12

Tenía la mano sobre el pecho de Jack, y lo siguiente que recuerdo es que eché a correr por el pasillo en dirección al torreón donde estaba ubicada la habitación de Milo. Reaccioné en el instante en que sentí la mano de Jack sujetándome el brazo con fuerza. Fue él quien me impidió llegar más lejos, pero resultó muy inquietante comprender que había perdido la conciencia durante un segundo y que había perdido por completo el control. Como mínimo, ahora sabía lo que estaba pasando, pero eso no significaba que mis ansias de comer hubieran disminuido.

—Tienes que comer —dijo Jack.

—Vaya, no me digas. —Eché a andar de nuevo hacia la habitación de Milo, pero Jack me detuvo.

—No, con él no.

Tiró de mí en dirección contraria, alejándome de la sangre. La parte racional de mi ser entendía lo que Jack estaba haciendo, sabía que no debía alimentarme del novio de mi hermano. Pero mi sed me ponía furiosa y no comprendía que Jack quisiera alejarme de aquella fuente de sangre.

—Vamos, Alice. Abajo tenemos comida.

—¡Sabes que no es tan buena! —protesté.

Nunca había bebido sangre fresca, por lo que no podía establecer una comparación. Pero la sangre fresca olía mucho mejor que la sangre de bolsa. Mi cuerpo la ansiaba con mucha más intensidad, era casi imposible resistirse a ella.

Jack era más fuerte que yo, y además una parte de mí sabía que tenía razón, por lo que al final dejé que me arrastrara para alejarme de allí.

Al llegar abajo, apareció Mae, procedente del sótano y cargada de bolsas de sangre fría. Por lo visto, también Ezra estaba comiendo más de lo normal. Se percató de mi expresión y me dio una bolsa antes de que cambiara de idea en lo referente a perdonar a Bobby.

Mientras engullía la sangre y saboreaba la exótica oleada de placer que me embargaba, oí de fondo la conversación entre Mae y Jack. Ezra seguía débil y necesitaba descansar y comer mucho, y Peter había salido para hacer algún recado. Su explicación no era demasiado detallada, y no estaba segura de si era por el bien de Jack o porque en realidad no sabía más.

Cuando terminé mi bolsa, Mae regresó a su habitación para ocuparse de Ezra y una sensación de profundo mareo se apoderó de mí. Acababa de despertarme y ya iba a dormirme de nuevo.

Me sujeté a Jack, confiando en que eso me ayudaría a mantenerme más despierta. Se rio de mi batalla contra el sueño, y su risa me abrumó. Me dio un beso en la frente y me cogió en brazos, una solución tan confortable que pudo finalmente conmigo.

Me desperté acurrucada entre sus brazos y con la música de Depeche Mode sonando muy flojito. Jack me rodeaba con un brazo y sujetaba con el otro un libro de cómics, La broma asesina. Era uno de sus favoritos, y estaba hecho polvo. Jack se encontraba tan inmerso en la lectura que ni siquiera se dio cuenta de que yo había abierto los ojos.

—Hola —dije, sonriéndole. Jack echó la cabeza hacia atrás para mirarme y dejó el libro—. Siento haberme quedado así.

—No, no pasa nada. Lo entiendo —dijo con una sonrisa.

—Te he echado de menos. —Me acurruqué aún más contra él y su corazón se aceleró.

—Hubo un momento en el que no estaba seguro de si volverías. —Cuando me retiró un mechón de pelo que me caía sobre los ojos, vi que su expresión se tornaba tormentosa, imaginando de nuevo las cosas terribles que podían haberme sucedido en Finlandia.

—¡Pero estamos aquí! —repliqué rápidamente con la intención de borrar por completo sus oscuros pensamientos—. En tu habitación, en tu cama, solos. —Mi expresión empezó a vacilar al ver la cara de preocupación de Jack—. Estamos solos, ¿no?

—¿A qué te refieres? —Noté su brazo tenso y un tono cauteloso en su voz. Pensaba, equivocadamente, que me refería a Peter, cuando en ningún momento era él quien se me había pasado por la cabeza.

—A Milo y a su nuevo «amigo» —dije, haciendo un gesto en dirección a la fina pared que separaba las habitaciones.

Oír a Milo y a Bobby haciendo sus cosas me había resultado nauseabundo y no me apetecía que me oyeran a mí con Jack. Confiaba de verdad en dar por fin un paso más en mi relación con Jack y quería que fuese un momento lo más íntimo y privado posible.

—Oh, no, se han marchado hace un buen rato. —Jack sonrió y se relajó un poco—. Se han ido a una discoteca.

—¿A una discoteca? —Arqueé una ceja, consciente de que estaba echando a perder el buen ambiente que reinaba entre nosotros, pero no preocuparme me resultaba imposible—. ¿Y crees que eso es seguro?

—Sí —respondió Jack, encogiéndose de hombros—. Milo es un vampiro. Puede apañárselas solito.

—¿Y Bobby? —La verdad es que su seguridad me traía sin cuidado, pero a Milo sí le importaba, y en el caso de que otros vampiros acosaran a su amigo, no estaba muy convencida de que mi hermano fuera a responder con mucha cordura.

—No pasará nada —dijo Jack—. Y si se vieran en peligro, tienen móviles y los saben utilizar. A diferencia de otros. —No me había perdonado del todo que no lo hubiera llamado desde Finlandia, pero lo entendía. Tenía pensado compensarlo por aquello.

—¿De modo que lo que estás diciéndome es que Milo se ha ido, Peter se ha ido y Mae y Ezra andan tan liados que no se enteran de nada? ¿Y que estamos completamente…? —dije, deslizando mi pierna por encima de la suya.

—Podría decirse así —dijo él con una maliciosa sonrisa.

Incliné la cabeza hacia él y su boca descansó con suavidad sobre la mía. Pero la delicadeza del beso duró sólo un minuto. En cuanto sentí sus labios instigando a los míos, aquella necesidad frenética se apoderó de mí.

Le pasé una pierna por encima para quedarme sentada a horcajadas encima de él. Jack gemía, un sonido apenas audible entre tantos besos. Sus manos investigaban mi cuerpo y su piel abrasaba. Mi temperatura alcanzaría pronto la suya, el calor inundaba mi interior.

Me aparté sólo lo suficiente como para poder despojarme de la camiseta y Jack me sonrió agradecido. Me dio la impresión de que quería decirme alguna cosa, y decidí silenciarlo con besos. Me encantaba hablar con él, pero en aquel momento las palabras no bastaban.

Nos habían prohibido estar juntos casi desde el primer día y, después de mi transformación, nos habíamos visto obligados a mantener una sana distancia.

Jack se quitó también la camiseta y dediqué un momento a contemplarlo. La piel que cubría los suaves músculos de su torso y su vientre estaba bronceada y era cálida al tacto. Jack era la perfección. Cuando pensé en lo afortunada que era porque Jack me quisiera como me quería, se apoderó de mí una dolorosa sensación de felicidad. Me incliné sobre él y lo llené de besos, en la boca, en las mejillas, en el pecho, lo besé por todas partes.

Cuando el recorrido de mis labios los llevó hasta el cuello, sentí una fascinante oleada de calor. Sentía, olía y saboreaba su sangre a través de su piel, y recordé la maravillosa sensación que había experimentado cuando bebí de ella para transformarme. Su amor y su placer se habían apoderado de mí y me habían inundado con un calor intensísimo. Cualquier otra emoción se quedaba en nada en comparación con aquello.

—Alice, no —dijo Jack, respirando con dificultad, aunque me pareció que era reacio a detener mis intenciones.

Sabía que si forzaba la situación me dejaría beber de él. Y aquello sería casi tan fabuloso para él como lo sería para mí, pero era peligroso. Por mucho que quisiera a Jack, me resultaría prácticamente imposible parar una vez empezara.

—Lo siento —susurré, haciendo acopio de todas mis fuerzas para separar mi boca de su cuello.

Deslizó las manos por mi espalda hasta introducirlas por debajo de mis braguitas, presionándome más incluso contra él. Sus besos se habían vuelto más hambrientos y agresivos y comprendí que también Jack estaba librando una batalla interna para no morderme. Sería muy fácil que me descontrolara, aun siendo yo la que estuviera desangrándose.

Jack me bajó las braguitas y mi cuerpo empezó a temblar de excitación.

Oí que se abría la puerta del cuarto, pero aquello transcurrió en un segundo plano. Mi hambre de Jack amortiguaba todo lo demás. Él estaba algo más entero que yo y, pensando a toda prisa, tiró de la colcha para taparme, pues estaba completamente desnuda.

Había dejado de besarme, pero yo seguía saboreándolo inmersa en la neblina que ocupaba mi mente. Y la neblina tardó aún un instante en despejarse para dejarme vislumbrar a Milo y a Bobby en el umbral de la puerta. Bobby parecía incómodo, pero Milo nos miraba con cara de asco y desaprobación.

—¿Qué demonios estáis haciendo? —dije, casi gritando. Seguramente jamás en mi vida me había cabreado tanto con mi hermano como en aquel momento.

—¿Y vosotros? —contraatacó Milo, cruzándose de brazos y lanzándonos una furiosa mirada.

Jack se sentó para poder protegerme y me envolvió con el edredón. Bobby lo miró furtivamente y con admiración, y yo me pegué aún más a Jack.

—Me parece que en realidad no es asunto tuyo —le espeté.

—Lo que tú digas —replicó Milo, poniendo los ojos en blanco—. Pero ambos sabéis que no podéis estar solos a este nivel. Y por una vez, no eres tú la que me preocupa, Alice. Podrías matar a Jack, y él te lo permitiría encantado. —Sus palabras eran horriblemente ciertas y, avergonzada, me envolví aún más con el edredón.

Jack se percató de mi malestar y me acarició la espalda, pero me aparté de él. El calor del momento se había desvanecido y no me gustaba en absoluto saber que había estado a punto de hacerle daño simplemente porque estaba muy a gusto. Jack suspiró y se dirigió a mi hermano.

—¿Qué querías exactamente, Milo?

—Hemos vuelto a casa para contaros una cosa, pero entonces os hemos oído —dijo mi hermano, arrugando la nariz y poniendo cara de asco. Bobby emitió una risilla nerviosa. Se mordió una uña pintada de negro y, cuando me sorprendió mirándolo, se situó detrás de Milo.

—¿Y cuál es esa gran noticia? —pregunté con voz de aburrimiento.

—Jane estaba en la discoteca V y es una prostituta de sangre —dijo Milo.

—¿Una prostituta de sangre? —cuestioné.

—Ya sabes, como una prostituta, pero con sangre en lugar de sexo, y normalmente sin dinero de por medio —se explicó Milo.

—Y si no hay dinero de por medio, ¿qué saca ella de todo esto? —pregunté. Milo bajó la vista, pero no lo entendí. De hecho, era increíblemente evidente, pero la neblina de mi deseo de Jack seguía confundiéndome las ideas.

—Se enganchan con la sensación que obtienen cuando los vampiros les chupan la sangre —dijo Jack con cautela. Jane, mi antigua amiga, nunca había sido de su agrado, pero eso no significaba que le gustara que pudiera sucederle algo malo, y además mi hermano sabía que yo seguía apreciándola.

Milo empezó a mostrarse inquieto e incómodo. Unos meses atrás, había resultado herido por protegernos a Jane y a mí de los vampiros y se había visto obligado a beber su sangre para compensar su propia pérdida. Bueno, la verdad es que no se había visto obligado… simplemente no había podido resistirse a ello y recuerdo que había sido una de las escenas más perturbadoras que había visto en mi vida. Parecía un animal salvaje y ella gemía de placer. Por lo tanto, si Jane se había convertido en una adicta a los mordiscos era porque Milo la había iniciado en aquella adicción.

—Milo… —Estaba a punto de decirle que no era por su culpa cuando Bobby empezó a acariciarle la espalda para consolarlo. Lo miré entrecerrando los ojos—. Espera un momento. ¿No será que tú también lo eres?

—¡No, por supuesto que no! —protestó Bobby rápidamente.

—¡Alice! —exclamó Milo.

—¿Qué? —dije—. No me parece descabellado llegar a esta conclusión, sobre todo después de lo que quiera que estuvierais haciendo antes. —La piel aceitunada de Bobby se tiñó de rojo por el bochorno, pero Milo se limitó a mirarme furioso.

—Eso que acabas de decirle es horrible —dijo Milo.

—Imagínate cómo te sentirías si alguien te dijera que eres una prostituta de sangre —dijo Jack mirándome con ojos velados. Me hizo pensar que quizá alguien me había llamado eso en alguna ocasión, y me pregunté si ese alguien sería el vampiro al que acabábamos de rescatar en Finlandia.

—Lo siento —dije sin mirar a Bobby—. Sólo me preocupaba Milo.

—No pasa nada —dijo Milo, y me pareció que se le había pasado un poco el enfado—. Anda, vístete. No me gusta hablar contigo si estás desnuda.

Milo posó la mano en la espalda de Bobby y salió con él de la habitación. Antes de cerrar la puerta a sus espaldas, sin embargo, nos lanzó una mirada de advertencia. Jack y yo nos quedamos sentados en silencio durante más de un minuto, tratando de asimilar tanto lo que habíamos estado a punto de hacer como la noticia que acabábamos de recibir sobre Jane.

—¿Y en qué consiste exactamente eso de ser una prostituta de sangre? —pregunté. Volví a ponerme la camiseta y observé con tristeza como Jack seguía mi ejemplo—. Entiendo el concepto a nivel básico, pero ¿cómo…? No sé… ¿Cómo funciona? —Me pasé la mano entre el cabello para deshacer los enredos y se me revolvió el estómago sólo de pensarlo—. Me refiero a…, a que habrás estado alguna vez con ese tipo de prostitutas, ¿no?

—La mayoría de vampiros recurren a ellas una o dos veces al año, como mínimo —respondió, de manera evasiva. Saltó de la cama y se alisó la ropa, evitando mirarme—. Es bastante habitual.

La palabra «prostituta» era lo que más me inquietaba. Y eso que conocía la fabulosa sensación que se experimentaba cuando Jack bebía mi sangre, la intensidad con que lo sentía yo a él y cómo él podía sentir todo lo que yo sentía. Era el acto más íntimo que pueda existir en este mundo y él lo había practicado de vez en cuando con prostitutas que elegía al azar en un local. Tragué saliva y me negué a pensar en ello.

—De acuerdo. —Recordé que salir con un vampiro significaba tener que aprender a llevar bien ese tipo de cosas—. ¿Y cómo lo haces? Simplemente haces… ¿qué?

—Las prostitutas de sangre frecuentan esos clubes. Ya saben de qué va el tema. —Empezó a deambular por la habitación fingiendo hacer cosas, como enderezar un cuadro de la pared o cambiar de lugar un objeto de la mesita de noche—. Vas y localizas a una chica. O a un chico. Depende de lo que te vaya. Y luego, pues ya sabes, lo muerdes. Cuando terminas, te largas y ellos caen apaciblemente dormidos.

—¿Y cómo crees que Jane habrá descubierto un local como V? —le pregunté.

—Si sale por la ciudad y sabe cómo distinguir a un vampiro, tan sólo era cuestión de tiempo. —Pegó un trozo de celo en una parte del póster de Purple Rain que empezaba a rasgarse y se quedó mirándome—. Es como con cualquier otra droga.

—¿De qué me hablas? —le pregunté.

—Las prostitutas de sangre son adictas —dijo Jack—. Permitir que te muerda un vampiro es una actividad peligrosa, pero eso no es lo peor. Cada vez lo ansían más. Y la cantidad de sangre que el cuerpo humano puede perder no es ilimitada.

Cuando Milo mencionó que Jane andaba liada con vampiros, no me gustó nada. Pero estaba tan acostumbrada al comportamiento temerario de Jane y a oír su nombre asociado con el término «prostituta» que no me había planteado lo que aquello implicaba. Pero el hecho de que Jack estuviera preocupado por ella, aunque fuera mínimamente, significaba que la situación era peor de lo que me imaginaba, y Jack, en aquel momento, estaba mirándome muy, pero que muy serio.

—¿Tratas de decirme que Jane podría morir? —Me senté en la cama y, de repente, noté la boca tremendamente seca.

—No. Lo que trato de decirte es que… a menos que se desenganche de ese estilo de vida, morirá —dijo en voz baja.

Fue como si el tiempo se detuviera. Hasta ese momento, en el que alguien había amenazado con llevársela, no había caído en la cuenta de lo mucho que Jane significaba para mí. Era una creída, sólo pensaba en sí misma y la mayoría de las veces se comportaba como una arpía, pero, a pesar de todo eso, siempre había sido mi amiga. Independientemente de quién asistiera a una fiesta o de lo que pensaran de mí, Jane siempre me había llevado con ella y, la mayoría de las veces, había dado la cara por mí. Unos meses atrás, cuando unos vampiros nos habían atacado, me salvó la vida.

En realidad, Jane nunca había pensado de sí misma que fuera algo más que una cara bonita. Y a pesar de las muchas cosas que había hecho, era mi mejor amiga desde que teníamos siete años y siempre había estado allí cuando había podido.

Ahora andaba metida en graves problemas, y todo por culpa mía.

—Tenemos que ir a buscarla —dije.

Salté de la cama y me puse unos vaqueros. El pánico empezaba a apoderarse de mí y corrí por la habitación para coger unos zapatos, el cepillo y un jersey, pensando que tenía que hacer algo con mi pelo antes de ir a la discoteca o Jane no se dignaría ni a dirigirme la palabra… Pero entonces Jack me agarró por la muñeca.

—Alice, cálmate —dijo—. No se está muriendo en este preciso momento.

—¡Eso no lo sabes!

—Estoy bastante seguro de que si corriera un peligro inminente, Milo no la habría dejado allí —observó.

—Tal vez. —Mi corazón aminoró un poco el ritmo—. Pero aun así tenemos que ir a por ella.

—Estoy de acuerdo, pero cálmate un poco. Piensa que vamos a ir a una discoteca de vampiros por primera vez desde que hiciste el cambio y que es importante que te controles —dijo Jack, con una sonrisa sardónica.

—Entendido —dije asintiendo y mirándome. La combinación de vaqueros y camiseta que había elegido no eran el modelo ideal para ir de discoteca, o al menos eso pensaría Jane. Si tenía que entrar en aquel local, debía vestirme en consonancia—. Voy a arreglarme. ¿Por qué no se lo dices a Milo y vamos todos?

—Me parece estupendo. —Me dio un delicado beso en los labios que me provocó un estremecimiento de tal calibre que a punto estuve de olvidarme por completo de Jane—. Todo irá bien.

Le respondí con una sonrisa, como si creyera sus palabras, y entré en el vestidor para elegir mi conjunto. ¿Qué ponerse para acudir a una discoteca clandestina de vampiros y rescatar a mi antigua mejor amiga?