Deben haber pasado horas, así que estoy segura de que va a volver pronto. No sé cuánta droga he tragado ya, pero durante toda la noche he sentido el torpor del agotamiento absorbiendo el calor de mi cuerpo y la claridad de mi cerebro. Creo que he estado consciente a ratos, pero en la oscuridad total, ¿cómo puedo saberlo? Si es así, incluso en mi sueño forzado y antinatural aún te hablaba a ti y quizá entonces era cuando lo que me imaginaba cobraba fuerza y viveza peculiares.
Ahora me siento completamente despierta, tengo los sentidos alerta, estoy inquieta y nerviosa; debe ser la adrenalina, una hormona de huida o de lucha, tan poderosa como para reactivar un corazón después de que entre en parada cardíaca, tan poderosa como para devolverme la conciencia.
Intento moverme, pero mi cuerpo está aún demasiado dopado e inerte, y mis ataduras son firmes. La oscuridad parece sólida ahora, ya no es de terciopelo como en los cuentos infantiles, no es suave y tersa, sino que tiene picos de miedo y si la tocaras con un dedo, notarías algo duro y malvado, gastado y agazapado en su interior. Alcanzo a oír algo, a pocas pulgadas de mi rostro, mientras estoy tirada en el cemento. ¿Un ratón? ¿Un insecto? He perdido mi sentido de la perspectiva auditiva. Tengo la mejilla dolorida, debe estar apretada contra una pequeña irregularidad del cemento.
¿Y si no es la adrenalina lo que me mantiene despierta, sino que estoy completa y verdaderamente consciente ahora? Quizá me había tragado menos sedante de lo que temía, o de alguna manera lo he vencido y he llegado a la otra orilla de la sobredosis y he sobrevivido.
Pero no importa. Incluso si mi cuerpo no está a punto de sucumbir a la sobredosis, estoy atada y amordazada y William volverá. Y entonces descubrirá que estoy viva. Y utilizará su cuchillo.
Así que antes de que vuelva tengo que aclararte algo. Todo ha sucedido tal y como te lo he contado, empezando con la llamada de mamá diciéndome que habías desaparecido, hasta el momento en que William me dejó aquí para morir. Pero mi final será el mismo que el tuyo, aquí en este edificio, sin que nadie lo cuente por mí. No tenía el valor de enfrentarme a eso, o quizá simplemente amo demasiado la vida como para dejarla ir sin luchar. No podía fantasear con un final feliz, pero sí imaginar un final que fuera justo. Y lo hice tan real como he sabido, mi fantasía del futuro seguro, con todos los detalles en su lugar.
Me preocupa que hayas estado esperando a que el sargento detective Finborough me salve, pero creo que notaste un temblor en mi historia cuando te conté que habíamos quedado en Carluccio. Solo era una alfombra cómoda, una fantasía para que mi ensoñación se tendiera, en lugar del frío cemento. No fue admirable ni valiente por mi parte, sé que lo entenderás.
Y creo que ya hace un buen rato que has adivinado que el señor Wright no ha existido nunca. Me inventé un abogado de la fiscalía no solo para poder desempeñar mi papel en un final justo —un juicio y una condena— sino también porque él me obligaría a ceñirme a los hechos comprobables y a una cronología estricta. Necesitaba alguien que me ayudara a comprender lo que había sucedido y por qué; y alguien que impidiera que me volviera loca. No estoy segura de por qué es tan importante para mí conservar la cordura mientras muero, pero solo sé que así es, lo más esencial en este momento. También sé que sin él, mi carta para ti habría sido un grito en forma de flujo de conciencia, bordeando la desesperación, y que me habría ahogado en él.
Le hice amable y le doté de una paciencia infinita, mientras le contaba nuestra historia; y también decidí que habría perdido a un ser querido, para que pudiera comprendernos. Quizá soy más católica de lo que creía, y también le convertí, en cierto modo, en mi confesor; pero uno que, incluso si lo sabía todo de mí, quizá en una fantasía futura me habría amado. Y durante estas largas horas se convirtió en alguien más real para mí que la oscuridad que me rodea ahora; fue más que el producto de una imaginación desesperada; cobró su propia personalidad y desarrolló sus propios caprichos, que tuve que respetar; porque no siempre hacía lo que yo quería, o servía para el objetivo que requería de él. En lugar de ayudarme a pintar una obra puntillista de lo sucedido, fabriqué un espejo en el que me miré largamente por primera vez en mucho tiempo.
Y a su lado coloqué una secretaria enamorada, con uñas pintadas y narcisos y una máquina de café y otros detalles sin importancia, que trenzados constituían una cuerda de normalidad, porque mientras caía por el precipicio del terror y mi cuerpo se volvía incontinente y se retorcía y temblaba de miedo, necesitaba agarrarme a algo.
Hice de su despacho un lugar muy iluminado, con la luz eléctrica permanentemente encendida, donde siempre hacía calor.
Mi busca vuelve a sonar. Trato de cerrar mis oídos al ruido, pero con las manos atadas a mi espalda es imposible. Lleva sonando toda la noche, cada veinte minutos o así, aunque no puedo estar segura de cuánto tiempo llevo completamente consciente. Me resulta insoportable saber que no puedo ayudar a Kasia.
Oigo el sonido de los árboles en el exterior, del rumor de las hojas, de los arbustos que crujen; no sabía que los árboles hacían tanto ruido. Pero no oigo ningún paso, aún.
¿Por qué no vuelve? Debe ser porque Kasia está dando a luz, y él está con ella esta vez, y aún está con ella ahora. Pero me volveré loca si pienso eso, así que intento convencerme que puede haber numerosas razones por las que William ha sido llamado de vuelta al hospital. Es un médico. Su busca suena todo el rato. En su hospital nacen cinco mil bebés al año. Le han avisado para que asista otro parto, de alguien completamente distinto.
Y quizá el sargento detective Finborough sí investigó esa «duda» que tenía acerca de tu muerte, como dijo que haría, y ha arrestado a William y están ahora de camino hacia aquí. No es solo que lo desee; es verdad que es un policía diligente y un hombre honesto.
O tal vez el profesor Rosen ha decidido hacer lo correcto, aquí y ahora, y ha arriesgado la huella que pensaba dejar en el futuro. Quizá ha arriesgado su ensayo clínico contra la fibrosis quística, y la gloria académica, y ha ido a la policía. Él sí quiere hacer algo bueno, quiere curar, y sus ambiciones —la fama, la gloria, incluso el dinero— son tan humanas frente al deseo arrogante de William por el poder en estado puro. Y después de todo, vino a tu funeral y trató de averiguar qué sucedía, incluso si inicialmente no hizo nada con lo que descubrió. Así que opto por creer que el profesor Rosen es, en el fondo, un hombre tan bueno como envanecido. Opto por pensar lo mejor de él.
Así que quizá uno de estos dos hombres haya puesto en marcha un mecanismo que les llevará a arrestar a William y a rescatarme a mí. Y si me esfuerzo lo suficiente, ¿llego a oír la sirena en la lejanía de la plácida noche?
Oigo las susurrantes hojas de los árboles y los gruñidos de la madera, y sé que en la noche no hay sirenas para mí.
Pero voy a permitirme un último sueño de esperanza. Que Kasia no se ha puesto de parto, después de todo. En lugar de eso ha vuelto a casa, como de costumbre, esperando su clase de inglés, y se ha aprendido más páginas de vocabulario optimista que quiere contarme. William no sabe que está viviendo conmigo ahora; ni tampoco que después de tu muerte, mi conversión a una persona verdaderamente cuidadosa se llevó a cabo completa y absolutamente. De modo que cuando no estaba en el apartamento, Kasia sabía que si no podía localizarme en el móvil ni en el busca, algo iba terriblemente mal. Mi castillo en el aire parece egoísta, pero tengo que decirle que su bebé necesitará ayuda para respirar. Así que me imagino que ha ido a la policía y ha pedido que me busquen. Ya se plantó por mí una vez antes, aunque sabía que le pegarían, así que también se plantará frente al inspector jefe Haines.
Mi busca salta de nuevo y mi fantasía se rompe en mil pedazos afilados como cuchillas.
Oigo pájaros. Por un instante, pienso que ha llegado el coro del amanecer, y que se ha hecho de día. Pero aún es de noche, así que los pájaros se han equivocado. O más probablemente, me los imagino; es un acúfeno en forma de canto de pájaro inducido por la droga. Me acuerdo de la secuencia que me recitó Amias: mirlos, petirrojos, reyezuelos, pinzones, currucas y un ruiseñor. Recuerdo que me dijiste que los pájaros que vivían en ciudades perdían su capacidad para cantarse unos a otros, y lo decías por mí y por Todd, y espero haberlo puesto en mi carta para ti. ¿Te conté que investigué un poco más acerca del canto de los pájaros? Descubrí que cuando un pájaro canta, no importa si es de noche o si hay una espesa vegetación a su alrededor, porque el canto de un pájaro puede penetrar o vadear los objetos, e incluso llegan a escucharse a grandes distancias.
Sé que nunca podré volar como tú, Tess. La primera vez que lo intenté, o que pensé que lo intentaba, acabé aquí, atada, en el suelo de cemento. Pero lo más sorprendente es que no me he roto. No estoy destruida. Estoy aterrorizada, tiemblo, me retuerzo de miedo. Sí. Pero ya no me siento insegura. Porque durante mi búsqueda sobre cómo te llegó la muerte, he logrado descubrir de algún modo que soy una persona diferente. Y si por un milagro, me liberaran y mi fantasía se convirtiera en realidad, con William arrestado y Kasia y su bebé en un tren hacia Polonia, conmigo a su lado, entonces esa montaña a la que me aferrado hasta ahora se derrumbaría hasta aplastarse contra el suelo, y no necesitaría puntos de apoyo ni cuerdas de seguridad porque estaría andado, corriendo, bailando incluso. Viviendo mi vida. Y no sería mi dolor por ti lo que habría empujado esta montaña, sino el amor.
Creo que imagino a alguien gritando mi nombre, alto y claro, una voz de mujer. Debo estar imaginándomelo, una alucinación auditiva que despierta cada vez que pienso en ti.
¿Sabías que hay un coro del amanecer también en el espacio? Está compuesto de los electrones de energía que quedan atrapados en los cinturones de radiación de la Tierra, y que luego caen de nuevo hacia nuestro planeta como ondas de radio, que suenan como el canto de un pájaro. ¿Crees que era eso lo que oían los poetas del siglo XVII, y que llamaban la música de las esferas? ¿Puedes oírlo, allá donde estés?
Oigo mi nombre de nuevo, en la periferia del canto de los pájaros, apenas ininteligible.
Creo que la oscuridad se tiñe de gris oscuro.
Ahora los pájaros cantan más claramente.
Oigo voces de hombres, un grupo, gritando mi nombre. Creo que también debo habérmelos imaginado. Pero si no, entonces tengo que gritar yo también. Llevo la mordaza apretada contra mi boca, e incluso si no estuviera, soy incapaz de emitir ningún sonido. Al principio, traté de escupir saliva, porque temía que el sedante se hubiera disuelto en ella, pero entonces mi boca se quedó seca y salada como el mar, y en mi imaginación la secretaria del señor Wright me traía vasos de agua sin fin.
—¡Beata!
Su voz llega clara entre los demás gritos de los hombres que pronuncian mi nombre. Kasia. Inequívoca y real. No está de parto. William no está con ella. Quiero reírme en voz alta, aliviada. No soy capaz de reír con la mordaza, y siento las lágrimas calientes rodando por mis frías mejillas.
William debía tener razón cuando dijo que la policía me creía capaz de suicidarme, y por eso se tomaron la llamada de Kasia denunciando mi desaparición en serio. Quizá, como también predijo, adivinaron que escogería este lugar. ¿O fueron las dos palabras que le mandé a Kasia en el mensaje de móvil, «odcisk palca», lo que les ha traído hasta aquí?
Distingo una mancha en el cemento. Sí se está haciendo de día. Debe estar amaneciendo.
—¡Beata!
Su voz está mucho más cerca ahora.
El busca suena de nuevo. No tengo que devolver la llamada, porque me doy cuenta de que es como un localizador, y que seguirán el sonido hasta llegar a mí. Así que Kasia lleva mandándome mensajes al busca durante toda la noche, no porque me necesitara y estuviera a punto de dar a luz, sino porque estaba preocupada por mí. Es el fragmento final de mi espejo. Porque todo este tiempo, en realidad, es ella la que ha cuidado de mí, ¿verdad? Vino a mi apartamento esa noche porque no tenía techo, pero se quedó porque yo sentía dolor y estaba sola y necesitaba a alguien. Fueron sus brazos, llenos de rojas marcas, los que me tranquilizaron esa noche. La primera en que dormí bien, después de tu muerte. Y cuando me hizo bailar aunque yo no quería, y sonreír, aunque yo no quería, me obligaba a sentir, durante un rato, algo distinto de dolor y de furia.
Y sucede lo mismo contigo. El olor de los limones debería haber bastado para recordarme que tú también cuidas de mí. Sostuve tu mano en el funeral de Leo, pero tú la apretabas con fuerza, también. Y eres tú la que me ha ayudado a sobrevivir a la noche, Tess. Pensar en ti y hablar contigo: eres tú la que me ha ayudado a respirar.
Oigo una sirena, gimiendo en la distancia y acercándose. Tienes razón, es el sonido de una sociedad civilizada que cuida de sus ciudadanos.
Mientras espero a que me rescaten sé que tu muerte me deja dolor, pero que no me ha robado nada. Porque sigues siendo mi hermana, en todas las fibras de mi ser. Y esa fibra es visible: dos hebras de ADN retorciéndose en una doble hélice en cada célula de mi cuerpo, que demuestran, visiblemente, que somos hermanas. Pero hay otros hilos que nos unen, y que ni el más potente microscopio puede ver. Pienso en que la muerte de Leo y el abandono de papá nos unen, también; y los deberes que perdimos, cinco minutos después de que tuviéramos que salir hacia la escuela; y las vacaciones en Skye y los rituales de Navidad (a las cinco y diez se puede abrir un regalo del montón que asoma por tu calcetín, a las cinco menos diez puedes palpar, pero antes de eso solo mirar y antes de la medianoche ni siquiera se puede mirar). Estamos unidas por cientos de miles de recuerdos que se asientan en ti y dejan de ser recuerdos para convertirse en parte de quien eres. Y en mi interior, está la niña con el pelo de color caramelo volando en una bicicleta, enterrando su mascota, pintando telas con explosiones de color y amando a sus amigos y llamándome a horas extrañas y tomándome el pelo y respetando completamente el sacramento del momento presente y enseñándome la alegría que hay en la vida; y porque eres mi hermana todo eso ahora también forma parte de mí y haría lo que fuera para que volviéramos atrás dos meses, y para ser yo la que esté ahí fuera gritando tu nombre, Tess.
Debió ser mucho más frío para ti. ¿Apagó la nieve el sonido de los árboles? ¿Estaba todo silencioso y helado? ¿Logró conservar algo de calor mi abrigo? Espero que mientras morías, sintieras que te quería.
Hay pasos fuera, la puerta se abre.
Me ha llevado horas en el terror de la oscuridad, e incontables miles de palabras, pero al final todo se reduce a tan poco.
Lo siento.
Te quiero.
Siempre te querré.
Bee