Quiero manifestar mi agradecimiento por su ayuda y aliento a mi agente, Deborah Schneider, a la sublime guía y paciencia de mi editor, Jackie Cantor, y al apoyo de mi marido y mis hijas, que me fue como siempre ofrecido con todo cariño. Además, quiero dar las gracias a los muchos agentes de la ley, incluido mi esposo, quienes me ofrecieron sus consejos profesionales, y al juez del Tribunal de Menores de Connecticut, quien me ayudó con las complejidades de algunos procedimientos judiciales. El profesor Arnold Silver fue más que generoso al facilitarme documentación de su extensa biblioteca.