Escribir La marca de la luna ha resultado una apasionante aventura que ha conjugado literatura, imaginación y documentación. Los dos primeros ingredientes suelen recaer en exclusiva en el autor y en su imaginario literario y espiritual, pero el tercero se ha cimentado en un riguroso trabajo de investigación del período histórico abordado y de sus protagonistas.
En esta obra aparecen numerosos personajes reales que desempeñaron un papel esencial en la Historia de España y, con ello, de Europa, ejerciendo funciones en sus respectivos cargos durante la primera mitad del siglo XX. Entre ellos, destacan Luis Jiménez de Asúa y Francisco Ayala por diferentes circunstancias que desearía que esta novela hubiera animado al lector a descubrir. Exceptuando su relación con los personajes ficticios, los acontecimientos a los que hacen referencia dichos personajes de la legación española en Praga durante la Guerra Civil se adecúan en forma y tiempo a la realidad, incluso algunas escenas sucedieron tal cual.
Por ello, me gustaría reconocer dichas fuentes y citar al menos tres de los cuantiosos documentos que me resultaron imprescindibles para tramar esta ficción. En primer lugar, Al servicio de la República. Diplomáticos y guerra civil, de Ángel Viñas (dir.) (Madrid, Marcial Pons, Ediciones de Historia, 2010); y en especial, el ensayo de Matilde Eiroa «El servicio de información de Jiménez de Asúa» incluido en dicha obra. También Los últimos días. Recuerdos y reflexiones de una niña del exilio, de María Álvarez del Vayo (Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 2003); y por último, Recuerdos y olvidos, de Francisco Ayala (Madrid, Alianza Editorial, Biblioteca Ayala, 2010).
Deseo agradecer expresamente su trabajo de investigación al catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid, Ángel Viñas, y a la doctora en Historia Contemporánea, profesora titular del Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid, Matilde Eiroa. En un mundo en el que las Humanidades palidecen frente a la adversidad, obras como las suyas son imprescindibles para quienes nos gustaría poder considerarnos algún día humanistas y, en general, para cualquiera que pretenda entender el mundo en el que vive.
Asimismo deseo agradecer la ayuda de las numerosas personas que, con la mayor amabilidad, solucionaron mis dudas y me recomendaron bibliografía adicional en el Registro de Luis Jiménez de Asúa, perteneciente a la Fundación Pablo Iglesias, de Madrid, así como reconocer los valiosísimos documentos de referencia que contiene, imprescindibles también para acometer la parte histórica de esta obra.
Quiero mencionar, por último, lo mucho que debo a mi padre, Lauro Noguera, por haberme inculcado siempre su honestidad y, también, la confianza en mí misma. La magia viene después.