—Las semanas más jodidamente miserables de mi vida después de aquello. —Adam pasaba las páginas leyendo por encima las siguientes entradas tras aquella noche.
Le acaricié la nuca con la mano.
—También las mías, cielo.
Me retiró la mano de su cuello y le dio la vuelta para besarme distraído en los nudillos.
—La noche en que se casaron Jenna y Ed fue una jodida tortura.
Lo fue, ambos fuimos con pareja. Yo llevé a Nicholas únicamente por ser especialmente irritante y Adam llevó a alguna chica al azar. Aunque durante la boda mostré mi cara más amable y me negué firmemente a mirar a Adam, fue una de las experiencias más dolorosas de mi vida.
Adam enlazó sus dedos con los míos y los colocó en su regazo.
—Aquí está. —Levantó el diario.
—¿El qué? —Fruncí las cejas, intentando entender mi letra.
—Iba rápido esperando encontrar mi visita matutina.
Lunes, 17 de diciembre
Estoy escribiendo esto tan rápido como puedo porque veo a Adam deseando robarme el boli y coger cualquier cosa que esté en su mano para llamar mi atención. En tanto que me gustarían las maneras que usaría, será mejor que deje de escribir. Ha sido un terrible fin de semana, pero hoy me siento más fuerte y tengo un rato. Esta mañana me he despertado con algo bonito, y juro que después de la semana que he tenido creí que eso sería imposible…
Concentrada en una grieta en el techo decidí dejar atrás la confusión y la desesperación. Estaba esa parte enterrada de mí que seguía intentando empujar hacia arriba y asir mi pecho desde dentro hacia fuera para tirar de mí y susurrar «no estoy preparada para morir».
«Detente, detente, detente, detente, detente, detente…»
No podía pensar de ese modo.
Sin embargo, era de lo que me había estado guardando durante meses. Cuando el doctor me dijo que necesitaba gafas, ignoré mis propios instintos y me aferré a esa solución con absoluto alivio.
Aun así las jaquecas seguían viniendo, el cansancio fue a peor y la ansiedad que oculté a todo el mundo siguió creciendo.
Diez días antes había tenido un ataque en la cocina. Estaba tan aterrada y a la vez tan aliviada en la sala de espera del hospital mientras esperaba turno para la resonancia, con el estómago encogido de dolor pero con la tranquilidad de saber de una vez qué demonios me estaba ocurriendo.
Era un tumor. Un tumor cerebral.
Intenté tomar aire. Habíamos esperado diez días para que nos dieran los resultados y eran esos, y no me podrían decir nada más. Tenía que esperar otras veinticuatro horas para saber si era cáncer o no.
Quería afrontarlo de manera elegante, no solo por mí, sino también por Braden, mi madre, Clark, Hannah y Declan. Quería afrontarlo de buen grado por Joss, pues sabía que para ella iba a ser muy difícil. Y, sin embargo, su reacción…
Una lágrima resbaló por mi mejilla al recordar su reacción apenas unas horas antes. Había visto el pánico en sus ojos y luego simplemente… se encerró en sí misma. Sencillamente me dejó. Cuando más la necesitaba ella simplemente… se marchó.
Braden estaba furioso y muerto de miedo por mí y por ella e intentando no estarlo. Su ansiedad me estaba poniendo peor, así que le pedí que se marchara a hablar con mi madre y con Clark. Entendió que necesitaba algo de tiempo para mí misma y me lo concedió.
No podía pensar en lo peor. No sería como Joss. Me refiero a que quería estar preparada, pero no era pesimista. Y seguramente, era demasiado joven para… Uno nunca piensa que algo así le va a pasar. Es como un sueño, es surrealista, como si estuvieras viendo la vida de otro en una película.
Sonó el móvil y me giré para mirar por encima de la almohada en la mesita.
Era Adam.
Respiré a pesar de la opresión que sentía en el pecho y alcancé el teléfono. Desde que aterrizara en el hospital hacía entonces diez días, Adam había renegado de su promesa de mantenerse alejado de mi vida. Me llamaba todos los días e iba al piso como si pensara que iba a permitir que se saliera con la suya. Demasiado cansada para pelear, sí le permití salirse con la suya esa vez.
—Hola —contesté, e incluso yo advertí que no sonaba como yo misma.
Se produjo un crujido en la línea, hasta que él dejó escapar un enorme suspiro.
—Braden ha llamado.
Me puse tensa al oír la aspereza en la voz de Adam, el quebrantamiento ahogado de su tono.
—Sí.
—Dios, Ellie —gimió como en agonía—. Cariño…
—No. —Sacudí la cabeza aun cuando no podía verme y me mordí el labio intentando contener el torrente de lágrimas. Tan pronto como supe que podría continuar hablando sin llorar, añadí—: No sabemos nada todavía.
—Sé que necesito ir a donde estés. Estaré allí en diez minutos.
—No, no vengas —dije con fuerza antes de callarme; el corazón me golpeaba el pecho ante la idea de tener a Adam aquí y abrazarme contra él—. No quiero que vengas.
—Joder, Els.
Hice una mueca ante el dolor que reflejaba su voz.
—Por favor, Adam.
—Lo necesito. Necesito estar a tu lado. Te quiero Ellie. Estoy jodidamente enamorado de ti.
Estaba llorando.
Nunca le había oído ni visto llorar antes. Ante sus lágrimas y su rotunda confesión, yo también comencé a llorar y dejé caer la cabeza sobre la almohada, apretando fuerte el teléfono contra mi oreja. Al final suspiré.
—Solo mantente en la línea conmigo, ¿te parece?
Adam se aclaró la garganta y con la voz rota me dijo:
—Lo que quieras, pequeña.
Suspiré y me acerqué aún más el teléfono.
—No sabemos nada todavía —repetí.
—Podría no ser nada —añadió.
—Sea lo que sea, voy a luchar.
—Lucharé contigo.
—Chisss —le silencié despacio—. Sin promesas. No de esas.
—He dejado de perder el tiempo, Els.
Sonreí con tristeza, demasiado agotada para hablar de nada.
—Solo pierde un poquito más de tiempo por mí. Por favor.
Permaneció callado durante un rato, y finalmente me contestó bajito:
—Solo un poco más, pequeña. Solo un poco más.
***
La factura de teléfono de Adam debió ser ridícula, pero dudo que le importara. Estuvo conmigo al teléfono durante dos horas y apenas hablamos. Sencillamente le oía respirar y él me oía respirar a mí. Finalmente colgamos cuando Braden regresó, pero se negó a decirme «adiós» y por primera vez sentí el miedo sin diluir en su voz cuando me suplicó que no pronunciara esa palabra.
Era mucho, era una enormidad. Pero una cosa era admitir ante mí que me amaba y otra admitirlo frente a Braden. Necesitaba combatir primero la crisis del tumor antes de comenzar a plantearme lidiar con mi situación con Adam.
Vi un rato la televisión con Braden, me acurruqué a su lado mientras me acariciaba el pelo con cariño. Mi madre y Clark habían tenido una gran discusión con él porque querían venir y él había dicho que no había nada que pudieran hacer y que, mientras estuviera perdida en el limbo, era mejor dejarme en paz y tranquila y que no me preocupara sobre cómo llevaban los demás el asunto. Lo agradecí muchísimo, pero de todas formas les llamé, una llamada corta para que escucharan mi voz y para pedirles que me llevaran a la cita con el médico al día siguiente. Pese a que al principio fue todo bien, Clark dijo adiós de forma precipitada cuando mamá comenzó a sollozar. Desde luego eso me hizo sentirme fatal, y entonces me calmé, y fuera ya se había vuelto oscuro y la tarde había pasado, y el miedo a lo que me pudieran decir al día siguiente me atenazó.
Braden me llevó a la cama y me puso en la mano un tazón de agua caliente con whisky. Se sentó en la cama mientras me lo bebía y se quedó allí hasta que finalmente cerré los ojos.
Se abrieron de repente ante el sonido de un crujido en el suelo de mi habitación. Estaba hecha un ovillo en la oscuridad de mi cama y, a través de la luz de la luna que se filtraba por el ventanal, vi a Joss en pie frente a mi cama.
Sorprendida de que hubiera vuelto pero todavía dolida por su anterior deserción, solo pude mirarla con ojos interrogantes.
Abrí los ojos desorbitadamente al advertir que Joss estaba llorando. Joss. Sabía que había salido corriendo antes por el equipaje que cargaba con la muerte de toda su familia. También sabía que era el miedo lo que la había hecho salir corriendo, pero ser testigo ahora de sus lágrimas me hizo darme cuenta de cuánto significaba para ella. Estaba aterrada ante la idea de perderme.
Mis mejillas se llenaron de lágrimas y eso puso a Joss en acción. Se arrastró hasta la cama y se acomodó detrás de mí, así que me di la vuelta y de inmediato apoyó la cabeza en mi hombro y se colocó todavía más cerca. Me cogió la mano y la acunó entre las suyas.
—Lo siento —susurró.
—Está bien —le contesté, y lo decía de veras—. Has vuelto.
—Te quiero, Ellie Carmichael. Y vas a salir de esta.
¿Me había ganado el amor y el afecto de alguien tan perdido como Joss Butler? Para mí aquello fue un montón de luz en un montón de oscuridad y me sentí abrumada. Traté de tragarme un sollozo para poder contestarle, y le susurré la misma verdad:
—Yo también te quiero, Joss.
***
Braden se había levantado temprano esa mañana y nos había hecho el desayuno. Aun con la cita con el neurocirujano que se avecinaba aquella tarde, pude deducir que algo terrible había pasado entre Braden y Joss. Al preguntarles, adiviné que habían roto e intenté no sentirme culpable. Fracasé.
Estaba claro que habían roto por mí, por la reacción de Joss a lo que me estaba ocurriendo. Oí la voz helada con la que Braden se dirigía a ella y el dolor que le provocaba y quise intervenir, quise arreglar lo que inadvertidamente había ayudado a romper. Pero ellos no lo hubieran aceptado y me enviaron a la habitación a darme una ducha.
En un momento oí como sus voces se elevaban por encima del chorro del agua y entonces un plato que se rompía, seguido de más gritos. Preocupada, cerré el grifo y salí, pero las voces habían vuelto a convertirse en murmullos. Aun así me sequé rápidamente y me puse un albornoz, preparada para interponerme entre ellos si era necesario. Mientras caminaba despacio por el distribuidor oí la voz de Braden diciéndole que la amaba y que no pensaba dejar de luchar por ella. Le prometió a su manera que sería implacable. La romántica que hay en mí casi se desmaya en el acto.
—Tú estás enfermo —le siseó ella en respuesta.
—No. —Me mostré en desacuerdo al llegar a la cocina y detenerme en la puerta sonriéndoles—. Está luchando por lo que quiere.
—No es el único.
Giré la cabeza conmocionada ante el familiar sonido de su voz, con el corazón galopando, mientras Adam entraba en el piso y se dirigía hacia mí. Se le veía fatal, con ojeras bajo los ojos rojos, y como si no se hubiera afeitado en un par de días.
Y aun así estaba absolutamente arrebatador, y la forma en la que me miraba, como si yo fuera algo precioso revoloteando fuera del alcance de sus brazos, era sencillamente maravillosa.
Cuando se detuvo delante de mí, me tomó la mano, se la llevó a los labios y cerró los ojos con fuerza al tiempo que me la besaba. Me quedé sin aliento cuando abrió los ojos y vi que las lágrimas de la tarde anterior regresaban, brillando en sus profundidades. Supe también por la determinación en su mirada que hablaba en serio cuando dijo que perdería muy poco tiempo más por mí. Y ese tiempo eran menos de veinticuatro horas.
Por eso cuando tiró de mi mano y me metió en la cocina con él mientras encaraba a Braden, se lo permití. Porque hacía apenas unas horas había descubierto que tal vez sí o tal vez no tenía la mayor lucha de mi vida en mis manos y, por encima de todo, quería que la persona que luchara a mi lado fuera Adam Gerard Sutherland. Teníamos una historia, y quería seguir añadiendo años a esa historia.
—Necesito decirte algo. —Adam miró a Braden y pude ver la tensión que vibraba en su cuerpo.
Lo estaba haciendo. Iba realmente a arriesgarlo todo por mí. Apreté con fuerza su mano.
Braden se cruzó de brazos, sus ojos miraron a Adam, luego a mí y volvieron de nuevo a Adam, y supe que lo sabía pero que no iba a ponérselo fácil.
—Dime.
—Eres como un hermano para mí. Nunca haría nada que te hiciera daño. Y sé que no he sido lo que se dice trigo limpio con tu hermana pequeña, pero estoy enamorado de Ellie, Braden, lo he estado durante mucho tiempo y no puedo no estarlo. He desperdiciado mucho tiempo intentándolo.
No creo que ninguno de nosotros respirara mientras esperábamos la respuesta de Braden. Después de un minuto de contemplación, finalmente se giró hacia mí, mirándome con ternura.
—¿Le quieres?
Adam me miró y me sorprendió ver un destello de inseguridad en sus ojos. Hombre tonto. Tomé su brazo con más fuerza para infundirle seguridad y entonces sonreí a mi hermano.
—Sí.
Y de forma bastante casual, como si Adam y yo no estuviéramos muertos de miedo por su posible reacción, Braden se encogió de hombros y se acercó a enchufar el hervidor de agua.
—En jodida buena hora. Empezabais a provocarme dolor de cabeza.
Mis músculos se tensaron. ¿Lo había sabido todo ese tiempo? Adam y yo nos habíamos colocado en una situación dolorosa que casi nos rompe el corazón estos últimos meses, ¿y Braden sabía qué sentíamos el uno por el otro?
—Eres realmente lo que se dice una verdadera patada en el culo —le dijo Joss por nosotros. Lo empujó al pasar con enfado y se detuvo para añadir más bajo—: Me alegro por vosotros —a Adam y a mí antes de desaparecer hacia su cuarto de baño.
Braden rio con suavidad.
—Realmente me ama.
La puerta del baño se cerró de golpe y Braden rio de nuevo. Adam frunció el ceño hacia él.
—Espero que te las haga pasar putas, cabrón arrogante.
Braden le dirigió una sonrisa afectada y luego su mirada cambió.
—Necesitaba saber que estabas dispuesto a luchar por ella. Ella bien vale esa lucha.
Adam suspiró y me pasó el brazo por el hombro para acercarme más a su cuerpo y poderme besar así la coronilla.
—Lo sé mejor que nadie.
Cerré los ojos, aspiré su esencia y di gracias al ser divino que fuera por haber añadido otra ráfaga de luz a mi oscuridad.
***
Por un momento me quedé allí acostada, con la sonrisa pegada en la almohada. No solo había despertado con el calor de Adam acurrucado a mi espalda, su frente presionando mi nuca mientras él seguía durmiendo, su pesado brazo alrededor de mi cintura y su pierna derecha entre las mías, sino que me había despertado con ligereza al recordar la liberación. Me desperté sintiéndome más fuerte de lo que me había sentido en mucho tiempo.
El día anterior, a pesar de que sabía por su mirada que quería acompañarme, Adam se quedó intentando mantener la calma en mi piso acompañado de Braden, Joss, Hannah y Dec mientras mi madre y Clark me acompañaban a mi cita con el neurocirujano. El doctor Dunham era un hombre amable de cuarenta y pocos años que acabó con todo mi miedo y el de mis padres con seis palabras.
—No hay nada de que preocuparse.
Nos aseguró que la causa física de los síntomas era un quiste alargado con dos pequeños tumores, y que el quiste estaba presionando el cerebro. Dijo que había que quitarlo precisamente porque estaba situado en la superficie de mi cerebro, que la cirugía tenía muy poco riesgo. Alrededor de un dos por ciento de riesgo. También nos dijo que había una muy pequeña posibilidad de que los tumores fueran cancerígenos y que los mandaría a biopsiar para estar tranquilos. Programó la operación para dos semanas después, y a pesar de que ya había tenido tiempo de pensarlo y estaba aterrada ante la idea del bisturí, el alivio de saber que tenía una enorme posibilidad de luchar una pequeñísima batalla y no por mi vida era abrumador y agotador a partes iguales.
Cuando volvimos a casa y les di la noticia, Adam me sorprendió besándome delante de mis padres. Me sorprendí todavía más cuando vi que ellos no estaban en absoluto sorprendidos. Después bajamos al pub de debajo de casa a compartir pensamientos y a intentar relajarnos después de las peores veinticuatro horas que hubiera experimentado en toda mi vida. Me senté con Adam a un lado y Hannah se acurrucó contra mí en el otro, y a pesar de todo me sentí afortunada cuando me vi rodeada de mi familia y amigos.
En determinado momento mi madre y Clark se llevaron a Hannah y Dec; aunque reticente, Braden se marchó para dar algo de espacio a Joss, y Joss desapareció en su habitación para darnos algo de espacio a Adam y a mí. Pedimos algo para llevar, que devoré con avidez, en tanto sentía que hacía una eternidad que no comía nada, y me metí en la cama. Teníamos mucho de que hablar y yo estaba demasiado exhausta para darle ninguna perspectiva. Pareció que Adam también, porque se marchó con las sobras y regresó únicamente para acurrucarse conmigo en la cama y apagar la luz.
***
Cuando me desperté con la suave luz de la mañana filtrándose a través de las cortinas, me sentía fuerte y preparada para hacer cualquier cosa, y Adam estaba abrazado a mi espalda en la cama.
Era especial, único.
Sentí que su cabello rozaba mi cuello mientras movía el brazo y lo cerraba más alrededor de mi cintura.
—¿Despierta, pequeña? —murmuró somnoliento, con una voz super sexy.
—Sí. —Mi sonrisa se agrandó. Le acaricié ligeramente la frente—. ¿Sabes? En todos los años que te conozco nunca he dormido cerca de ti. Haces ruiditos.
Sentí su pecho moverse tras de mí, riendo.
—¿«Ruiditos»?
Se giró, de forma que podía mirarle a los ojos. Le sonreí mientras se inclinaba hacia mí.
—Haces ruiditos como «hummm».
Me devolvió la sonrisa.
—¿Qué son ruiditos «hummm»?
—Ya sabes, ruiditos, como cuando algo te gusta o te suena bien.
Sonrió, pícaro.
—¿Cómo «mmm»?
—Sí, bueno, exacto, ya sabes, «mmm».
—Creo que mi masculinidad acaba de recibir un golpe.
Rompí a reír y me giré, colocándome cara a cara con él, alargando las manos para acariciarle la mandíbula.
—Tranquilo, me han gustado. He imaginado que esos «mmm» eran por mí.
Me rodeó con sus brazos con más fuerza y empujando mi pierna alrededor de su cadera hasta quedar pegados, los ojos somnolientos de Adam se encendieron y miró mi boca.
—Eran por ti.
—¿Cómo puedes saber que eran por mí si ni siquiera sabías que los estabas haciendo?
—Porque he soñado contigo —contestó al instante, lo que me dejó sorprendida. Se dio cuenta y me apretó—. He tenido esos sueños sobre ti de unos años a esta parte.
—¿Qué hago en esos sueños tuyos? —le pregunté sin aliento. El calor crecía en mi pecho, y un cosquilleo lo hacía todavía más entre mis piernas ante su confesión.
Su mano se deslizó por mi cadera para acariciarme el culo y entonces me empujó hacia delante y pude sentir su erección matutina contra mi pelvis. Mis pezones reaccionaron tensándose, y solté un tembloroso suspiro.
—Unas veces hacemos el amor, otras follamos.
Le miré, mi sonrisa había disminuido.
—Sabes que detesto esa palabra.
Su boca se torció.
—Crees que es «antirromántica».
Me conocía bien. Me encogí de hombros, insegura.
—Els, desear follarte no significa que te quiera menos.
Necesitaba que se explicara, de manera que bajé las manos por su cara y las coloqué ligeramente sobre su pecho.
—¿Qué significa entonces?
—Cuando quiero follarte lo que significa es que quiero hacerlo de una forma ruda y dura.
Para mi propia conmoción, sus palabras me estaban excitando.
—Creo que nunca me han… —Seguía sin estar segura de poder pronunciar la palabra. Había reñido a Joss muchas veces por usarla porque me resultaba sórdida, pero cuando Adam hablaba así…
—Dilo —dijo prácticamente sobre mi boca—. Quiero oírtelo decir con tu dulce boca.
Tragué saliva y le miré con valentía.
—Nunca… nunca me han follado —susurré.
Si era posible, se puso más duro contra mí y, cuando su mano bajó por entre nuestros cuerpos hasta mi tanga, sus dedos entraron con cuidado pero fácilmente en mí.
—Pequeña. —Se inclinó hacia abajo; su boca rozó mis labios, su lengua solo tocó la punta de la mía—. Creo que te gusta la idea de que yo te folle.
En respuesta le besé. Fue un beso intenso, para incitarle, pero en lugar de hacerlo se volvió conmovedor y desesperado.
Adam me dio la vuelta y me colocó de espaldas, presionando mis piernas para que las apartara y pudiera acomodarse entre ellas, y cuando rompió el beso fue para mirarme con tal adoración que no pude respirar.
—No te follaré esta mañana, pequeña. Esta mañana te voy a hacer el amor. Te dejaremos descansar hasta que estés totalmente recuperada y hayas recobrado todas las fuerzas. —Un brillo prometedor iluminó su mirada—. Las necesitarás.
Sonreí, consciente de pronto de que era Adam quien estaba ahí, en mis brazos, hablando de un futuro juntos. Era el sueño de los últimos trece años hecho realidad.
—No puedes ni hacerte a la idea de lo mucho que te quiero.
Asintió despacio, subiéndome el camisón por el torso.
—Tanto como yo te quiero a ti.
Fue la primera vez que lo dijo en un momento en que realmente me pude permitir sentirlo. Aquellas dos palabras cayeron sobre mí y llenaron mi pecho, y mientras me sacaba el camisón por la cabeza y yacía casi desnuda para que me mirara cuanto quisiera le sonreí tímidamente.
—¿Sabes? No me importa lo que hagamos esta mañana. Puedes hacerme cualquier cosa que desees.
Para mi sorpresa, eso hizo que Adam gruñera y escondiera la cabeza en el hueco de mi hombro.
—¿Pequeña?
Giró la mejilla y presionó sus labios contra mi piel desnuda, sus manos bordeando mis costillas para ahuecar mis pechos. Me arqueé ante su contacto suspirando mientras él contestaba.
—¿Cómo he podido tener tanta suerte? Inteligente, divertida, dulce, preciosa, apasionada, y me dice que puedo hacerle cualquier cosa que desee. —Rio entonces—. Tiene que tener truco. —Me sonrojé intensamente, y Adam levantó la cabeza para mirarme, riendo—. He olvidado decir modesta.
—Para. —Le empujé juguetona en el hombro, pero necesitaba que lo dejara o seguramente rompería a llorar.
Se echó a reír de nuevo, y el rumor de sus pequeñas carcajadas contra mi pecho causó un efecto curioso más abajo. Me dio otro beso rápido en el hombro y se sentó, manteniéndome a horcajadas hasta que se quitó la camiseta. Me embebí lo que veía, mordiéndome el labio y absorbiendo cada detalle. Se me había olvidado lo atractivo que era. Anchos hombros y duros músculos. Y unas abdominales para morirse.
Sus ojos permanecieron concentrados en los míos al tiempo que sus manos se posaban en la hebilla de su cinturón. Temblé de anticipación mientras se lo quitaba y se bajaba la cremallera de los vaqueros.
—Esta mañana voy a hacerte el amor porque nuestra primera vez debería ser así. Además no importa lo bien que te sientas, y puedo decirte que te vas a sentir mucho mejor, tu cuerpo debe seguir exhausto. Así que lo haremos despacio y con ternura.
Tiró a la vez de los pantalones y los calzoncillos, y me quedé sin aliento cuando su erección se vio liberada, sobresaliendo hacia arriba y hacia fuera, dura y palpitante. Ahora entendía por qué el canalla tenía tanta seguridad en sí mismo. Porque caminaba con eso dentro de sus pantalones.
—Ahora eres tú quien hace ruiditos de esos de «hummm» —me dijo, y la risa se reflejaba en su voz, al tiempo que se giraba para dejar los vaqueros recién quitados.
—¡No es cierto! —protesté, enrojeciendo otra vez, pensando que había estado tan ensimismada mirándole que existía una gran posibilidad de que hubiera estado haciendo «hummm».
—Sí lo estabas. Y es jodidamente adorable. —Se volvió hacia mí solo para llegar a mi ropa interior.
Balanceé las caderas para ayudarle a que la bajara por las piernas, y mientras lo hacía se detuvo aquí y allá para besar mi piel desnuda. Cuando al fin terminó empujó mi rodilla izquierda y vi, conforme el calor se centraba en la boca de mi estómago, cómo trazaba un reguero de besos por mi pantorrilla, pasando la rodilla y por la parte interior de mi muslo.
—Tus piernas son eternas —susurró al tiempo que sus ojos buscaban los míos—. No puedo esperar a tenerlas a mi alrededor mientras estoy dentro de ti.
—Adam… —Me costaba respirar, estaba completamente a su merced.
Repetí su nombre más roncamente cuando su boca descendió entre mis piernas y su lengua me lamió con suavidad el clítoris. Permaneció un tiempo con su boca allí, lamiendo y succionando hasta que me corrí, fuerte y rápido contra él.
Todavía estaba gimiendo y diciendo «Dios mío» cuando Adam subió por mi vientre y se detuvo para meterse uno de mis pezones en la boca. Jugó un rato con él, diciéndome todo el tiempo cosas bonitas y palabras de amor, hasta que volví a estar tan excitada que le supliqué que se enterrara en mí.
Al percibir su presión entre mis piernas me tensé y Adam entrelazó sus dedos con los míos, anclándose en mí de todas las maneras posibles. Sus labios se abrieron en una exhalación en el momento en que empujó dentro de mí y se hundió profundamente. Jadeé y levanté las caderas instintivamente, creando una fricción deliciosa para ambos. Los ojos de Adam se abrieron, velados, mientras me estudiaba con expresión tierna.
—Te quiero, Ellie Carmichael. —Su voz estaba cargada de sinceridad.
Asentí con la cabeza y alcé las caderas jadeando ligeramente mientras contestaba.
—Te quiero, Adam.
La presión de sus manos se volvió prácticamente dolorosa al tiempo que salía casi completamente de mí para volver a deslizarse muy adentro. Me ondulé contra él, cogimos la misma cadencia, un ritmo que creció y creció hasta que me hizo desesperarme por llegar al final. Mis piernas le envolvían, mis muslos le apretaban con fuerza, suplicando más.
—¡Adam! —grité, empujando contra sus manos, queriendo tocarle, queriendo llevarle conmigo—. Más fuerte.
Gruñó en voz alta mientras salía de mí solo para volver a entrar, esta vez con más fuerza. Comencé a murmurar sinsentidos, básicamente «sí, sí» una y otra vez mientras él se hundía en mí cada vez más exigente y más duro.
—Córrete para mí, Els —me reclamó, sus ojos en mi rostro—. Córrete, pequeña.
Y como si lo hubiera estado haciendo durante años, le di lo que quería. El ritmo se aceleró y me rompí por completo gritando, mientras Adam presionaba su mejilla contra la mía y se tensaba. Yo seguía flotando en el limbo post orgásmico cuando él se estremeció contra mí al correrse también.
Los dos jadeando pesadamente, los dos envueltos en una fina capa de sudor, e imaginé que los dos un poco pegajosos. Sonreí al techo. Era lo que ocurría cuando tenías el mejor sexo de toda tu vida.
—Guau —susurré, pasando las manos por su espalda una vez que me las hubo liberado.
Adam separó su mejilla de la mía, con los gestos relajados de placer satisfecho. Su mirada oscura, de todas formas, brillaba intensamente.
—«Guau» ni siquiera empieza a describirlo. Llevo toda mi vida esperando esto.
Me mordí el labio porque me pareció tan bonito que me entraron ganas de llorar.
Notándolo, me sonrió y me dio un suave beso, mientras unía las cejas.
—Esto ha sido un poquito de ambas cosas.
—¿Qué? —Le devolví el gesto, confusa.
—He empezado haciéndote el amor pero es culpa tuya si he acabado follándote.
—¿Culpa mía?
—«Adam». —Su voz se volvió ridículamente jadeante mientras me imitaba—. «Más fuerte, por favor». —Agitó la cabeza, riéndose—. Soy un hombre con un férreo control, pero eso…
Presioné mis muslos contra él de placer.
—¿Estás admitiendo que tengo algún poder sobre ti, Adam Sutherland?
Sus cejas se alzaron mientras negaba con la cabeza, un movimiento que pronto se convirtió en asentimiento mientras me reía debajo de él. Cerró los ojos en lo que parecía un dolor placentero y de repente me atrapó por la cintura y nos dio la vuelta, de forma que él estaba de espaldas y yo encima. Me abrazó fuerte y me relajé contra él. Comprensión al amanecer. Solo tenía que abrazarme y recordaba que todo iba bien.
Por enésima vez me sentí abrumada por el hecho de que estuviera enamorado de mí. Sonreí contra su piel y me acurruqué más.
Después de un rato murmuró:
—Estás tomando la píldora, ¿no?
Resoplé ante la inesperada pregunta y alcé la cabeza con una ceja levantada.
—¿No deberías haber preguntado antes de tomarme, oh, tan salvajemente?
Me sonrió.
—No estaba pensando en nada que no fuera en tomarte, oh, tan salvajemente.
—Bueno, no te preocupes. Tomo la píldora —le respondí, y volví a acomodarme en su pecho.
—No me hubiera preocupado de todos modos —me dijo acariciándome el pelo.
Me tensé.
—¿Qué quieres decir?
—Que si hubiera un accidente tampoco me preocuparía. Un accidente contigo es un niño contigo.
La conmoción me dejó helada mientras lo interiorizaba. ¿Cuántas veces había oído a Braden bromear con Adam sobre su terror a dejar embarazada a una mujer? Era una de las razones por las que mi hermano sospechaba que Adam nunca repetía chica. En la lógica retorcida de su mente de tío, pensaba que eso significaba que las posibilidades de un accidente disminuían, o al menos sí que una se enganchara demasiado e intentara forzar un accidente.
—¿Quieres un bebé conmigo? —grazné.
Sentí sus nudillos rozarme la columna a modo de caricia, lo que hizo que se me encogieran los dedos de los pies.
—Ellie, lo quiero todo contigo.
Lágrimas brillaron en mis ojos, levanté la cabeza y le contesté suavemente:
—No sabía que pudieras ser tan romántico.
Los labios de Adam se torcieron en respuesta y negó con la cabeza contra la almohada.
—No lo soy, pero reconozco que haría cualquier cosa por ti y, dado que eso ha supuesto tragarme a tu lado más comedias románticas de las que ningún hombre debería, sé que eres una romántica… Solo quiero que seas feliz. Tengo mucho que compensar. —Me apartó el pelo de la cara—. Y tú me lo pones fácil. —Me tiró suavemente del cabello hacia atrás, serio de repente—. Pero si le cuentas a tu hermano una sola palabra, o a cualquier otra persona, ya que estamos, habrá consecuencias.
Sacudí la cabeza.
—No lo haré. Te lo prometo. Me gusta saber algo sobre ti que nadie más sabe.
—Entonces pensamos lo mismo.
—¿Qué quieres decir?
Volvió a darme la vuelta y soltó una carcajada mientras luchaba conmigo en la cama. Una vez me hubo capturado, con mis piernas en su cintura, me besó y retrocedió para murmurar.
—Soy el único que sabe que la dulce «la mantequilla no se derretiría nunca en su boca» Ellie Carmichael se pone cuando le digo cosas obscenas.
Mi piel volvió a enrojecer de vergüenza, pero no le contradije. No podía porque era malditamente cierto.