Sucedió a finales de la primavera del sexto año del período Bunka (1809). En el terreno colindante al sur del actual cuartel principal del tercer cuerpo de infantería de Ryudomachi, en el distrito Azabu de Tokio, se presentaron los carpinteros a reparar una pequeña casa vacía, en el recinto de la mansión de Shashichiro Matsudaira, feudal de Mikawakuni Okudono.
Cuando los vecinos preguntaron quién iba a vivir, les dijeron que un samurái al servicio de la familia Matsudaira, llamado Kyuemon Miyashige, estaba preparando un lugar de retiro. Efectivamente, la casa vacía no tenía más que una habitación para huéspedes separada de la casa de Kyuemon y una cocina pequeña construida aparte. Cuando volvieron a preguntar si este iba a retirarse en aquella vivienda, les respondieron que no se trataba de eso. Era su hermano mayor, que vivía en el campo, quien iba a residir allí.
El quinto día del cuarto mes, cuando la pintura de las paredes aún no estaba seca, llegó un anciano desconocido con un pequeño equipaje y enseguida entró en la residencia de Kyuemon. Aunque este tenía el cabello entrecano, el anciano caballero lo tenía completamente blanco. Además, su espalda estaba bien erguida. Su figura, con las magníficas espadas envainadas al cinto, era imponente. Se le mirase como se le mirase, no parecía un hombre de campo.
Dos o tres días después de que el anciano se instalara en la residencia, llegó una señora mayor a vivir con él. Ella también tenía el cabello blanco, recogido en un moño redondo al estilo de la época, y, en cuanto a elegancia y buen gusto, desde luego, no le iba a la zaga al caballero. Hasta entonces, al señor le traían las viandas de la cocina de la residencia de Kyuemon, pero, desde que vino la señora, ella preparaba las comidas para ambos como una niña jugando a las cocinitas.
La relación entre esta pareja de ancianos era inmejorable. Los vecinos comentaban que, si fueran una pareja de jóvenes, no se les podría mirar sin conmoverse. Algunos comentaban que no eran un matrimonio y también había quien decía que eran hermanos. Al preguntarles por la razón de esa opinión, dijeron que, aunque eran inseparables, se trataban con gran cortesía el uno al otro y que, para ser un matrimonio, su relación era demasiado formal.
La pareja no parecía muy adinerada; no obstante, tampoco parecía tener problemas económicos ni necesitar el apoyo de Kyuemon. Cuando llegó el gran equipaje de la señora, se pudo ver que poseía una considerable cantidad de elegantes vestidos y telas. Al poco tiempo de llegar el equipaje, alguien dijo que era una dama de la corte, y este rumor se difundió por la vecindad.
En cualquier caso, la vida que llevaban ambos era retirada y tranquila. El anciano señor se ponía sus gafas y leía libros o tomaba notas en su diario con fina escritura. Todos los días, a la misma hora, limpiaba las espadas con polvos de uchiko[76] y se mantenía en excelentes condiciones físicas ejercitándose con las espadas de madera. La anciana señora continuaba en su cocinita como una niña y, de vez en cuando, se aproximaba al anciano señor y le daba aire con su abanico. Poco a poco llegó la época del buen tiempo. Aveces, mientras la señora le abanicaba, él dejaba el libro que estaba leyendo y se ponían a hablar. Sus conversaciones parecían siempre muy entretenidas.
De vez en cuando, los dos salían a pasear temprano por la mañana. Tras su primera salida, se difundió por casualidad el comentario de la esposa de Kyuemon a unos vecinos: «Van a Shosen-ji, su templo familiar. Si su hijo viviera, tendría ahora treinta y nueve años y estaría en la plenitud de la vida».
Shosen-ji es el templo que está en Kurokuwadani, en Akasaka, justo detrás del actual Palacio Imperial de Aoyama. Al oír esto, los vecinos supusieron que no solo aquel día, sino siempre, iban los dos juntos a seguir reviviendo su ya pasado sueño.
Entretanto, pasó el verano y también el otoño. Y, extrañamente, los rumores acerca de ellos cesaron. Cuando el año estaba tocando a su fin, alrededor del veintiocho del duodécimo mes, cayó una gran nevada que dificultó el acceso hasta el castillo de Edo de un gran grupo de oficiales de todos los rangos que habían viajado hasta la capital para presentar los respetos de fin de año. En medio de estos incidentes, Shashichiro Matsudaira, feudal de la mansión, comunicó a la anciana señora un mensaje del shogun Ienari Tokugawa[77]: «Habiendo oído que guardó ausencia fielmente a su esposo, desterrado durante largos años a lejanas provincias, le manifestamos nuestro más profundo reconocimiento y respeto, y como recompensa le concedemos diez mai[78] de plata».
A finales de ese año hubo varios acontecimientos en la corte, como el enlace matrimonial entre el gran consejero Ieyoshi[79], que vivía en el recinto oeste del castillo de Edo, y la princesa Rakumiya, hija del príncipe Yoshihito Arisugawa. El número de personas que iban a recibir regalos era mayor que el de otros años, pero todo el mundo consideró algo extraordinario el hecho de que a la señora que vivía en la residencia de Kyuemon se le concedieran diez mai como compensación. Por esta razón, los dos ancianos que vivían retirados en esa residencia se hicieron famosos durante una temporada.
El anciano caballero, llamado Iori Minobe, fue soldado de la guardia del feudal de Awa, Fusatsune Ishikawa, y, efectivamente, era hermano de Kyuemon Miyashige. La anciana señora, llamada Run, era la esposa de Iori. Había tenido un puesto de alta responsabilidad al servicio de la familia Kuroda de Sotosakurada. Cuando Run recibió esta recompensa, su esposo tenía setenta y dos años y ella setenta y uno.
En el tercer año del período Meiwa (1766), cuando Fusatsune Ishikawa llegó a ser general de la guardia del castillo, el samurái Iori Minobe estaba en su compañía. Este superaba a sus compañeros como guerrero con la espada y como poeta con el pincel. La mansión de Ishikawa estaba en el lado exterior de Suidobashi, justo en la esquina donde ahora el tren procedente de Hakusan se cruza con el procedente de Ochanomizu. Sin embargo, Iori vivía en Bancho y solo se encontraba con los oficiales superiores en el puesto de guardia.
La primavera del año siguiente al que Ishikawa fue nombrado general de la guardia, Tosaemon Yamanaka, tío de Iori, que estaba al servicio de la guardia, propició el matrimonio de su sobrino, que acababa de cumplir treinta años. La novia era hermana mayor de la esposa de un tal Aritake, familiar de la esposa de Yamanaka y vasallo de Ujiyuki Toda, feudal de Awaji.
¿Por qué la hermana pequeña se casó antes que la hermana mayor? La razón fue que la hermana mayor estaba al servicio de un feudal. Las dos muchachas eran hijas de Shiroemon Uchiki, del pueblo de Makado, de Asaigori, en la provincia de Awa[80]. En el segundo año del período Horeki (1752), la hermana mayor, Run, de catorce años, entró a servir en las habitaciones privadas del canciller Munekatsu, octavo feudal de Owari, en el palacio exterior de la puerta de Ichigaya. Después, en el año 1761, el señor de la casa de Owari se retiró y fue sucedido por su hijo Munechika, aunque Run siguió conservando su puesto hasta el tercer año del período Meiwa (1766), es decir, durante catorce años. Durante Su ausencia, su hermana pequeña se convirtió en la esposa de Aritake, el vasallo de la familia Toda, y se fueron a vivir a la mansión de Sotosakurada.
Cuando dejó a la familia de Owari, Run tenía veintinueve años. Entonces fue a ayudar a casa de su hermana, que tenía veinticuatro años en aquella época. Run le dijo a su hermana que, si era posible, quería casarse con algún oficial de la guardia inmediata del shogun, de buena familia. Yamanaka, al oír esto, pensó que podría ser Iori. Aritake recibió con gran entusiasmo esta proposición, se ofreció como intermediario y organizó los preparativos para la boda. Entonces Run, que había nacido en Awa, en la familia Uchiki, adoptó el apellido de Aritake y salió de la casa de la familia Toda en Sotosakurada para ir como esposa a la residencia de Minobe en Bancho.
No podría decirse que Run fuera una mujer bella. Pero, si la belleza de una mujer puede compararse con los objetos que hay en un tokonoma, podríamos decir entonces que Run había sido destinada a otras funciones más importantes. Tenía muy buena salud y magnífica presencia, poseía una aguda inteligencia y nunca había estado ociosa, con las manos vacías sin saber qué hacer. Aunque tenía los pómulos demasiado pronunciados, la configuración de sus ojos y sus cejas indicaba que poseía un gran talento y una gran fuerza de espíritu. Iori era un gran experto en artes marciales y también tenía una brillante formación intelectual. Era un hombre muy guapo y de hermosa piel. Sin embargo, tenía cierta tendencia a irritarse con facilidad.
Cuando se convirtieron en esposos, Run se enamoró perdidamente de él, tratándole con mucho cariño y delicadeza, y también a su suegra, que había cumplido setenta y ocho años, como si en vez de su madre política se tratase de su verdadera madre. Iori se sintió muy satisfecho al ver a su esposa tan afectuosa y entregada. Y entonces no quedó ni rastro de su habitual temperamento irascible, volviéndose una persona tolerante y generosa en todos los aspectos.
Al siguiente año, el quinto del período Meiwa (1768), el hermano menor de Iori, Miyashige, que en aquella época todavía se llamaba Shichigoro, fue nombrado jefe de la guardia de Noriyasu Matsudaira, feudal de Iwami, y el propio Iori también entró a formar parte de la misma guardia. De esta forma, los dos hermanos estuvieron juntos al servicio del feudal.
El pertenecer a la guardia requería viajar entre el castillo Nijo de Kioto y el castillo de Osaka. En el octavo año del período Meiwa (1771), a los cuatro años de su matrimonio, el puesto de Iori como guardia de Matsudaira se trasladó al castillo Nijo de Kioto. Entonces, su hermano Shichigoro Miyashige contrajo una enfermedad que le obligaba a permanecer en Kioto. En aquella época, era posible encontrar un sustituto, por lo cual Iori fue a Kioto, en lugar de su hermano, acompañando al feudal. Así, Iori dejó a Run en Edo, justo en el último mes de gestación, y llegó a Kioto en el cuarto mes de ese año.
Iori sirvió en Kioto sin ningún incidente hasta el verano de ese año. Pero, cuando el viento de otoño empezó a soplar, cierto día, al pasar por una tienda de espadas en la calle Teramachi, encontró una pieza antigua que había sido empeñada. Desde hacía mucho tiempo, Iori soñaba con poseer una buena espada y, al verla, deseó comprarla. El precio era ciento cincuenta ryo, una suma muy difícil de obtener para un hombre de la posición de Iori.
Por si acaso le ocurría algún contratiempo, Iori siempre llevaba cien ryo en su faja. No le costó deshacerse de esa cantidad, pero no tenía ni idea de cómo ingeniárselas para conseguir los cincuenta ryo restantes. Aunque pensaba que ciento cincuenta ryo no era un precio caro, se deshizo en explicaciones con el comerciante y, como finalmente consiguió que le rebajara hasta ciento treinta, le hizo la promesa de comprársela. Tenía la intención de pedir prestados los otros treinta.
Quien le prestó a Iori el dinero era un compañero de la guardia llamado Jinzaemon Shimojima. Aunque no eran muy íntimos, Iori había oído que tenía mucho dinero. Entonces, con los treinta ryo que le prestó Shimojima, obtuvo la espada y la mandó restaurar.
Al poco tiempo, la espada estuvo restaurada. Iori estaba exultante de felicidad. Entonces, la decimoquinta noche del octavo mes, invitó a cenar a sus más íntimos amigos, Kohei Yanagihara y otros dos o tres, para mostrársela. Todos alabaron el arma. Cuando la reunión estaba en su apogeo y estaban bebiendo sake, de pronto apareció Shimojima. Como casi nunca venía a visitarle, Iori tuvo la desagradable sensación de que venía a reclamarle el dinero y, sintiéndose obligado hacia él por el préstamo, le ofreció una copa de sake y le invitó a unirse al grupo.
Cuando llevaban un rato hablando, Iori notó en la voz de Shimojima cierto tono de sarcasmo. Shimojima no había venido a exigirle la devolución del dinero, pero pensó que era injusto no ser convidado a la reunión donde se iba a mostrar la espada comprada con el dinero que él le había prestado y apareció a propósito a mitad del convite.
Shimojima hizo algunos comentarios a Iori, y finalmente le dijo:
—Una espada es una pieza esencial para un oficial de la guardia; por eso es comprensible que hayas pedido un préstamo para comprar una; sin embargo, esta es demasiado buena y lujosa. Además, como has pedido prestado el dinero, es una falta de prudencia organizar banquetes nocturnos para mostrarla.
Más que el significado de estas palabras era el tono sarcástico de la voz de Shimojima lo que hería al oírle; y, por supuesto, Iori, que le escuchaba con la cabeza baja, se sintió muy disgustado, igual que todos los presentes.
—He oído con respeto tus palabras —dijo Iori, levantando la cabeza—. Te responderé cuando te devuelva el dinero que me has prestado. Y ahora, en consideración a mis compañeros, invitados para la ocasión, espero que abandones esta reunión.
El rostro de Shimojima palideció.
—Ah, ¿sí? Si me dices que me vaya, me iré —dijo con brusquedad, y se levantó dando una patada a la mesita individual que tenía delante de él.
—¿Cómo te atreves? —exclamó Iori, empuñando la espada que estaba a su lado y poniéndose de pie. El color de su rostro había cambiado de repente.
Iori y Shimojima se quedaron de pie mirándose el uno al otro.
—¡Necio! —gritó entonces Shimojima.
Tan pronto como hubo gritado esto, el filo plateado de la espada de Iori resplandeció, asestándole a Shimojima un tajo en la frente.
Shimojima, con la frente herida, desenvainó su espada. Pensaba atacar a Iori, pero desistió y, con el arma en la mano, dio media vuelta y huyó de allí. Al seguirle, Iori se encontró con un compañero de Shimojima, que le obstruía el paso armado con una daga.
—¡Apártate! —le gritó Iori, y el barrido lateral de su espada tiñó de sangre su brazo, empujándole hacia atrás.
Durante ese intervalo, Shimojima ya había recorrido bastante distancia, y, cuando Iori, de un salto, se disponía a perseguirle, Kohei Yanagihara le inmovilizó aterrándole fuertemente por la espalda.
—Si quiere huir, déjale —dijo, pensando que, si Shimojima no moría, quizá la culpa de Iori disminuiría.
Iori entregó la espada a Yanagihara y volvió abatido a la sala, donde permaneció cabizbajo y en silencio.
—Empezando por mí, todos hemos sido testigos de lo que ha sucedido aquí esta noche —dijo Yanagihara, mirando a Iori—. Creo que no pudiste mostrar más generosidad. Pero quisiera preguntarte por qué desenvainaste tú primero la espada.
Los ojos de Iori se llenaron de lágrimas y, durante unos instantes, permaneció en silencio. Entonces recitó los siguientes versos:
¿Qué puedo
decir ya?
Mi angustiado corazón
no presta atención
a las consecuencias.
La herida de la frente de Shimojima se agravó inesperadamente y murió a los dos o tres días. Iori fue conducido a Edo y sometido a juicio. El dictamen de la sentencia rezaba así: «Debido a su mala conducta, su retribución queda rescindida y se le condena al destierro bajo la vigilancia de Saiyonosuke Masazumi Arima».
En el octavo mes de 1772, Iori fue trasladado desde la residencia de Arima a las afueras de Saiwaibashi, en Maruoka, en la provincia de Echizen[81].
Los familiares a cargo de Iori fueron acogidos por otros parientes. Su madre, Teisho-in, se fue a vivir a la residencia de su hermano, Shichigoro Miyashige, y su hijo Heinai, que no conoció el rostro de su padre, y su esposa, Run, se trasladaron a la residencia de Shinhachiro Kasahara, allegado de la familia Aritake.
Pasaron dos años, y Teisho-in, que se sentía sola y triste, se fue a vivir con Run; pero, poco después, a la avanzada edad de ochenta y tres años, murió, el día veintinueve del octavo mes de 1774. Al año siguiente, el día veintiocho del tercer mes, murió Heinai a causa de la viruela. Run, al límite de sus fuerzas, veló los cuerpos de su suegra y su hijo, y los enterró en el templo Shosen-ji.
Entonces sintió el deseo de servir en alguna familia samurái, y le preguntó a Kasahara, que se había convertido en su tutor, si entre sus parientes había alguna familia que pudiese recibirla.
Al poco tiempo oyó que la esposa de Haruyuki Matsudaira, de la familia Kuroda, que era feudal de Fukuoka, en el dominio de Chikuzen, deseaba una sirvienta doncella con experiencia. Su mansión estaba justo al lado de la de Ujiyasu Toda, soldado de la guardia de Aritake. Ujiyasu fue el sucesor de la familia Toda seis años después.
Kasahara, como intermediario, solicitó que le hicieran una prueba a Run. Poco después de este examen, Run entró a su servicio, en la primavera del año 1777.
Run sirvió a la familia Kuroda durante trece años, hasta el séptimo mes del año 1808, ocupando cada vez puestos de mayor responsabilidad. Durante estos años, sirvió a las esposas de los feudales Haruyuki, Harutaka, Naritaka y Narikiyo, es decir, de cuatro generaciones. Cuando se retiró, recibió una doble paga para el resto de su vida. Durante esos años, Run nunca dejó de donar dinero al templo Shosen-ji para las ofrendas de incienso de la familia Minobe.
Cuando le fue concedido el retiro, Run volvió de nuevo a la mansión de Kasahara, y poco después regresó a su pueblo natal, en Awa, que en aquella época se llamaba Makado, en Asaigori, y ahora se llama Emimura, en el distrito de Awa.
Al año siguiente, en 1809, su esposo Iori, que vivía desde el año 1772 en Maruoka, en la provincia de Echizen, enseñando caligrafía y artes marciales, volvió a Edo, «perdonado por la compasión del shogun, en el octavo día del tercer mes, con motivo del fallecimiento de su antecesor, el shogun Ieharu Tokugawa».
Al oír esta sentencia, por la que se indultaba a su esposo, Run, con gran alegría, fue desde Awa a Edo, donde se encontraron en la residencia de Kyuemon Ryudomachi después de treinta y siete años.
Octavo mes del cuarto año
de la era Taisho (1915)