—¿Que lo lanzaste por los aires? —preguntó Jake—. ¿No te parece que te pasaste un poco?
—Pues no, el tipo ese me sacó de quicio —repuse.
Era al día siguiente del famoso episodio, un lunes. Después del colegio, Cassie, Jake, Marco, Tobías y yo nos habíamos ido a dar un paseo por el bosque.
Tobías nos seguía volando, nuestro amigo se había quedado atrapado en el cuerpo de un ratonero de cola roja. Iba dando saltitos de rama en rama para permanecer cerca de nosotros y oír lo que decíamos.
Aunque los ratoneros de cola roja en general tienen un oído excelente, Tobías tenía que mantenerse bastante cerca.
—Mira, Rachel, yo te comprendo, ya lo sabes —añadió Jake con suavidad—, pero no creo que nuestra misión consista en acabar con todos los abusos que se cometen contra los animales. Por desgracia, ése sería un trabajo a tiempo completo.
Cassie me guiñó un ojo, no le habíamos dicho a Jake que ella también había estado presente. Cassie y Jake se gustan, y ella no quería que Jake se enfadara. Conmigo es diferente porque todos saben que de todas formas voy a hacer lo que me dé la gana.
—Hay otros asuntos que solucionar, ¿no? —gruñó Marco—. No creo que el andalita nos concediera el poder de transformarnos con el fin de formar la Asociación de Animorphs para la Protección de los Animales.
—Está bien —repliqué, lo cual no significaba que admitía haberme equivocado—. Pero ¿se puede saber qué mosca te ha picado para que estés tan serio?
—Cuando encontremos a Ax os lo contaré, no quiero tener que repetirlo —contestó Marco.
Así que continuamos nuestro ruidoso paseo por el bosque. Sentí una punzada de emoción. Era imposible no percibir la tensión en la voz de Marco. Algo ocurría, se olía en el ambiente y eso sólo podía significar acción.
Me gusta la acción. Prefiero hacer cosas a hablar de ellas. Marco se burla de mí por eso y me llama Xena, la princesa guerrera.
Pero no soy una de esas idiotas que se mete en líos sólo para conocer el peligro. Lo mío no son tonterías, sino problemas de verdad. Lo que quiero decir es que, por cursi que parezca, intentamos salvar el mundo, ni más ni menos.
Todo empezó hace unos meses. Los cinco habíamos quedado un poco por casualidad en el centro comercial. Antes no salíamos juntos, pero después de lo que sucedió esa noche nos hemos vuelto inseparables.
Jake es mi primo y sin embargo apenas nos veíamos fuera de clase. Él es un poco el que lleva las riendas del grupo, aunque no el haga demasiada gracia, y es que es muy responsable. Siempre que hay algún problema él es la persona a la que todos automáticamente nos dirigimos. Es lo mejor de Jake: sabe decir a la gente lo que tiene que hacer sin imponerse.
—¿Desde cuándo no te gusta repetirte, Marco? —se burló Jake—. A mí me has explicado los mismos chistes mil veces, y mira que son malos.
—Es culpa tuya —contestó Marco—, si consiguieras reírte la primera vez que los cuento no tendría que repetirlos.
Marco es el mejor amigo de Jake. Es bastante bajo, moreno, y más divertido y escéptico que mi primo. De hecho, es bastante desconfiado, aunque eso le ayuda a ver siempre más allá de las apariencias. Y por mucho que se quede y reniegue de todos los peligros en los que nos metemos, siempre está en primera línea diciendo tonterías, típico de él.
De todas formas, Marco ha cambiado últimamente, aunque poco. Por lo menos ya no odia tanto se un animorph como antes. No sé la razón, tal vez sea debido a que su padre empieza a superar la muerte de su esposa. No lo sé.
—¡Eh, mirad! ¡Allí, junto a ese árbol! ¿Lo veis? Un cachorro de mofeta con su madre.
¿Quién había dicho eso? Cassie, claro. Nadie más le daría tanta importancia a un par de mofetas, y mucho menos se emocionaría.
—Eso, ¡vamos a acariciarlas! —se burló Marco.
—Pues yo he tenido mofetas en las manos un montón de veces y a mí nunca me han rociado —se rió Cassie.
—Eso tú, doctora Cousteau.
Cassie es mi mejor amiga desde hace mucho tiempo. La verdad es que no me lo explico, ni yo ni nadie, porque somos totalmente distintas. Cassie vive en una granja. Sus padres son veterinarios. Mi amiga pasa la mayor parte de su tiempo libre en la Clínica de Rehabilitación de la Fauna Salvaje que su padre ha montado en el granero, donde curan a animales heridos.
A Cassie le fascinan los animales, pero no es la típica histérica que los prefiere a las personas. Para ella los humanos son otra especie animal diferente.
Después está Tobías. Cuando todo esto empezó, Tobías era tan sólo un conocido de Jake y Marco, aunque yo ya lo tenía visto. Era un chico muy dulce, muy sensible, el tipo de chico con el que los matones de turno se suelen meter. Siempre iba despeinado y tenía un aire soñador, como si sus ojos vieran cosas que los demás no alcanzan ni siquiera a imaginar.
Eso era antes… porque ahora la expresión de sus ojos es fiera y severa y cuando miran te atraviesan como un rayo láser. Tiene el cuerpo cubierto de plumas marrones, el pecho blanco, la cola roja, unas garras aterradoras y un temible pico curvado.
Tobías se ha quedado atrapado en ese cuerpo, ahora es un ratonero de cola roja, una rapaz que se alimenta de ratones, conejos y algún que otro pájaro.
Para mí siempre será el mismo chico dulce y cariñoso de antes, pero hace ya tiempo que es un ratonero.
El arma defensiva que nos brindó el andalita, la capacidad de cambiar de forma, es fantástica pero, como toda arma, puede destruir a quien la utiliza.
<¡Ahí viene! —anunció Tobías por telepatía, que es el método que utilizamos para comunicarnos cuando nos hemos transformado—, creo que nos visto.>
Se oyó un revuelo de hojas caídas y, seguidamente, un ligero repiqueteo de cascos de caballo sobre la pinaza que cubría el suelo del bosque. Saltó por encima de un tronco caído y se plantó delante de nosotros, a tan sólo un par de metros.
Se trataba de Aximili-Esgarrouth-Isthill, para nosotros, Ax. Era el único superviviente de la nave cúpula andalita destruida y era el único andalita existente en el planeta Tierra.
Ax es el hermano del príncipe Elfangor, el andalita que nos previno contra la invasión de los yeerks y nos concedió el poder de transformarnos justo antes de ser destruido por el malvado Visser Tres, que lidera el ejército yeerk en nuestro planeta.
<Hola, príncipe Jake —saludó Ax—, hola a todos.>
Por mucho que conozca a Ax, a quien incluso considero mi amigo, nunca llegaré a acostumbrarme a su aspecto.
Parece el resultado del cruce entre un humano, un cierto y un escorpión, aunque no exactamente. Es difícil describirlo.
La parte superior de su cuerpo y la cabeza son casi humanas. Tiene los brazos delgados y unas manos con muchos dedos. Su rostro es plano y en él se destacan un par de ranuras que hacen la función de nariz, y dos ojos rasgados de gran tamaño. No tiene boca, por eso utiliza la comunicación telepática, el lenguaje natural de los andalitas.
De la cabeza le brotan dos antenas en cuyos extremos sobresalen unos ojos adicionales capaces de moverse en todas direcciones y por completo independientes de los ojos principales.
Su cuerpo es como el de un ciervo o un poni delgado, sólo que de color azul claro. Se sostiene sobre cuatro patas con sus correspondientes pezuñas, pero su espalda, o lomo, está inclinada, así que mejor no caigas en la tentación de montar en él como si fuera un caballo.
Por último está la cola: poderosa, gruesa y larga, y rematada en una temible hoja mortal en forma de guadaña. Le he visto usarla y lo hace con tanta rapidez que sólo alcanzas a distinguir la estela que deja al chasquearla.
—Hola, Ax —saludó Marco—, ¿cómo te va?
<Fenomenal. Ayer estaba en lo alto de la montaña cuando fui atacado por uno de esos gatos enormes. ¿Cómo los llamáis? ¿Puma? Fue muy emocionante.>
—¿Te encuentras bien? —le pregunté.
<Pues claro Rachel —dijo—. Y además no hice daño al puma, Cassie, bueno, nada grave, eso sí, estoy seguro de que se le han quitado para siempre las ganas de cazarme. Ax sonrió a la manera de los andalitas, sin boca.>
—Es lo que yo digo, Ax y Rachel están hechos el uno para el otro —comentó Marco poniendo los ojos en blanco—. Estáis locos. ¿Cómo os gustaría celebrar vuestra boda? ¿Haciendo puenting sobre un volcán activo, quizás?
Me molestó un poco su comentario, no porque me importe que Marco me considere una incosciente, sino porque a mí no me interesa Ax en absoluto, al menos de esa forma.
—Bien, y ahora que estamos todos, Marco, ¿te importaría explicarnos por qué estamos aquí? —dijo Jake.
—Tengo novedades —empezó Marco—, bueno, mejor dicho, Tobías y yo tenemos novedades.
Observé a Tobías posado en el árbol que, por supuesto, no mostraba expresión alguna, aparte de su mirada fija y penetrante sobre Marco.
—Es una historia de tesón, coraje y astucia —fanfarroneó Marco mientras nosotros formábamos un círculo a su alrededor.
—Vale, vale, al grano, Marco, al grano —le interrumpí impaciente—. Deja el suspense para luego.
—Muy bien —respondió con una risa burlona—, mis queridos animorphs… extraterrestre visitante… hemos encontrado una entrada al estanque yeerk.