Capítulo 7

Llanes, Asturias, febrero de 2005

Para intentar descubrir al autor de una acción delictiva es regla fundamental investigar a quién beneficia.

Un mes antes había sido citado telefónicamente en Madrid en una dirección por alguien con voz rara, según Sara, que dijo tener información sobre Carlos Rodríguez Flores, cuya huella buscaba por encargo de su nieto. Dio su nombre y dijo que era hijo de un viejo amigo suyo. No me extrañó la cita porque la situó en un lugar céntrico y había estado preguntando tiempo antes en los comercios de la zona. Tampoco la hora, las 21 horas, parecía tan intempestiva como para sospechar.

La callejuela, que serpea entre las calles de Alonso Cano y María de Guzmán, se mostraba oscura y vacía, desertada de farolas y personas. Un viento frío la recorría. La casa estaba en obras, el portal abierto. Pasé al fondo, pisando escombros. Me hallé en un patio cuadrado de dos pisos con galerías tipo corralas. El edificio parecía estar poco ocupado. Una luz lánguida agarrada a un farol intentaba luchar contra las sombras. La figura se destacó en el portal y señaló la escalera. Y luego vino lo otro. Hasta ahí los hechos.

La confianza casi me cuesta la vida. Un calibre más grande, por ejemplo un 9 mm Parabellum, que penetra doce centímetros, me habría matado. Eso, lo que respecto al arma explicó Ramírez y el rastro del asesino me permitió identificarle, pero necesitaba saber el porqué.

—Tendré que volver a Madrid para investigar.

—Debes descansar unas semanas más —dijo Rosa—. Haz caso a los médicos. No debe acuciarte la prisa.

Estábamos en la residencia La Rosa de Plata, donde me recuperaba de la operación. La tentación era grande porque, además del lugar idóneo, estaba junto a ella.

—No sirvo para dejar correr el tiempo.

—Si sabes quién te disparó, no necesitas indagar más. Déjate de pruebas.

—No es sólo eso. Quiero entender el trasfondo. Aunque parece sencillo, hay misterios por aclarar.

—¿Qué piensas hacer?

—Antes de enfrentarme con el candidato a asesino, lo de siempre, haré un peregrinar por distintos departamentos policiales en busca de archivos que aún se conserven. Si encuentro pistas pondré lógica a lo ocurrido. —Acaricié sus manos—. Bueno, esperaré esas semanas.