U. no está mal. Es guapa. Le gusta la pintura y cuando está en fondos —es traductora— se marcha a visitar los museos del mundo con gente como los Amigos del Museo del Prado, o sola a su aire incansable. Y su amor a la literatura, por supuesto. Se duele de no saber ruso para traducir directamente a Tolstoi, ella congenia con los escritores de edad —gerontofilia literaria, le digo—, yo creo que se imagina con el viejo conde tomando el té en Yasnaia-Poliana. Lo de Borges no es imaginación. Simpatizaron y Borges le regaló de su memoria unos versos de Herrera y Reissig —«Llave de U»— como quien ofrece una flor:
Úrsula punza la boyuna yunta
la lujuria perfuma con su fruta
la púbera frescura de la ruta
por donde ondula la venusa junta.
Pero todo hay que decirlo. U. es una mujer «con mucho carácter». Ustedes me entienden. Me tiene advertido que no la cite en mi obra, que mi arte es solo mío, conque raramente me arriesgo. Y a lo mejor no anda descaminada. Uno de estos días, en Madrid, fuimos juntos al Ateneo. Por aquí andaba Jorge Amado, yo le tengo afición a su Gabriela de clavo y canela y a todo ese nordeste de Brasil tan próximo a mi querencia portuguesa. Conocimos personalmente al novelista, y también a Zelia, su mujer, que lleva toda la vida ayudándole como mecanógrafa y secretaria. La pareja montó un número fino, que seguramente habían repetido por ahí y ya venían compinchados. En el coloquio, ella le decía a su Jorge:
—Reconócelo, Jorge, eres duro con tus personajes, acuérdate de Teresa cuando perdió un diente en el frente más visible de su dentadura y decidiste ponerle un diente de oro.
—Lo mejor y más caro que había —el novelista haciendo como que se ofendía.
—Pero sería arruinarle la vida a la pobre muchacha, ¡el relumbrón del oro ahí, precisamente ahí! —y Zelia lo escenificaba—. Me puse pesada y menos mal, le cambiaste el diente a un lateral de la boca, mucho menos visible.
Así siguieron, con aquel jueguecito de reproches entre marido y mujer, y cuando salíamos del Ateneo, U. me dijo que a lo mejor es negocio y que nosotros podíamos explotarlo… mientras seamos pareja, conozco bien ese tono de sorna.