75 — El general Stumm von Bordwehr ve en sus visitas a Diotima una agradable ocasión de distraerse de sus obligaciones ministeriales

EL pequeño y recio general había vuelto a ofrecer a Diotima sus respetos. —A pesar de que, en la sala del consejo, se le han concedido al soldado atribuciones bien modestas —así había comenzado— me atrevo todavía a asegurar que el Estado es el poder de consolidarse en la lucha con los pueblos, y que la fuerza desarrollada en tiempos de paz mantiene lejos la guerra. Pero Diotima le había cortado inmediatamente la palabra.

”¡Señor general! —dijo ella colérica—. Toda vida descansa en las fuerzas de la paz; la misma vida de los negocios es poesía, si bien se la considera. El pequeño general la miró un momento, atónito; pero en seguida se redujo a obediencia en su asiento. —¡Excelencia! —repuso él; y para entender el significado de este tratamiento será necesario recordar que el marido de Diotima era jefe de sección; que, en Kakania, un jefe de sección tenía la misma categoría que un comandante de división; que, en realidad, sólo los comandantes de división tenían derecho al título de Excelencia, y que este nombramiento se les otorgaba únicamente en actos de servicio; pero por ser la profesión de las armas oficio de caballeros, se sobrentendía que se había de tratar a Diotima de Excelencia, aun fuera de servicio, ya que, en aras del espíritu caballeroso, se les daba este título también a las esposas de todos estos hombres, sin detenerse a distinguir entre cuándo se encontraban ellas en acto de servicio y cuándo no. Tan complicadas consideraciones se hizo, al vuelo, el pequeño general para asegurar, ya con la primera palabra, su incondicionada aprobación y reverencia. Dijo, pues: —¡Excelencia!, me ha quitado la palabra de la boca. El Ministerio de la Guerra no puede naturalmente mostrar interés en la formación de estas comisiones por evidentes razones políticas; ahora bien, hemos oído que ese gran movimiento persigue un fin pacifista; se dice que es una Acción internacional en favor de la paz, ¿o se trata más bien de una institución para dotar de pinturas austríacas al Palacio de La Haya? Yo puedo garantizar a Su Excelencia que tal idea la miramos con la mayor simpatía. Generalmente se tiene un concepto falso de la vida militar; no quiero decir con esto que un joven teniente no desee la guerra, pero al menos, todos los que ocupan un puesto de responsabilidad están plenamente convencidos de que el brazo fuerte, que representamos por desgracia nosotros, debe ir dirigido por los mandos del espíritu, según acaba de indicar Su Excelencia.

El general sacó del bolsillo del pantalón un cepillito y se lo pasó unas cuantas veces por su pequeña barba; esta mala costumbre la había adquirido en sus tiempos de cadete, en los que la barba había significado una gran esperanza, impacientemente acariciada; pero él no lo sabía. Luego fijó sus grandes ojos marrones en el rostro de Diotima para leer en él el efecto causado por sus palabras. Diotima se mostró tranquila, aunque nunca lo estaba del todo en presencia del general, y se dignó informarle sobre todo lo sucedido desde la gran asamblea inaugural. El ge-neral hizo ver lo entusiasmado que había seguido el desarrollo de aquel concilio, expresó su admiración por la persona de Arnheim y su convencimiento de que tales reuniones habrían de dar excelentes frutos de bendición. —Mucha gente no se da cuenta del poco orden que reina en la vida intelectual —declaró él—. Yo estoy convencido, si Su Excelencia me lo permite, de que casi todos los hombres creen palpar un progreso cotidiano en el orden público. Les parece que todo está en orden: las fábricas, las oficinas, los horarios ferroviarios y los centros de enseñanza. Yo citaría además, y con orgullo, nuestros cuarteles que, no obstante los medios modestos de que disponen, recuerdan la disciplina de un buen conjunto orquestal. En cualquier parte a la que se mire se encuentra un orden: orden de circulación, de salida, de precedencia, de antigüedad, orden eclesiástico, orden del día, orden moral, etcétera, etcétera. Soy, pues, de la opinión de que muy pocos habrá que dejen de considerar hoy día a nuestro tiempo como al más ordenado de la historia. ¿No es cierto que también usted, Excelencia, abriga en su interior esta misma impresión?

Yo, al menos, sí. Es decir, de mí mismo, si me descuido un poco, se apodera immediatamente la sensación de que el espíritu nuevo está regulado por este orden tan colosal, y me parece luego que la caída de los imperios de Nínive y de Roma tuvo que deberse a alguna de estas negligencias. Creo que la mayoría de los hombres piensan así, al suponer sigilosamente que el pasado desapareció como castigo a algo que no estaba en orden. Naturalmente, ésta es una idea equivocada, a la cual no deben abandonarse personas cultas. De aquí surge, por desgracia, la necesidad de la fuerza y de la profesión de las armas.

Para el general era una gran satisfacción poder hablar así con aquella joven señora tan inteligente; las conversaciones con ella le resultaban una agradable distracción en medio de sus obligaciones ministeriales. Pero Diotima no supo qué responderle. Por decirle algo, repitió a la buena de Dios: —Nosotros estamos esforzándonos por reunir a los hombres más destacados de la sociedad, pero así y todo nuestra tarea es ardua. Usted no se hace idea de lo variadas que son las proposiciones que recibimos; ¡y se quisiera elegir lo mejor! Pero usted ha hablado del orden, señor general; nunca llegaríamos al fin con los métodos del orden y del cálculo si tuviéramos que detenernos a comparar y seleccionar. La solución debe aparecer como una chispa, improvisada, tiene que ser fuego, intuición, síntesis. Examinando la historia de la humanidad no vemos en ella un desarrollo lógico, pero sus repentinas inspiraciones, cuyo sentido sólo más tarde llega a revelarse, nos hacen descubrir en ella un poema.

—Perdone, Excelencia —replicó el general—. Un soldado entiende poco de poesía; pero sí alguien puede hacer saltar con un movimiento chispas y fuego, ese alguien es usted, señora mía. De esto sí que entiende un viejo militar.