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MISTRESS STEDMAN SABE LA NOTICIA

Aquella noche, lord Wadham llevó a su casa a Marjorie. Estaba entusiasmado, y así lo gritó a la joven.

—Muy buen chico, el príncipe —exclamó—. Buena persona. Con hombres como él al frente de los asuntos no hay que temer revoluciones ni anarquías. ¡Usted se ha portado magníficamente, amiga mía, magníficamente! Jamás he visto a una señora aquí que hubiera sabido estar como usted en estas circunstancias. Es usted encantadora.

La joven sonrió débilmente y tocó la brillante condecoración. Decir que no se había alegrado y emocionado cuando se le tributó aquel honor sería decir que no era humana.

Más tarde quizá recordara a Pretoria Smith y el insulto que se le había hecho. Pero ahora pensaba en cosas más agradables.

—Kelman es idiota —rugió lord Wadham—. Estoy seguro de que él solo no se hubiera atrevido a hacer eso. Esa Tynewood de todos los demonios ha debido de proponérselo. Una pájara de cuidado, querida, de mucho cuidado.

En ocasiones, el lenguaje de lord Wadham era fuerte y violento. Pero la joven no se ofendió por ello en aquel momento. Más bien estaba inclinada a compartir sus sentimientos y darle las gracias por expresar así sus íntimas opiniones.

El auto se paró ante la avenida; lord Wadham vio llegar a la joven hasta la puerta y la dejó.

Marjorie logró contenerse hasta llegar al gabinete; pero luego, la vergüenza de lo ocurrido la hizo desmayarse durante un momento. Se sentó en un sillón, cansada, ofendida e indiferente a todo. Mistress Stedman entró en un momento muy inoportuno. Venía muy cariñosa.

—¿Qué tal fue todo, querida? —exclamó—. Estoy segura de que tuviste un gran éxito con ese vestido. Querría que te hubiera visto tu pobre padre. A mí no me gusta el blanco sobre plata; es un poco teatral, pero la juventud ha cambiado tremendamente de mis tiempos acá. ¿Estuvo simpático el príncipe?

Marjorie se reanimó haciendo un esfuerzo.

—Me dio esto —dijo, indicando la condecoración.

Mistress Stedman se impresionó bastante.

—¿De veras? ¡Qué amable! —dijo—. ¿Es de oro o imitación? Yo siempre he creído que las condecoraciones eran falsas. Tu pobre tío John, el que fue atropellado por un ómnibus, tenía una condecoración del sha de Persia; todo cartón, querida, cartón.

—Mamá —dijo Marjorie, que se había quitado la medalla—. Voy a casarme.

La otra la miró asombrada.

—¿A casarte, Marjorie? —dijo en son de queja—. Hija mía, no me habías dicho nada. La mejor amiga de una muchacha es su madre, y debe ser la primera a quien se cuente todo lo importante.

—Voy a casarme con Pretoria Smith —dijo la joven—. No se llama Smith, y es buscador de oro, o ladrón, atracador o no se qué. Tiene mucho dinero y bebe mucho.

Mistress Stedman miró a su hija muy alarmada.

—¿No habrás bebido tú también mucho, querida? —dijo—. Es muy malo para una muchacha. Cuando yo era joven tomábamos entre tres un vaso de oporto, y aun con eso se me iba a mí la cabeza.

Marjorie salió de la habitación; y volvió con la carta de tu tío.

—Quiero que leas esto, mamá —dijo.

Mistress Stedman miró a su hija con desconfianza, y se puso los lentes.

—¿No vas a casarte con Lance? —preguntó.

—¡Con Lance! —exclamó la joven en un tono tan de desprecio, que su madre se quedó con la boca abierta.

—Es un muchacho muy simpático —respondió.

—Lee esa carta, mamá —dijo Marjorie—. Me volveré loca si sigues haciéndome preguntas.

Mistress Stedman leyó la carta. Cuando terminó estaba algo pálida.

—Supongo que obedecerás, ¿verdad, querida? —dijo—. No conoces a ese señor; pero estoy completamente segura de que tu tío no te recomendaría a un esposo si éste no fuera una persona respetable.

—Tan respetable, que fue a la cena borracho y con todo el aspecto de un mendigo —repuso la joven amargamente—. ¡Insultó al príncipe y se desmayó encima de la mesa! ¡Y el animal de Lance le llevó allí!

—Estoy segura de que Lance no ha podido hacer una cosa tan incorrecta —dijo mistress Stedman—. Pero, querida, supongo que pensarás casarte con él.

—Eso creo.

—Entonces todo va bien —afirmó mistress Stedman, satisfecha, quitándose los lentes—. Quizá todo termine en bien para ti. Con estos casamientos románticos siempre sucede eso.

—¡Románticos! —dijo Marjorie, desesperada—. Mamá, ¿no te das cuenta de lo que significa para mí este matrimonio? ¿Crees que yo voy a casarme contenta porque es una cosa romántica, o esperando que vaya a traer esto nada más que desgracias?

—Entonces, querida —repuso mistress Stedman—, ¿por qué hacerlo? No importa que nos arruinemos ni que yo me muera de hambre. Si piensas así, no te cases. No te ocupes de mí; yo no soy nadie.

Y tapándose la boca con el pañuelo, hizo unos gestos de dolor.

Afortunadamente, llamaron a la puerta en aquel momento. La joven lo oyó; su madre también, y se le olvidó seguir lamentándose.

—¿Quién será a estas horas? —dijo.

Marjorie tenía un miedo horrible a que fuese Pretoria Smith, y necesitó de todo su valor para seguir allí quieta. Cuando entró la doncella y anunció a Lance Kelman, casi se tranquilizó.