Algo perverso

Ven, ¿lo oyes? El viento, murmurando en el alero, recorriendo los árboles desnudos. Cómo aúlla, casi musical, una armonía de antiguos gemidos. La casa parece respirar, una inválida. Deja el maratón de películas de terror; esto es mejor que la televisión. Deja las luces apagadas. El resplandor azul te sigue hasta la entrada. Asómate a la ventana de la habitación vacía, el frío se filtra a través del cristal. La luna está ascendiendo, atrapada por las ramas más superficiales. La imagen te cautiva, los oscuros troncos iluminados a contraluz, un rayo plateado recorre el suelo, como una señal. Es una novela de amor, una invitación a la locura (licantropía, un baile con el vampiro), elemental pero prohibida, tentadora, recordada en la sangre.

¿No te lo has preguntado nunca?

¿No quieres saberlo?

Ven entonces, ven con nosotros, fuera, en medio de la noche. Ven ahora, América enferma de amor, América la tímida, la herida, la educada, ven al acecho de las carreteras secundarias y quédate fuera de esas casas radiantes de felicidad, en calma, como los asesinos en el patio, mudo como una tumba. Venid, vosotros los durmientes, los torpes, surgid de vuestra legión de sueños y volad sobre los bosques salvajes. Venid, todos vosotros: soñadores, zombis, monstruos. De todos modos, ¿qué estás haciendo? ¿Pagando las facturas, lavando los platos, esperando a que suene el timbre? Ven, coge las llaves, deja el cuenco de golosinas en el porche, ponte la máscara asfixiante de una persona diferente y respira. Conviértete en alguien que no te guste, por una vez. Escucha: como los niños, solo tenemos una noche.

Será divertido, créeme. No nos cogerán. Solo es un juego, un baile de disfraces. Estos son los suburbios; aquí no ocurre nada.

Así que venid, amigos, extraños, amantes, vecinos. Salid de vuestra guarida, dejad la televisión de gran pantalla, abandonad vuestras acogedoras casas a la fría noche. Oled las hojas húmedas aplastadas, convertidas en una pasta que cubre la calle, una mezcla viciada de polvo y cilantro en el viento. Este es el mejor momento del año, la única época en que nos buscáis, nuestro pasado pastoral, la caza de brujas y el humo de la madera quemada, los así llamados muertos en los cementerios cubiertos de musgo. No importa que todo haya acabado, la valla blanca de estacas de vinilo de limpieza fácil, los lazos de amistad que surgieron en el Dominican, esto es New Britain, un jardín verde, veteado con ríos negros y masacres.

Ven, cruza la última baldosa de la acera, pasa por los nuevos complejos y sus pocas extensiones de césped, por los centros comerciales: el Friendly, el Chili y el Gap, el cvs, el Starbucks y el Blockbuster, el KFC y los chinos, sus cometas moribundas son signos en la noche, los semáforos intermitentes. Regresa por Stagecoach, Blueberry y Old Mill Place, sortea el laberinto de ramas altas que los últimos niños (demasiado mayores, pero que aún no quieren crecer) tiraron de las vagonetas como comandos, avanzando a través del césped hasta la puerta de entrada. Hacen ruido con las bolsas, aquí hay buenas golosinas, chocolatinas tamaño grande Hershey y copas dobles de Reese. No, no hay tiempo para parar, no es necesario. Eso ya es el pasado, la infancia feliz que todos deberíamos haber tenido, que tuvimos, vivida a medias, sin apenas apreciarla. No te quites aún la máscara. Di algo ahora, nos llevará a todos lejos. Pasamos, dejando atrás las calabazas sonrientes, las entradas y las cálidas ventanas, las alargadas farolas. Fuera de aquí no hay más que ríos de aguas turbias y pantanos, vallas de piedra que protegen los prados convertidos en terrenos salvajes. Aquí puedes perderte, si es lo que quieres.

Así que ven a cabalgar con nosotros, conduciendo de noche y en círculos, los árboles se sobresaltan con nuestros faros. ¿Cómo? ¿No reconoces la carretera?, ¿cómo giramos apurando en las curvas cerradas y las orillas desmoronadas, haciéndonos caer uno sobre otro, de forma íntima, casi agradable, riéndonos mientras aplastamos al que está en el extremo contra la puerta cerrada? Recordad el incienso de los cigarrillos y los pequeños rituales que lo acompañaban. Pon los dedos en «V» y gorronea un cigarro, está bien, pero no te metas mi mechero en el bolsillo. La música está demasiado alta para hablar, no hay razón para hacerlo, somos felices atrapados en nosotros mismos, en la noche, la ilusión de lo infinito, el instituto, la libertad del coche. Tener diecisiete años de nuevo y estar listo para que el mundo te ame. Sentir la velocidad en las venas, el aire resbalando por la ventanilla. Las curvas son rectas, por encima de la línea amarilla, por encima de los baches. Si apareciera un ciervo, este sería nuestro fin, pero el conductor sigue cada vez más rápido, los bosques se oscurecen, todavía inexplorados.

Ahora, mira a tu alrededor, ¿te acuerdas de alguno de nosotros? Tu cara ha cambiado, la nuestra es la misma, congelada en los libros anuales de fotos, en los periódicos locales, aplastada contra el tablón de anuncios de la escuela, el marcador del campo de fútbol, en el tablón de la biblioteca. Una semana somos historia, dioses mártires, luego olvidados. Nuestros nombres, ni siquiera puedes adivinarlos (son aquellos chicos que murieron), pero recuerdas lo que pasó. Así que sabes adónde vamos.

¿Lo has visto?, ¿o simplemente has pasado de largo mientras conducías?, ¿te has parado y has salido del coche para mirar las cintas y los lazos hechos jirones, los globos de plástico caídos y las fotos verdosas selladas en bolsas de plástico para congelar, las cruces de plástico y las flores marchitadas, las notas escritas con caligrafía femenina, ilegibles ahora, prometiendo que nos recordarían para siempre? ¿Has buscado marcas en el tronco, atónito ante la fuerza de la naturaleza que ha borrado cualquier señal?

Claro que no. Aunque fueras de los alrededores, ya estarías más que acostumbrado, incluso harto de las tarjetas y las flores, el descarado sentimentalismo de los adolescentes. No te preocupes, se graduarán y se mudarán a otros lugares, luego, nuestros hermanos pequeños irán a la universidad o encontrarán un trabajo y se casarán, dejarán a nuestros padres, a una madre que ha dedicado su vida a una gran causa, a un padre que se ha convertido en un extraño, alguien retraído. Uno se encierra en su propia amargura, otro descubre la religión. ¿Se han convertido en alegres domingueros o han dejado que se les caiga la casa encima? De cualquier manera, todo el mundo olvida, tú lo has hecho, ¿no? ¿No es esta la mejor prueba de que el tiempo lo cura todo, y no al revés?

No contestes. Ya tendrás tiempo para pensarlo más tarde, una noche entera, una eternidad. Solo es Halloween una vez al año.

¿Puedes respirar con esto puesto? Hace demasiado calor, ¿no?

Pero mira, ya casi estamos, donde la curva gira, justo en el cruce. No hay ningún otro coche, buena suerte, solo los tres, la superficie resbaladiza por las hojas húmedas en el asfalto, la magia de la velocidad. Este es el instante que nos mató hace un año, la falta de fricción combinada con un vector oblicuo, libre y centrífugo. La policía hará la reconstrucción, medirá las distancias con una cinta métrica flexible (mi mechero está en la «X» roja), recopilará las declaraciones de la gente en el escenario, fotocopiará el largo informe para los tribunales y las compañías de seguros. Puede que alguien a quien quieras lo haya leído, o no. Un contenido sin importancia que nos cambió la vida, los controles realizados, el dinero gastado.

Desde el asiento de atrás no puedes ver el árbol, solo en el último momento, si te ha tocado sentarte detrás, gallina. («Ve más despacio.») Por un segundo nos damos cuenta de que no vamos a coger la curva, todos nosotros, hasta el más optimista. El sonido de la carretera, tan constante, desaparece, aspirado por un silencio negro. El tronco se ilumina como si el árbol hubiera lanzado una ráfaga con las luces largas, advirtiéndonos en el último instante. Es un juego de mierda.

¡Mierda! —exclama Danielle. Tú la sientes, porque está en tu regazo, tus brazos rodean sus costillas, su delgadez perfumada.

—Toe, joder —grita Kyle, justo a tu lado. (¿Quién? Toe, Kyle, Danielle. Ya lo has olvidado. ¿Cómo me llamo yo? ¿Y tú?).

Es un truco (no un trato), el árbol parece que se nos echa encima, parece dirigirse directo a nosotros, enorme como un tráiler. Grita si quieres. Tras los primeros minutos te darás cuenta de que es inútil. Nos recordarás, recuerda también despedirte. Vivirás de forma nostálgica como nuestros amigos y harás que esta noche y este viaje en coche perduren para el resto de nuestras vidas, los cinco seremos inseparables. Así que mantén los ojos bien abiertos. No te tapes la cara cuando dejemos la carretera y salgamos despedidos atravesando los matorrales (como si pasáramos por un colador, como el trigo en la trilladora). Recuerda lo que ocurrió, cómo suena, cómo huele y cómo sabe. Disfruta del viaje.

¿No te lo he dicho? Te llamamos por una razón, por la misma que vuelve y vuelve esta noche, una y otra vez, como una pesadilla dentro de otra pesadilla. Piensas que es una tortura, pero sabes que es justicia. Conoces la razón. Sabes que eres el afortunado, ¿te acuerdas? Tú estás vivo.