7
La gigantesca fotografía que ocupaba la pantalla por completo era en color, pero el día encapotado, el hormigón gris y la nieve sucia la hacían parecer una foto en blanco y negro. De hecho, casi la habría tomado por una imagen incolora de no ser por las manchas rojizas que salpicaban la parte central, y por el contraste de los zapatos negros del policía contra ellas.
El titular rezaba: «La policía de Minneapolis no descarta que se trate de un asesino en serie», y en una fuente de menor tamaño, el subtítulo: «Después de la tercera muerte en una sucesión de asesinatos similares los vecinos temen por su seguridad».
Pero ni siquiera presté atención a las palabras. No podía despegar los ojos de la sangre que salpicaba la acera. Pese a lo poco que se veía de los edificios, era evidente que se trataba de Hennepin Avenue, la calle donde había sido encontrado el cuerpo de Jane. Aquella era la escena de su crimen.
—¿Es…, es la sangre de Jane? —pregunté aturdida, tomando asiento en el sofá, junto a Bobby.
—Lo siento. —Bobby movió el ratón para cerrar la ventana, pero le toqué la mano y cogí el portátil—. ¿Estás segura de que quieres ver esto?
—No —dije, pero hice clic en el vínculo para leer todo el artículo.
No decía mucho más de lo que Jack ya me había contado. En distintos puntos del centro de Minneapolis se habían descubierto los cadáveres de tres chicas, de entre dieciocho y diecinueve años de edad, siempre de madrugada. Al no encontrarse pruebas en los lugares donde se habían localizado los cuerpos, se había llegado a la conclusión de que las chicas habían sido asesinadas en otro escenario y abandonadas después en la calle.
Lo más surrealista del asunto era encontrarme en aquel momento leyendo sobre el crimen de Jane como si fuera un simple hecho, como si Jane no fuese la persona de carne y hueso con la que tanta relación había mantenido durante casi diez años.
Jane Kress, de dieciocho años de edad, es la última víctima. Su cuerpo fue descubierto el 16 de enero a las 4.35 de la mañana. Presentaba múltiples heridas de arma blanca, igual que las otras dos víctimas.
Se sabe que Kress frecuentaba los locales nocturnos de la zona y que había abandonado un centro de rehabilitación el 14 de enero. La estancia en dicho centro debía haber sido teóricamente de tres meses, pero Kress lo abandonó transcurridos tan sólo 24 días. Cuestionados al respecto, tanto el centro como la familia se han negado a responder acerca del tipo de tratamiento seguido por Kress, y tampoco han aportado detalles sobre el prematuro abandono del mismo.
Leí el artículo entero tres veces seguidas. Bobby continuó sentado a mi lado, sin decir nada. Me recosté luego en el sofá y me quedé mirando fijamente la pantalla, como si esperara que allí fuera a suceder alguna cosa. Pero no pasó nada. La pantalla no me aportó más detalles sobre el porqué de la muerte de Jane.
—¿Por qué estabas mirando esto? —le pregunté.
—Porque hoy han comentado el caso en clase —respondió Bobby, casi disculpándose, tirando de las mangas de su camiseta hasta casi esconder las manos bajo la tela—. No conocía muchos detalles sobre lo sucedido, ni sobre ella, en realidad, de modo que simplemente… Lo siento, no debería haberlo hecho.
—No, no pasa nada. —Negué con la cabeza—. No estoy enfadada.
—¿De verdad?
—De verdad. Y esto ¿dónde lo has encontrado? —le pregunté.
—Haciendo una simple búsqueda —respondió Bobby, con un gesto de indiferencia—. ¿Por qué?
—¿Crees que habrá más información? —Empecé a teclear la dirección de un buscador, dispuesta a realizar una búsqueda y averiguar todo lo posible sobre el asesinato de Jane.
—Sí, hay toneladas de información. —Se pegó a mí para poder ver también la pantalla—. Las cadenas más importantes se han hecho eco de la noticia, sobre todo desde el asesinato de Jane.
—¿Por qué? —Lo miré de reojo mientras repasaba la interminable lista de resultados que acababa de ofrecerme el buscador, todos ellos mencionando el nombre de Jane.
—Porque Jane era rica y guapa. Las otras dos chicas eran pobres, y dicen que una de ellas era prostituta —dijo Bobby—. ¿Qué pretendes averiguar?
—Quiero encontrar al asesino de Jane. —Hice una pausa mientras Bobby me miraba con expectación—. Pienso matarlo.
—Eso que acabas de decir es un poco sexista, ¿no te parece?
—¿Cómo quieres que sea sexista la venganza de un asesinato? —dije, mirándolo fijamente.
—Porque das automáticamente por sentado que el asesino es un tío —dijo—. También podría ser una chica. —Pensé de nuevo en Violet, pero lo descarté en seguida.
—Los asesinos en serie no suelen ser mujeres, pero tienes razón —dije, encogiéndome de hombros—. Pienso matar a quienquiera que asesinó a Jane.
—¿Crees que la asesinó un humano? —preguntó Bobby.
Me sorprendió agradablemente que no quisiera disuadirme de la idea. Ni siquiera la cuestionó, como si ir a por un asesino en serie fuese la cosa más lógica del mundo. Eran ese tipo de cosas las que me hacían querer ahondar más en Bobby.
—No sé qué pensar. —Hice clic en el vínculo y me incliné hacia la pantalla, devorando toda la información posible sobre el asunto—. Quiero decir que, al principio, pensé que se trataba de un vampiro. Estaba segura. Pero ahora… en ninguno de los artículos se afirma que las chicas tuvieran ninguna marca rara.
—Eso no significa nada —dijo Bobby, y me quedé mirándolo.
—¿A qué te refieres?
—La policía siempre oculta algún detalle —se explicó—. Es la única manera que tienen de verificar las declaraciones de la gente que dice haber asesinado a la víctima, o haber sido testigo del crimen, o lo que sea. Siempre hay algo que no revelan a la prensa y que sólo el asesino conocería.
—¿Y piensas que ese detalle podrían ser las marcas de mordiscos? —pregunté, y el corazón me retumbó en el pecho.
—Correcto —respondió Bobby, asintiendo—. De todas maneras, siempre me había preguntado qué tipo de relación mantienen los vampiros con la policía de la ciudad.
—¿A qué te refieres? —Arrugué la nariz.
—¿Recuerdas cuando los licanos mataron en otoño a aquel tipo en el parque y el coche de Ezra estaba aparcado justo allí al lado? —dijo Bobby—. Ezra consiguió retirar el coche del depósito sin ningún problema. Jamás le interrogaron acerca del homicidio, y estoy seguro de que el asesinato de aquel tipo quedó registrado como un hecho relacionado con un atraco.
—Es imposible que aquello pudiera pasar como un simple atraco —dije con incredulidad—. Le cortaron el cuello.
—Exactamente —dijo Bobby, asintiendo—. Y V está abierto hasta las siete de la mañana. ¿Cómo es posible que hayan obtenido una licencia que permita ese horario? Y no le piden el carnet a nadie para entrar, jamás. Es más fácil entrar en la discoteca de vampiros que en cualquier otra discoteca de la ciudad.
—¿Piensas que los vampiros pagan a la policía de alguna manera? —pregunté, levantando una ceja.
—No lo sé —respondió, encogiéndose de hombros—. Seguramente no se trata de dinero, pero tiene que haber policías relacionados de algún modo con los vampiros para encubrir todo esto.
—Y si los hay, y si estos asesinatos tienen que ver con vampiros, es muy probable que estén también encubriendo el caso —dije.
—Vosotros os esforzáis en no matar a humanos, y os lo agradezco de verdad, pero estoy seguro de que a veces muere gente —dijo Bobby—. Y nunca se oye hablar de los que mueren completamente desangrados.
—Ostras. —Solté el aire y me recosté en el asiento—. No sería la primera vez que encubrieran muertes provocadas por vampiros. Si Jane y esas otras chicas fueron asesinadas por vampiros, es muy posible que lo hubieran encubierto. La diferencia está en que sus cadáveres fueron abandonados en mitad de la calle y la gente los descubrió antes de que la policía pudiera solucionarlo.
—Pero quienquiera que esté haciendo esto, pretende que lo pillen —dijo Bobby con gran excitación, no por los asesinatos, sino por la sensación de estar resolviendo un crimen. Se sentó sobre sus rodillas de cara a mí—. No creo que se trate del típico asesino en serie, como Hannibal Lecter, el de El silencio de los corderos, sino que lo hace para llamar la atención. Tal vez su objetivo sea desenmascarar a los vampiros.
—Veo que tú también hablas en masculino —observé.
—Lo siento, lo usaba como un genérico. Doy por sentado que puede tratarse tanto de un hombre como de una mujer.
—¿Y por qué querría desenmascarar a los vampiros? —le pregunté.
—No lo sé —respondió, moviendo la cabeza en un gesto de negación—. Pero si no es eso lo que pretende, ¿por qué deja los cuerpos abandonados para que cualquiera los descubra en seguida?
—Tampoco lo sé. —Suspiré y miré de nuevo la pantalla—. Pero no estamos haciendo más que un montón de conjeturas. Lo más probable es que el asesino sea un humano pervertido.
—Encontraron a Jane a una manzana de distancia de V. ¿Crees que es pura coincidencia? —Ladeó la cabeza con escepticismo.
—Sí, ya que resulta que ese lugar está en una zona donde hay como mínimo diez discotecas más. A lo mejor el asesino es simplemente un camarero enfadado harto de que no le den propinas.
—¿De verdad piensas eso? —preguntó Bobby.
—No sé qué pensar. —Apoyé la cabeza en el sofá y me quedé mirando el techo.
—¡El patio queda declarado oficialmente limpio de nieve! —anunció Jack, haciendo su entrada. Tenía nieve adherida a los vaqueros y a la sudadera y parte de ella empezó a gotear en el suelo.
—Buen trabajo. —Habría querido sonreírle, pero me resultó imposible esbozar una sonrisa—. Lo estás dejando todo perdido de nieve.
—Tienes razón. Subo a cambiarme y a darme una ducha. —Jack se sacudió la nieve del pelo—. Sólo quería hacéroslo saber. —Se quedó un momento sin decir ni hacer nada, mirándonos a Bobby y a mí—. ¿Pasa algo? Veo por aquí un ambiente bastante sombrío.
—Nada… Bobby y yo estábamos charlando, nada más. Todo va bien. —Y esta vez sí que me obligué a sonreír.
—De acuerdo. —Jack parecía dubitativo, pero al final esbozó un gesto de indiferencia y decidió creerme—. Estaré arriba por si me necesitáis.
En realidad no tenía ningún motivo para no decirle que Bobby y yo estábamos hablando sobre Jane, pero no quería que Jack lo supiese. Si se lo hubiera dicho, lo único que habría conseguido era preocuparlo o que no me dejara continuar con ello.
No tenía energías para ponerme a discutir sobre si debería hacer o no lo que iba a hacer, o si debería sentir o no lo que sentía. Simplemente sabía que tenía que hacerlo y no pensaba permitir que nadie se interpusiera en mi camino.
—Necesitamos a alguien que esté al tanto de todo —dijo Bobby, retomando la conversación que habíamos interrumpido con la aparición de Jack—. Sólo así descubriremos lo que le sucedió realmente a Jane.
—Sí, claro, no me digas —observé—. Estaría muy bien que pudiéramos… —Pero no había terminado siquiera la frase, cuando caí en la cuenta—. Conocemos a ese alguien.
—¿De quién se trata? —preguntó Bobby.
Sin decirle nada, cerré la tapa del portátil y me levanté del sofá. Bobby me siguió, e imagino que lo captó en cuanto eché a andar por el pasillo en dirección al estudio. Conocíamos a Ezra.
—Tienes que dejar de comerte el coco y animarte —dije, abriendo la puerta, encendiendo las luces y sin esperar a que Ezra dijera algo.
Ezra estaba de pie junto a los ventanales que daban al lago helado situado detrás de la casa. Estaba de espaldas a nosotros y no se volvió al oírnos entrar. Por los altavoces de su ordenador sonaba la misma música clásica que llevaba meses escuchando.
—No sé cómo puedes escuchar siempre lo mismo —dije, rodeando el escritorio. Apagué el ordenador, no sin antes fijarme en que el compositor de la música que Ezra estaba escuchando era Joseph Haydn—. Me pone enferma oír la misma pieza una y otra vez.
—En una ocasión lo vi tocar —dijo Ezra, volviéndose hacia mí—. Cuando estaba con Willem, mi creador. Lo vimos en Londres a finales del siglo XVIII, creo. Fue conmovedor. No creo que podáis comprender lo que era asistir a un concierto como aquel, cuando la música era algo tan poco asequible.
—No se convertirá esto de nuevo en un discurso en torno a «la magia de internet», ¿verdad? —dijo Bobby. Se había acercado a la librería de Ezra y había cogido un objeto que parecía el clásico muelle de juguete que adopta múltiples formas.
—Por supuesto que no. No pretendo aburriros —dijo Ezra con una indiferencia exagerada, y bajó la vista, momento que aproveché para lanzarle una mirada a Bobby. Él se encogió tímidamente de hombros a modo de respuesta y se sentó en el sofá.
—Tienes que dejar de pasarte el día encerrado aquí a oscuras y escuchando esta música —dije, sentándome en el escritorio.
—¿Habéis venido a soltarme un discurso enardecedor? —preguntó Ezra, levantando una ceja. Se sentó en la silla de despacho, a mi lado.
—No, la verdad es que no… Aunque eso no significa que no lo necesites —dije.
—¿Qué puedo hacer, entonces, por vosotros? —Ezra se recostó en la silla, haciendo caso omiso a mis palabras, de un modo muy parecido a lo que había hecho el día anterior.
—¿Qué sabes de la poli? —le pregunté.
Su expresión cambió al momento y se quedó mirándome, para mirar a Bobby a continuación. Para variar, Bobby mantuvo la boca cerrada y cruzó las piernas para de este modo poder toquetear los cordones de sus zapatos y hacerse el distraído.
—Me temo que tendrás que ser un poco más concreta —dijo Ezra, posando finalmente su mirada en mí.
—¿Cómo es que no te interrogaron en noviembre, después del ataque de los licanos? —le pregunté a quemarropa. Ezra continuó mirándome a los ojos.
—Llevo mucho tiempo viviendo aquí, y me conviene llevarme bien con los que ostentan el poder —respondió Ezra sin alterarse—. Pero si lo que pretendes es librarte de una multa por exceso de velocidad, olvídate del tema.
—No. No va por ahí. —Me mordí el labio y miré a Bobby en busca de colaboración.
—Ah —dijo Ezra, comprendiendo al instante, e hizo girar la silla a derecha e izquierda—. Se trata de Jane.
—Sí —dije, asintiendo.
—Nada de lo que descubras podrá devolvértela o servirte de consuelo. —Levantó la vista para dirigir la mirada hacia la oscuridad de la parte posterior de la casa y el lago helado, negro ahora como la noche—. La muerte, por desgracia, no tiene cura, como tampoco lo tiene el dolor de los que continúan aquí.
—Tal vez no —dije, aunque no estaba muy segura de ello—. Pero hay alguien que se está dedicando a matar a chicas, y descansaría mucho más tranquila si supiese quién es.
—¿Y crees que la policía sabe quién es y no se ha tomado la molestia de detenerlo? —me preguntó Ezra cuando volvió a mirarme.
—No. —Suspiré y negué con la cabeza—. No lo sé. Pero creo que saben algo.
—Quizá sí —concedió Ezra—. ¿Y qué harías tú que ellos no estén haciendo ya en el caso de disponer de esa información? Insinúas que ocultan algo por algún motivo. ¿Qué pretenderían ganar con ello?
—No lo sé. —Suspiré de nuevo, cada vez más frustrada. El asunto había parecido muy lógico antes, mientras estaba en el salón con Bobby, pero Ezra sabía cómo desinflarlo todo.
—El hecho de que no entendamos por qué tendrían que ocultar una cosa no implica que no estén haciéndolo —dijo Bobby, y los dos nos volvimos para mirarlo.
—Acabas de hablar como un paranoico —dije.
—El hecho de que tú estés paranoica no significa que no vayan detrás de ti —dijo Bobby, con una expresión tan seria que no pude evitar echarme a reír.
Milo llegó a casa poco después, disolviendo con ello cualquier posibilidad que pudiera tener de convencer a Ezra de que necesitaba saber qué se traía entre manos la policía. En realidad, tal vez no necesitara saberlo, y no me gustaba nada que Ezra tuviera razón en sus argumentos.
¿Qué podía hacer yo que la policía no estuviera haciendo ya? Yo carecía por completo de experiencia en resolución de crímenes y no disponía de equipo forense. Mis conocimientos se limitaban a las reposiciones de la tele de «Ley y orden», y dudaba que eso me sirviera para capturar a un asesino en serie.
Milo se puso rápidamente a prepararle la cena a Bobby. Seguía encantándole la cocina y era una pena que la mayoría de la gente que le rodeaba ya no necesitara comer. Cuando Milo preguntó qué habíamos estado haciendo, Bobby procuró no contarle nada de lo de Jane. Por lo visto, ambos habíamos decidido que lo mejor era no comentar nada sobre el tema con nuestras respectivas parejas.
Jack tenía que ausentarse por motivos de trabajo al día siguiente, por lo que me pasé la velada acurrucada a su lado. Últimamente se ocupaba él solo de los negocios, pues Ezra no tenía ganas de nada, y me sentía muy orgullosa de Jack por aquel paso adelante que había dado. Lo único que no me gustaba era que tuviera que viajar tanto.
Nos acostamos temprano, pues el vuelo de Jack despegaba a las ocho de la mañana. Seguía sin comprender cómo había aprendido a apañárselas tan bien a plena luz del día. Yo había mejorado mucho en lo que tenía que ver con mi exposición al sol, pero jamás conseguiría acostumbrarme del todo.
Por la mañana, me levanté para despedirlo y Matilda se puso a gimotear en cuanto Jack cerró la puerta. Intenté consolarla explicándole que en pocos días estaría de regreso, pero no estoy segura de que me entendiera. Y, por más que me hubiera entendido, era evidente que la ausencia seguiría resultándole dura. En este sentido, estaba completamente de acuerdo con ella.
Me metí de nuevo en la cama y empecé a llorar. Odiaba aquel espacio vacío que dejaba la ausencia de Jack. Me sentía más sola que nunca y todo parecía fuera de lugar. No sólo porque Jack no estuviese, sino por todo lo sucedido con Ezra, Mae y Jane. Milo estaba muy atareado con sus estudios, Jack estaba ocupado con su trabajo y yo estaba allí… sin nada que hacer.
—¿Alice? —Era Bobby, que llamaba a la puerta de mi habitación, así que me apresuré a secarme las lágrimas. Abrió la puerta sin esperar mi respuesta—. ¿Estás despierta?
—Sí. ¿Qué quieres? —Me incorporé y me restregué los ojos, tratando de hacer pasar mi tristeza por amodorramiento.
—Milo acaba de irse a clase, y he visto que Jack se ha ido a trabajar —dijo Bobby, entrando en la habitación.
—¿Y? ¿No deberías estar tú también en clase? —le pregunté, mirándolo sólo cuando estuve segura de que no quedaba en mi cara ni rastro de lágrimas.
—Sí, pero he decidido saltármela hoy. —Se mordió el labio y hundió las manos en los bolsillos de sus vaqueros tipo pitillo—. Se me ha ocurrido una manera mejor de pasar el día.
—¿Sí? ¿Cuál?
—Vamos a ir a buscar al asesino de Jane.
—¿Ahora? ¿Ahora mismo? ¿Cómo? —pregunté, retirando la colcha. Estaba casi segura de que Bobby no tenía ningún plan pero, de todos modos, su idea sonaba mejor que cualquier otra cosa que pudiera hacer.
—Milo y Jack se han marchado, por eso me parece que ahora es el mejor momento —dijo Bobby, encogiéndose de hombros—. Y he pensado que podríamos ir al centro, a examinar los escenarios donde aparecieron los cadáveres. Ya sé que no vamos a encontrar allí ninguna prueba, pero a lo mejor podemos averiguar algo. He apuntado los lugares. —Me mostró la palma de la mano, donde había escrito un par de direcciones.
—De acuerdo. Deja que me vista.
Bobby sonrió y salió al pasillo para esperarme. No estoy segura de por qué, pero mientras me ponía los vaqueros me di cuenta de que no me había sentido tan bien desde que había llegado de Australia. Por fin estaba haciendo algo. Y aunque fuera una posibilidad muy remota, era algo con sentido, algo importante. O lo sería si conseguíamos dar con el asesino antes de que acabara con la vida de otra chica.