—Todo encaja —dijo Danilo, pensativo, cuando se lo explicaron—. ¿Él anillo que viste a Isabeau en la finca de los Eltorchul era como el que encontramos en la mano cercenada?
—No se me había ocurrido, pero ahora que lo mencionas es cierto que ese anillo se me antojó familiar. Era de oro y tenía una gema rosa.
—Apuesto a que el anillo que encontramos era una mera ilusión. Y la mano también, sin duda. —Danilo comenzó a caminar de un lado a otro—. ¿Recuerdas en qué estado hallamos el estudio de Oth? Mesas volcadas, suelo lleno de piezas de loza rotas e ingredientes de hechizos muy comunes, aunque los estantes, que estaban atestados de valiosas ampollas, pergaminos y cajas, no se habían ni tocado.
—No es extraño que la familia Eltorchul mantuviera en secreto la muerte de Oth —dijo la semielfa—. Pero ¿qué razón podría tener él para fingir su muerte?
—Yo puedo responder a eso —intervino Elaith—. La mayor parte ya lo sabéis gracias a esa bocazas de Myrna Cassalanter. La importación y exportación ilegal que entra y sale de esta ciudad están sujetas a un estricto control secreto. Durante muchos años, me he dedicado a levantar un imperio propio. —Sonrió apenas—. Supongo que debería halagarme el hecho de que me consideren una amenaza. Las sietes familias me han enviado advertencias, unas sutiles y otras menos.
—Por ejemplo, el ataque tren en la mansión Thann —apuntó Arilyn.
—Ésa fue muy poco sutil —repuso el elfo secamente—. No te inquietes, lord Thann, no fue organizada por tu familia. Naturalmente quien lo preparó esperaba que yo culpara a los Thann y tratara de vengarme. Ello hubiera dado a la familia Thann motivos para unirse a los demás en sus intentos por derrocarme.
—Así pues, ¿lady Cassandra no tiene nada que ver en esto?
—Yo no he dicho eso. Es posible que no haya tenido más remedio que pasar a la acción.
—¿Qué tipo de acción? —preguntó Arilyn.
El elfo meditó largamente la respuesta.
—Pensaba que tenía en mis manos la Mhaorkiira. Tenía buenas razones para creerlo. Tomé medidas para asegurarme de que determinadas personas usaran las esferas de sueños para así obtener información, que luego empleaba para atacar al consorcio de las dos ciudades.
—¿Por ejemplo? —preguntó Danilo con recelo.
—Para empezar, yo no tuve nada que ver con la muerte de tu hermana.
—Fue Oth —afirmó Arilyn con convicción—. Si es capaz de adoptar la forma de un gato, ¿por qué no la de un tren? Desde luego, Isabeau tenía motivos para huir de él, pues a juzgar por lo que dice Elaith, no le robó una sola vez, sino dos. Probablemente, Isabeau acusó a Elaith por rencor. ¿Y Belinda Gundwynd?
—Sospecho que fue Ilzimmer —dijo el elfo en tono cansino—. El camino que lleva hasta él es bastante tortuoso. En el curso de un duelo, maté a un capitán mercenario al servicio del clan Ilzimmer. El arma asesina era de los Amcathra y fue robada durante la emboscada.
Danilo lo miró sin comprender.
—¿Qué tiene eso que ver con el clan Gundwynd?
—Es de todos sabido que la familia Amcathra no forma parte del consorcio de las dos ciudades. Ésa es la razón por la cual te hablé de Regnet —admitió el elfo—. No fue más que un intento de desviar la atención. Tal como había previsto, los Ilzimmer creyeron que el arma que usé apuntaba a los Gundwynd. Después de todo, fue robada de su caravana. El hecho de que fuese empleada para matar a un soldado a sueldo de los Ilzimmer, especialmente teniendo en cuenta que era el capitán de la caravana, podría ser visto como una acusación directa. La muerte de Belinda fue un aviso.
—¿Y también los ataques contra Danilo y contra mí? ¿Qué me dices de Simón Ilzimmer?
—Eso fue cosa mía —admitió Elaith con una despiadada sonrisa y sin el menor indicio de remordimiento—. La cortesana era empleada mía y se estaba consumiendo por una enfermedad de los pulmones. Unas pocas ilusiones, unas pocas monedas bien gastadas…, y muchos estuvieron dispuestos a jurar que vieron a Simón Ilzimmer salir de su habitación.
—No puedo decir que me caiga simpático, pero no apruebo tus métodos —protestó Danilo acaloradamente—. Dejemos de lado si Simón es inocente, en sentido general, o únicamente en ese caso concreto. ¿Y qué me dices de quienes testificaron?
Supongo que fueron elegidos para implicar a otra familia y avivar las llamas, ¿no es cierto?
Elaith hizo un gesto de asentimiento.
—Trataré de enmendar lo que sea posible. Dijiste que ese mismo día tuviste unas palabras con Simón Ilzimmer. ¿Recuerdas la hora?
—Las campanas del templo de Ilmater estaban sonando —recordó Arilyn.
—Ahí tenemos la respuesta —dijo Elaith con satisfacción—. La hora es bastante cercana. Podrás exculparlo, y ello contribuirá a las buenas relaciones entre las familias Ilzimmer y Thann. Será sencillo culpar a Oth. Sabemos que ha cometido asesinatos adoptando otras formas. ¿Por qué no afirmar que adoptó la forma física de Simón Ilzimmer?
Danilo quiso protestar, pero enseguida accedió con una inclinación de cabeza.
—Antes de poder acusar a Oth tenemos que encontrarlo. La pregunta es cómo.
—Yo veo varios caminos posibles, ninguno de ellos demasiado atractivo —dijo el elfo—. Uno es dejarlo en manos de los Señores de Aguas Profundas, aunque son acusaciones difíciles de probar, y tal vez no sirviera para más que para intensificar la enemistad entre las familias. Otra posibilidad sería dejar que las familias solucionen este asunto solas y esperar que el derramamiento de sangre sea mínimo. Esta opción es mi preferida, excepto porque tanto tú como la princesa podríais sufrir represalias.
Danilo hizo una mueca.
—¿O?
—Podríamos entregar a Oth a las familias —sugirió el elfo con una fría y despiadada sonrisa—. Claro está que antes tendríamos que encontrarlo y atraparlo.
—No es tarea fácil encontrar a un muerto capaz de cambiar de aspecto —señaló Arilyn.
—Será más fácil de lo que imaginas. —El elfo se sacó el cristal rojo del bolsillo y lo arrojó encima de la mesa—. Oth me ha estado enviando información a través de esta piedra; cosas que quiere que sepa. Nos quiere ver a los tres muertos y trata de hacernos caer en una trampa. Se lo serviremos en bandeja de plata.
—He oído otros planes mejores, aunque sigue. Peor no puede ser —comentó Danilo secamente.
Elaith extendió un brazo y dio suaves golpecitos a la gema.
—Dentro de dos noches, se producirá un ataque masivo coordinado de los tren contra miembros de las familias Thann e Ilzimmer.
—¿Por qué haría Oth tal cosa?
—Por varias razones. Existe una rivalidad entre ambas familias que viene de lejos.
Las dos creerán que los ataques han sido propiciados por el clan rival y devolverán el golpe. Lucharán hasta que se debiliten. Más pronto o más tarde, las demás familias tendrán que intervenir para zanjar la disputa.
—¿Por qué quiere Oth crear problemas entre las familias? —se preguntó Danilo.
—Te recuerdo que los Eltorchul se están arruinando.
—No me extraña nada —dijo Arilyn—. Excavar nuevos túneles no es nada barato, ni tampoco contratar los servicios de asesinos tren.
—Ni la investigación —añadió Danilo—. Seguramente tuvo que gastarse una verdadera fortuna para desarrollar las esferas de sueños.
Elaith sacudió la cabeza.
—No fue tanto en comparación con el provecho que Oth podría sacarles si conseguía introducir a su clan en el tráfico entre las dos ciudades. A través de las esferas de sueños, podía averiguar información suficiente sobre el comercio clandestino para presentar una oferta convincente. Por suerte, su plan más ambicioso fracasó: me atrajo al comercio con las esferas de sueños con la esperanza de que me sintiera tentado a utilizarlas para mí mismo y, de ese modo, revelarle secretos que no confío a nadie. Si tenía éxito allí donde las siete familias fallaban y ponía en sus manos mi destino, las otras familias lo recibirían en el consorcio con los brazos abiertos.
—Aún quedan algunos cabos sueltos —dijo Arilyn—. Es evidente que la nobleza de Aguas Profundas no acepta a los elfos, aunque la familia Eltorchul parece tenerles una aversión especial.
La explicación se la proporcionó Danilo.
—Oth es un hombre arrogante, y la mera idea de que algún tipo de magia esté fuera de su alcance le resulta profundamente ofensiva. Deberías haberle visto la cara en el Baile de la Gema cuando me pidió que le enseñara el canto hechizador.
—Tienes toda la razón —convino con él Elaith—. Hace algunos años, Oth trató de comprar hechizos élficos a los sacerdotes del templo del Panteón. Desde luego, le dieron calabazas.
—Sibylanthra Dezlentyr era maga —recordó Arilyn—. Es posible que también ella desairara a Oth. Tal vez para entonces Oth ya estaba trabajando con la Mhaorkiira.
Si temió que Sibylanthra hubiera adivinado cuáles eran sus intenciones, es posible que considerara necesario silenciarla.
Elaith se sobresaltó, aunque enseguida se enfureció.
—Yo diría que es muy probable.
—Sí, las piezas encajan —caviló Arilyn—. Posiblemente fue asesinada con veneno. Diloontier vende venenos y actúa de intermediario para quien quiere contratar los servicios de los tren. Está claro que Oth tiene algún contacto con el perfumista. Eso explicaría también el intento de asesinato de Myrna Cassalanter.
—No, fui yo —confesó Elaith cándidamente. Ante las incrédulas miradas de ambos se encogió de hombros—. Se lo merecía. ¿Quién creéis que ordenó el ataque contra Danilo fuera de la casa de Regnet?
Danilo se masajeó las sienes.
—Ya hablaremos de eso en otro momento. Supongo que sabes dónde se producirán los ataques.
—Sí. —Elaith lanzó un hondo suspiro de frustración—. Por desgracia, no cuento con hombres suficientes para contrarrestarlos. Pese a que tengo muchos empleados, no confío en ninguno de ellos cuando se trata de este asunto. La remesa de esferas de sueños que conseguí en Puerto Calavera es una miseria en comparación con las que, sin duda, posee Oth. Apostaría a que han llegado ya a manos de cualquier hombre, mujer o monstruo a los que se ha visto frecuentar mis establecimientos o recibir un pago de mí.
»Los únicos en quienes confío están en esta habitación. No conozco a nadie más.
—Yo sí —dijo Arilyn inesperadamente.
Danilo asintió lentamente, adivinando qué se proponía.
—Los elfos de Tethyr han acudido para luchar a tu lado en caso necesario. Y hay más elfos en la ciudad, a los que podríamos reclutar para la causa.
Elaith soltó un resoplido.
—Perdona que te diga que no comprendes la mentalidad elfa. En su mayor parte, los elfos de Aguas Profundas son dorados o plateados, como Arilyn y yo mismo. ¿A quién seguirán? ¿A una banda de elfos del bosque que a sus ojos no son más que una panda de salvajes a los que no conocen? ¿A una semielfa? ¿A un canalla como yo?
Todos los elfos de esta ciudad conocen mi reputación, y más de uno de ellos ha sido víctima indirecta de mis fechorías. No tienen ninguna razón para confiar en mí, especialmente si llega a sus oídos que la Mhaorkiira Hadryad está metida en esto. No, lo siento, pero los elfos de Aguas Profundas no se unirán bajo ninguno de esos estandartes.
—Tú envía a mensajeros para reunir a todos los elfos que conozcas. Del resto, me encargo yo —declaró Arilyn con determinación.
Lady Cassandra miró a su benjamín con recelo.
—¿Vienes a quemarme más libros? —preguntó.
—Vengo a avisarte, madre. Ya he desenredado la madeja y creo que deberías saber qué he averiguado.
Cassandra asintió como si no le sorprendiera en absoluto. Danilo la puso al corriente.
—Yo no ordené los ataques de los tren —dijo la dama en tono tenso y preocupado—, aunque si todo esto sale a luz nadie me creerá y la familia Thann caerá en desgracia. ¡No sé cómo podremos recuperarnos una vez que la guerra entre familias haya acabado!
—No habrá tal guerra —declaró Dan con firmeza—, al menos ninguna en la que la familia Thann esté implicada. Para variar, mantente al margen y deja que otros se ocupen. Toma precauciones para proteger a la familia, pero no digas nada a la servidumbre.
Cassandra no estaba muy conforme, pero no dijo nada.
Al cabo de un momento, Danilo abordó un tema sobre el que necesitaba tener una respuesta.
—Arilyn y yo hemos compartido la ceremonia elfa de unión de manos. Ahora estamos comprometidos. Arilyn lleva un anillo que le regalé, y pensamos casarnos.
Quiero que sepas que ella tiene mi toda mi lealtad, por delante de cualquier otra persona o cosa. Se merece eso y más.
—Eso nunca lo he dudado —murmuró la dama.
—Entonces, explícame por qué te has opuesto tanto a nuestra unión.
Por un instante, Cassandra mostró un aspecto cansado y casi frágil.
—Es posible que tú y Arilyn tengáis hijos, y es posible que esos hijos tengan aspecto de semielfos. Eso daría mucho de que hablar.
Danilo hizo un gesto de asentimiento para animarla a seguir.
—Cuando hablaste de tu herencia elfa pensé que lo sabías, pero cuando se me pasó la sorpresa inicial me di cuenta de que Khelben debía de haberte explicado una historia de un lejano antepasado elfo. El hijo de Arun era hijo de un semielfo. No obstante, hay un lazo de sangre más cercano.
»Yo nací antes de que mi padre llegara a Aguas Profundas —prosiguió tras inspirar hondo—. Mi madre murió al dar a luz; sólo mi padre la atendió en el parto.
Poco después, volvió a casarse. El Khelben cuyo nombre el archimago tomó prestado nació de esa unión, y yo siempre consideré a su madre la mía propia. Pocos saben la verdad. Y nadie que quede vivo sabe que era semielfa.
—Y te avergüenzas de ello —se asombró Danilo.
—Yo no, pero ya has visto cómo trata la nobleza a quienes son de sangre mezclada. —Cassandra señaló con un amplio gesto la cuidada mansión—. Mira qué he hecho. Cuando me casé con tu padre, el negocio de los Thann era un caos. Me he ganado con creces la posición que ahora ocupo. Nadie de mi familia, ni siquiera aquéllos que poseen los dones mágicos que a mí me han sido negados, ha llegado a la nobleza. Eso es lo que tengo. Eso es lo que soy.
Pese a hablar en tono gélido, la voz le temblaba ligeramente. Danilo reflexionó con cuidado sobre lo que había oído antes de responder.
—Nada más lejos de mi intención que arrebatártelo, madre.
Pero ella sacudió la cabeza.
—Sin el negocio de las dos ciudades, todo se perderá. No hablo solamente de dinero. ¿Crees que las demás familias permitirán que los Thann sobrevivan si tratamos de abandonar la alianza?
Danilo ya había pensado en ello. Para bien o para mal, sería un secreto que jamás revelaría.
—Los Thann sobrevivirán —afirmó.
—¿Qué te propones? —preguntó Cassandra, que aún no se daba por satisfecha—. ¿Cómo piensas impedir que se tomen represalias contra nosotros una vez que se sepa que estás implicado?
—De eso, no te preocupes. Cuento con aliados que nadie podrá relacionar con esta casa noble ni con ninguna otra.
Cassandra pensó en ello y soltó una breve y amarga carcajada por lo irónico de la situación.
—Haz lo que debas hacer, hijo mío. —Vaciló antes de dirigirle una sonrisa sincera, que llevaba una gran carga de burla contra sí misma—. Agua dulce y risa fácil hasta que volvamos a encontrarnos.
La tradicional fórmula de despedida elfa tomó por sorpresa a Dan y lo dejó confuso y profundamente conmovido. No entendía a Cassandra Thann y sabía que nunca hallaría el modo de penetrar las múltiples capas y retorcidos caminos de su mente. Pero de algo estaba seguro: su madre lo había bendecido usando unas palabras que para él tenían mucho significado. Dan le tomó una mano, le besó los dedos y abandonó rápidamente la mansión familiar, a fin de prepararse para la batalla que se avecinaba.