A Elena Lerma, Suárez, de Gijón, y a su entrañable familia.

A Ernesto Vega, testigo de un viaje a lo infinito, y, como a él, a todos los «niños de Rusia».

A Konrad Borst, el alemán incombustible de los mil lugares.

Y a Jesús Catalán Rafael, la generosidad sin límites, el «Rey» de Toledo, mi amigo.