El regreso de los vivientes

Pero espera, no te vayas aún. Vuelve con nosotros, volvamos a antes de que todo esto comenzara. Pega las hojas al árbol, coloca las bellotas de nuevo en su sitio. Utiliza tu cinta mágica para reconstruirnos como Brooks no pudo hacer. Venga, no tardarás mucho. Será fácil.

Empecemos en el cementerio, los sepultureros abriendo la tierra para vaciar el agujero rectangular con las palas. El encargado de la funeraria coloca la estructura hidráulica para elevar los ataúdes mientras el sacerdote habla hacia atrás, las flores vuelven a las manos de los asistentes al entierro como un recuerdo antes de que se dispersen, desapareciendo en sus limusinas. El trabajador de la funeraria del Vincent retira el líquido de embalsamar de nuestros cuerpos y nos rellena de sangre, conduce el coche fúnebre hacia atrás, hasta la zona de carga del hospital. El patólogo coloca el corazón en la cavidad pectoral vacía. El escalpelo cierra la incisión.

En urgencias, los médicos tiran de los guantes llenos de sangre, levantan las sábanas y trabajan durante horas descosiéndonos, limpiando sus instrumentos en nuestras tripas. Las enfermeras retiran los intravenosos de nuestros brazos y los tubos de nuestras gargantas. Cosen nuestra ropa con las tijeras. El equipo de trauma nos levanta de la mesa de operaciones, nos coloca en las viejas camillas y las empuja por los pasillos hasta la ambulancia que nos espera.

El equipo de urgencias nos saca de allí, cruza a toda prisa Avon hasta el escenario. Abren las puertas traseras y sacan las camillas, doblan las patas metálicas y liberan nuestros cuerpos. Dejan las tablas en el suelo y comprueban nuestras señales vitales. Los bomberos utilizan sus herramientas para meternos con cuidado en el coche destrozado para que Brooks pueda sacar las fotos. Él destapa a Danielle y luego guarda su impermeable amarillo en el maletero.

El equipo de rescate apaga las lámparas móviles. La gente empieza a irse. La ambulancia, la policía con las luces encendidas. En un momento solo quedan Brooks y Tim, solo dos luces iluminando el Camry destrozado, luego Brooks escolta a Tim hasta su asiento y vuelve al coche patrulla. Avanza y luego retrocede rápidamente, dejando la marca de los neumáticos. Kyle deja de sangrar, sale del bosque y entra por la otra puerta, sujetándose la cara.

El Camry levita (ya te dije que podías hacer magia), sobrevolando el árbol. Danielle se eleva girando del lugar de descanso que ocupaba sobre las hojas, llega hasta otro árbol y desde allí navega, como Peter Pan, directa a los brazos de Tim por la puerta abierta. El árbol empuja la puerta y la cierra, Kyle retira la cabeza de la marca en medio de la ventana. Toe y yo salimos de debajo del salpicadero, nos colocamos bien las rodillas dentro de los pantalones vaqueros y luego estamos fuera, volando libremente, aspirando los gritos.

Pasamos por encima de la maleza. Toe le da un golpe a Brooks en el guardabarros, retoma el control y comienza la persecución, circulamos a todo gas por las curvas cerradas como en una montaña rusa y nos pierde, luego se esconde de nuevo en su pequeño refugio y nosotros pasamos volando ante él.

Estamos solos en la carretera, la ciudad entera cerrada, Avon rebobina. (Está bien, Magoo, puedes parar justo aquí.) Ahora respira. Sube con nosotros un rato, esta será la última vez, lo prometo. Todavía es Halloween y Toe ha puesto la radio. Kyle está liando un porro enorme, nos cuenta cómo conseguirá las entradas para Rage por Internet. Detrás de mí, Tim intenta meterle mano a Danielle. Acabamos de salir del trabajo y estamos cansados porque todo lo que uno puede encontrar por aquí son trabajos de mierda. Kyle me pasa el porro y se lo paso a Danielle por el lado del reposacabezas. Empieza a sonar uno de los clásicos de Nirvana y Toe sube el volumen, empieza a cantar con Kurt, tan mal que todos los demás nos echamos a reír, incluso él. «¡Jodeos!», nos dice y Kyle le da una colleja.

Y todo está bien, en ese momento. Somos felices en este presente pasado, vamos en coche, todos juntos como una tribu, una banda de forajidos que se dan a la fuga. No existe el futuro, solo el ahora, este minuto. No importa qué hora es; no queremos ir a casa. Somos jóvenes y estamos condenados en la zona más oscura de la ciudad, a salvo dentro de nuestra inocencia que tanto nos ha costado, estancados tras las líneas enemigas. Es tarde y no hay ningún sitio adonde ir porque la ciudad es una mierda, pero no nos importa. Somos solo una panda de niñatos que se divierten. Queremos que la noche dure para siempre.