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—¿Una entrada al estanque yeerk? —repetí yo—, ¿dónde? ¿Cómo?

Miré a mis amigos para ver sus reacciones. No era la primer vez que lo intentábamos, ya habíamos ido antes al estanque yeerk para intentar salvar a Tom, el hermano de Jake, y no guardábamos muy buen recuerdo que digamos. Vi cómo Cassie se estremecía.

—Ax es el único que no vino de excursión con nosotros al estanque yeerk —recordó Marco—. Como muy bien sabéis los demás, el estanque es una enorme caverna bajo tierra. Prácticamente una ciudad en pequeño, situada debajo de nuestro colegio, aunque abarca el parque de bomberos, un par de gasolineras y la mayor parte del centro comercial.

<Por regla general, los estanques yeerk son de grandes dimensiones y muy sofisticados —corroboró Ax—, puesto que forman parte importante de la vida yeerk, que en realidad gira en torno a ellos. Los estanques son para los yeerks lo que los bosques y las praderas para los andalitas.>

—Tobías y yo hemos llevado a cabo un plan de vigilancia —continuó Marco—. Durante toda la semana pasada vigilamos a nuestro controlador humano preferido, el mismísimo subdirector Chapman, y le hemos seguido a todas partes. Tobías lo controlaba desde el cielo y yo hacía lo propio cuando el tipo entraba en el interior de un edificio.

—¿Por qué no nos avisaste para que te ayudáramos? —protesté.

—Pues porque era un trabajo para dos —respondió Marco encogiéndose de hombros.

Creo que a Jake le sentó tan mal como a mí. Pero en seguida me di cuenta de por qué Marco no nos lo había dicho. Jake acababa de sufrir la terrible experiencia de ser dominado por un yeerk. Durante tres largos días había sido un controlado humano, un prisionero dentro de su propio cuerpo, con uno de esos asquerosos gusanos instalado en su cerebro. Por eso Marco había preferido dejarle.

—¿Entonces? —pregunté, un poco más calmada.

—Entonces, ¿qué? —respondió Marco.

—¿Cómo que qué? ¿Dónde está la entrada, bobo?

—Vaya, quería maravillaros a todos contándoos nuestra apasionante experiencia como detectives, pero ya veo que no os interesa… está en uno de los probadores de The Gap, ya sabéis, esa tienda de ropa del centro comercial. Ahí es donde está. La gente entra a probarse ropa y luego no salen.

<Al menos no por la tienda —puntualizó Tobías— sino por la sala de cine. Cuando los espectadores abandonan la sala al final de cada proyección, siempre salen más de los que han entrado.>

—Entran por The Gap y salen por los multicines —se burló Marco—. Eso es lo que se dice conocer a fondo las costumbres de los americanos.

—Bien hecho, chicos —admitió Jake de mala gana—. La pregunta es: ¿y ahora qué hacemos?

<¡Atacar!>, sugirió Ax de inmediato.

—Ya lo intentamos una vez —observó Cassie con calma— y no fue un éxito precisamente. Allá abajo había docenas de hork-bajir y de taxxonitas, además de controladores humanos y… Visser Tres. Fue entonces cuando Tobías se quedó atrapado en su cuerpo de ratonero. Insisto, no fue un éxito que digamos.

—Nos machacaron, Ax —añadí— y ya sabes que yo siempre estoy lista para entrar en acción, pero el estanque yeerk es demasiado grande.

<Un guerrero se juzga por el poder de sus enemigos>, insistió Ax tozudo, aunque ya no sonaba tan entusiasmado como antes.

—El ataque al estanque queda descartado —murmuré. Se me estaba ocurriendo algo mejor—. Ax, ¿qué sabes sobre la kandrona?

El andalita volvió la cabeza hacia mí, mientras sus ojos giratorios no cesaban de moverse de un lado a otro vigilando la zona.

<La kandrona es una versión en miniatura del sol del planeta yeerk. Emite rayos kandrona que se concentran en los estanques y que son el alimento de los yeerks, por eso tienen que abandonar a sus portadores temporalmente y sumergirse en sus aguas cada tres días. En resumen, sin los rayos kandrona no sobrevivirían.>

—Entonces su punto débil no es el estanque en sí, sino la kandrona de la que hablas —observé—, es decir ese sol en miniatura.

<En efecto, pero la kandrona puede encontrarse a miles de kilómetros de distancia del estanque —explicó Ax—. Los rayos kandrona pueden ser emitidos desde cualquier parte, así que, aunque estoy a favor de atacar el estanque yeerk, no podemos esperar encontrar la kandrona ahí abajo.>

—Muy bien —añadí—, pero no tenemos por qué atacar, podemos limitarnos a espiar ¿no? Tal vez así averigüemos dónde se encuentra la kandrona.

—Ésa es la Rachel que yo conozco —se rió Marco—, empezabas a preocuparme.

—¿Cuánto puede medir la kandrona? —preguntó Jake.

<Depende del número de estanques que abastezca. Podría ser tan grande como el granero de Cassie o tener el tamaño de uno de vuestros coches.>

—¿El tamaño de un coche? Apuesto a que una pandilla de chicos americanos como nosotros no tendría problemas para destrozar un coche —bromeó Marco.

—Lo importante es saber el daño que les ocasionaríamos a los yeerks —observé—. La cuestión es si merece la pena arriesgarnos a bajar al estanque yeerk.

Todos miramos a Ax.

<Depende. Si tienen una kandrona de repuesto no serviría de mucho. De cualquier forma tienen una en la nave nodriza, así que no acabaríamos con ellos del todo.>

Nos sentíamos frustrados.

<Sin embargo, dudo mucho que los yeerks envíen una y otra vez a sus controladores humanos a la nave nodriza para mantenerlos vivos. No resultaría demasiado práctico.>

—Y entonces, ¿qué crees que harían? —preguntó Marco—, ¿cómo reaccionaría Visser Tres?

—Visser Tres es una bestia despiadada —contesté—. Intentaría salvar a unos cuantos pero dejaría morir al resto.

<En efecto —corroboró Ax—. Sería un buen golpe, sobrevivirían, sí, pero su fuerza se habría debilitado mucho.>

—Lo primero que tenemos que hacer es encontrar la dichosa kandrona —recordó Cassie— y esté donde esté seguro que la tienen bien vigilada.

Supongo que en ese momento todos supimos que lo íbamos a hacer. Una vez más íbamos a bajar al estanque yeerk.

—Otra vez allí —comentó Jake negando con la cabeza lentamente—. Todavía tengo pesadillas.

—Sí —añadió Marco—, yo también.

—El estanque yeerk —dijo Cassie muy seria, y apartó la mirada.

Yo no articulé palabra, no me gusta hablar de pesadillas y eso que también las sufría, unas pesadillas terribles.

<No entiendo muy bien las emociones humanas —apuntó Ax— pero parecéis tener miedo y estáis empezando a contagiarme.>

—Estupendo —repliqué—. No sé si los andalitas creéis en cosas como el cielo o el infierno pero, te puedo asegurar que el estanque yeerk no es precisamente el cielo.