27
Caí al suelo con fuerza. Habría preferido caer por el abismo, siguiendo la caída de Jack, pero estaba colgada de tal manera que caí de espaldas sobre el suelo. Me quedé mirando los ladrillos del techo de la cueva y permanecí un minuto sin sentir absolutamente nada.
Oía los gruñidos de Peter. En un rincón de mi cabeza recordé que debía correr a ayudarlo, pero no tenía ánimos para ello.
Con gran esfuerzo, giré la cabeza y vi a Peter agachado junto al borde del precipicio a mi lado, con la cadena entre sus manos. Tardé un segundo en comprender lo que veían mis ojos. Estaba tirando de la cadena, ahora con una mano, ahora con la otra, y en cuestión de segundos acabó izando a Jack.
—¡Jack! —chillé, gateando hacia él.
Pese a que tenía aún las manos atadas y el pecho y el vientre cubiertos de heridas, me abalancé sobre él. Uní mis labios a los suyos y lo llené de besos, le aparté el pelo de la frente y sollocé.
—Te quiero, te quiero, Dios mío, cuánto te quiero —repetí una y otra vez, sin dejar de besarlo.
Creía haberlo perdido de verdad y mis besos eran desesperados, aunque el fervor de los de Jack era equiparable. Enlacé las manos por detrás de su cuello y lo atraje hacia mí, respirando su aliento, saboreando sus labios, deleitándome con el latido de su corazón contra el mío.
—Estoy bien, Alice —dijo, sonriendo y mirándome a los ojos.
—Siento mucho todo lo que te he hecho pasar —dije. Lágrimas de alivio rodaban por mis mejillas y Jack continuó sonriéndome—. Nunca he dejado de amarte. Jamás. Y estaba equivocada. Lo único que necesito para ser feliz eres tú. Tú eres lo único que necesitaré en mi vida.
—Yo no soy lo único que necesitas, ni quiero serlo. Sólo deseo amarte el resto de mi vida, y siempre y cuando me dejes hacerlo, estaremos bien.
Me incliné para volver a besarlo, pero él me lo impidió.
—No me gusta nada hacer esto, pero ¿no crees que estaría bien devolver mis brazos a su sitio antes de pegarnos el lote? —dijo Jack, y cuando me disculpé, él se echó a reír y su risa me provocó aquel deslumbrante hormigueo que siempre me producía.
—¿Necesitáis ayuda? —nos preguntó Peter, agachándose a nuestro lado.
Después de haber superado el shock de ver a Jack con vida, miré por primera vez a Peter. Había recibido unos cuantos golpes, pero Thomas yacía en un rincón con el atizador de metal atravesándole el corazón.
Jack esbozó una mueca de dolor cuando Peter empujó sus dos brazos para recolocarlos en su lugar. A continuación, se afanó en liberar las muñecas de Jack de las cadenas. Y tal vez le dislocara algún dedo con ello, pero consiguió quitárselas.
Se sentó, frotándose sus castigadas muñecas. En realidad, no tenían tan mal aspecto como mi mano, que estaba destrozada. Sin incorporarse todavía, Peter lanzó la cadena por el barranco y Jack se quedó mirándolo.
—¿Peter? —dijo Jack, tirando de su dedo pulgar para devolverlo a su sitio.
—¿Sí? —Peter se volvió hacia él.
—Gracias —dijo Jack, mirándolo a los ojos, y se quedaron mirándose un momento. Peter tragó saliva y movió afirmativamente la cabeza.
—Creo que tendría que sacaros de aquí —dijo Peter, incorporándose—. Tu novia necesita que alguien le arregle esa mano.
—Santo cielo —exclamó Jack, fijándose en mi mano por primera vez.
Parecía un asqueroso pedazo de carne ensangrentada. El característico hormigueo caliente que generaba la curación se había apoderado ya de mí, pero había perdido muchísima piel y no tenía ni idea de cómo conseguiría recuperarla.
Peter cogió una toalla y me envolvió la mano. Nos ayudó a Jack y a mí a llegar al coche y, por el camino, Jack nos explicó cómo había acabado allí. Al llegar a casa, se había encontrado a los cazadores de vampiros causando destrozos en ella, y también a la pobre Matilda.
Por lo visto, estaban obsesionados con encontrar a Daisy. Creían que la niña formaba parte del movimiento y que la habían enviado para desenmascarar la existencia de los vampiros. Los cazadores estaban dispuestos a hacer cualquier cosa por impedirlo y Jack no había logrado convencerlos de que la niña había muerto. Tal vez, de haber estado presente cuando la enterramos, se habría ahorrado aquel mal trago.
Samantha había visto el Lamborghini aparcado cerca de los túneles cuando habían estado siguiéndome e insistió en que Jack los condujera hasta allí. Al no encontrar a Daisy en aquel escondite, habían decidido torturar a Jack para sonsacarle información, y entonces fue cuando nosotros llegamos.
Mientras volvíamos a casa, llamé a Milo para avisarle de que íbamos para allí. Cuando llegamos, Ezra y Mae ya nos estaban esperando y, al parecer, la situación de crisis había puesto a Mae en movimiento: me hizo un vendaje en la mano.
La piel me crecería en cuestión de horas, pero no me apetecía ver mi mano ensangrentada hasta que se produjera la curación. Ezra se ocupó de Jack, examinó sus heridas y le obligó a compensar su pérdida de sangre.
En cuanto llegaron Milo y Bobby, Jack los mandó con Matilda al veterinario de urgencias. Ezra creía que tenía algunos huesos rotos, pero era de la opinión de que se pondría bien en cuanto recibiera los cuidados de un buen veterinario.
Cuando Mae hubo acabado conmigo, subí a acostarme un rato. Jack ya estaba arriba y lo oí discutir con Ezra, que estaba diciéndole lo importante que era que su organismo recuperase la sangre perdida. Jack, sin embargo, insistía en que, por mucho que tuviera el cuerpo lleno de heridas sangrantes, quería ir con Matilda a la clínica veterinaria.
Peter estaba en el comedor, tratando de poner un poco de orden después del desastre que habían dejado a su paso los cazadores de vampiros, y me detuve un momento.
—¿Qué tal estás? —le pregunté.
—Mejor que tú. —Me miró la mano—. ¿Cómo va eso?
—Sobreviviré —dije, con un gesto de indiferencia.
—Me alegro de oírlo. —Sonrió y me miró. Sus ojos de color esmeralda se encontraron con los míos y, pese a que no me cautivaban ya como antes, seguían llamando mi atención.
—Gracias, Peter —le dije en voz baja—. Por lo que has hecho esta noche.
—Ya sabes que no lo he salvado por ti. —Miró hacia arriba, donde estaba Jack—. Es muy buen tío y el mundo no sería un lugar tan agradable sin él.
—Lo sé. —Sonreí—. Pero gracias de todos modos.
Subí y encontré a Ezra en la puerta, impidiéndole a Jack abandonar la habitación. Jack iba en calzoncillos y estaba sentado en la cama. Los cortes se habían curado ya en su mayoría, pero algunos todavía seguían inflamados y enrojecidos. El más profundo, en la barriga, continuaba sangrando.
—¡Mattie estará muerta de miedo sin mí! —decía Jack.
—Milo y Bobby están con ella. —Ezra suspiró y volvió la cabeza hacia mí—. A ver si consigues hacerlo entrar en razón.
—Lo intentaré —dije.
Nos dejó solos y me acerqué a Jack. En seguida me di cuenta de que estaba buscando alguna excusa para irse, pero salté a la cama y me senté a horcajadas sobre él. Le di un beso en la boca, tan apasionado que sentí su sangre entre sus labios. Me rodeó con sus brazos y me atrajo con fuerza hacia él.
Tal vez nunca hubiera estado destinada a Jack o a Peter. Tal vez estuviera simplemente destinada a convertirme en vampira. Era una idea que me había aterrorizado, pero ahora empezaba a comprender que era mejor así. Abrazada a Jack, sintiendo lo mucho que él me amaba y lo mucho que yo lo amaba a él, supe que todo aquello era real.
Amaba a Jack por todo lo que era y representaba. Por su forma de reír, por cómo me hacía sonreír, porque se quedaba despierto hasta las nueve de la mañana viendo películas de zombis que había visto ya cien veces, y porque no podía guardarle rencor a nadie.
Lo amaba porque lo amaba, no porque fuera una cuestión de predestinación, destino o porque lo llevara yo en la sangre. Nos habíamos elegido mutuamente y eso era más potente y más mágico que todas las demás cosas.
Matilda regresó a casa con tres costillas rotas y una fractura en una pata trasera, pero con la garantía de una recuperación total. Comprendí que Jack la mimara con locura porque si la pobre estaba en aquel estado era porque había tratado de protegerlo.
Cuando la situación se serenó un poco, me senté con Jack y le expliqué lo que tenía pensado hacer. Después de todo lo sucedido con los cazadores de vampiros, estaba segura de querer hacerlo.
Tanto humanos como vampiros sufrían dolor y torturas, y no pensaba quedarme cruzada de brazos dejando que eso ocurriera.
La idea no le entusiasmó mucho, pero Jack me dio todo su apoyo. Cogí al coche y fui a casa de Olivia con su bendición, y eso era lo único que me importaba.
Llegué a V a primera hora de la mañana, cuando ya no quedaba nadie en la discoteca. Era la hora en que solían recibir los pedidos de alcohol para las copas que se servían a los humanos. La discoteca tenía un aspecto siniestro y cavernoso cuando estaba vacía, aunque me imaginaba que sucedía lo mismo en cualquier otro tipo de club.
Encontré a Olivia sentada junto a la barra de la pista de baile, repasando el inventario de bebidas. Violet estaba al otro lado, ayudando al transportista con las botellas. Como se encontraban en el otro extremo de la barra, imaginé que no podrían oír mi conversación con Olivia.
—Si buscas a Rebekah, se marchó anoche, puesto que ya no la necesitabas —dijo Olivia cuando me instalé en un taburete a su lado—. Aunque no entiendo por qué podría apetecerte verla si no es por obligación.
—No, no estoy buscándola a ella —dije, con un gesto de negación.
—En ese caso, ¿qué puedo hacer por ti, muñeca? —Levantó la cabeza y me sonrió.
—Esos cazadores de vampiros que estuvieron por aquí eran mala gente —dije, y Olivia asintió—. Su actitud no era buena ni para los vampiros ni para los humanos. Lo único que les interesaba era el dinero, y eran unos monstruos. No les hicimos nada y sin embargo nos torturaron.
—Lo siento mucho —dijo Olivia, y comprendí que hablaba en serio—. No deberían haberse comportado así. Yo, al menos, no actuaba de esa manera y siempre confié en que los cazadores vivieran de un modo que beneficiara tanto a humanos como a vampiros.
—Ezra me dijo que por ser vampiros nunca seremos los buenos de la película. Pero creo que eso no es cierto. Quiero ser la buena de la película —dije—. Quiero que me entrenes y que me ayudes a convertirme en cazadora de vampiros.
—Cariño, será un placer —dijo Olivia con una sonrisa.