35

—Oso me ha dicho que eres un traidor —le dijo Gunnar a Leif—. Y he pensado que tal vez tuviera razón, pero sabía que de todos modos acabarías guiándonos hasta ellos. Ni los has matado, ni los has salvado. Eres un inútil redomado, ¿no crees?

—¡Morir ahora sería mucho mejor que continuar a tu servicio! —rugió Leif.

—¡Parad! —grité, inclinándome por encima de la barandilla. Los licanos ya sabían dónde estábamos, lo que significaba que con mi grito no había revelado nuestra posición, pero Jack me miró furioso de todas maneras—. ¡No es a él a quien quieres!

—No tienes ni idea de lo que quiero —dijo Gunnar, levantando la vista hacia mí. Su rostro era pura maldad y sentí un escalofrío.

Siguió caminando por el pasillo central y los otros tres licanos se acercaron a Leif, que no se movió de donde estaba. Iban a matarlo, pero él permaneció inmóvil y con la cabeza muy alta.

—Lo matarán —dije, mirando a Ezra—. ¡Tenemos que hacer algo!

Me miró con expresión de impotencia, pues ni siquiera sabíamos todavía cómo conseguiríamos salvarnos nosotros. Jack estaba mirando a Leif y casi podía ver su cerebro cavilando a toda velocidad. Deseaba que se le ocurriese alguna cosa, pero la idea estaba tardando demasiado en surgir.

Salté por encima de la barandilla del coro y oí a Jack gritar mi nombre. Esperaba haberme roto las piernas al impactar contra el suelo, pero apenas me dolían. Aterricé incluso de pie, y de no estar inmersa en una situación tan aterradora como aquella, me habría sentido estupenda por haber realizado un aterrizaje con tanto estilo.

Ninguno de los licanos se volvió para mirarme ya que, y aquello era evidente, no suponía una amenaza para ellos. Me incorporé y oí el sonido de la ballesta de Olivia al cargar esta una flecha, pero no fui la única que lo percibió.

Dodge y Stellan ladearon la cabeza en dirección al coro, pero Oso seguía con la mirada clavada en Leif. Dodge fue el primero que se desplazó, aunque sin la rapidez de Stellan, y la flecha le atravesó el corazón. Se desplomó sobre el suelo y, a pesar de que me imaginé que su cuerpo ardería como en las películas, se quedó simplemente allí tendido.

Tenía a Stellan delante de mí, sonriéndome, pero su figura se tornó difusa y desapareció. Olivia le había disparado una flecha, que continuó su trayectoria hasta clavarse en un banco. Con la inercia de su velocidad, Stellan se impulsó sobre el respaldo de un banco para saltar hasta el coro. No había vampiro tan veloz como él, ni siquiera Ezra, e incluso aunque eran cinco allá arriba, vi que a duras penas podían defenderse contra su ataque.

En un momento de distracción, Leif aprovechó para contraatacar a Oso, lanzándolo contra los bancos. Volaron astillas de maderas por todas partes y comprendí demasiado tarde que Leif tenía controlada la situación.

Miré de nuevo hacia el coro, sintiéndome inútil mientras ellos seguían esforzándose para acorralar a Stellan. Ezra intentaba defender a Olivia para que ella pudiera cargar de nuevo su ballesta, pero incluso cuando logró disparar, le fue imposible alcanzar a Stellan.

—Hola, Alice —susurró Gunnar, y su voz sonó demasiado cerca de mi oído.

Estaba tan concentrada observando a Stellan que no me había dado cuenta de que Gunnar se me había acercado por detrás. Intenté levantar la vista para mirarlo, pero Gunnar me había agarrado ya por el cuello y estaba clavándome las uñas con fuerza en la yugular. Y mientras trataba de quitármelo de encima, él fue obligándome a recular hacia el altar.

Pensé en gritar, pero no quería que nadie se diera cuenta de lo que me estaba pasando. Abandonarían su pelea por un instante para prestarme atención y eso sería mortal para ellos. Milo estaba agazapado encima de Bobby, tratando de protegerlo, y empezaba a oler la sangre fresca de las heridas de Jack y de Peter. Sólo Olivia se mantenía ilesa, pues esquivaba los ataques con una velocidad prácticamente equiparable a la de Stellan.

De manera que dejé que Gunnar siguiera arrastrándome. Sabía que con toda probabilidad me mataría, pero me hiciera lo que me hiciese, decidí soportarlo en silencio. Era la única oportunidad de salvar la vida de los demás.

Leif seguía peleando con Oso y parecía llevar las de ganar. Había derribado a Oso y acababa de coger un pedazo de madera de entre los restos de los bancos. Debió de haber sido en su día un respaldo, pero había quedado partido por la mitad y tenía un extremo afilado. Leif lo levantó por encima de su cabeza y lo dejó caer con todas sus fuerzas sobre la garganta de Oso.

El gorgoteo que se oyó fue nauseabundo y cerré los ojos para no ver la sangre. Oí también el sonido del hueso partiéndose y, de repente, el corazón de Oso quedó en silencio. Leif lo había decapitado.

—Todo el mundo anda muy ocupado —dijo Gunnar, chasqueando la lengua—. ¿No crees que es muy aburrido que estemos aquí nosotros dos solos?

—Gunnar —dijo Leif sin levantar mucho la voz. Tenía la camiseta y la cara manchadas de sangre y avanzaba con cautela por encima de los bancos en dirección a nosotros—. Suéltala. No es a ella a quien quieres.

—Tienes razón —dijo Gunnar con un suspiro—. Pero por lo visto, sí que la quieren todos los demás, así que si das un paso más, le rajo el cuello. —Leif se detuvo en seco y se quedó mirándolo fijamente. Cuando Gunnar tomó de nuevo la palabra, lo hizo a voz en grito, para que todo el mundo pudiera oírlo—. ¡¿Qué opinas, Peter?! ¡¿Cuánta sangre puede perder tu dulce Alice en un solo día?!

Peter y Jack se quedaron paralizados al instante, y Stellan aprovechó para ir a por Jack. Lo placó con dureza, impactando contra los bancos, y ambos cayeron al suelo por debajo del nivel de la barandilla del coro, lo que me impedía ver la acción. Olivia preparó la ballesta, pero dudaba que consiguiera un tiro limpio si estaban rodando por el suelo enzarzados en una pelea. Ezra saltó sobre ellos, tratando de hacerse con Stellan, pero este seguía moviéndose a una velocidad increíble, incluso agarrado a Jack.

—¡No, Peter, ayuda a Jack! —grité—. ¡Él te necesita más que yo!

Peter se quedó mirándome, con los ojos encendidos, y comprendí que no salvaría a Jack.

Peter saltó por encima de la barandilla del coro, sin separar en ningún momento los ojos de mí. Después de aterrizar, empezó a recorrer el pasillo con una lentitud deliberada y yo levanté la vista hacia el coro. Se oían los gritos de la pelea, los gruñidos de Jack, su corazón latiendo aceleradamente, pero yo seguía sin poder ver nada.

Milo se limitaba a proteger a Bobby para que no lo mataran. Vi a Ezra volando por el coro, cayendo con fuerza contra la pared, junto a Olivia. El corazón de Jack, al menos, continuaba latiendo. Seguía vivo, como mínimo.

Peter consiguió acercarse a nosotros más que Leif, pero se detuvo a los pies de la escalera que subía al altar. Gunnar se había quedado justo debajo del crucero. Cuando levanté la vista, lo único que pude ver fue el demacrado cadáver de Jesús. Era una visión inquietante, y tampoco ayudaba a mejorar la situación que un vampiro estuviera a punto de rajarme el cuello.

—Suéltala —le ordenó Peter.

—¿Y por qué tendría que hacerlo? —dijo Gunnar riendo—. ¡Con lo divertido que resulta verte sufrir!

—Sé muy bien lo que pretendes —dijo Peter, colocando el pie en el primer peldaño de acceso al altar—. Piensas todavía que saldrás de esta con vida, aunque en realidad te da igual. Lo único que te importa es ganar, y para ti ganar equivale a destruirme.

—Completamente cierto —reconoció Gunnar, que hizo un gesto hacia Leif—. Y después lo destruiré a él. Los demás me traen sin cuidado, en realidad. —Me apretó con más fuerza—. Y sabes muy bien por qué no puedo soltarla.

—Porque es el medio para destruirme. —Peter subió otro peldaño y Gunnar me clavó la uña en la vena, rasgándome lo piel lo justo para que rezumara un poco de sangre. Peter se detuvo en seco—. Quieres hacerla sufrir para que yo lo vea. Matarla es tu forma de torturarme.

—Sí, y hasta el momento funciona, por lo que parece. —Gunnar sonrió, pero su sonrisa escondía cierta inquietud.

—Si yo muero, tú pierdes. —Peter se agachó para recoger una flecha de titanio que había caído en el último peldaño de acceso al altar. Olivia había estado disparando por todos lados y una de las flechas había aterrizado a escasos centímetros de nosotros. Por vez primera, percibí que la confianza de Gunnar flaqueaba—. Quiero morir. Si muero antes que ella, no veré nada. No sufriré.

—La mataré de todos modos —insistió Gunnar con nerviosismo.

—Por lo que dices, la matarás pase lo que pase. —Peter dirigió la flecha hacia su corazón y presionó la punta contra su pecho—. Pero de este modo, no seré destruido. Yo habré conseguido justo lo que deseo, y tú no.

—Morirás sabiendo que ella va a morir también, y con eso tendría suficiente —dijo Gunnar con falsa alegría. La idea de Peter le crispaba los nervios. Para ponerlo a prueba, Peter presionó aún más la punta de la flecha contra su pecho, no con la profundidad necesaria para atravesarse el corazón, pero sí lo bastante como para sangrar levemente—. ¿Cómo propones entonces que te haga sufrir?

—Suéltala y pelearemos, cuerpo a cuerpo —dijo Peter—. Como luchan los hombres de verdad. Si consigues superarme, permitiré que ese secuaz tuyo acabe con ella mientras yo miro. Y sufriré más si cabe, pues habrá sido idea mía.

Era una idea horrorosa, y por esa razón Gunnar la encontró atractiva. Yo no veía que fuese a funcionar, ni aun en el caso de que cualquiera de nosotros sobreviviera, pero comprendí que Peter pretendía ganar tiempo. Le daba igual vivir o morir, pero quería darme una oportunidad de escapar. Aunque yo no pensaba hacerlo mientras la vida de Jack y de todos los demás siguiera corriendo peligro. Jamás me iría de allí sin ellos.

—¡No, Peter! Es una estupidez —dije. Hasta el momento había estado esforzándome para librarme de Gunnar, pero ahora me aferraba a su brazo para que no me soltara.

—Por eso me gustabas, Peter —dijo Gunnar riendo—. Porque eras brillante. Es una lástima que mataras a mi mano derecha. Habríamos sido muy felices juntos. —Y después de decir eso, Gunnar me arrojó al suelo y rodé por él hasta detenerme junto a los bancos.

Leif me ayudó a levantarme y me olvidé del dolor. Desapareció rápidamente, pero la situación seguía resultando dolorosa. Peter y Gunnar habían asumido ya una posición de combate, se miraban fijamente y Gunnar estaba empezando a provocar a Peter, que exhibía escasa emoción. Confiaba en que tuviera algún plan.

El estrépito del coro no había mejorado, pero me daba la impresión de que seguían todos con vida. Leif y yo permanecimos entre los bancos destrozados, sin saber muy bien qué hacer.

—¡Vamos, Peter! —rugió Gunnar—. No le he perdonado la vida a la chica precisamente para celebrar un concurso de miradas.

—Siento defraudarte —replicó Peter secamente.

Peter continuaba en los peldaños de acceso al altar. Gunnar pretendía que se acercara a él, pero al ver que no se movía, se cansó de esperar. Se abalanzó sobre Peter, más para iniciar la pelea que con afán de hacerle daño, y Peter, con gran habilidad, se apartó de su trayectoria. Saltó sobre el altar y, en cuanto aterrizó sobre el mismo, se impulsó de nuevo hacia arriba para encaramarse a la gigantesca cruz que colgaba de la pared. Trepó por ella, utilizando la figura de Jesús como punto de agarre, y Gunnar se lo quedó mirando boquiabierto.

—¿Eso va eso en serio, Peter? ¿Tan cobarde eres? —Gunnar lo miró con expresión dubitativa, y yo me pregunté lo mismo—. Esperaba de ti mucho más que esto.

Gunnar estaba de espaldas a nosotros, de modo que di un paso al frente con la intención de atacarlo, pero Leif me agarró por el brazo. Lo miré y articuló un «Todavía no». Por lo visto, Leif había entendido los planes de Peter mucho mejor que yo.

Peter siguió escalando la cruz y, en un gesto que me confundió aún más, tiró de los tornillos que la fijaban a la pared. Empezó por el brazo derecho de la cruz, y cuando los hubo retirado todos, pasó a la parte superior.

—¿Qué haces? —le preguntó Gunnar—. ¿Pretendes suicidarte?

—Más o menos —dijo Peter, que se disponía ya a desclavar el brazo izquierdo de la cruz.

—Puedo matar a la chica ahora mismo, si lo prefieres —se ofreció Gunnar.

Peter me miró de reojo, pero no dejó en ningún momento de quitar tornillos. La cruz empezaba a balancearse y a crujir, pero él siguió enfrascado en su labor. Cuando consiguió liberar por completo el brazo, la cruz quedó unida a la pared única y exclusivamente por su base. Peter se colgó entonces de uno de los brazos, ejerció presión con los pies contra la pared y se puso a empujar.

Dado que la cruz estaba unida al muro solamente por la base, debería haberse movido como las agujas de un reloj hasta quedar colgando boca abajo, con la parte superior descansando en el suelo, como si marcara las nueve. Pero Peter seguía empujando con fuerza contra la pared, obligándola de ese modo a balancearse y a separarse del muro. La cruz crujió al despegarse y caer, como un péndulo enloquecido.

Gunnar dio un paso atrás y Leif se abalanzó sobre él con un gruñido. No lo atacó, de hecho, pero Gunnar se acercó de nuevo a la cruz y se distrajo mirando a Leif.

Peter saltó entonces de la cruz y cuando Gunnar se volvió para ver qué sucedía, la cruz cayó sobre su cuello y le cortó la cabeza. Chillé al ver la cabeza volar por la iglesia y cómo su cuerpo se derrumbaba un segundo después. Peter saltó por los aires antes de que la cruz cayera al suelo y corrió hacia donde estábamos Leif y yo.

—¡Gunnar! —gritó Stellan.

Se detuvo un instante y Olivia le disparó una nueva flecha, pero falló por los pelos. Stellan mostró su intención de saltar por la barandilla del coro y Ezra lo interceptó antes de que pudiera hacerlo.

Mientras Ezra lo sujetaba, Jack saltó por la barandilla. Aterrizó en el suelo y rodó por el suelo en una pirueta de mucho cuidado. Cuando se incorporó, sostenía en la mano una de las flechas de titanio de Olivia y apuntaba hacia la barandilla del coro.

Como salido de la nada, Stellan apareció junto a Jack, con la flecha clavada en el pecho. Había saltado desde el coro con la mirada centrada únicamente en Peter y con la intención de vengar la muerte de Gunnar, y no se había percatado de que Jack le apuntaba desde el pasillo. La flecha lo había atravesado. Farfullaba alguna cosa y empezó a echar sangre a borbotones por la boca, hasta que finalmente se derrumbó en el suelo.

Corrí hacia Jack con los brazos abiertos. Me abrazó con fuerza y me recosté contra él.

Olivia saltó desde el coro y se aproximó a Stellan. Le dio un puntapié y extrajo un machete de su cinturón. Le cortó la cabeza con un veloz movimiento y el surtidor de sangre nos salpicó a Jack y a mí.

—Lo siento —dijo Olivia, sonriéndome—. Tenía que asegurarme. Estoy convencida de que no os apetecería que este condenado vampiro se os volviera a echar encima.

La verdad era que ni siquiera me importaba. Notaba los ojos de Peter clavados en mí y sabía que me había salvado la vida. No estaba enfadada con él, pero no lo amaba. Amaba a Jack y estaba feliz por sentirme de nuevo entre sus brazos. Me puse de puntillas para besarlo.

—¡¿Qué demonios ha pasado?! —gritaba Bobby.

Jack se echó a reír, dando por finalizado el beso. No me importó, pues me encantaba oírlo reír. Por lo visto, Bobby acababa de despertarse y estaba inspeccionando los resultados de la carnicería que acababa de tener lugar en la iglesia.

—Oye. ¡Ese tipo ha intentado matarme! ¿Qué hace aquí? —preguntó Bobby, señalando a Leif, y Milo intentó explicarle que Leif estaba de nuestra parte. La respuesta lo dejó satisfecho, pero seguía confuso—. ¿Dónde está Jane?