para él, yo no iba a ser menos.

—Lo que este tipo quiere de nosotros es que salgamos corriendo —dije—. Nos está pidiendo que abandonemos nuestro planeta y a nuestra gente a cambio de estar a salvo junto a nuestros seres más queridos.

Tobías y yo intercambiamos una mirada. En aquel momento mostró un leve reflejo de la que había sido su sonrisa humana.

<Ésta es una decisión que atañe a los humanos —observó Ax—. Yo lucho contra los yeerks y acataré la decisión del príncipe Jake, pero os advierto que no me fío del ellimista, por muy poderoso que sea.>

—Chicos, sé cómo os sentís —insistió Cassie—, pero pensadlo bien, por favor. Puede que ni siquiera salgamos vivos de ésta, y si morimos, la humanidad habrá perdido toda esperanza de sobrevivir. Y, además, si él dice que los humanos perderán la batalla, ¿no sería mejor salvar a unos cuantos y no que desaparezcan todos?

Jake y Marco no habían votado todavía. Me di cuenta de que miraban hacia el edificio por el que habíamos entrado y de que fijaban su atención en una especie de columna alta y circular que se elevaba hasta el techo de piedra de la cueva.

La columna era una combinación de metal y cristal. En su interior se distinguía a un controlador humano, una mujer, suspendido en el aire. Daba la impresión de que estuviese descendiendo por el tubo, o tal vez ascendiendo. ¡Un momento! ¡Se trataba de un conducto, como el que habíamos utilizado la vez que estuvimos a bordo de la nave nodriza! Una especie de ascensor sin suelo que, por medio de un mecanismo invisible, te traslada de un nivel a otro.

La cuestión era saber si podía subir, además de bajar. Es decir, ¿aquel controlador iba hacia arriba o hacia abajo?

Jake me miró y arqueó una ceja con disimulo para avisarme, después volvió a clavar la vista en el conducto.

Entorné los ojos y observé con detenimiento a la mujer suspendida en el aire. Tenía el pelo largo, por lo tanto, si estuviera descendiendo, su pelo se elevaría hacia arriba. Sin embargo, le caía sobre los hombros.

—Señor —empezó Marco—, muchas gracias por su oferta, pero no creo que podamos aceptarla. Me niego a ser parte de su zoo privado. No me gusta que me presionen. Nos sentimos muy halagados de que le guste nuestro planeta y le prometo que cuidaremos de él lo mejor posible.

Ya éramos cuatro contra uno, Marco, Tobías, Ax y yo. Incluí a Ax, aunque él había dicho que no era decisión suya. Cassie se había quedado sola.

—Todos sabéis que cuido animales heridos y que al principio siempre me tienen miedo, aunque les esté ayudando. ¿Vamos a tomar una decisión valiente? ¿No estaremos comportándonos como unos tontos al rechazar a alguien que trata de ayudarnos?

Su argumento me dio que pensar. De repente me vinieron a la cabeza imágenes de documentales en los que aparecían animales. Recuerdo en especial uno en el que unos ecologistas intentaban capturar a unos tigres para trasladarlos a una reserva donde estarían a salvo porque estaban en peligro de extinción. Los tigres se les habían resistido y habían peleado con todas sus fuerzas para librarse de las redes utilizadas por sus salvadores.

¿Sería ése nuestro caso? ¿Y si nosotros fuéramos como los tigres, una especie al borde de la extinción, y estuviéramos despreciando la única posibilidad de supervivencia?

Aquella reflexión me hizo cuestionarme mi propio voto. ¿No debería reconsiderarlo y salvarme yo y mi familia? ¿Qué harían ellos en mi situación? ¿Mi madre? Ella jamás arriesgaría la vida de sus hijas, votaría que sí. ¿Y mi padre? Si fuéramos transportados por arte de magia a un lugar seguro y yo le explicara que había aceptado una oferta para salvar a toda la familia y que había abandonado la lucha, ¿qué pensaría de mí?

—Hay algo en todo esto que no me cuadra —le dijo Jake al ellimista—. Dices que la raza humana perderá la batalla contra los yeerks. Sin embargo, no creo que seas capaz de predecir el futuro porque, si así fuera, ya sabrías lo que vamos a votar, y entonces, ¿porqué sigues todavía aquí? —razonó y nos miró de uno en uno.

—Bueno, si todos votáis que os quedáis, yo también —concluyó Cassie con una sonrisa triste.

—Mi querido amigo —indicó Jake tomando a Cassie de la mano—, creo que ya tienes una res…