POEMA DE LA SAETA

A FRANCISCO IGLESIAS

ARQUEROS

Los arqueros oscuros

a Sevilla se acercan.

Guadalquivir abierto.

Anchos sombreros grises,

largas capas lentas.

¡iAy, Guadalquivir!

Vienen de los remotos

países de la pena.

Guadalquivir abierto.

Y van a un laberinto.

Amor, cristal y piedra.

¡Ay, Guadalquivir!

NOCHE

Cirio, candil,

farol y luciérnaga.

La constelación

de la saeta.

Ventanitas de oro

tiemblan,

y en la aurora se mecen

cruces superpuestas.

Cirio, candil,

farol y luciérnaga.

SEVILLA

Sevilla es una torre

llena de arqueros finos.

Sevilla para herir.

Córdoba para morir.

Una ciudad que acecha

largos ritmos,

y los enrosca

como laberintos.

Como tallos de parra

encendidos.

¡Sevilla para herir!

Bajo el arco del cielo,

sobre su llano limpio,

dispara la constante

saeta de su río.

¡Córdoba para morir!

Y loca de horizonte,

mezcla en su vino

lo amargo de Don Juan

y lo perfecto de Dionisio.

Sevilla para herir.

¡Siempre Sevilla para herir!

PROCESIÓN

Por la calleja vienen

extraños unicornios.

¿De qué campo,

de qué bosque mitológico?

Más cerca

ya parecen astrónomos.

Fantásticos Merlines

y el Ecce Homo,

Durandarte encantado,

Orlando furioso.

PASO

Virgen con miriñaque,

virgen de la Soledad,

abierta como un inmenso

tulipán.

En tu barco de luces

vas

por la alta marea

de la ciudad,

entre saetas turbias

y estrellas de cristal.

Virgen con miriñaque,

tú vas

por el río de la calle

¡hasta el mar!

SAETA

Cristo moreno

pasa

de lirio de Judea

a clavel de España.

¡Miradlo por dónde viene!

De España.

Cielo limpio y oscuro,

tierra tostada,

y cauces donde corre

muy lenta el agua.

Cristo moreno,

con las guedejas quemadas,

los pómulos salientes

y las pupilas blancas.

¡Miradlo por dónde va!

BALCÓN

La Lola

canta saetas.

Los toreritos

la rodean,

y el barberillo,

desde su puerta,

sigue los ritmos

con la cabeza.

Entre la albahaca

y la hierbabuena,

la Lola canta

saetas.

La Lola aquella,

que se miraba

tanto en la alberca.

MADRUGADA

Pero como el amor,

los saeteros

están ciegos.

Sobre la noche verde,

las saetas

dejan rastros de lirio

caliente.

La quilla de la luna

rompe nubes moradas

y las aljabas

se llenan de rocío.

¡Ay, pero como el amor

los saeteros

están ciegos!