<Ax… ¿me oyes?… hay…>
<Aximili-kala>, me dijo mi padre. Me resultaba imposible estar viendo a mi padre.
<Sí, padre. Soy yo. Soy yo, Aximili. Estoy en la Tierra. No dispongo de mucho tiempo.>
<¿Está tu hermano ahí?>
La pregunta que tanto temía había llegado demasiado pronto. Estuve a punto de perder el contacto. Había soñado tantas veces con ese momento, había deseado tanto ver el rostro de mi padre y escuchar sus palabras, y cuando lo había conseguido, me veía incapaz de decirle que su hijo mayor se había ido para siempre, como tampoco le diría otras cosas que me quemaban por dentro.
<Elfangor —continuó mi padre—, ¿está…?>
<Padre, Elfangor está… Mi hermano fue asesinado.>
Fue un duro golpe para mi padre, incluso se balanceó. Como si alguien le hubiera asestado un puñetazo.
Yo aparté la mirada. Durante todo ese tiempo había hecho un gran esfuerzo por ignorar la muerte de mi hermano. Pero en aquel momento se me aparecía real. Al ver el sufrimiento y el dolor de mi padre, empecé a experimentar de repente todo el dolor que me había negado a admitir hasta entonces.
<¿Murió bien?>, me preguntó mi padre. La pregunta forma parte del ritual de la muerte y por eso se veía obligado a hacerla.
<Murió al servicio de su pueblo y de la libertad>, repuse. Esto también formaba parte del ritual de la muerte.
Mi padre asintió y añadió:
<¿Se ha vengado su muerte?>
Habíamos llegado a la parte que tanto temía.
<No, padre>, contesté.
<Ahora eres mi hijo mayor —mi padre levantó la vista y me miró—. El peso de la venganza descansa sobre ti. ¿Sabes quién lo asesinó?>
<Sí.>
<Entonces, Aximili ¿aceptas la responsabilidad de vengar la muerte de tu hermano?>
<Sí.>
El ritual había finalizado. Los dos pronunciamos las frases que se suponía debíamos pronunciar.
<Siento un gran alivio al comprobar que tú te encuentras bien>, comentó mi padre.
<Yo… quería verte —declaré—, pero no podía p…>
De repente se interrumpió la conexión y la pantalla se quedó totalmente negra.
—Lo siento pero me estabas partiendo el corazón —se burló una voz humana—. No he tenido más remedio que cortar la transmisión.
Me di media vuelta y a unos nueve metros distinguí a un humano, que me apuntaba con un arma. Pasaron varios segundos hasta que caí en la cuenta de que no era un arma terrícola, sino una pistola de rayos dragón modelo estándar, como las que usan los yeerks.
—Tú y yo tenemos mucho de qué hablar, Andalita. Mucho.
—Estaba paralizado. Era incapaz de reaccionar; el humano se encontraba demasiado lejos y resultaba imposible atacarle con la cola.
—Ni se te ocurra, andalita —ordenó el humano con tono despreciativo—. Antes siquiera de que intentaras menear esa cola, te dejaría frito.
Pero en ese preciso instante…
¡Tseeeeeeeeeeerrr!, Tobías se lanzó desde lo alto de la cúpula a toda velocidad, con las alas pegadas al cuerpo y las garras extendidas hacia delante, directo al rostro del hombre.
El hombre levantó un brazo para protegerse y Tobías se ensañó con él. Le clavó las garras y le dejó unas profundas marcas.
Sin embargo el hombre no soltó la pistola. Tobías se alejó de él volando, de sus garras colgaban jirones de la camisa del humano.
Aproveché para avanzar unos pasos, pero era demasiado tarde.
—¡Alto! ¡No quiero mataros a ninguno de los dos, andalitas, pero lo haré si no tengo más remedio! —espetó el hombre.
Tobías fue a posarse en el enorme telescopio.
—Sólo quiero hablar —anunció el controlador humano.
<¿Y por qué nos apuntas con tu arma?>, objeté.
Entonces hizo algo que me dejó atónito. Se arrodilló, depositó el arma en el suelo y la apartó a un lado de una patada. La pistola rodó casi sin tocar el suelo encerado de la sala.
—Ahora estoy a tu merced, andalita —dijo—. Puedes elegir entre atacarme con tu cola o escuchar lo que tengo que decir.
Giré los ojos de las antenas y miré hacia arriba buscando el consentimiento de mi amigo.
<Tú decides, Ax —contestó Tobías—. Tú te has metido en esto.>
<Adelante, habla>, ordené al controlador humano.
—Me llamo Gary Kozlar —se presentó.
<Venga, no me hagas perder el tiempo —le interrumpí bruscamente. Intentaba dar una imagen de seguridad y fortaleza—. Ése es el nombre de un humano, el de tu portador para ser más exactos. Sé muy bien qué eres.>
—De acuerdo —asintió—. Me llamo Eslin Tres Cinco Nueve, y tú eres Aximili, un joven guerrero cadete andalita, hermano de la bestia Elfangor. Sólo he podido oír los últimos minutos de tu conmovedora conversación.
<¿Bestia Elfangor? ¿Así es como llamáis a mi hermano?>
—Tu hermano está muerto —espetó Eslin—, como también lo está la única criatura de toda la galaxia por la que yo sentía afecto. Se llamaba Derane Tres Cuatro Cuatro.
»¿Sabes qué tenían en común tu hermano y mi querida Derane?
<No, ¿qué podían tener en común mi hermano y un yeerk?>
—Los dos fueron asesinados por el mismo monstruo —el rostro humano de Eslin adoptó una expresión de cólera.
<¿Visser Tres?>
—Como ya he dicho, tú y yo tenemos mucho en común, andalita —hacía esfuerzos sobrehumanos para dominar su furia, pero su mandíbula temblaba mientras seguía hablando—. Vosotros, guerreros andalitas, causasteis mucho daño al destruir la kandrona. El hambre se ha generalizado. Los yeerks más importantes, los que ocupan los puestos más altos, y aquellos a los que Visser trata de favorecer, son trasladados cada tres días a la nave nodriza y después traídos de vuelta a la Tierra. Allí se les administra una dosis mínima de rayos kandrona, la suficiente para sobrevivir otros tres días.
<¿Pretendes darme lástima?>, me burlé.
—No, sólo esperaba la hipocresía y prepotencia que os caracteriza —replicó el hombre—. Los andalitas no sois más que unos intrusos.
<No hagas que pierda la paciencia, yeerk. Cuando dije que te escucharía no me refería a toda esa sarta de mentiras yeerks.>
—Sabía que vendrías —prosiguió con una sonrisa malévola—. En cuanto vi el nuevo software me dije a mí mismo: «¡Ajá!, ¿qué tenemos aquí? Esto no es el resultado del torpe esfuerzo humano». Tenía que ser obra de un andalita que pretendiera usar el radiotelescopio como transmisor de espacio cero. Te esperaba. Sabía que vendrías.
<Pues aquí me tienes>, repliqué. Me sentía un perfecto estúpido. Era lógico que los yeerks infiltraran a uno de los suyos en el observatorio. ¡Qué ingenuo había sido!
—Mi querida Derane… Procedíamos del mismo estanque, nos habíamos entrenado a la vez… Llevábamos tanto tiempo juntos. Éramos muy buenos amigos. Ella me entendía. Pero yo ocupaba un puesto muy importante en el observatorio, mientras que ella desempeñaba un cargo inferior. Cuando vosotros, los andalitas, destruisteis la kandrona del planeta Tierra, Visser Tres actuó con rapidez. Proclamó que todo el mundo sobreviviría, que había encontrado una solución, pero era mentira. La pequeña reserva de rayos kandrona era insuficiente para todos. Era cuestión de elegir. Así que trasladó a los controladores más importantes hasta la nave nodriza y el resto…
Me dio la sensación de que Eslin notó por primera vez los cortes de su brazo. Se pasó la mano por ellos con suavidad.
—Los andalitas —prosiguió— debéis de amar este planeta, lleno de horribles especies en las que os podéis transformar.
<¿Fue tu amiga Derane uno de los sacrificados?>
—Ella era prescindible —respondió y luego sonrió—. Pero mi venganza ya ha comenzado. Los elegidos por Visser son enviados a la nave nodriza cada tres días para nutrirse. Así que saboteé una de las lanzaderas que los transportaban y así interrumpí su programa alimenticio, con lo cual algunos de los amiguitos de Visser agonizan de hambre hasta morir. Como mi querida Derane.
<Por eso hemos visto varios controladores fuera de control —me comunicó Tobías en privado—. Y por eso también hemos tardado tanto en ver las consecuencias. Visser Tres lo tenía todo controlado hasta que ese tipo se metió por medio.>
<¿Has terminado ya, Eslin? —le pregunté—. Ya he oído tu historia y ahora dime: ¿qué es lo que pretendes en realidad?>
—¿Quieres saberlo? La clave todo está en que Visser Tres habita un cuerpo andalita y a veces se alimenta como tal.
<¿Y eso qué significa?>, me preguntó Tobías.
—Es decir —continuó el hombre—, sin nadie alrededor. Lo acompañan siempre unos guardias, claro, pero se mantienen bastante alejados. ¿No lo entiendes? Es vulnerable, vulnerable. Y yo sé dónde suele alimentarse.
<¿Por qué me cuentas todo esto, yeerk?>
—¿Por qué? —apretó los dientes en una mueca de furia—. Porque mi único deseo es verlo muerto. ¡Quiero que Visser Tres muera! Él fue el causante de que Derane muriera. Él fue quien mató a quien yo más quería. Él es el responsable y quiero que pague con su vida lo que hizo. Quiero a esa escoria con cuerpo de andalita muerto. ¡MUERTO!
Consiguió calmarse un poco, y después extrajo de su bolsillo un trozo de papel que depositó encima de la mesa.
—Hora y lugar —informó, y escribió las instrucciones precisas—. Tenéis un día para prepararos.
<Podría ser una trampa.>
—Si os hubiera querido matar, ya lo habría hecho —murmuró con desprecio—. Tú tienes una obligación que cumplir, andalita. Tienes que vengar la muerte de tu hermano y matar a su asesino, vuestro gran enemigo. Es tu responsabilidad ejecutarlo y yo sé que vosotros, los andalitas, siempre cumplís con vuestro deber, así que hazlo.