Jewel Valentine
Había un niño en el lago.
Al principio creí que era mi hermano, pero después me di cuenta de que era demasiado grande para ser un niño de diez años. Y, además, mi hermano nunca crecerá, ni siquiera en mi mente.
Asusta, ¿verdad? Saber que has vivido ocho años más de los que tu hermano podrá vivir.
No eran imaginaciones mías. Había un chico de carne y hueso ahogándose en el lago. No eran visiones ni alucinaciones.
Me quedé paralizada, sin respirar, mientras un escalofrío me recorría el cuerpo.
El chico no oponía resistencia… se estaba hundiendo en las profundas aguas del lago. Unos instantes después, tan solo se le veía la coronilla.
Me quité los zapatos y me lancé al agua. Noté que las piernas se me agarrotaban y los vaqueros me arrastraban al fondo. Nadé frenéticamente hacia el chico. La profundidad del agua crecía a medida que me acercaba a él, y el fondo de lodo se escabullía bajo mis pies. Cuando llegué le saqué a flote y le sostuve la cabeza. Parecía sereno, como si estuviera dormido. Tenía los ojos cerrados y el cabello flotaba alrededor de su rostro.
Le arrastré hasta la orilla y, durante esos segundos, sentí que estaba compensando lo que no había hecho por mi hermano.
No podía dejar que aquel chico también muriera.