En algún lugar décadas después

Dadi

—¿Sí?

—¿Me vas a contar ya por qué tus abuelas se odiaban?

—Eres demasiado cotilla, mi pequeña mochuela blanca. Pero algún día te lo contaré.

—¿Y por qué no ahora?

—Porque no sé si lo entenderías.

—Haz la prueba, si no lo entiendo, me lo vuelves a contar cuando me haga mayor.

—Ellas eran hermanas y las dos habían nacido con la luna plateada en el vientre.

—¿Cómo esta que tengo yo?

—Sí, como esa que tienes tú.

—Eso ya me lo contaste, abuela. ¿Y por eso no se hablaban? Pues es verdad, no lo entiendo.

—No se hablaban porque Neeja hizo algo horrible para poder tener hijos varones, chicos. Todas las brujas de la luna plateada solo pueden tener hijas y eso, en la India, era peor que la peor de las maldiciones. Neeja utilizó su magia para escapar de esa maldición y lo hizo para beneficiarse ella misma. Asha no le perdonó nunca que hiciera el mal.

—Pero tú siempre me dices que la bruja que hacía magia para conseguir algo para ella tenía un castigo. ¿Eso no le pasó a Neeja?

—No, eso no le pasó a Neeja. La magia no es como una suma o una resta, que solo tiene un resultado. A veces, hay excepciones a las reglas. Y Neeja fue una excepción. Aunque después de aquello, sí que perdió la mayoría de sus poderes y ya casi no podía hacer magia. Pero ella estaba feliz porque había conseguido lo que quería.

—¿Y qué fue lo que hizo?

—Eso no puedo contártelo.

—¿Por qué, abuela? Yo quiero saberlo.

—Tú quieres saberlo todo.

—Claro, porque soy una niña. Las niñas queremos saberlo todo. Al menos en mi colegio, los niños de mi clase no paran de hacer preguntas a la profesora.

—¿Y ella os contesta siempre?

—Pues no siempre. Hay muchas veces que dice que les preguntemos a nuestros padres. ¿Tú también quieres que haga eso? ¿Le pregunto esto a mi madre?

—No hace falta. Me parece que sí puedes entenderlo ya. Neeja mató a su primera hija al nacer. Después, Neeja usó su magia para tener solo niños, no niñas, e intentó lo mismo con sus hijos. Por eso en su casa no podía celebrarse nunca ninguna boda, porque su hechizo así lo requería. Debían celebrarse siempre en casa de sus futuras nueras, a pesar de que no era la costumbre. Aunque al final dejó de funcionarle. La magia no siempre actúa. Neeja se sentía mal cuando veía a su hermana. Asha lo averiguó al cabo de los años y ella le recordaba su pecado, había pecado contra el principio de aimhsa, la no violencia, el no hacer el mal a otros. Por eso se odiaban. Seguro que, cuando murió, Neeja se convirtió en una cucaracha o en algo peor.

—¿En un calamar? No hay nada peor que convertirse en un calamar, abuela. Y se lo merecía mucho si hizo eso que dices. Qué mala era.

—Bueno, si tú crees eso, seguro que Neeja se reencarnó en uno. Uno feo y muy triste.

—Todos los calamares son feos y tristes. Parece mentira que no lo sepas.

—Tienes razón, parece mentira.

Dadi

—¿Sí?

—Tampoco me has contado por qué Neeja no te quería, que no te creas que se me ha olvidado. Solo me dijiste que ella no creía que fueras su nieta. ¿Por qué creía eso?

—Porque era muy lista y todavía veía muchas cosas. La verdad es que yo no era su nieta.

—Sí, claro, y ¿cómo puede ser eso?

—Eso te lo contaré otro día, ahora estoy muy cansada.

—¿Cómo vas a estar cansada? Siempre me dices que estás cansada cuando no me quieres contar algo, ¡no es justo! ¿Era porque tu madre había hecho lo que no debía y por eso la habían castigado? A mí eso de que Barathi muriera cuando tú naciste siempre me ha dado mucha pena. Tampoco me parece justo. No hizo nada malo, no sé por qué tuvo que morirse.

—No tiene que darte pena, Elena, fue muy feliz haciéndolo. Y ella sabía que, si incumplía las Leyes eternas de la magia, podía sufrir ese castigo. No siempre ocurre pero puede suceder. Mi madre se arriesgó y las infringió y murió por ello, pero murió siendo muy feliz. Eso es lo mejor que puede pasarle a uno. Es lo malo que tiene la magia, si no la conoces lo suficiente o infringes sus normas, adrede o por accidente, puede volverse contra ti.

—No sé si tienes razón; eso que me cuentas me parece muy raro, le preguntaré a mamá. A veces me entero mejor cuando ella me explica las cosas. Tú tienes demasiados misterios. ¿Y qué hizo Barathi para que su magia se volviera contra ella? Tuvo que ser algo muy gordo para que tuviera que morir. Qué pena me ha dado siempre tu madre, abuela, es muy triste lo que le pasó.

—Ella lo hizo porque quiso. Sabía lo que podía pasarle. Debes creerme.

—¿Ves? Es muy raro lo que me dices. No sé por qué no quieres explicármelo. A ver, ¿cuándo vas a terminar de contarme por lo menos lo del chico que hacía que te latiera el corazón? ¿Ese tan guapo al que no llamabas por su nombre para que la maldición de Neeja no lo matara?

—¿El de los ojos de color miel y la barba?

—Ese, el que sonreía mucho.

—¿Cuándo vas a seguir durmiendo de una vez, Elena?

—Ahora no puedo, tienes que seguir contándome cosas. ¿Cómo pudo alguien matar a su propia hija? Eso es horrible. ¿Por qué lo hizo? ¿No la quería? ¿Y no podía habérsela dado a alguien? En mi clase hay una niña que fue un regalo para sus padres; lo dice ella. Es adoptada.

—Sí, es horrible, pero resulta muy difícil saber por qué se hace lo que se hace. Cada uno tiene una razón distinta. Y seguro que tu amiga sí que es un regalo maravilloso para sus padres.

—Además, abuela, ¿no decías que Neeja había perdido casi todos sus poderes? Entonces, ¿la maldición funcionó o no?

—Mañana estarás muy cansada si sigues hablándome más tiempo. Y tu madre se enfadará conmigo. Sabe que yo te entretengo.

—Bueno, lo puedo intentar. Aunque solo si me das un beso y me prometes que volverás a verme muy pronto.

—Volveré, te lo prometo. Pero sigue durmiendo ya, mi pequeña mochuela blanca.