(iv)
Gondor y los Herederos de Anárion

Hubo treinta y un reyes en Gondor después de Anárion, que fue muerto ante la Barad-dûr. Aunque la guerra nunca cesó en las fronteras, durante más de mil años los Dúnedain del Sur ganaron en riqueza y poder por tierra y por mar hasta el reinado de Atanatar II, que fue llamado Alcarin el Glorioso. No obstante, ya habían aparecido signos de decadencia; porque los altos hombres del Sur se casaban tarde y sus hijos eran escasos. El primer rey que no tuvo hijos fue Falastur, y el segundo, Narmacil I, el hijo de Atanatar Alcarin.

Fue Ostoher, el séptimo rey, el que reedificó Minas Anor, que los reyes que vinieron luego prefirieron en el verano a Osgiliath. En este tiempo los hombres salvajes del Este atacaron a Gondor por primera vez. Pero Tarostar, hijo de Ostoher, los derrotó y los expulsó, y recibió el nombre de Rómendacil, el «Vencedor del Este». Sin embargo, más adelante fue muerto en batalla por nuevas hordas de Hombres del Este. Fue vengado por su hijo Turambar, que ganó amplios territorios en el este.

Con Tarannon, el duodécimo rey, empezó la línea de los Reyes de los Barcos, que construían navíos y extendieron el dominio de Gondor a lo largo de las costas hacia el oeste y al sur de las Bocas del Anduin. Para conmemorar sus victorias como Capitán de los Ejércitos, Tarannon recibió la corona con el nombre de Falastur, «Señor de las Costas».

Eärnil I, el sobrino que lo sucedió, reparó el viejo puerto de Pelargir, y construyó una gran flota. Sitió por mar y por tierra a Umbar, y la tomó, y la convirtió en un gran puerto y fortaleza del poder de Gondor.[11] Pero Eärnil no sobrevivió mucho tiempo a su triunfo. Se perdió con muchos barcos y hombres en medio de una tormenta no lejos de Umbar. Ciryandil, su hijo, continuó la construcción de navíos; pero los Hombres de los Harad, conducidos por los señores expulsados de Umbar, atacaron con gran poder esa fortaleza y Ciryandil cayó en batalla en Haradwaith.

Durante muchos años Umbar fue sitiada, pero el poder marítimo de Gondor impidió que la tomasen. Ciryaher, hijo de Ciryandil, esperó su oportunidad y cuando hubo reunido suficiente fuerza, descendió desde el norte por mar y por tierra, y cruzando el Río Harnen, sus ejércitos derrotaron por completo a los Hombres de los Harad, y los reyes de Harad tuvieron que reconocer el dominio de Gondor (1050). Ciryaher recibió entonces el nombre de Hyarmendacil, «el Vencedor del Sur».

Ningún enemigo se atrevió a retar el poder de Hyarmendacil durante el resto de su prolongado reinado. Fue rey por ciento treinta y cuatro años, el más largo reinado de la Línea de Anárion con una sola excepción. En ese entonces Gondor alcanzó la cima de su poder. El reino se extendía hacia el norte hasta Celebrant y los bordes australes del Bosque Negro; al oeste hasta el Aguada Gris; al este hasta el mar interior de Rhûn; al sur hasta el Río Harnen, y desde allí a lo largo de la costa hasta la península y el puerto de Umbar. Los Hombres de los Valles del Anduin reconocieron su autoridad; y los reyes de Harad rendían homenaje a Gondor, y sus hijos vivían como rehenes en la corte. Mordor era una tierra desolada, pero era vigilada por grandes fortalezas que guardaban sus pasos.

Así llegó a su fin el linaje de los Reyes de los Barcos. Atanatar Alcarin, hijo de Hyarmendacil, vivió con gran esplendor, al punto que los hombres decían: Las piedras preciosas son pedregullo en Gondor para que los niños jueguen con ellas. Pero Atanatar amaba la tranquilidad y no hizo nada por conservar el poder que había heredado, y el temperamento de sus dos hijos era de igual temple. La decadencia de Gondor empezó antes que él muriera, y sin duda fue advertida por sus enemigos. Se descuidó la vigilancia de Mordor. No obstante, sólo en los días de Valacar sucedió el primer gran mal en Gondor: la guerra civil de la Lucha entre Parientes, en la que hubo gran pérdida y ruina que nunca pudieron repararse por entero.

Minalcar, hijo de Calmacil, era hombre de gran vigor, y en 1240 Narmacil, para deshacerse de preocupaciones, lo nombró Regente del reino. Desde ese momento, gobernó en Gondor en nombre de los reyes hasta que sucedió a su padre. Tenía sobre todo una inquietud: los Hombres del Norte.

Habían crecido mucho en número durante la paz provocada por el poder de Gondor. Los reyes los favorecieron, pues eran los más próximos en parentesco entre los Hombres inferiores a los Dúnedain (que en su mayoría descendían de los pueblos de los que habían salido los Edain de antaño); y les concedieron vastas tierras más allá del Anduin al sur del Gran Bosque Verde, para que sirvieran de defensa contra los Hombres del Este. Porque en el pasado los Hombres del Este habían atacado casi siempre desde la planicie que se extendía entre el Mar Interior y los Montes de Ceniza.

En los días de Narmacil I, esos ataques se reanudaron, aunque con escasa fuerza al principio; pero el regente supo que los Hombres del Norte no siempre eran fieles a Gondor, y algunos se sumaban a las fuerzas de los Hombres del Este, fuera por la codicia del botín o por apoyar las querellas entre los príncipes. Por tanto, en 1248 Minalcar condujo a una gran fuerza y entre Rhovanion y el Mar Interior derrotó a un gran ejército de los Hombres del Este y destruyó todos sus campamentos y colonias al este del Mar. Tomó entonces el nombre de Rómendacil.

A su regreso Rómendacil fortificó la orilla occidental del Anduin hasta la desembocadura del Limclaro, y prohibió que ningún extranjero descendiera por el Río más allá de Emyn Muil. Él fue quien edificó los pilares de las Argonath a la entrada de Nen Hithoel. Pero como tenía necesidad de contar con hombres y deseaba fortalecer la frontera entre Gondor y los Hombres del Norte, tomó a muchos de ellos a su servicio y concedió a algunos un alto rango en sus ejércitos.

Rómendacil dio muestras de favor especial a Vidugavia, que lo había ayudado en la guerra. Se llamó a sí mismo Rey de Rhovanion, y era por cierto el más poderoso de los príncipes del Norte, aunque su propio reino estaba entre el Bosque Verde y el Río Celduin (El Río Rápido). En 1250 Rómendacil envió a su hijo Valacar como embajador para que habitara un tiempo con Vidugavia y se familiarizara con la lengua, maneras y política de los Hombres del Norte. Pero Valacar excedió sobremanera los designios de su padre. Llegó a amar las tierras septentrionales y a sus gentes, y se casó con Vidumavi, hija de Vidugavia. Transcurrieron algunos años antes de que regresara. Fue este matrimonio lo que desencadenó más tarde la guerra de la Lucha entre Parientes.

Porque los altos hombres de Gondor miraban ya con desconfianza a los Hombres del Norte que había entre ellos; y era cosa inaudita hasta entonces que el heredero de la corona o hijo alguno del Rey se casara con alguien de una raza menor y extranjera. Había ya rebelión en las provincias del sur cuando el Rey Valacar llegó a viejo. La reina había sido una bella y noble señora, pero de corta vida de acuerdo con el hado de los Hombres menores, y los Dúnedain temían que sus descendientes se le asemejaran, y malograran la majestad de los Reyes de los Hombres. Además, no estaban dispuestos a aceptar como señor a un hijo de ella, que aunque ahora se llamaba Eldacar, había nacido en un país extranjero y se había llamado Vinitharya, nombre del pueblo de su madre.

Por tanto, cuando Eldacar sucedió a Valacar, hubo guerra en Gondor. Pero no fue fácil despojar a Eldacar de su herencia. A la estirpe de Gondor, sumaba el espíritu intrépido de los Hombres del Norte. Era apuesto y valiente, y no parecía que envejeciese más prontamente que su padre. Cuando los confederados conducidos por los descendientes de los reyes se levantaron contra él, los resistió hasta que se le agotaron las fuerzas. Por último fue sitiado en Osgiliath, y allí estuvo largo tiempo hasta que el hambre y las más grandes fuerzas de los rebeldes lo hicieron salir, dejando la ciudad en llamas. En ese sitio e incendio la Torre de la Bóveda de Osgiliath quedó destruida, y la palantír se perdió en las aguas.

Pero Eldacar esquivó a sus enemigos, y fue al Norte, en busca de sus parientes de Rhovanion. Allí muchos se le unieron, tanto de los Hombres del Norte al servicio de Gondor, como de los Dúnedain de las partes septentrionales del reino. Porque muchos de entre estos últimos habían aprendido a estimarlo, y muchos más llegaron a odiar al usurpador. Era éste Castamir, nieto de Calimehtar, hermano menor de Rómendacil II. No sólo era uno de los más cercanos por la sangre a la corona; era también quien más secuaces tenía entre los rebeldes; porque era el Capitán de los Barcos y contaba con el apoyo de la gente de las costas y de los grandes puertos de Pelargir y Umbar.

Castamir no había ocupado el trono mucho tiempo cuando mostró que era un hombre altivo y poco generoso. Era en verdad un hombre cruel, como lo había demostrado por primera vez en la toma de Osgiliath. Fue causa de la muerte de Ornendil, hijo de Eldacar, que había sido capturado; y la matanza y la destrucción habidas en la ciudad por orden suya excedieron con mucho las necesidades de la guerra. Esto se recordó en Minas Anor y en Ithilien; y allí el amor por Castamir disminuyó todavía más cuando se vio que cuidaba muy poco de las tierras y que sólo pensaba en las flotas, y que se proponía mudar el sitio del trono a Pelargir.

Así, pues, había sido rey sólo diez años, cuando Eldacar, pensando que la oportunidad era propicia, avanzó con un gran ejército desde el norte, y el pueblo se le unió desde Calenardhon y Anórien e Ithilien. Hubo una gran batalla en Lebennin en los Cruces del Erui, donde se derramó con abundancia la mejor sangre de Gondor. El mismo Eldacar mató a Castamir en combate, y de ese modo vengó a Ornendil; pero los hijos de Castamir escaparon, y con otros de su parentela y muchas gentes de las flotas resistieron largo tiempo en Pelargir.

Cuando hubieron reunido allí todas las fuerzas que pudieron (porque Eldacar no tenía barcos para atacarlos por mar), se hicieron a la vela y se establecieron en Umbar. Levantaron allí un refugio para todos los enemigos del rey, y un señorío independiente. Umbar estuvo en guerra con Gondor durante el curso de muchas vidas humanas, amenazando las costas y todo el tráfico por mar. No fue nunca otra vez completamente sometida hasta los días de Elessar; y la región del Sur de Gondor se convirtió en tierra disputada entre los Corsarios y los Reyes.

La pérdida de Umbar resultó penosa para Gondor, no sólo porque el reino quedaba disminuido al sur, y el dominio de los Hombres de los Harad se debilitaba, sino porque fue allí donde Ar-Pharazôn el Dorado, último Rey de Númenor, había desembarcado y había humillado el poderío de Sauron. Aunque grandes daños sobrevinieron después, aun los seguidores de Elendil recordaron con orgullo la llegada del gran ejército de Ar-Pharazôn desde las profundidades del Mar; y en la más alta colina del promontorio que dominaba el Puerto, habían levantado un gran pilar blanco. Estaba coronado por un globo de cristal que recibía los rayos del Sol y de la Luna y resplandecía como una estrella brillante que podía verse con tiempo despejado aun desde las costas de Gondor o muy lejos en el mar occidental. Así se erguía, hasta que después de la segunda aparición de Sauron, Umbar cayó bajo el dominio de sus servidores, y el monumento recordatorio de aquella humillación fue derribado."

Después del retorno de Eldacar, la sangre de la casa real y de las otras casas de los Dúnedain se mezcló aún más con la de los Hombres menores. Porque muchos de los grandes habían muerto en la Lucha entre Parientes; mientras que Eldacar favorecía a los Hombres del Norte con cuya ayuda había recuperado la corona, y Gondor se repobló con los muchos hombres que venían de Rhovanion.

Al principio esta mezcla no apresuró la decadencia de los Dúnedain como se había temido; pero la mengua continuó, como antes. Porque la causa era sin duda la Tierra Media misma, y la lenta retirada de los dones de los Númenóreanos después de la caída del País de la Estrella. Eldacar vivió hasta los doscientos treinta y cinco años, y fue rey durante cincuenta y ocho, de los cuales pasó diez en el exilio.

El segundo y más grande mal le advino a Gondor durante el reinado de Telemnar, el vigésimo sexto rey, cuyo padre, Minardil, hijo de Eldacar, fue muerto en Pelargir por los Corsarios de Umbar (encabezados por Angamaitë y Sangahyando, los biznietos de Castamir). Poco después hubo una peste mortal transportada por los vientos oscuros venidos del Este. El Rey y sus hijos murieron, y parte del pueblo de Gondor, especialmente los que vivían en Osgiliath. Entonces, por la fatiga y la escasez de los hombres, la vigilancia de las fronteras de Mordor fue abandonada, y las fortalezas que guardaban los pasos quedaron vacías.

Más adelante se advirtió que estas cosas sucedían mientras la Sombra se hacía cada vez más profunda en el Bosque Verde; muchas criaturas malignas reaparecieron entonces, signos del despertar de Sauron. Es cierto que los enemigos de Gondor sufrieron también, de lo contrario hubieran aprovechado su debilidad; pero Sauron sabía esperar, y era posible que poder entrar en Mordor fuera lo que más deseaba.

Cuando el Rey Telemnar murió, los Árboles Blancos de Minas Anor también se marchitaron y murieron. Pero Tarondor, su sobrino, que lo sucedió, plantó un vástago en la ciudadela. Él fue quien mudó el sitio del trono a Minas Anor de manera permanente, pues Osgiliath estaba ahora desierta en parte, y empezaba a mostrar síntomas de ruina. Pocos de los que habían huido de la peste a Ithilien o a los valles occidentales estaban dispuestos a regresar.

Tarondor, que accedió joven al trono, fue de todos los Reyes de Gondor el que tuvo un más largo reinado, pero poco más pudo conseguir que reordenar el reino, y renovar poco a poco sus fuerzas. Pero Telumehtar, hijo de Tarondor, recordando la muerte de Minardil y perturbado por la insolencia de los Corsarios, que atacaban las costas aun hasta las Anfalas, reunió sus fuerzas y en 1810 tomó Umbar por asalto. En esa guerra perecieron los últimos descendientes de Castamir, y los reyes volvieron a dominar en Umbar por un tiempo. Telumehtar añadió a su nombre el título de Umbardacil. Pero en los nuevos males que no tardaron en precipitarse sobre Gondor, Umbar se perdió otra vez y cayó en manos de los Hombres de Harad.

El tercer mal fue la invasión de los Aurigas, que minaron las fuerzas menguantes de Gondor en guerras que duraron casi cien años. Los Aurigas eran un pueblo, o una confederación de múltiples pueblos, que venía del Este; pero eran más fuertes y estaban mejor armados que ningún otro que hubiera aparecido antes. Viajaban en grandes carromatos, y sus capitanes luchaban en cuadrigas. Agitados, como se supo después, por emisarios de Sauron, atacaron de repente a Gondor, y el Rey Narmacil II murió en combate más allá del Anduin en 1856. El pueblo de Rhovanion oriental y austral fue sometido a esclavitud; y las fronteras de Gondor se retiraron por ese tiempo hasta el Anduin y las Emyn Muil. [Se cree que en este tiempo los Espectros del Anillo volvieron a Mordor.]

Calimehtar, hijo de Narmacil II, ayudado por una rebelión en Rhovanion, vengó a su padre con una gran victoria sobre los Hombres del Este en Dagorlad en 1899, y por algún tiempo el peligro quedó eliminado. Fue durante el reinado de Araphant en el Norte, y de Ondoher, hijo de Calimehtar, en el Sur, que ambos reinos volvieron a consultarse después de una separación y un silencio muy largos. Porque por fin entendieron que un cierto poder y una cierta voluntad estaba dirigiendo el ataque desde múltiples sitios sobre los sobrevivientes de Númenor. Fue en ese tiempo cuando Arvedui, heredero de Araphant, se casó con Fíriel, hija de Ondoher (1940). Pero ninguno de estos dos reinos pudo enviar ayuda al otro; porque Angmar volvió a atacar a Arthedain al mismo tiempo que los Aurigas reaparecían con grandes fuerzas. Muchos de los Aurigas se encaminaron al sur de Mordor y se aliaron con los hombres de Khand y del Cercano Harad; y en medio de este gran ataque que llegaba a la vez desde el norte y el sur, Gondor estuvo a punto de sucumbir. En 1944 el Rey Ondoher y sus dos hijos, Artamir y Faramir, cayeron en la batalla al norte del Morannon, y el enemigo invadió Ithilien. Pero Eärnil, Capitán del Ejército Austral, obtuvo una gran victoria en el sur de Ithilien y destruyó el ejército de Harad que había cruzado el Río Poros. Apresurándose hacia el norte, reunió a cuantos pudo del Ejército Septentrional en retirada y atacó el campamento principal de los Aurigas mientras estaban de fiesta pensando que Gondor había sido vencida y que ahora no había más que recoger el botín. Eärnil tomó por asalto el campamento y puso fuego a los carromatos, y expulsó de Ithilien al enemigo, que huyó con gran desorden. Muchos de los que huyeron delante de él perecieron en las Ciénagas de los Muertos.

A la muerte de Ondoher y de sus hijos, Arvedui del Reino del Norte reclamó la corona de Gondor como heredero directo de Isildur y como marido de Fíriel, única hija sobreviviente de Ondoher. La reclamación fue rechazada. En esto Pelendur, el Senescal del Rey Ondoher, desempeñó un papel fundamental.

El Consejo de Gondor respondió: 'La corona y el reino de Gondor sólo pertenecen a los herederos de Meneldil, hijo de Anárion, a quien Isildur cedió este reino. En Gondor la heredad se concede por la línea de los hijos solamente; y no tenemos noticia de que la ley sea distinta en Arnor'.

A esto Arvedui replicó: 'Elendil tuvo dos hijos, de los cuales Isildur fue el mayor y el heredero. Hemos oído que el nombre de Elendil se mantiene hasta hoy a la cabeza del linaje de los Reyes de Gondor, pues se lo ha reconocido como rey supremo de todas las tierras de los Dúnedain. Mientras Elendil vivía todavía, el gobierno conjunto del Sur pasó a los hijos; pero cuando Elendil cayó, Isildur partió para hacerse cargo del trono, y de igual manera dio el gobierno del Sur al hijo de su hermano. No renunció a la realeza en Gondor, ni tenía la intención de que el reino de Elendil quedara dividido por siempre.

Además, en la Númenor de antaño el cetro pasaba al vástago mayor, fuera éste varón o mujer. Es cierto que la ley no se observó en las tierras de exilio, siempre perturbadas por la guerra; pero ésa era la ley de nuestro pueblo, a la que ahora nos referimos, pues los hijos de Ondoher han muerto sin dejar descendencia.”[12]

A esto Gondor no respondió. La corona fue reclamada por Eärnil, el capitán victorioso; y le fue conferida con la aprobación de todos los Dúnedain de Gondor, pues Eärnil pertenecía a la casa real. Era el hijo de Siriondil, hijo de Calimmacil, hijo de Arciryas, hermano de Narmacil II. Arvedui no insistió en su reclamación, pues no tenía poder ni voluntad para oponerse a la elección de los Dúnedain de Gondor; no obstante, la reclamación no fue nunca olvidada por sus descendientes aun después de desaparecido el reinado. Pues se acercaba ahora el tiempo en que el Reino del Norte llegaría a su fin.

Arvedui fue en verdad el último rey, como significa su nombre. Se dice que este nombre le fue dado al nacer por Malbeth el Vidente. 'Arvedui lo llamarás —le dijo al padre—, porque será el último en Arthedain. Aunque una opción tendrán los Dúnedain, y si escogen al que parezca menos prometedor, tu hijo cambiará de nombre y será rey de un gran reino. De lo contrario, habrá mucho dolor y se perderán muchas vidas humanas en tanto los Dúnedain no se levanten y se unan nuevamente.

En Gondor también sólo un rey siguió a Eärnil. Quizá si la corona y el cetro hubieran permanecido juntos, el reino se habría mantenido y muchos males se habrían evitado. Pero Eärnil era un hombre sabio y nada arrogante, aun cuando, como a la mayor parte de los hombres de Gondor, el reino de Arthedain le parecía poca cosa, a pesar de la estirpe de sus señores.

Envió mensajeros a Arvedui anunciándole que recibía la corona de Gondor de acuerdo con las leyes y necesidades del Reino del Sur. 'Pero no olvido —decía— la lealtad de Arnor, ni niego nuestro parentesco, ni deseo que los reinos de Elendil queden separados. Te enviaré ayuda cuando la necesites, en la medida de mis posibilidades.

Sin embargo, transcurrió mucho tiempo antes de que Eärnil se sintiera seguro e hiciera lo que había prometido. El Rey Araphant continuó resistiéndose a los ataques de Angmar con fuerzas cada vez menores, y lo mismo hizo Arvedui cuando lo sucedió; pero por último, en el otoño de 1973 llegaron mensajes a Gondor de que Arthedain estaba en un grave aprieto, y que el Rey Brujo preparaba un ataque definitivo contra él. Entonces Eärnil envió a su hijo Eärnur al norte con una flota tan rápidamente como pudo, y con fuerzas tan grandes como consiguió reunir. Demasiado tarde. Antes de que Eärnur llegara a los puertos de Lindon, el Rey Brujo había conquistado Arthedain y Arvedui había muerto.

Pero cuando Eärnur llegó a los Puertos Grises, hubo gran alegría y sorpresa tanto entre los Elfos como entre los Hombres. Tan grande era el calado y el número de las naves, que apenas encontraron albergue en los puertos, aunque tanto el Harlond como el Forlond también estaban colmados; y de ellas descendió todo un poderoso ejército con pertrechos y provisiones para una guerra de grandes reyes. O así le pareció al pueblo del Norte, aunque no era ésta sino una reducida fuerza de todo el poderío de Gondor. Sobre todo fueron alabados los caballos, pues muchos de ellos provenían de los Valles del Anduin, y los cabalgaban jinetes altos y hermosos, y príncipes orgullosos de Rhovanion.

Entonces Círdan convocó a todos los que quisieran acudir desde Lindon o Arnor, y cuando todo estuvo pronto, el ejército cruzó el Lune y marchó hacia el norte a desafiar al Rey Brujo de Angmar. Moraba entonces, según se dice, en Fornost, que había poblado con gentes malignas, usurpando la casa y el gobierno de los reyes. Pero era orgulloso, y no esperó a que el enemigo atacara su fortaleza, y le salió al encuentro creyendo que los arrojaría al Lune, como a otros antes.

Pero el Ejército del Oeste descendió sobre él desde las Colinas del Crepúsculo, y hubo una gran batalla en la llanura entre Nenuial y las Quebradas del Norte. Las fuerzas de Angmar ya cedían y se retiraban hacia Fornost, cuando el cuerpo principal de jinetes que habían rodeado las colinas descendieron desde el norte y los dispersaron en una fuga desordenada. Entonces el Rey Brujo, con todo lo que pudo recuperar del desastre, huyó hacia el norte, a las tierras de Angmar. Antes de que pudiera llegar al refugio de Carn Dûm, la caballería de Gondor le dio alcance con Eärnur, que cabalgaba al frente. Al mismo tiempo una fuerza al mando de Glorfindel el Señor Elfo acudió de Rivendel. Entonces tan completa fue la derrota de Angmar, que ni un hombre ni un Orco de ese reino quedó al oeste de las Montañas.

Pero se dice que cuando todo estaba perdido, el mismo Rey Brujo apareció de repente, vestido de negro, con máscara negra, montado en un caballo negro. El miedo ganó a todos los que lo vieron; pero él escogió descargar todo su odio sobre el Capitán de Gondor, y con un grito terrible lanzó la cabalgadura contra él. Eärnur se le hubiera resistido, pero su caballo no pudo soportar la embestida, y giró y se lo llevó lejos antes de que hubiera podido dominarlo.

Entonces el Rey Brujo rió, y ninguno de quienes lo escucharon pudo nunca olvidar el horror de ese grito. Pero entonces Glorfindel se acercó montado en su caballo blanco, y aún mientras reía, el Rey Brujo dio media vuelta para huir y desapareció en las sombras. Porque la noche descendió sobre el campo de batalla, y el Rey Brujo se perdió, y nadie supo adónde había ido.

Eärnur volvió entonces, pero Glorfindel, mirando la oscuridad que se espesaba, dijo: '¡No lo persigas! No volverá a esta tierra. Lejos está todavía su condenación, y no caerá por mano de hombre'. Muchos recordaron estas palabras, pero Eärnur estaba enfadado y sólo pensaba en vengar su ignominia."Así terminó el reino maligno de Angmar; y así se ganó Eärnur, Capitán de Gondor, el gran odio del Rey Brujo; pero muchos años transcurrieron aún antes de que eso fuera revelado.

Fue así que durante el reinado de Eärnil, como se supo más tarde, el Rey Brujo en su huida desde el Norte llegó a Mordor, y allí reunió a los otros Espectros del Anillo, de los que él era jefe. Pero sólo en el año 2000 salieron de Mordor por el Paso de Cirith Ungol y pusieron sitio a Minas Ithil. La tomaron en 2002 y se apoderaron de la palantír de la torre. No fueron expulsados mientras duró la Tercera Edad; y Minas Ithil se convirtió en sitio de terror, y recibió el nuevo nombre de Minas Morgul.

Mucha de la gente que quedaba todavía en Ithilien la abandonó entonces.

Eärnur era hombre semejante a su padre en valor, pero no en sabiduría. Era hombre de cuerpo fuerte y temple inflamable; pero no quería tomar mujer, pues no conocía otro placer que la lucha o el ejercicio de las armas. Llevaba a cabo proezas tales que nadie en Gondor podía oponérsele en los juegos de armas en los que se deleitaba, y parecía antes un campeón que un capitán o un rey, y retuvo su vigor y su habilidad hasta más avanzada edad que lo que era habitual por entonces.

Cuando Eärnur fue coronado en 2043 el Rey de Minas Morgul lo desafió, reprochándole que no se hubiera atrevido a enfrentarlo en la batalla del Norte. Esa vez Mardil el Senescal contuvo la cólera del rey. Minas Anor, que era la ciudad principal del reino desde los tiempos del Rey Telemnar, y residencia de los reyes, se llamaba ahora Minas Tirith, una ciudad siempre en guardia contra el mal de Morgul.

Eärnur había empuñado el cetro sólo siete años cuando el Señor de Morgul lo desafió de nuevo y lo provocó diciéndole que a un timorato corazón juvenil había ahora sumado la debilidad de la vejez. Entonces Mardil ya no pudo disuadirlo, y Eärnur cabalgó con una pequeña escolta de caballeros hasta las puertas de Minas Morgul. Nada más se supo de cuantos integraron esa cabalgata. Se creía en Gondor que el desleal enemigo había tendido una trampa al rey, y que éste había muerto en tormento en Minas Morgul; pero como no había testigos de esa muerte, Mardil el Buen Senescal rigió Gondor en nombre de Eärnur por muchos años.

Ahora bien, los descendientes de los reyes eran pocos. Habían disminuido mucho en número durante la Lucha entre Parientes; y desde entonces los reyes eran celosos en extremo y vigilaban de cerca a todos sus consanguíneos. Con frecuencia aquellos sobre quienes recaía alguna sospecha huían a Umbar, y allí se sumaban a los rebeldes; mientras que otros renunciaban a su linaje y tomaban esposas que no eran de sangre Númenóreana.

De modo que no era posible encontrar pretendiente alguno de la sangre de los reyes, o cuya pretensión fuera escuchada por todos; y todos temían el recuerdo de la Lucha entre Parientes, pues sabían que si volvía a asomar una disensión semejante, significaría el fin de Gondor. Por tanto, aunque los años se prolongaban, el Senescal siguió gobernando Gondor, y la corona de Elendil estaba en el regazo del Rey Eärnil en las Casas de los Muertos, donde Eärnur la había dejado.

Los Senescales

La Casa de los Senescales se llamó la Casa de Húrin, porque descendían del Senescal del Rey Minardil (1621-1634), Húrin de Emyn Arnen, hombre de la raza Númenóreana. Los reyes habían elegido siempre a los Senescales de entre sus descendientes; y después de los días de Pelendur, la Senescalía se volvió hereditaria igual que el reinado, de padre a hijo o al pariente más próximo.

Cada nuevo Senescal, en verdad, tomaba el cargo jurando «esgrimir el bastón de mando y gobierno en nombre del rey, hasta que él vuelva». Pero pronto estas palabras pasaron a ser un mero ritual a las que se hacía poco caso, pues los Senescales ejercían todo el poder de los reyes. No obstante, muchos en Gondor creían aún que un Rey volvería por cierto en algún tiempo futuro; y algunos recordaban el antiguo linaje del Norte, que según se rumoreaba todavía vivía en las sombras. Pero contra tales pensamientos, los Senescales Regentes endurecían sus corazones.

No obstante, los Senescales nunca se sentaban en el antiguo trono; y no llevaban corona, ni empuñaban ningún cetro. Sólo esgrimían un bastón de mando de color blanco como insignia; y su estandarte era blanco y sin ninguna figura; pero el estandarte real había sido negro, con un árbol blanco en flor bajo siete estrellas.

Después de Mardil Voronwë, que fue reconocido como el primero de la línea, se sucedieron veinticuatro Senescales Regentes de Gondor, hasta el tiempo de Denethor II, el vigésimo sexto y último. Al principio estuvieron tranquilos, porque aquellos eran los días de la Paz Vigilante, durante la cual Sauron se retiró ante el poder del Concilio Blanco, y los Espectros del Anillo permanecieron ocultos en el Valle de Morgul. Pero desde los tiempos de Denethor I, nunca volvió a haber verdadera paz, y aun cuando no hubiera en Gondor una gran guerra, o una guerra plenamente declarada, sus fronteras estaban bajo una amenaza constante.

En los últimos años de Denethor I, la raza de los uruks, orcos negros de gran fuerza, salieron por primera vez de Mordor, y en 2475 atravesaron Ithilien y se apoderaron de Osgiliath. Boromir, hijo de Denethor (de quien tomó nombre Boromir de los Nueve Caminantes), los derrotó y recuperó Ithilien; pero Osgiliath quedó en ruinas, y el gran puente de piedra fue destruido. Nadie vivió allí desde entonces. Boromir fue un gran capitán, y aun el Rey Brujo le temía. Era noble y hermoso de rostro, hombre fuerte de cuerpo y de voluntad, pero recibió una herida de Morgul en esa guerra; con el tiempo el cuerpo se le encogió de dolor y murió doce años después que su padre.

Después de Boromir empezó el largo gobierno de Cirion. Era cauteloso y precavido, pero el brazo de Gondor se había acortado, y poco más pudo hacer que defender las fronteras, mientras que sus enemigos (o el poder que los movía) preparaban contra él ataques imprevisibles. Los Corsarios asolaban las costas, pero era en el norte donde el mayor peligro lo acechaba. En las amplias tierras de Rhovanion, entre el Bosque Negro y el Río Rápido, habitaba ahora un pueblo feroz, a la sombra de Dol Guldur. A menudo hacían incursiones a través del bosque hasta que el valle de Anduin, al sur del Gladio, quedó casi desierto. El número de estos Balchoth crecía de continuo con otros de especie semejante que venían del este, mientras que el pueblo de Calenardhon había declinado. A Cirion le fue muy duro defender la línea del Anduin.

Previendo la tormenta, Cirion envió mensajeros al norte en busca de ayuda; pero demasiado tarde, porque en ese año (2510), los Balchoth, habiendo construido muchos grandes botes y balsas en las costas orientales del Anduin, cruzaron el Río como un enjambre, y barrieron a los defensores. Un ejército que avanzaba desde el sur fue interceptado y expulsado hacia el norte más allá del Limclaro, y allí fue súbitamente atacado por una horda de Orcos venidos de las Montañas, y rechazado hacia el Anduin. Entonces desde el Norte, más allá de toda esperanza, llegó ayuda, y los cuernos de los Rohirrim se escucharon por primera vez en Gondor. Eorl el Joven llegó con sus jinetes y dispersó al enemigo, y persiguió a muerte a los Balchoth por los campos de Calenardhon. Cirion le concedió a Eorl esa tierra para habitar en ella, y él le hizo a Cirion el Juramento de Eorl: de amistad dispuesta a acudir cuando fuese necesario o a la llamada de los Señores de Gondor.

En los días de Beren, el decimonoveno Senescal, un peligro aún mayor cundió en Gondor. Tres grandes flotas, desde mucho atrás preparadas, vinieron de Umbar y Harad, y atacaron las costas de Gondor con grandes fuerzas; y el enemigo llevó a cabo muchos desembarcos penetrando en el norte hasta la desembocadura del Isen. Al mismo tiempo los Rohirrim fueron atacados desde el este y el oeste, y sus tierras fueron asoladas, y ellos expulsados a los valles de las Montañas Blancas. En ese año (2758) empezó el Largo Invierno con fríos y grandes nevadas venidas del norte y el este que duraron casi cinco meses. Helm de Rohan y sus dos hijos perecieron en esa guerra; y hubo miseria y muerte en Eriador y Rohan. Pero en Gondor al sur de las montañas, las cosas no iban tan mal, y antes de que llegara la primavera, Beregond, hijo de Beren, había vencido a los invasores. Inmediatamente envió ayuda a Rohan. Era el más grande capitán surgido en Gondor desde Boromir; y cuando sucedió a Beren (2763), Gondor empezó a recobrarse. Pero Rohan se curó de las heridas más lentamente. Fue por esta razón que Beren dio la bienvenida a Saruman, y le entregó las llaves de Orthanc; y desde ese año en adelante (2759) Saruman vivió en Isengard.

Fue en los días de Beregond cuando se libró la Guerra de los Enanos y los Orcos en las Montañas Nubladas (2793-2799), de la que sólo rumores llegaron al sur, hasta que los Orcos, al huir de Nanduhirion, intentaron cruzar Rohan y establecerse en las Montañas Blancas. Hubo lucha por muchos años en los valles antes de que el peligro hubiera pasado.

Cuando murió Belecthor II, el vigésimo primer Senescal, el Árbol Blanco murió también en Minas Tirith; pero se lo dejó en pie «hasta que el Rey regresara», porque no fue posible recoger vástago alguno.

En los días de Túrin II, los enemigos de Gondor empezaron a ponerse de nuevo en movimiento; porque el poder de Sauron crecía otra vez, y el día de su despertar no estaba ya lejano. Todo el pueblo de Ithilien, salvo los más osados de entre ellos, partió y se dirigió hacia el oeste por sobre el Anduin, pues la tierra estaba infectada de Orcos de Mordor. Fue Túrin el que hizo construir refugios secretos para sus soldados en Ithilien, de los cuales Henneth Annûn fue el más vigilado y el mejor provisto de hombres. También volvió a fortificar la isla de Cair Andros[13] para defender Anórien. Pero el mayor peligro lo acechaba desde el sur, donde los Haradrim habían ocupado las tierras meridionales, y había violentas luchas a lo largo del Poros.

Cuando Ithilien fue invadido por grandes fuerzas, el Rey Folcwine de Rohan cumplió con el juramento de Eorl y pagó la deuda de la ayuda a Beregond y envió muchos hombres a Gondor. Auxiliado por Folcwine, Túrin obtuvo una victoria en el cruce del Poros; pero los hijos del rey cayeron ambos en combate. Los jinetes les dieron sepultura como ellos acostumbraban, y los tendieron juntos en un montículo, pues eran hermanos gemelos. Durante mucho tiempo estuvo levantado sobre la orilla del río, Haudh in Gwanur, y los enemigos de Gondor temían pasar junto a él.

Turgon siguió a Túrin, pero de su tiempo se recuerda sobre todo que dos años antes de que muriera, Sauron se levantó de nuevo y se manifestó abiertamente; y volvió a Mordor, que venía esperándolo desde hacía mucho. Entonces la Barad-dûr se irguió una vez más, y el Monte del Destino irrumpió en llamas, y los últimos pobladores de Ithilien escaparon de allí. Cuando Turgon murió, Saruman hizo suya a Isengard, y la fortificó.

Ecthelion II, hijo de Turgon, era hombre de sabiduría. Con el poco poder que le quedaba, empezó a fortalecer el reino contra los ataques de Mordor. Llamó a todos los hombres de valor que vivían cerca o lejos y que quisieran servirlo, y a los que se demostraron dignos les dio rango y los recompensó. En mucho de lo que hizo tuvo la ayuda y el consejo de un gran capitán al que amaba más que a nadie. Thorongil lo llamaban los hombres en Gondor, el Águila de la Estrella, porque era rápido y tenía la vista afilada, y llevaba una estrella de plata en el manto; pero nadie conocía su verdadero nombre ni tampoco la tierra en la que había nacido. Fue al encuentro de Ecthelion desde Rohan, donde había servido al Rey Thengel, pero no era uno de los Rohirrim. Era un gran conductor de hombres, por tierra y por mar, pero volvió a las sombras desde donde había venido, antes del fin de los días de Ecthelion.

Thorongil advertía a menudo a Ecthelion que la fuerza de los rebeldes de Umbar era un gran peligro para Gondor, y una amenaza para los feudos del sur que podía resultar mortal, si Sauron presentaba guerra abierta. Por fin obtuvo autorización del Senescal y reunió una pequeña flota y se dirigió inesperadamente a Umbar por la noche y allí incendió gran parte de los barcos de los Corsarios. Él mismo venció al Capitán del Puerto en batalla sobre los muelles y retiró luego su flota con muy escasas pérdidas. Pero cuando volvió a Pelargir, para pena y asombro de todos, no regresó a Minas Tirith, donde lo aguardaban grandes honores.

Envió un mensaje de despedida a Ecthelion en el que decía: 'Otras tareas me llaman ahora, señor, y mucho tiempo y muchos peligros han de pasar antes de que vuelva a Gondor, si es ése mi destino'. Aunque nadie pudo adivinar qué tareas fueran aquéllas, ni quién lo había llamado, se supo al menos hacia dónde había ido. Porque tomó un bote y cruzó el Anduin, y allí dijo adiós a sus compañeros y prosiguió solo la marcha; y cuando se lo vio por última vez, volvía la cara hacia las Montañas de la Sombra.

Hubo aflicción en la Ciudad por la partida de Thorongil, y a todos les pareció una gran pérdida, salvo a Denethor, el hijo de Ecthelion, hombre a la sazón maduro para la Senescalía, a la que tuvo acceso al cabo de cuatro años, a la muerte de su padre.

Denethor II fue un hombre orgulloso, alto, valiente y de aire más soberano que ningún otro hombre que hubiera aparecido en Gondor durante muchas vidas; y era sabio además, y previsor, y conocedor de la ciencia. En verdad era tan parecido a Thorongil como el más cercano de sus parientes, y sin embargo sólo era el segundo después del forastero en el corazón de los hombres y en la estima del padre. En ese tiempo muchos creyeron que Thorongil había partido antes de que el rival se convirtiera en amo; aunque en verdad Thorongil nunca había competido con Denethor ni se había dado posición más alta que la de servidor de su padre. Y los consejos que ambos daban al Senescal sólo divergían en un asunto: Thorongil a menudo advertía a Ecthelion que no confiara en Saruman el Blanco, de Isengard, y que prefiriera a Gandalf el Gris. Pero era poco el amor que había entre Denethor y Gandalf; y después de pasados los días de Ecthelion, el Peregrino Gris ya no fue tan bien recibido en Minas Tirith. Por tanto, más tarde, cuando todo fue puesto en claro, muchos creyeron que Denethor, que era de inteligencia sutil y veía más lejos y más profundamente que los demás, había descubierto en verdad quién era el forastero Thorongil, y que sospechaba que él y Mithrandir pretendían suplantarlo.

Cuando Denethor se convirtió en Senescal (2984), se mostró como un señor imperioso que quería manejar todos los hilos. Hablaba poco. Escuchaba consejos y luego hacía lo que se le antojaba. Se había casado tarde (2976), tomando por esposa a Finduilas, hija de Adrahil de Dol Amroth. Era una señora de gran belleza y gentil corazón, pero murió antes de que hubieran transcurrido doce años. Denethor la amaba, a su manera, más que a nadie, salvo al mayor de los hijos que ella le había dado. Pero les pareció a los hombres que Finduilas languidecía en la ciudad guardada, como una flor de los valles del mar sobre una roca estéril. La sombra del este la llenaba de horror, y volvía la mirada siempre al sur, hacia el mar por el que sentía nostalgia.

Después de la muerte de Finduilas, Denethor se volvió más lóbrego y silencioso que antes, y permanecía sentado a solas largas horas en la torre, meditando, previendo que el ataque de Mordor se produciría antes de que él muriera. Se creyó después que, en busca de conocimiento, pero orgulloso, y pensando que tenía la fuerza de voluntad suficiente, había osado mirar la palantír de la Torre Blanca. Ninguno de los Senescales se había atrevido a esto antes, ni siquiera los reyes Eärnil y Eärnur después de la caída de Minas Ithil, cuando la palantír de Isildur llegó a manos del Enemigo; porque la Piedra de Minas Tirith era la palantír de Anárion, la que estaba en más estrecho acuerdo con la que poseía Sauron.

De este modo Denethor tuvo gran conocimiento de las cosas que sucedían en el reino y de las de mucho más allá de las fronteras, y los hombres se maravillaban, pero pagó caro este conocimiento, pues envejeció prematuramente combatiendo con la voluntad de Sauron. Entonces el orgullo creció en Denethor junto con la desesperación, hasta que vio en todos los hechos de aquel tiempo sólo un único combate entre el Señor de la Torre Blanca y el Señor de la Barad-dûr, y desconfiaba de todos cuantos oponían resistencia a Sauron, a no ser que lo sirviesen sólo a él.

Así llegó el tiempo de la Guerra del Anillo, y los hijos de Denethor se hicieron hombres. Boromir, el mayor en cinco años, era el preferido del padre y semejante a él en facciones y orgullo, pero no en mucho más. Parecía un hombre de la especie del Rey Eärnur de antaño, pues no tomaba esposa y sólo las armas lo deleitaban; audaz y fuerte, no le interesaba el conocimiento, salvo el de las historias de las batallas antiguas. Faramir, el más joven, era como él en aspecto, pero distinto de mente. Leía en el corazón de los hombres con tanta penetración como su padre, y lo que en ellos leía lo movía a la piedad antes que al desprecio. Era de porte gentil, y un amante de la ciencia y de la música, por lo que muchos en aquellos días juzgaban su coraje menor que el de su hermano. Pero no era así, salvo en que no buscaba la gloria en el peligro sin propósito. Recibía complacido a Gandalf cuando éste visitaba la Ciudad, y aprendía de él lo que podía; y en esto, como en muchos otros asuntos, desagradaba a su padre.

No obstante, un gran amor unía a los hermanos, y los había unido desde la infancia, cuando Boromir era el auxilio y el protector de Faramir. No había habido desde entonces celos ni rivalidad entre ellos, ni por el favor del padre, ni por la alabanza de los hombres. No le parecía a Faramir que nadie en Gondor pudiera convertirse en rival de Boromir, heredero de Denethor, Capitán de la Torre Blanca; e igual pensaba Boromir. No obstante, no fue así en la prueba. Pero de todo lo que les acaeció a estos tres en la Guerra del Anillo se habla mucho en otro lugar. Y al cabo de la Guerra, los días de los Senescales Regentes llegaron a su fin; porque el heredero de Isildur y Anárion regresó un día; y la monarquía se reanudó, y el estandarte del Árbol Blanco flameó una vez más en la Torre de Ecthelion.