Agradecimientos

A Enrique de Hériz, Santiago del Rey, Juanmax Lacruz y Raquel Abad por revisar el texto: los cuatro son o han sido en algún momento mis editores, y tengo la suerte de que todos ellos siguen leyendo mis libros antes de su publicación y enriqueciéndolos, de verdad, con sus consejos.

Muy especialmente al escritor Iván Oñate, quien examinó los diálogos de los personajes ecuatorianos para asegurarse de que hablan como tales.

A Jesús Vicente, quien me guió por bares y discotecas frecuentados por ecuatorianos, mostrándome de paso el alegre submundo de la salsa y la bachata.

A la doctora Laura Oso: además de responder a mis preguntas, puso a mi disposición algunos de sus interesantes trabajos sobre la situación de las mujeres ecuatorianas en España.

A Pollux Hernúñez, por resolver mis dudas de latín.

A mis amigos E. y A., por aceptar que invadiera su casa con mis personajes.

A los sitios www.misc.hackaday.com y www.howstuffworks.com, que me han permitido dotar a Claudio de unos conocimientos que yo sólo puedo fingir; a www.privacyworld.com, donde aprendí el precio de volverse invisible; y a www.suicidegirls.com, probablemente el sitio erótico favorito de Nico, donde se cultiva un exhibicionismo que elude la sordidez… a costa de volverse algo banal.

A T. S. Eliot y a Ángel González, ante los que me disculpo por haberles robado sendos versos.

A todos los que me han contado las historias de las que se nutre esta novela.

Y a quienes no me las contaron, pero no pudieron evitar que llegaran a mis oídos.