Un joven amigo, de los muchos que me escriben, me cuenta la historia de una etapa especialmente dura que le tocó vivir. Él había tenido, como tantos otros, una adolescencia feliz, limpia, creyente, sin mayores problemas, protegido tal vez por el ambiente familiar que le rodeaba.
Pero el choque con la realidad fue más fuerte que sus defensas. Y se vino abajo. Dejó de creer en casi todo: en la política, en Dios, en las personas. Y cayó en la trampa del alcohol.
La bebida le ofrecía cada noche una rebanada de euforia, pero a las noches de euforia sucedían siempre las depresiones de la mañana. «Mis compañeros —añade—, por no decir mis amigos, me animaban a beber más, ya que, cuando me ponía “alegre”, estaba bastante gracioso y, además, hablaba como si ya estuviera en la verdad.
Mientras, los mejores amigos, que veían que me estaba matando, fueron dándome por imposible y me fueron dejando. Pero hubo uno, una de esas personas que misteriosamente también existen, que no se rindió e incansablemente siguió a mi lado sin dejarme.
Y con el tiempo, él, un psicólogo y el footing fueron piezas clave para mi nuevo nacimiento».
La verdad es que no se exagera cuando se dice que un buen amigo es un gran tesoro. Pero ¡qué difícil encontrarlo y, sobre todo, qué difícil mantenerlo en la adversidad!
Me impresiona comprobar cómo en casi todos los países del mundo los refranes hablan de esta maravilla casi imposible de los amigos en los tiempos oscuros. «Las buenas fuentes —dicen los chinos— se conocen en las grandes sequías; los buenos amigos, en las épocas desgraciadas». «Cuando la desgracia se asoma a la ventana, los amigos no se acercan a mirar», dicen los alemanes.
En Jamaica oí decir una vez que «si quieres saber cómo es tu amigo, túmbate al borde de un camino y simula que estás borracho».
Los polacos suelen comentar que «cuando la adversidad llama a tu puerta, todos los amigos están dormidos».
Los turcos tienen un refrán que asegura que «quien cae no tiene amigos».
Y los serbios aseguran que «no es en los banquetes, sino en las cárceles, donde se puede saber si un amigo es un buen amigo».
Parece, sí, efectivamente que la adversidad, como un mal olor, espanta a los mosquitos. Pero la verdad es que, por fortuna, esta regla, que refrendan todos los refranes, tiene sus excepciones y hay o puede haber amigos que es entonces cuando demuestran y confirman su amistad.
¡Afortunado quien posee esta perla!
¡Y más afortunado quien puede asegurar que siempre fue fiel a sus amigos!