25
Entonces caí en la cuenta de que en la casa había alguien que siempre lo solucionaba todo y que además sabía conducir.
—¡Ezra!
—¿Sí? —respondió, y caminé hasta el final del pasillo para hablar con él. Ezra levantó la vista del ordenador—. ¿Pasa alguna cosa?
—Milo ha ido a la discoteca, y ha visto a mi amiga Jane. Se ha convertido en una prostituta de sangre y está fatal. Tengo que ir allí antes de que suceda algo terrible —dije—. ¿Podrías llevarme en coche?
—Por supuesto. —Ezra pulsó una tecla del ordenador y se levantó—. Milo me ha comentado que iba a ir con Bobby a la discoteca y, como Bobby está ya muy recuperado, les he animado a que fueran y se divirtiesen un rato.
—Creo que se están divirtiendo —dije con amargura cuando Ezra salió al pasillo.
—Al menos saldré un poco para celebrar Halloween —me dijo con una sonrisa de camino al garaje—. Hace años que no salgo. —Vio que su comentario jocoso me dejaba indiferente y me miró con solemnidad—. Sacaremos a tu amiga de allí. —Asentí y lo acompañé hasta el Lexus—. Y Jack volverá a casa. Te quiere mucho.
—Lo sé —dije, mintiendo—. Pero me gustaría saber dónde está.
—Pronto aparecerá —me garantizó Ezra—. No es de los que se van demasiado lejos.
Durante el trayecto hasta V, Ezra apenas habló. La ciudad era una locura. Había gente por todas partes, vestida con todo tipo de disfraces ridículos. Los modelitos de las chicas eran de aquellos que a duras penas pueden catalogarse dentro de la categoría de «ropa» y me dio la impresión de que todo el mundo estaba borracho, colocado o loco de remate.
Aparcó a unas manzanas de la discoteca, y para seguir su paso me vi casi obligada a correr. Me resultaba extraño ir a la discoteca con él. Su vestimenta estaba más a la última y era más adecuada que la mía, pero me resultaba difícil imaginármelo de fiesta. Por atractivo y joven que fuera su aspecto, no parecía el tipo de persona que frecuentaba ese tipo de locales.
Poco antes de llegar a la discoteca, se vio obligado a quitarse de encima a varias chicas borrachas. Y me refiero a que tuvo que empujarlas, literalmente, para apartarlas de su lado y, por el aspecto de la última de ellas, comprendí que no estaba exactamente borracha. Las marcas rosadas que lucía en el cuello indicaban que acababa de salir del local al que nosotros nos dirigíamos.
Me abrieron paso un par de chicos y no me importó, salvo por el hecho de que empezaba a tener hambre. En realidad, no lo había notado hasta que me vi rodeada de gente.
Ezra abrió la puerta de V y me cedió el paso. Los dos gorilas de rigor saludaron a Ezra con un gesto e intercambiaron con él una mirada. Me pregunté si se conocerían, pero no había tiempo para formular preguntas. Jane estaba metida en problemas y me traía sin cuidado a quién pudiera conocer o no Ezra.
La pista estaba abarrotada. Thriller, de Michael Jackson, retumbaba por los altavoces y al menos la mitad de los ocupantes de la pista bailaban los famosos pasos del videoclip. Merecía la pena quedarse a verlo, pero Milo y Bobby nos esperaban en la puerta, lo que me recordó el asunto que nos había llevado hasta allí. Una de las alitas de Milo ya estaba destrozada y, con la pista llena a rebosar como estaba, me sorprendió que su disfraz permaneciera aún tan entero.
—¡Esto es una auténtica locura esta noche! —gritó Milo para superar el volumen de la música.
—No entiendo cómo se lo montan todos para saberse de memoria los movimientos —dijo Bobby, que contemplaba fascinado la evolución de los bailarines que danzaban al ritmo de Thriller.
—Sí, estupendo, pero ¿dónde está Jane? —pregunté.
—En una de esas habitaciones —dijo Milo, haciendo un gesto en dirección al lado opuesto de la pista, donde se ubicaba la zona de vampiros de la discoteca. Las luces azules destellaban por encima de su cabeza—. No sé exactamente en cuál de ellas, pero estoy seguro de que podrás localizarla.
—Supongo que podré, siempre y cuando continúe con vida —dije.
Milo cogió a Bobby de la mano para cruzar la pista y me adentré entre la multitud tras ellos, aunque me fue imposible seguirlos. Por lo visto, yo no era ni mucho menos tan contundente como Milo.
En ese momento apareció Ezra, me rodeó por la cintura y me ayudó a abrirme camino entre la muchedumbre. Yo era lo bastante fuerte para hacerlo sola, pero no me gustaba apartar a la gente a empujones. Aunque, la verdad, parecían acostumbrados a que los trataran así. Tanto humanos como vampiros estaban más que encantados de que Ezra los tocase.
La penumbra y el sonido amortiguado de la zona donde estaba ubicada la barra más pequeña me supusieron un alivio enorme. Aquella zona de la discoteca, no obstante, también estaba abarrotada. Normalmente aquella parte la frecuentaban sólo unas pocas parejas, pero esa noche hasta el último centímetro estaba ocupado por vampiros que se estaban alimentando de humanos o se lo estaban montando entre ellos. Había incluso dos vampiros tumbados sobre la barra del rincón, pegándose el lote de forma provocadora. Milo, Bobby, Ezra y yo destacábamos por el simple hecho de no estar ni besándonos ni mordiéndonos.
—¿Por qué pasillo se ha ido? —le pregunté en voz baja a Milo.
De la sala partían siete pasillos y desconocíamos cuántas habitaciones había en cada uno de ellos. En una ocasión había recorrido uno de aquellos pasillos, y se me había hecho interminable.
—Creo que ha ido por ese —respondió Milo, señalando el pasillo más alejado.
—¿Estás seguro? —dijo Bobby, forzando la vista. Las luces rojas no facilitaban su visión en absoluto—. Yo creo que han ido por el que está a la izquierda del que tú dices.
—Me estáis tomando el pelo —refunfuñé.
—¡Ezra Townsend! —chilló Olivia, empujando al suelo a una chica semiinconsciente que gimoteó un poco al golpearse la cabeza, el único signo visible de que seguía viva.
El uniforme de cuero ceñido de Olivia resultaba de lo más apropiado para la festividad y saludó a Ezra con su habitual sonrisa drogada. Yo de algún modo me esperaba que él se quedara atónito al verla, pero no fue eso lo que sucedió, sino que le devolvió la sonrisa y, cuando ella extendió los brazos, Ezra se fundió en un abrazo con Olivia.
—¡Qué alegría verte!
—Lo mismo digo —dijo Ezra cuando dio por terminado el abrazo. Miré de reojo a Milo y a Bobby y los sorprendí también boquiabiertos.
—Hacía ya muchísimo tiempo. —Olivia le tocó el brazo y se echó a reír—. ¡Ni siquiera estaba al corriente de que seguías por aquí! Creía que te habías marchado hace años.
—Lo intenté, pero mi mujer tiene sus raíces aquí —dijo Ezra, encogiéndose de hombros.
—No será… —dijo Olivia, mirándome con suspicacia.
—No, no, Alice no es mía. Es de mi hermano Jack —dijo Ezra, y Olivia asintió sonriéndome.
—Está buena, ¿verdad? —Olivia me miraba de un modo que me habría hecho subir los colores de no estar tan preocupada pensando en cómo daríamos con Jane.
—Tal vez —replicó Ezra mirándome, y me gustó percibir que lo hacía con cariño. Pienso que en el fondo esperaba que me odiase después de todos los problemas que había causado entre Jack y Peter, pero Ezra no parecía guardarme rencor.
—Deberías haberme dicho que estabas con Ezra —dijo Olivia, a la vez que me acariciaba el brazo—. Te habría concedido un trato especial. —Tenía la sensación de que ya estaba dándome un trato especial, pero me limité a sonreírle.
—Lo siento, no sabía que os conocíais —dije. No quería seguir hablando con ellos, sino que Ezra me ayudase, pero tampoco quería mostrarme grosera con Olivia. Al fin y al cabo, ella me había ayudado ya un par de veces.
—Típico de Ezra —dijo Olivia, poniendo casi los ojos en blanco—. Jamás habla sobre su pasado.
—No pretendo parecer maleducado, pero debemos localizar a una amiga que se nos ha perdido —se interpuso Milo, salvándome de aquella larga y ebria conversación. Tal vez Olivia no bebiera alcohol, pero bebía más sangre de la necesaria y por eso se comportaba y parecía como si estuviese borracha.
—¿La misma de la otra vez? —preguntó Olivia, con una ceja levantada.
—Sí, y tenemos que encontrarla. Así que, si nos disculpas. —Milo tenía a Bobby cogido por una mano y me agarró a mí con la otra. Olivia se quedó viendo cómo nos marchábamos, pero Ezra se quedó con ella. Me habría gustado que nos acompañara, pero no quería obligarlo.
—¿Recuerdas por fin el pasillo? —le pregunté a Milo, mientras corríamos hacia el lado opuesto de la sala.
—No, pero tiene que ser uno de estos dos. —Milo me soltó la mano, pero continuó dándosela a Bobby. En otras circunstancias, habría resultado muy gracioso ver una hada negra y reluciente llevando de la mano a un Han Solo más bien bajito.
Cogieron la delantera, pero en cuanto llegamos al pasillo, aminoraron el paso considerablemente. En realidad, Milo no tenía ni idea de cómo seguirle la pista a Jane, y tampoco yo, y empezaba a pensar que sería imposible dar con ella con la enorme cantidad de gente que llenaba el local aquella noche.
Todo olía a sangre y estaba impresionadísima con el nivel de autocontrol del que estaba haciendo gala. Notaba un poco de ardor de estómago, y tenía mucha sed, pero nada que no pudiera soportar. Me costaba, sin embargo, diferenciar entre los distintos olores y sonidos. La sangre lo dominaba todo.
Estaba a punto de darme por vencida cuando por fin capté algo. Me quedé inmóvil en medio del pasillo y Bobby tropezó conmigo. Estaba tan oscuro que no había visto que me había parado. Olía muy débilmente el aroma del perfume de Jane. No distinguía tan bien el olor de su sangre, pero el perfume era inconfundible.
—Es esta —susurré, señalando la puerta que quedaba enfrente. Milo se situó delante de Bobby, interponiéndose entre el chico y un posible ataque.
Teniendo en cuenta cómo había reaccionado Jonathan la otra vez que lo habíamos sorprendido con Jane, pensé que en esta ocasión había que tomar todas las precauciones que fueran necesarias. Decidí no irrumpir por sorpresa. De modo que giré el pomo muy lentamente y empujé la puerta para abrirla.
Jonathan no nos oyó entrar porque estaba alimentándose de Jane. Estaba arrodillado sobre la cama, royéndole el cuello, con el cuerpo flácido de ella entre sus brazos. Pero no eran los mordiscos delicados que Olivia daba a sus chicas, ni tenían nada que ver con los que a buen seguro Milo le daba a Bobby.
Aquello era tremendamente animal, y me recordó al instante los ataques del tiburón que había visto en aquel programa de televisión. Jane estaba inconsciente y, cuando presté atención para escuchar su latido, no oí nada. Sólo el sonido del corazón del vampiro, que latía con fuerza y a gran velocidad.
Me abalancé sobre él sin pensarlo. Estaba matándola y tenía que detenerlo mientras aún estuviera a tiempo, si aún no era demasiado tarde. Salté sobre su espalda y el vampiro rugió y tiró a Jane al suelo. Le habría resultado más fácil dejarla caer sobre la cama, pero la había lanzado contra el suelo a propósito, como si fuese basura.
Lo agarré por el cuello, pero él levantó los brazos y me tiró del pelo con tanta fuerza que me puse a gritar. Empecé a patearlo y a arañarlo, y entonces él me arrojó contra la pared.
El dolor desapareció al instante. La lesión que me había producido el impacto contra la pared había sido terrible, pero al segundo la sensación se había esfumado y estaba de nuevo en pie. Me abalancé de nuevo contra él, y la emprendí a puñetazos esta vez. Jamás me había peleado con nadie, así que atacaba simplemente con lo que se me ocurría.
En teoría, debería ser rápida y fuerte, pero no me parecía que lo fuera. Aquel vampiro bloqueaba todos mis movimientos incluso antes de que los realizara, y si recurría a simples arañazos y puntapiés, en seguida se recuperaba. El vampiro consiguió por fin agarrarme y me presionó contra su pecho, lo que consiguió inmovilizarme.
—¡Suelta la carne! —rugió Jonathan, dirigiéndose a Milo, y miré para ver qué pasaba. Milo había recogido a Jane del suelo pero no quería dejarme sola con Jonathan.
—¡Vete de aquí! —le grité. En realidad no quería que me dejase sola, pues tenía la sensación de que jamás conseguiría ganar aquella pelea, pero era la única oportunidad de salvar a Jane—. ¡Llévatela!
Milo se mostraba indeciso y Bobby permanecía en el pasillo junto a la puerta, pálido y muerto de miedo. Yo continué batallando con Jonathan, pero sin conseguir demasiados avances. El vampiro empezaba a cansarse de aquella situación de punto muerto y, en una iniciativa ridícula, me dio un mordisco en el hombro.
Solté un gañido y empecé a sentir que la sangre manaba extraña y caliente de la herida. No bebió de mí, sin embargo. Podría haberme mordido el cuello y haberme hecho con ello daño de verdad, pero comprendí que lo había hecho simplemente para ponerme trabas y fastidiarme. Perder sangre me debilitaba y yo no era, ni mucho menos, una luchadora fuerte.
—¡Alice! —gritó Milo.
—¡Suelta a la chica! —gruñó Jonathan, a la vez que me tiraba al suelo. El hombro ya había dejado de dolerme y me escocía debido al proceso de curación, aunque notaba que la sangre aún rezumaba. Resultaba increíblemente nauseabundo.
—¡Corre, Milo! —chillé, y Jonathan se volvió para lanzarme una mirada feroz.
Estaba de pie a mi lado, mientras yo seguía tendida en el suelo, y se me ocurrió una idea. El vampiro me arreó un puntapié y se lo permití, mientras Bobby me gritaba que me levantara. De no haber estado Jane inconsciente, seguramente Milo se la habría entregado a Bobby y habría corrido a ayudarme.
En cuanto Jonathan avanzó hacia Milo, me abalancé hacia adelante y le mordí el tobillo con todas mis fuerzas. Le rasgué con ello el tendón de Aquiles y Jonathan lanzó un alarido y cayó al instante al suelo. A pesar de que el dolor remitiría pronto, la lesión en el ligamento lo retrasaría un poco.
Me incorporé. Jonathan, que seguía en el suelo, me agarró por el tobillo. Le pisoteé la mano antes de que tuviera oportunidad de morderme como yo acababa de hacer con él, y él resopló pero sin acabar de soltarme. Enseñó entonces los dientes como un animal y le arreé un puntapié en la cara. Pero él tiró otra vez de mi pierna y acabé cayendo al suelo.
El vampiro tenía la boca llena de sangre causada por mi patada y, cuando rompió a reír, la sangre me salpicó. Lo peor de todo era que aquella sangre seguía oliendo a Jane. Volví a darle un puntapié en plena boca y me soltó por fin. Me apresuré a incorporarme.
Milo estaba dejando a Jane sobre la cama para ayudarme en mi lucha contra Jonathan, pero vi que este estaba distraído tapándose la boca para detener la hemorragia. Corrí a ayudar a Milo aunque, la verdad, mi hermano no necesitaba ayuda: Jane estaba en los huesos. Tenía el cuello rajado. Esta vez, Jonathan se había empleado a fondo con ella. La herida parecía más bien el mordisco de un perro, nada que ver con la incisión que realizaban normalmente los vampiros.
Me esforcé en contener las náuseas y cogí a Jane en brazos. No tenía pulso y tanto la cabeza como las extremidades le colgaban con flacidez. Milo la miró horrorizado. Si aún seguía con vida, no sería por mucho tiempo más. Y justo en aquel instante, vi un movimiento con el rabillo del ojo y Bobby sofocó un grito. Levanté la vista, pero ya era demasiado tarde.
Jonathan tenía a Bobby entre sus garras.