22

Después de aquella confesión, me dio la impresión de que Milo iba a desmayarse, por lo que corrí hacia él para sostenerlo. Mae permanecía a mi lado, paralizada. Abracé a mi hermano y miré furtivamente hacia el interior de su habitación.

Entre todos me impedían ver lo que pasaba, pero adiviné que Bobby yacía inmóvil sobre la cama. Peter estaba arrodillado a su lado y Ezra se inclinaba sobre él. Jack permanecía en la puerta, cruzado de brazos.

—Todo irá bien —le dije a Milo, mintiendo. Mi hermano lloraba en silencio, estaba en estado de shock.

—¡Traedme sangre del grupo cero negativo! —gritó Ezra.

—¿Cero negativo? —repitió Jack.

—¡Sí! ¡Y rápido! —vociferó Ezra. Jack pasó corriendo por mi lado y bajó la escalera a toda velocidad—. ¿Dónde está Mae? ¡Necesito el material para realizar una transfusión intravenosa!

—¡Estoy aquí, en seguida te lo traigo! —Mae cobró vida de repente y bajó corriendo también.

—¿Vive? —pregunté.

—¡Llévate a Milo abajo! —rugió Peter, mirándome encolerizado.

Presté atención intentando captar el latido de Bobby pero, con el retumbar frenético del corazón de Milo y el mío propio, resultaba imposible oírlo. Pero eso no significaba nada. Si había perdido mucha sangre probablemente tendría un latido demasiado débil, para conseguir captarlo entre tanto ruido.

—¡Alice! —gritó Jack subiendo en tromba la escalera—. ¡Saca a Milo de aquí! No es necesario que vea todo esto, ¿entendido?

Hice acopio de todas mis fuerzas para arrastrar a Milo lejos de allí. No tenía ni idea de adónde llevármelo: lejos, eso era lo único que sabía. Cuando conseguimos llegar a la escalera, Mae subía ya a toda prisa.

—Todo irá bien, cariño —le prometió Mae a Milo con una triste sonrisa, pero Milo ni siquiera la oyó. Se había quedado catatónico después de tanto gritar.

Milo necesitaba instalarse en algún lugar donde no oyera nada de lo que sucedía, y había que asearlo. De modo que me decidí por el baño principal de la planta baja. Entramos y abrí el grifo del lavabo para amortiguar los demás sonidos. Bajé la tapa del inodoro y obligué a Milo a sentarse. A continuación, humedecí una manopla y le lavé el pecho y la boca.

—¿De verdad lo he matado, Alice? —me preguntó Milo con la mirada perdida.

—Están con él —dije, eludiendo una respuesta directa—. También a mí me salvaron la vida de ese modo. Por lo que se ve, Ezra domina muy bien las transfusiones.

—Si ni siquiera hice… —Se interrumpió, y dejé por un momento de frotarle el pecho para quedarme mirándolo—. Estábamos tonteando, como siempre, y entonces… le he mordido. Y ni siquiera me he dado cuenta de con qué intensidad… Alice, no me he dado cuenta de que se le había parado el corazón.

—No lo has hecho expresamente. —Fue lo mejor que se me ocurrió decirle.

—La cosa es que… —Milo empezaba a reaccionar y sus lágrimas se volvieron más abundantes y sonoras—. Sé que Bobby no es «él», o como quieras llamarlo, que no es lo que Peter era para ti. Pero lo quiero, ¿sabes? Lo quiero de verdad.

—Lo sé, cariño. Todo saldrá bien. —Lo abracé con fuerza.

No paraba de llorar, y yo no dejaba de decirle que todo iría bien. No tenía ni la más remota idea de si estaba en lo cierto, pero no podía decirle otra cosa.

Estuvimos encerrados en el baño durante lo que me pareció una eternidad. Doblé unas cuantas toallas, las dispuse en el suelo y me senté con la espalda apoyada en la bañera. Milo se tendió a mi lado y apoyó la cabeza en mi regazo. Lo único que podía hacer era seguir acariciándole el pelo hasta que, por fin, dejó de llorar.

Milo se incorporó de repente en el momento en que Jack abrió la puerta del baño. Yo estaba tan asustada que no podía ni moverme, como si levantarme pudiera influir sobre la posibilidad de que Bobby muriese o siguiera con vida.

—Está vivo —dijo Jack, pero no sonreía. Milo estuvo a punto de desmayarse de alivio y se aferró al lavabo para no caer. Me levanté para sujetarlo si era necesario—. Pero ha perdido mucha sangre. Todavía no está estable del todo.

—¿Puedo verlo? —preguntó Milo, secándose los ojos.

—Sí, Ezra está arriba y seguramente quiera hablar contigo. —Jack le tocó el hombro para tratar de consolarlo, pero Milo se limitó a sorber los mocos y a salir.

—¿Cómo está Bobby? —pregunté, acercándome a Jack.

—No está bien —dijo muy serio—. Ha estado a punto de no contarlo. Milo ha dejado seco a ese chaval. Y eso ha estado mal. —Se obligó entonces a sonreírme—. Pero su corazón late, y eso ya es algo.

Me abrazó y enterré la cabeza en su pecho. Mi propio llanto me pilló completamente por sorpresa. Milo jamás le habría hecho daño a nadie, y además amaba a Bobby. Resultaba terrible pensar que Bobby podía morir, y que si lo hacía sería porque estaban enamorados y habían sido temerarios.

Y más alarma me causaba lo sucedido si pensaba en mi relación con Jack, y en que yo misma había estado a punto de perder el control con Peter. Aun controlándose mucho mejor que yo, Milo había estado a punto de matar a Bobby.

¿Qué me pasaría a mí con Jack? A pesar de que él era un vampiro, podía encontrarme perfectamente en la misma situación, y eso sería demasiado.

Peor todavía: Jane estaba haciendo continuamente aquello mismo con desconocidos. Lo más probable era que los vampiros a los que ella frecuentaba tuvieran más experiencia que Milo y que yo, pero también podía tropezarse con algún inexperto. Jane no tenía manera de saberlo. Y, fuera como fuese, ellos le chupaban la sangre una y otra vez.

Por accidente o a propósito, las probabilidades de que Jane acabase muriendo eran exponencialmente mayores cada día que pasaba. No podía permitir que siguiera con aquello. En cuanto el tema de Milo y Bobby estuviera en vías de solución, volvería con Milo a la discoteca y nos la llevaríamos de allí. Me daba igual si para conseguirlo nos veíamos obligados a secuestrarla; no pensaba dejarla morir.

La casa estaba increíblemente silenciosa. Mae no se había quedado ocupándose de Bobby. Inmediatamente después de que se hubiera estabilizado, Ezra se había instalado en la habitación de Milo para controlar a Bobby. Más tarde Jack me comentó que Ezra había compartido durante las últimas noches el estudio con él. Por lo visto, Mae lo había echado de su habitación.

Milo no se sentía a gusto por el momento en compañía de Bobby, pues estaba seguro de que el muchacho lo odiaría en cuanto recobrara la conciencia. Me resultó imposible convencerlo de lo contrario y quiso dormir conmigo. No me importó, la verdad.

Milo estuvo llorando en sueños, pero no hice ningún comentario al respecto. No podía culparlo después de la mala experiencia que acababa de pasar. No tenía ni idea de cuál sería mi reacción en el caso de que le hiciera algo similar a Jack, aunque en seguida alejé aquel pensamiento de mi cabeza.

Nunca le haría nada a Jack, aunque esto significara tener que esperar meses o años antes de tener intimidad con él. O que tal vez nunca llegara a tener intimidad con él. No quería hacerle daño de aquella manera.

No de aquella manera. Y en eso tenía que corregirme, pues era evidente que, después de montármelo con Peter, podía hacerle daño de otras maneras.

Tampoco esa situación tenía visos de que fuera a solucionarse con facilidad. Cuando a la mañana siguiente me desperté, me tropecé con Peter en el pasillo. Se produjo el típico intercambio incómodo en el que ninguno de los dos supo qué decir y nos limitamos a mirarnos.

Cuando Bobby empezó a volver en sí había transcurrido casi un día entero desde el momento de la transfusión. Antes había mantenido alguna que otra conversación vaga, pero sin apenas lucidez. Milo estaba tan aterrado ante la idea de entrar a verlo, que incluso Bobby empezaba a preguntar por él.

Entré a verlo, y Bobby me aseguró repetidas veces que no consideraba a Milo culpable de lo sucedido y que seguía queriéndolo. Estaba pálido y cansado pero, por lo demás, parecía encontrarse bien.

El plan de Milo consistía en esconderse de Bobby, y para ello se instaló en la habitación de Mae. Mae se estaba comportando de un modo excepcionalmente inútil en una situación como aquella. Jack y yo fuimos los que acabamos ocupándonos de la alimentación de Bobby, de su ropa y de todos los cuidados maternales que, en condiciones normales, hubieran recaído en Mae, lo que se traducía en que Bobby estaba sobreviviendo a base de bocadillos de mantequilla de cacahuete y jalea y sopas de lata.

Al principio dormía mucho, y yo se lo toleré, pero no estaba dispuesta a permitir que Milo permaneciera escondido mientras yo me ocupaba de su novio, así que le concedí a Milo una noche más para que se aclarara las ideas y decidí que al día siguiente lo obligaría a visitar a Bobby.

Cuando fui a buscar a Milo a la habitación de Mae, lo hice acompañada de Jack. Milo seguía teniéndole un gran cariño a Jack y pensé que, aunque a mí no quisiera escucharme, a él sí lo escucharía. Pensé también, estúpidamente, que Mae animaría a Milo a levantarse y a enfrentarse a Bobby, pero la nueva Mae, siempre enfurruñada, no funcionaba así. Los encontramos a los dos a oscuras, acurrucados, escuchando a Norah Jones.

Encendí la luz del cuarto aunque no la necesitara para verlos. Supongo que imaginé que aquel destello repentino serviría para espabilarlos. Me miraron los dos entornando los ojos y gruñeron malhumorados, y Milo se sumergió más aún entre edredones y cojines.

—Vamos, Milo —dije—. Bobby tiene ganas de verte.

—¡No es cierto! —Milo se tapó por completo con el edredón y su voz sonó amortiguada.

—Estoy segura de que sí, cariño —dijo Mae, como si hubiera recuperado la normalidad. No sé si fue nuestra presencia o la luz, pero su acobardamiento se esfumó momentáneamente. Se deslizó un poco más hacia donde estaba Milo y le retiró el edredón—. Te quiere, y sabes que es verdad.

—¡No puedo verlo! —dijo Milo, reprimiendo las lágrimas—. ¡Nunca jamás!

—Sé que parece muy grave, pero en realidad no es tan malo como te imaginas. —Jack se sentó a los pies de la cama para convencer a Milo de que se levantase—. Me refiero a que sería muy grave para la gente normal y corriente, pero él ya sabía dónde se metía cuando se lio con un vampiro.

—¡Tal vez no lo supiera! —gimoteó Milo, y eso que él casi nunca gimoteaba. Mae le retiró el pelo de la frente y él se frotó los ojos con la palma de la mano—. No sé cómo voy a poder volver a mirarlo a la cara.

—Pues mirándolo como siempre lo has hecho —dije, con un gesto de indiferencia—. No lo has visto, pero si lo hubieses visto lo entenderías. No tiene nada contra ti.

—¡Pues debería tenerlo! —Milo asomó un poco más la cabeza, pero se limitó a mirar el techo—. Casi lo mato. Debería odiarme. Algo tendría que pasar. Mis actos deberían tener repercusiones.

—¿Y crees que no las tienen? —dije—. ¡Basta con mirarte!

—Eso no es suficiente —dijo Milo—. ¡Soy un monstruo! ¡Deberían encerrarme y mantenerme alejado de los humanos para siempre!

—No eres un monstruo, cariño —dijo Mae, a la vez que le acariciaba el pelo—. Simplemente eres joven y aún tienes que asimilar ciertas cosas. Eso es todo.

—El hecho de que estés fustigándote de este modo demuestra que no eres ningún monstruo —observó Jack. Milo se quedó mirándolo, sorbiendo por la nariz, y me pareció que las palabras de Jack lo habían hecho reaccionar.

—¿Tú has hecho una cosa así alguna vez? —le preguntó Milo, esperanzado. Lo que Milo había hecho sería más o menos correcto en el caso de que Jack se hubiese comportado de un modo similar.

—Bueno… no —respondió Jack, dubitativo.

—Y tú, que ni siquiera has mordido a nadie, no tienes ni idea de lo que estoy pasando —me dijo Milo, haciéndome sentir como una idiota y una fracasada.

En realidad odiaba que él tuviera más experiencia que yo en todo aquello. Me habría gustado poder aconsejarlo y consolarlo pero, como en todo lo demás, él iba por delante. Como hermana mayor, no le estaba siendo de mucha utilidad.

—Yo sí —dijo Mae a regañadientes. Milo y Jack se quedaron mirándola, sorprendidos, y ella miró a Jack de una manera extraña con el rabillo del ojo—. Fue hace mucho tiempo, pero lo recuerdo con perfecta claridad. Sé lo terrible que es pensar que has estado a punto de acabar con una vida. Pero también sé que acaba superándose.

—¿Y qué pasó? —preguntó Milo. Sus lágrimas empezaban a secarse y al menos Mae había conseguido sacarlo un poco de su tristeza—. ¿Fue con Ezra?

—No, fue con un humano, pero no murió, y eso es lo que importa. —Mae forzó una sonrisa envuelta de dolor.

—¿Cómo es que no había oído nunca mencionar esa historia? —preguntó Jack, confuso. Siempre habían estado muy unidos y a Mae le encantaba compartir sus vivencias—. ¿Fue antes de que me convirtiese yo en vampiro?

—Sí, antes. —Mae se agitó con inquietud en la cama y se recolocó un mechón de pelo detrás de la oreja.

Se incorporó un poco más y se negó a mirar a Jack. En aquel momento, se sentía simplemente perplejo e intrigado, pero me dio la impresión de que había algo que Mae no quería contarnos, y eso me puso nerviosa.

—¿También necesitó una transfusión? —preguntó Milo.

—No, pero el modo en que logró sobrevivir carece de importancia. Lo que pretendía decir con todo esto es que el hecho de que bebieses en exceso no te convierte en un monstruo. —Mae se volvió expresamente hacia Milo, dándole casi la espalda a Jack—. Resulta fácil olvidar lo frágiles que pueden llegar a ser los humanos, y por eso es importante andarse siempre con mucho cuidado.

—¿Y estuvo muy grave? —Milo, al ver que Mae no le proporcionaba detalles, empezaba a dudar de su historia, pero yo sabía que estaba diciendo la verdad. Lo que sucedía era que estaba evitando explicar alguna cosa—. ¿Perdió mucha sangre?

—Sí, estuvo a punto de morir. —Cerró los ojos y se rascó la frente—. Su corazón dejó de latir por completo.

—¿Y qué hiciste? —Milo se enderezó en la cama y Jack parecía sumamente interesado en el relato.

—Nos… nos habíamos ido, y Ezra tampoco estaba. —Mae suspiró y movió la cabeza de un lado a otro—. Fue hace mucho tiempo. No sé por qué te interesa tanto todo esto.

—Porque no entiendo qué sucedió. Si tan grave estaba, ¿cómo sobrevivió? ¿Lo llevasteis al hospital? —preguntó Milo.

—No, no había tiempo para eso. —Mae abrió los ojos y se quedó con la mirada fija en la colcha en lugar de mirarnos a nosotros—. Perder el control es muy fácil, por eso sólo bebo sangre embolsada. No quiero volver a sentirme como me sentí entonces nunca jamás.

—¿Qué sucedió, Mae? —le pregunté con la mayor delicadeza que me fue posible. Estaba empezando a sentir náuseas.

—Nosotros… —Mae soltó el aire, temblorosa—. Peter lo transformó en vampiro.