La atmósfera que reinaba en la reunión en la Torre del Claro Verde distaba mucho de ser cordial. Danilo no tardó en darse cuenta de que, por desgracia, Elaith había juzgado correctamente a los elfos de Aguas Profundas. Algunos de ellos habían sido expulsados hacía poco de esa torre y no perdonaban a Elaith por haberlo ordenado.
Ni tampoco estaban dispuestos a seguirlo. La madre del elfo asesinado junto a Belinda Gundwynd exigió saber airadamente si Elaith había tenido algo que ver con la muerte de su hijo.
—Decidme, milord —le preguntó en amargo tono de mofa—, ¿la muerte de mi hijo fue parte de vuestra venganza contra las familias nobles?
Antes de que Elaith pudiera responder, Arilyn se adelantó. Colocó una mano sobre la hoja de luna y tomó la palabra.
—Todos sabéis qué es esto. No puede derramar sangre inocente y jamás puede ser usada para causarnos daño. Si lo que Elaith Craulnober nos pide es el camino justo y verdadero, si Elaith es merecedor de nuestra lealtad, la espada lo aceptará. Si por el contrario cae, me seguiréis a mí. ¿Estáis de acuerdo?
Había muchas caras dubitativas, pero un rumor recorrió la multitud cuando un espigado elfo se destacó de un pequeño grupo de elfos del bosque. Danilo supo enseguida quién era. Arilyn le había dicho que su amigo Foxfire era un líder guerrero, y ese elfo se movía con la gracia de un consumado luchador. Dan había visto a otros líderes que poseían esa misma fuerza tranquila e indefinible que los rodeaba como una especie de aura e inspiraba confianza en quienes tenían alrededor. Por si eso no fuera prueba suficiente, recordó la costumbre elfa de imponer nombres relacionados con las habilidades o la apariencia física. Foxfire[1] debía su nombre a su larga melena rojiza que tenía el lustre y el color del pelaje de un zorro. Superando sus prejuicios, tuvo que admitir que jamás había visto a un varón, fuera de la raza que fuera, más apuesto que el tal Foxfire.
Foxfire se quitó una banda del brazo y entonces la arrojó a los pies del elfo de la luna. Era un ritual sobre el que Dan había leído. Sin duda, esa banda llevaba la insignia que definía la posición de Foxfire como líder de los guerreros.
—Yo y mi gente acataremos la decisión de la hoja de luna —declaró en un élfico musical y voz grave.
Los elfos del bosque se levantaron y se colocaron tras él. Desde luego, no sabían que la magia de la hoja de luna se mostraba inestable e incluso contradictoria.
En ese instante, Danilo comprendió qué se proponía Arilyn, y el temor se apoderó de él por completo. Como si la semielfa pudiera percibirlo, se volvió para mirarlo a los ojos. Había desaparecido toda traza de reserva; sus ojos eran fiel reflejo de su corazón, y Danilo no tuvo duda de que también los suyos expresaban lo mismo. Tampoco dudó de que esa última mirada, supremamente sincera, podría ser el adiós silencioso de Arilyn.
La semielfa le dio la espalda y se encaró con Elaith; desenvainó la espada y la levantó en gesto de desafío.
Pálido como la cera, el elfo de la luna desenvainó su arma y le devolvió el saludo.
No había temor en su rostro, aunque era evidente que creía que le había llegado su hora.
Danilo sospechaba que Elaith deseaba la muerte. Pese a no haber obtenido de la Mhaorkiira la respuesta que tanto buscaba, la muerte por decreto de la hoja de luna zanjaría una cuestión que le obsesionaba y le negaba la paz de espíritu. El humano admiró el increíble coraje que mostraban esos dos elfos tan distintos entre sí.
Arilyn alzó la espada para descargar un poderoso mandoble. La hoja de luna descendió zumbando en el aire, pero no llegó ni a rozar a Elaith.
Se produjo un terrible estallido. Por un segundo, los horrorizados ojos de Danilo percibieron el perfil del cráneo bajo el rostro de Arilyn, así como los huesos de los brazos. Esa visión se desvaneció en un instante para dejar paso a la de la semielfa caída en el suelo. Tenía las manos chamuscadas y los ojos abiertos con la mirada fija. No obstante, no movía ni un músculo.
Antes de que Danilo pudiera reaccionar, Elaith arrojó la espada que empuñaba y se arrodilló junto a ella. Entonces, cerró la mano en un puño y comenzó a golpear con fuerza, una vez tras otra, el pecho de la semielfa. Instintivamente, Danilo quiso intervenir, pero Foxfire lo sujetó para impedírselo.
—Hace lo correcto —le dijo el líder guerrero con suavidad.
Danilo comprendió que tenía razón, hizo un gesto de asentimiento, se desasió de las manos del elfo del bosque y fue a arrodillarse al lado de su enamorada y de su amigo elfo. Durante varios segundos, tuvo que limitarse a mirar mientras Elaith seguía tratando de reanimar a la semielfa de un modo bastante brutal.
De pronto, Arilyn tomó aire al mismo tiempo que emitía un grito ahogado. Cerró los ojos mientras luchaba por sobreponerse al dolor de las quemaduras. Una vez que se hubo controlado, volvió a abrirlos y contempló los sombríos ojos elfos que la observaban.
—La espada ha hablado —dijo con voz débil y entrecortada—. Obedeced al lord elfo.
Una elfa del bosque menuda y de piel muy tostada se distinguió del grupo.
—Ve con los otros —ordenó bruscamente a Danilo—. Soy chamán y la curaré.
Con una mirada, pidió a Foxfire que la ayudara a mover a la herida. El líder guerrero sacudió la cabeza y señaló a Dan.
Danilo la cogió cuidadosamente en brazos y siguió a la chamán fuera de la habitación.
—Sabías que pasaría esto —dijo en voz baja.
Arilyn asintió una vez con gran esfuerzo y se volvió hacia Elaith. El elfo de la luna caminaba junto a Dan con los ojos fijos en Arilyn. Su inescrutable calma había desaparecido, rota por el sacrificio que su princesa había hecho por el pueblo elfo, por la familia de su enamorado humano y también por él. ¡Por él!
—No conseguiste la Mhaorkiira, pero ya tienes tu respuesta. ¿Estás satisfecho?
Una expresión de asombro apareció en el rostro de elfo.
—Todos estos años y todas las cosas que he hecho… —se maravilló—. Creía que estaba más allá de los remordimientos y también de la redención.
—A veces, lo único que diferencia un héroe de un villano es quién explica la historia —repuso Arilyn, hablando lentamente—. Pregunta a estos elfos quién soy yo y te hablarán de la hoja de luna. Pregunta a los humanos y te hablarán de una asesina. En tu caso, es igual.
—Hablas demasiado —la riñó la chamán.
Arilyn cerró los ojos.
—Debía decirlo.
Danilo la dejó al cuidado de la menuda pero temible elfa del bosque para regresar al salón. Puesto que Elaith no se mostraba dispuesto a comentar lo que acababa de suceder, decidió dejar esa conversación para más tarde y fue a hablar con Foxfire.
—Ha sido un gesto muy noble por tu parte —le dijo—. Has demostrado una excepcional amabilidad con un extraño.
El elfo del bosque le dirigió una enigmática sonrisa.
—Ya te había visto antes, una vez, en un campo de batalla cerca de mi bosque.
Arilyn invocó a todas las sombras élficas de su espada, y la tuya estaba entre ellas.
—Ya no. Ese vínculo se ha roto.
—Ha cambiado —lo corrigió Foxfire—. No se ha roto. Ella te necesita.
—¿Para qué? —se sorprendió Danilo.
—Arilyn es coraje. Nunca había conocido a una elfa que encarnara de manera tan absoluta el coraje como ella. No obstante, es semielfa y le faltan algunas cualidades. La música y la risa fácil son tan importantes para el alma elfa como la luz de la luna. Y esas cualidades las encuentra en ti. Procura dárselas y siempre tendrás en mí a un amigo.
Eran palabras sinceras, y además le proporcionaban la respuesta que Danilo había buscado con tanto ahínco. Alzó una mano en el gesto del compromiso elfo, pero Foxfire se echó a reír y le tendió una mano para saludarse como era costumbre entre los aventureros humanos. Tras darse un apretón en la muñeca, fueron a reunirse con los demás para preparar la batalla.