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En la Tierra

Lo primero que le llama la atención a un andalita es que los humanos sólo necesitan dos piernas para caminar. Es muy extraño ver cómo estas criaturas logran mantenerse en equilibrio así, pero lo cierto es que no se caen casi nunca.

Extraído del diario terrícola de Aximili-Esgarrouth-Isthill

Mi nombre completo es Aximili-Esgarrouth-Isthill, pero mis amigos humanos me llaman Ax. Soy un andalita joven. Tengo cuatro patas, dos brazos y cola de escorpión.

Según dicen, parezco un cruce entre un ciervo, un escorpión y un humano, pero yo no estoy del todo de acuerdo porque los ciervos que he visto en el bosque tienen boca y yo no. Además sólo tienen dos ojos y yo tengo cuatro.

En cuanto a los escorpiones, sólo los he visto en foto y el único rasgo común entre nosotros es la cola, curvada hacia arriba y rematada en una hoja muy afilada.

Como soy un andalita tengo la facultad de cambiar de forma. No es una característica de nuestra especie, sino una tecnología que hemos desarrollado. Nosotros fuimos los que la inventamos y somos los únicos en toda la galaxia que gozan de ese poder, a excepción de mis amigos humanos, claro. Ellos también son mutantes, aunque gracias a la ciencia andalita y a que mi hermano se saltó la ley y les reveló nuestro secreto.

El único problema de la metamorfosis es el límite de tiempo, ya que sólo puedes permanecer transformado dos horas terrestres como máximo.

Recuerdo una ocasión en que mis amigos humanos y yo nos embarcamos en una misión un tanto peligrosa y tuvimos que planearlo todo al milímetro, sobre todo el tiempo que nos llevaría. Se trataba de una misión muy arriesgada: íbamos a ir al cine a ver una película.

—Esto es lo que haremos, Ax —explicó Marco—: verás sólo una hora de película. Te acompañaremos al cine del centro comercial y podrás ver la primera hora de película. Luego te llevaremos al bosque para que vuelvas a tu estado natural.

El cine es una parte muy importante de la cultura humana. Como no tenía más remedio que seguir en la Tierra entre alienígenas, había decidido que, por lo menos, iba a aprender todo cuanto estuviera a mi alcance sobre esta especie. Quizá nunca llegue a convertirme en un gran héroe como lo fue Elfangor, pero me volveré un experto en materia terrícola.

Si quería ir al cine, no podía hacerlo en mi estado natural de andalita. Los humanos se darían un susto de muerte y los controladores humanos intentarían matarme, lo cual hubiera arruinado por completo el experimento.

Así que tenía que transformarme, adquirir una forma que ya había experimentado muchas veces y que no me crearía ningún problema.

Estaba con mis amigos en el bosque que nos sirve de escondrijo y que se ha convertido en mi hogar. Como iba diciendo, allí estábamos todos, el príncipe Jake, Marco, Cassie, Rachel y Tobías, aunque éste último a cierta distancia de nosotros.

—Bueno, vamos allá —indicó Jake, produciendo sonidos con su boca. Luego consultó su reloj—. Rachel, ¿recuerdas el plan de emergencia? ¿Adónde se dirigirá Ax si tiene que transformarse urgentemente?

—A los probadores de Nordstrom. Son grandes y muy reservados, los mejores de todo el centro comercial. Cassie y yo haremos guardia en la puerta de los multicines listas para echarle una mano en caso de que surja un imprevisto.

—Rachel además ha prometido no pararse a mirar ropa en Junior Miss —bromeó Cassie.

Jake alzó la vista hacia el cielo. Por encima de las copas de los árboles, un ratonero de cola roja flotaba llevado por la brisa templada.

—¡Tobías! —lo llamó Jake.

<Vía libre —informó Tobías por telepatía—. Adelante.>

Tobías es un nothlit: una persona atrapada en una forma. Eso es lo que pasa cuando se excede el límite de las dos horas. Tobías es un humano pero tiene el cuerpo de un ave. La verdad es que se ha adaptado bastante bien a su nuevo y extraño estilo de vida. Vive conmigo en el bosque.

Durante mucho tiempo esperé que Tobías me hiciera una pregunta que estoy seguro le ha rondado por la mente. Estaba convencido de que me preguntaría si le sería posible algún día recuperar su cuerpo de humano. Pero nunca lo ha hecho. Supongo que le da miedo la respuesta y, desde luego, no voy a ser yo quien saque el tema.

—Muy bien —observó Jake—, vamos allá.

Empecé a transformarme. Lo primero que sentí fue cómo mis órganos se derritieron y enseguida me invadió un malestar general al notar que mis entrañas se removían. Luego sufrí una sacudida sobrecogedora y mis corazones segundo y tercero dejaron de latir. Un chirrido me indicó que mi columna había empezado a encoger.

Mis patas delanteras se arrugaron y desaparecieron y, a partir de ese momento, sabía que en cualquier momento podría caer de bruces. Mis brazos se hicieron más gruesos y fuertes, y de ambas manos me desaparecieron dos dedos hasta quedarme sólo con cinco en cada una.

Mis hombros se ensancharon para sujetar así mis enormes brazos. Mis patas traseras ganaban robustez según iba recayendo más peso sobre ellas.

Las antenas oculares se fueron replegando de forma progresiva y, al hacerlo, mi visión disminuía, como si alguien fuera apagando las luces. De repente desaparecieron del todo y me quedé tan sólo con dos ojos.

Ésa es una de las cosas que peor llevo. El hecho de tener sólo dos ojos te limita mucho porque no puedes mirar a diferentes sitios a la vez, ni siquiera hacia atrás.

Mi columna siguió encogiendo hasta esfumarse por completo, al tiempo que mi cola perdía consistencia y terminaba por desaparecer.

—¡Agarradlo!, está a punto de caerse —advirtió el príncipe Jake.

Marco y él se apresuraron a sujetarme y mantenerme erguido, una vez mis patas delanteras se desvanecieron del todo.

—¡La ropa, la ropa! —me recordó Rachel con una mueca—. La ropa, no te olvides del uniforme de las transformaciones, Ax.

Poco a poco iba apareciendo la ropa que cubriría mi nuevo cuerpo. No es una tarea fácil, de hecho, sólo era capaz de obtener un tipo de ropa muy ajustada.

—¿Has acabado? —me preguntó el príncipe Jake.

Me observé de pies a cabeza para comprobarlo. Estaba erguido sobre dos piernas, tenía dos brazos robustos y diez fuertes dedos. Apenas había vello en mi cuerpo y mis ojos eran más bien débiles, lo único que alcanzaban a distinguir era aquello que estaba justo delante de mí. Gozaba de un buen oído y mi cerebro funcionaba con toda normalidad. ¡Ah!, y además me había salido boca.

—Sí —contesté usando la boca—, sssí, ssíííí, ssí-seee. Ya soy un humano.

Me había convertido en humano. El ADN lo había adquirido hacía ya tiempo, en realidad era una mezcla del ADN de Jake, Cassie, Rachel y Marco. Me habría gustado tener también el de Tobías pero eso resultaba imposible puesto que se trataba de un nothlit.

Mis amigos humanos son diferentes entre sí, pero todos tienen dos piernas, dos brazos y dos ojos, además de una boca.

El príncipe Jake es alto, pálido y de pelo castaño. Cassie es más baja, su piel es más oscura y su pelo también. Marco es más bien bajito, su color de piel no es tan claro como el de Jake ni tan oscuro como el de Cassie y tiene el pelo largo y castaño. Rachel es más alta, su color de piel también es pálido, parecido al de Jake y tiene el pelo amarillo.

—Siempre que le veo se me ponen los pelos de punta —comentó Marco mirándome de reojo—. Es como si a los cuatro nos hubieran pasado por una batidora. Esos ojos son los míos.

—Para mí lo peor es que cada vez que lo miro pienso: «qué chico tan guapo» —dijo Rachel—, y entonces me doy cuenta de que se parece a Cassie, incluso a mí.

—¿Cómo? ¿Rachel enamorada de ella misma? —dijo Marco con una inflexión de voz que los humanos llaman sarcasmo. Luego puso cara de preocupación—. Todavía no tengo muy claro que esto sea una buena idea. Los controladores estarán…

—¡Chist! —interrumpió el príncipe Jake—. Esta vez no queremos saber nada de controladores, ni de yeerks, ni de Visser Tres. Nos vamos a tomar unas minivacaciones. Nos lo merecemos después de todo lo que hemos pasado. Llevamos mucho tiempo luchando, hemos destruido la kandrona y derrotado a ese monstruo suyo llamado Veleek. Necesitamos un descanso, ya que Ax quiere aprender más cosas sobre los humanos, vamos a complacerle.

Yo nunca he sido un gran estudiante pero me podía imaginar lo que mis compañeros andalitas me preguntarían cuando por fin me rescataran. Algo así como:

<Muy bien, Aximili, ¿qué es lo que has aprendido sobre la Tierra?>

Y yo me imaginaba respondiendo:

<Um… bueno, no mucho.>

El truco consistía en aprender todo sobre los humanos sin que éstos aprendieran demasiado sobre nosotros. Había cosas que no les podía contar porque se volverían en mi contra.

—Deberíamos atacar a los yeerks aprovechando que ahora están en baja forma —refunfuñó Rachel—. Sabemos que los yeerks no dispondrán de otra kandrona hasta dentro de una semana, así que deben de estar muriéndose de hambre por falta de rayos kandrona. Insisto en que es el momento de enfrentarnos a ellos.

Los yeerks son una raza de gusanos que se alojan y viven en los cerebros de otras especies. Estos parásitos dominan por completo los cuerpos que ocupan y los convierten en controladores. Así pues, hay controladores hork-bajirs, controladores taxxonitas, y cada vez más controladores humanos. Cualquier terrícola podría ser uno de ellos, es imposible distinguirlos. Eso sólo lo pueden hacer los andalitas.

Yo estaba de acuerdo con Rachel, aunque también entendía las razones del príncipe Jake. Ningún guerrero puede luchar constantemente.

—Escuchad un momento —replicó el príncipe Jake—, les hemos dado una buena lección a esos malditos gusanos, de acuerdo, hemos hecho un buen trabajo. Pero están instalando una nueva kandrona, así que no debemos hacernos ilusiones y dar por sentado que les hemos vencido porque, si es así, no lo parece. Yo esperaba ver morir yeerks a diestro y siniestro, y a cientos de controladores libres al fin. Y sin embargo, no ha ocurrido nada de eso. Al parecer, de alguna manera han logrado sobrevivir.

—Es pronto para saberlo todavía —apuntó Cassie—. Que no los hayamos visto sufrir no significa que no sufran.

—Y dale, ya estamos otra vez hablando de los yeerks —se lamentó Jake a punto de perder la paciencia—. Estamos vivos de milagro, y no es la primera vez. Así que ahora vamos a tranquilizarnos un poco y a intentar ser normales. Iremos a ver esa película y nos lo vamos a pasar fenomenal. Y nadie… ¿me has oído bien, Rachel? Nadie va a buscar pelea, ¿de acuerdo?

—¿A que resulta irresistible cuando se pone agresivo? —le comentó Marco a Cassie—. En el fondo es un Schwarzenegger.

—Muy bien, Ax —ordenó Jake—. Es hora de vertirse.

—Pero príncipe Jake, ya estoy vestido —le dije señalando la ropa que cubría mi cuerpo—, vestidooo, tidooo.

Me parecía increíble emitir sonidos con la boca. En realidad las palabras no son otra cosa que las vibraciones producidas por las cuerdas vocales combinadas con la posición de la lengua. Aunque algunos sonidos son mejores que otros, como por ejemplo «ido».

—No me llames príncipe —me advirtió el príncipe Jake.

—Ax, pareces salido de un velódromo —observó Marco.

—No puedes salir a la calle con mallas y un top ajustado de licra —resolvió Rachel—. Queda muy hortera.

A continuación me pasó una bolsa con ropa para que me vistiera como era debido. ¡Qué complicado! Hay tantas cosas que recordar, y es que cada pieza de ropa va en un sitio concreto. Así por ejemplo los calcetines se llevan en los pies exclusivamente, nada de ponértelos en las manos. ¡Buff! Me llevó un buen rato conseguir colocármelo todo en el lugar adecuado.

Cuando terminé, todos me observaban fijamente, incluso Tobías, que descendió para verme mejor.

—Rachel, parece que vaya al club de campo a jugar un partido de polo —opinó Marco—. Ya sabía yo que era un error que escogieras tú la ropa. Vestido así está pidiendo a gritos que se metan con él, hasta a mí me dan ganas de darle una buena paliza.

—Porque es un estilo clásico —replicó Rachel ofendida—. Mira quién fue a hablar, precisamente tú que te vistes peor que Beavis.

—Pues yo creo que está muy mono —dijo Cassie.

<¡Exacto!>, remarcó con sorna Tobías apostado en una rama por encima de nuestras cabezas.

—¿«Mono»? ¿Como los animales? ¿Eso es bueno o malo? —pregunté.

<Depende de cómo lo mires, Ax-man —respondió Tobías—. Venga, vamos, que seguro que te vas a divertir.>

«Ax-man», así me llama Tobías algunas veces.

—Venga, Ax —me animó el príncipe Jake sonriendo—. Vamos allá. Si alguien intenta pegarte, nosotros te defenderemos.