19

Corrí a tal velocidad que mis pies apenas rozaron el suelo, aunque sólo conseguí llegar al pie de la escalera. De repente vi a Samantha delante de mí, con el pelo recogido en un moño de penoso aspecto. Sus ojos seguían siendo engañosamente inocentes, pero había cambiado su falda de tubo por un traje de cuero negro que parecía robado del armario de la mismísima Olivia.

Milo había dejado de chillar, pero estaba gritándole a alguien que se apartase de él. Miré hacia la parte superior de la escalera, más allá de Samantha, pero no conseguí ver a mi hermano. Sólo se oían los sonidos típicos de una pelea y el latido acelerado de su corazón y, lo que es peor, olía a sangre…, un aroma dulce y embriagador.

—¡¿Qué pasa?! —gritó Jack. Acababa de salir de nuestra habitación, vestido sólo en calzoncillos y con el pelo alborotado.

—Da un paso más y mataremos a vuestro humano —dijo Dane, y Bobby gimoteó. Jack se quedó inmóvil, pero oí que Milo seguía gruñendo y resistiéndose—. ¿Quieres que lo mate?

—¡Suéltalo! —chilló Milo, aunque al final pareció ceder.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —le pregunté a Samantha.

Pensé en empujarla para apartarla de mi camino y subir, pero no creí que hacerlo sirviera para mejorar la situación. Milo era fuerte, seguramente más fuerte que yo, y lo tenían. Hasta el momento, Jack no se había metido en el lío y no quería contrariarlos y provocarlos para que lo atacaran a él. Después de Bobby, Jack era el más débil de la casa.

—Estábamos buscándote. —Samantha sonrió; sus labios eran una fina línea roja. Dio un paso al frente, distanciándose de este modo del último peldaño, y tuve que recular para que no chocara conmigo—. Hemos estado siguiéndote. No es muy difícil seguirle la pista a un Lamborghini rojo cereza.

—¿Los conoces? —preguntó Jack, que me estaba mirando con cautela.

—¿Y has cogido el Lamborghini? —preguntó Ezra, con la voz resonando a mis espaldas. Miré hacia atrás y lo vi en el comedor, sujetando a Matilda. La perra gruñía y enseñaba amenazadoramente los dientes y, de haberla soltado, se habría abalanzado a muerte sobre Samantha.

—¿Por qué andáis siguiéndome? —pregunté, ignorando por completo a Ezra y a Jack.

—¿Prometes portarte bien si te suelto? —le dijo Thomas a Milo. Milo murmuró algo a modo de respuesta y oí el sonido de un hueso partido y un grito de dolor de mi hermano—. Responde o le haré al humano lo que te he dicho.

—Llevaos lo que queráis, chicos —dijo Jack. Dio un paso hacia ellos y Milo volvió a gritar—. ¡Para! ¡Déjalo en paz!

—¡¿Qué queréis?! —grité.

Notaba en la boca un sabor ácido y las venas cargadas de adrenalina. A cada alarido de Milo, sentía una sacudida tan intensa que me provocaba un deseo vehemente de sangre. Era como un instinto animal, y tuve que cerrar los puños con fuerza para no arrancarle la cabeza de cuajo a Samantha.

—No hay ninguna necesidad de andar con gritos. —Thomas pasó por delante de Jack y bajó la escalera con despreocupada elegancia. Se retiró de la frente su negro pelo y vi entonces que tenía las manos manchadas con sangre de mi hermano. Con desdén, lamió la sangre y me vi obligada a apretar los dientes con fuerza para no abalanzarme sobre él.

Apareció Dane detrás de Thomas, arrastrando con él a Bobby. Lo sujetaba por el cuello levantándolo del suelo y Bobby apenas si llegaba a pisar los peldaños. Por mucho que Bobby lo arañara y pataleara para liberarse del vampiro, era imposible que lograra conseguirlo.

Jack me miró un instante desde lo alto de la escalera y corrió a auxiliar a Milo. Oí el crujir de los huesos de Milo en el intento de Jack de devolverlos a su lugar y, acto seguido, varios gritos de dolor.

Ezra encerró a Matilda en una habitación y la perra empezó al instante a arañar la puerta y a ladrar. Luego, se acercó hacia donde yo estaba hasta que la mirada fulminante de Samantha lo obligó a detenerse, a escasos pasos de nosotras.

—¿De qué va todo esto? —preguntó Ezra.

—Necesitamos conocer tu implicación en el caso —dijo Thomas, mirándome fijamente con sus ojos negros—. Y qué hace un humano ayudándote.

—¡Es el novio de mi hermano! —exclamé, señalando a Bobby. Dane lo soltó un poco para que pudiese apoyarse en el suelo y Bobby boqueó en busca de aire—. ¡Él no sabe nada sobre nada! ¡Es idiota!

—Tiene razón —gimoteó Bobby, y Dane volvió a presionarle el cuello con fuerza, de modo que la cara de Bobby estaba cada vez más amoratada.

—¡Os diré todo lo que queráis! ¡Pero soltadlo! —Extendí el brazo hacia él, pero sin atreverme a dar un paso. Dane estaba a tanta distancia de mí, que podía partirle el cuello a Bobby antes de que me diera tiempo a alcanzarlo.

—Si nos mientes, te mataremos —dijo Thomas—. Lo sabes, ¿verdad?

—¡Sí! —grité, viendo a Bobby debatirse para seguir con vida.

—Entendido. —Thomas se encogió de hombros y Dane soltó a Bobby, que se derrumbó sobre el suelo, respirando con dificultad.

Pese a que no me habían dado permiso para hacerlo, corrí hacia él. Lo agarré por el brazo y lo aparté en seguida de ellos. No me entretuve a comprobar cómo estaba porque no quería bajar la guardia, pero me coloqué protectoramente delante de él.

—¿Formas parte de algún tipo de movimiento? —preguntó Thomas.

—¿Movimiento? —dije—. ¿De qué movimiento me hablas?

—No te hagas la listilla —dijo Samantha, mirándome con ojos entrecerrados—. Matar a cualquiera de vosotros no nos representaría ningún problema. Forma parte de nuestro trabajo.

—Mirad, respondería encantada a vuestras preguntas. ¡Pero simplemente no tengo ni idea de lo que estáis hablando! —exclamé en tono tajante—. Parece que habléis con acertijos. ¡No sé qué queréis de mí!

—Sabemos que tú y ese humano tuyo tenéis algo que ver con el asesino en serie, y tenemos motivos para creer que además tenéis escondido a un niño vampiro —dijo Samantha—. ¿Formáis parte del movimiento que pretende exponer a los vampiros a la luz pública?

—¿Qué? —dije, enarcando una ceja y mirando a continuación a Ezra. Vi que se mantenía impasible, reacio a revelarles nada, aunque algo tenía que saber—. Ya os lo he dicho. No tengo nada que ver con el asesino en serie. Estoy buscándolo, aunque empiezo a pensar que los asesinos podríais muy bien ser vosotros.

—No seas absurda —dijo Samantha, poniendo los ojos en blanco.

—Estamos aquí para darle caza. Es a eso a lo que nos dedicamos —dijo Thomas, abarcando con un gesto a Samantha y a Dane—. Mantenemos el orden en una sociedad desordenada.

Bobby tosió y se incorporó por fin. Se quedó a mi lado. Lo miré de reojo, confiando en que captara mi insinuación y se alejara de allí, pero no lo hizo.

—Sois cazadores de vampiros, ¿verdad? —preguntó Bobby, tocándose el cuello con cuidado. Samantha, Thomas y Dane lo miraron a la vez, en un movimiento sincronizado, y me adelanté un poco más para protegerlo al menos con parte de mi cuerpo.

—Diría que son más bien cazadores de recompensas —dijo Ezra.

—«Cazador de recompensas» es un término muy tendencioso —dijo Thomas con exagerado desprecio—. Además, ya casi nunca trabajamos a comisión.

—¿De modo que nadie os ha pagado para venir a vernos? —Ezra dio un paso hacia nosotros, cruzándose de brazos.

—Hacemos un servicio a la comunidad —dijo Samantha, esbozando una débil sonrisa.

—¿Quién os llamó para hacerlo? —preguntó Ezra.

—No estamos autorizados a darlo a conocer —respondió Samantha, con el tono cada vez más gélido.

—Pero conoces a varias personas que tienen nuestro número —dijo Thomas, sonriendo también—. El comisario siempre ha sido un gran admirador de nuestro trabajo.

—¡Oh! —Bobby sofocó un grito, y bajó a continuación la voz para susurrarme—: Ya te dije que la policía andaba metida en esto.

—Bobby —dije entre dientes.

—¿Podríamos acabar de una vez por todas con este tema? —dijo Dane, exasperado, mirando el reloj de color rosa y verde fluorescente que llevaba en la muñeca.

—¡Dios mío! —dijo Bobby, señalándolo—. ¡Se supone que este tío es un cazador de vampiros y lleva un reloj de plástico de lo más cutre! ¡Estos tipos no son serios!

—¡Bobby! —exclamé.

—Me da igual. Lo único que digo es que esto parece una broma —insistió Bobby.

—Si no cierras el pico, la que te mataré seré yo —dije, mirándolo furiosa, y Bobby puso los ojos en blanco pero se calló por fin. Me dirigí entonces a los supuestos cazadores de vampiros—. Ya os he dicho todo lo que sé.

—¿Y qué me dices del niño vampiro? —preguntó Thomas, y me esforcé para mantener una expresión inalterable.

—El único niño vampiro que tenemos es Milo, el que está arriba, y acabas de darle una buena paliza —dije.

Me habría gustado volverme para ver la reacción de Ezra, pero si lo hubiera hecho se habrían imaginado cualquier cosa. Milo había dejado de quejarse y percibía que ya no tenía ningún hueso fracturado, pero desde donde yo estaba no podía verle a él ni a Jack.

—No sé si creerte —dijo Thomas, cruzándose de brazos y mirándome como si estuviera pensándoselo—. Me gustaría hacerlo, pero no sé por qué, tienes pinta de «mentirosa».

—No sé qué puedo decir para que me creáis —les dije con sinceridad.

—Siempre me ha parecido que la gente se muestra más sincera bajo presión —dijo Thomas, y Dane dio un paso al frente.

—¡Ya os lo he contado todo! —grité, levantando los brazos. No estaba segura de si Dane pretendía atacarme, o matar a Bobby o qué, aunque tampoco me apetecía averiguarlo.

—¿De verdad? —dijo Thomas—. ¿Estás segura?

—Ese asesino en serie mató a Jane, mi mejor amiga, y estoy intentando averiguar quién es desde entonces —dije apresuradamente, pensando que si hablaba rápido haría más creíble mi declaración—. Sé que el asesino es un vampiro, que marca a las chicas y que quiere que den con él. Quiere que todo el mundo se entere de que los asesinatos son obra de un vampiro, pero no sé por qué. El asesino conocía a Jane, pero ni siquiera sé si se trata de un «él». Podría ser también una chica. O un grupo. Podría tratarse de… cualquiera.

—¿No sabes por qué quiere que den con él? —me preguntó Samantha, mirándome muy seria.

—No, no tengo ni idea —respondí.

Samantha se quedó mirándome un rato más, pero creo que mi respuesta la dejó satisfecha. Miró entonces a Thomas quien, finalmente, asintió. Dane puso los ojos en blanco y refunfuñó, lo que me dio a entender que nos esperaban buenas noticias.

—No os haremos perder más el tiempo —dijo escuetamente Samantha.

—Disculpad las molestias —añadió Thomas.

Los tres dieron media vuelta para marcharse. Dane le silbó a Bobby al pasar por su lado y este saltó asustado, para mofarse a continuación de sí mismo. Y en cuanto cruzaron la puerta, subí corriendo para ver cómo estaba Milo; Bobby subió pisándome los talones.

Milo estaba desnudo de cintura para arriba, sentado en el suelo y con la espalda apoyada en la pared. Tenía los párpados entrecerrados y uno de los costados hinchado y rojo, con un bulto extraño. El brazo izquierdo le colgaba en un ángulo raro y tenía la piel de la zona amoratada. Tenía la mejilla inflamada y cubierta de sangre seca.

—Está bien —dijo Jack cuando me arrodillé junto a Milo. Jack estaba en cuclillas, mirándolo.

—¿Estás seguro? —le pregunté, confusa ante el terrible aspecto que podía llegar a tener un vampiro después de una pelea—. ¿Qué le ha pasado?

—¿Milo? ¿Puedes oírme? —le dijo Bobby. Se acababa de sentar a su lado, sin atreverse a tocarlo, con los ojos bañados en lágrimas.

—Déjalo que duerma —le dijo Jack—. Tiene un montón de huesos rotos y, con tantas lesiones, la recuperación será más lenta. Le he dado un poco de mi sangre para acelerar el proceso y en seguida se pondrá bien.

—¿Crees que podría donarle también un poco de sangre? —dijo Bobby, sorbiendo por la nariz y secándose la cara a continuación.

—No, mi sangre es más fuerte que la tuya —dijo Jack—. Se pondrá bien, te lo prometo.

—Oh, Dios mío. —Exhalé un tremendo suspiro de alivio y me pasé la mano por el pelo.

Milo acababa de recibir una paliza de órdago por mi culpa, porque yo no estaba dispuesta a olvidar la muerte de Jane. Tenía ganas incluso de vomitar, pero entonces recordé lo mucho que había sufrido Jane al morir y comprendí que no cejaría en mi intento.

—Y bien —dijo Jack, volviéndose para mirarme. Su voz era fría—. ¿Qué demonios has estado haciendo a mis espaldas?