SERÍA fácil determinar en qué consistía aquella idea, pero nadie podría precisar su influencia. Una idea grande y conmovedora se diferencia de una idea vulgar (quizá también ininteligiblemente vulgar y absurda) en que se encuentra en un estado líquido sobre el que navega el yo hasta alcanzar la lejanía infinita e, inversamente, hasta que los espacios del mundo consiguen anclar en el puerto del yo, de modo que al fin no se puede distinguir entre lo que nos pertenece como propio y lo que es del infinito. Por eso, las ideas grandes y conmovedoras constan de un cuerpo, como el de los hombres, compacto y caduco, y de un alma inmortal que constituye su ser, pero no compacta, sino escurridiza a todo intento de descripción mediante frías palabras.
Después de esta advertencia, hay que decir que la gran idea de Diotima consistía únicamente en encomendar al prusiano Arnheim la dirección espiritual de la gran Acción austríaca, aunque resultara una espina para Prusia y Alemania. Pero esto no es sino el cuerpo muerto de la idea; quien lo encuentre ridículo o incomprensible, ultraja un cadáver. En cuanto al alma de la idea, por el contrario, es necesario decir que era casia y lícita y, en todos los casos, había adjuntado a su decisión una especie de codicilo para Ulrich. No sabía que también su primo —aunque en plano muy inferior al de Arnheim, y oculto por sus efectos— le ha hecho impresión; ella se hubiera despreciado a sí misma si lo hubiera sabido. Instintivamente, sin embargo, había tomado sus medidas de tensa declarándole «sin sazón» ante su conciencia, a pesar de ser Ulrich más viejo que ella. Se había propuesto compadecerle, resultándole así más fácil convencerse de que era Arnheim, y no él, el hombre al que debía elegir para la dirección de una Acción de tan grande responsabilidad; pero por otra parte, después de haber dado a luz semejante decisión, empezó a inquietarle el femenino pensamiento de que el candidato rechazado podría estar necesitado y ser digno de su ayuda. Si algo le faltaba, de ninguna manera lo podía conseguir mejor que colaborando en la gran Acción, la cual le daría oportunidad de ponerse en contacto directo con ella y con Arnheim. Al final se decidió Diotima por esta última solución, pero indudablemente se trataba sólo de consideraciones complementarias.