Capítulo 27

La hermana Margot abrió la puerta, agarró a Caxton del brazo y la obligó a levantarse de la silla. Caxton no se resistió y dejó que la monja la sacara al pasillo. No quería descubrir de qué era capaz Margot si se ponía nerviosa.

La monja tenía el rostro contraído de puro odio, sus delicados rasgos retorcidos y ensombrecidos por la sangre congestionada. Sus ojos eran dos estrechas rendijas que ardían de rabia y tenía los labios manchados de saliva. Parecía estar a punto de pronunciar un terrible maleficio. Entonces miró hacia la puerta abierta, al otro lado de la cual Raleigh lloraba con la cabeza entre las manos. Haciendo un esfuerzo evidente para recuperar la compostura, Margot cerró los ojos y entonces, con una voz dulce y suave, dijo:

—¿Va todo bien?

Caxton frunció el ceño.

—He tenido que darle una mala noticia. Su madre murió anoche.

En la sien izquierda de Margot, una vena palpitaba de manera alarmante.

—Sí —dijo—, ya lo sabía.

—¿Ah sí? —preguntó Caxton, confusa.

—La policía llamó anoche y cuando les dije que no podían hablar con ella, me contaron de qué se trataba. Después de un largo período de reflexión, decidí que sería mejor para Raleigh no verse expuesta a unas influencias externas tan negativas.

—¿Y cree que eso es justo para ella? —preguntó Caxton.

La hermana Margot bajó la mirada.

—Está sometida a una severa terapia para superar su adicción a las drogas y que requiere mucho tiempo, descanso y tranquilidad. La primera vez, cuando vinieron a contarle lo de su tío, le permití ir hasta la verja y oír la noticia por sí misma. Cuando volvió, estaba bastante agitada. Le habría terminado contando lo de su madre, desde luego, pero me pareció que recibir tantas malas noticias en tan poco tiempo podía desquiciarla por completo.

—Lo entiendo… —dijo Caxton.

—No estaba segura ni siquiera de si debía dejarla hablar con usted, pero decidí que no quería problemas con la policía. Sin embargo, estoy empezando a pensar que ha sido un error. ¿Ha concluido ya su tarea aquí?

—No —respondió Caxton—. Créame, me encantaría dejarlas a todas en paz, pero me temo que voy a tener que pasar la noche aquí. —Vio como la expresión de la hermana Margot se ensombrecía de nuevo—. Se trata de una emergencia —dijo—. ¿Sabe algo sobre el padre de Raleigh?

—¿El vampiro?

—Ese mismo —dijo Caxton—. Tengo motivos para pensar que se presentará aquí e intentará hacerle daño. Parece que está empeñado en acabar con toda su familia. Si estuviera en mis manos, yo sacaría a Raleigh de aquí y la escondería en algún lugar seguro.

Margot no parecía impresionada.

—Puedo asegurarle que no hay lugar más seguro que éste, particularmente en estas circunstancias. Una criatura como ésa no osaría cruzar el umbral de este lugar. Esto sigue siendo un lugar sagrado. Además, como es un hombre, no hay ninguna posibilidad de que alguna de las hermanas lo invite a entrar.

—¿Lo dice porque se supone que los vampiros sólo pueden entrar en los lugares donde los han invitado a entrar? No, eso es un mito —explicó Caxton—. No necesitan invitaciones, pueden entrar donde les plazca, incluso en lugares sagrados. Lo siento.

—Bueno, ya veremos —dijo Margot con una sonrisa irónica—. De acuerdo, le buscaré un lugar para dormir y…

—Tendré que dormir en la misma habitación que Raleigh —la cortó Caxton.

—A lo mejor estarán un poco apretadas. La muchacha comparte un cuarto muy pequeño con Violet —la advirtió Margot.

—Ya me las apañaré.

—Así sea. ¿Requiere algo más, agente especial? Si no es así, la cena se servirá a las cinco. Si tuviera la bondad de dejar a Raleigh en paz hasta entonces, se lo agradecería. Y, ¿le puedo pedir un favor? No le diga que cree que su padre quiere matarla. Eso sería demasiado para su estado mental.

A Caxton (que siempre había creído que estar avisado significaba estar mejor preparado) aquello le pareció muy mala idea, pero se limitó a asentir.

La hermana Margot se marchó. Caxton se dijo que tal vez debía volver a la habitación y consolar a Raleigh. Sin embargo, al final decidió que no era la persona más indicada para hacer ese trabajo, por lo que salió del oscuro edificio bajo la luz menguante del atardecer. Eran las tres y media de la tarde y el sol, que estaba ya muy bajo, proyectaba largas sombras por todo el patio cubierto de nieve. Pasó un rato yendo de un lado a otro, comprobando el estado del muro, buscando lugares por los que se pudiera colar un vampiro. Por supuesto, cualquier intruso que se empeñara en hacerlo podía saltar el muro por donde quisiera, pero se dijo que Jameson buscaría una forma más furtiva de hacerlo. El principal punto débil del muro eran dos arcos de ladrillos que había en dos extremos opuestos del terreno, a través de los cuales discurría el riachuelo. Ninguno de los dos arcos medía más de un metro de alto, pero Jameson podía colarse fácilmente por ellos.

Iba a ser imposible custodiar los dos arcos sin ayuda de nadie. Debía hacer unas cuantas llamadas.

Caxton sacó el móvil (no quería tener que enfrentarse de nuevo con la hermana Margot para utilizar el teléfono de su despacho) y no la sorprendió en absoluto comprobar que la cobertura era malísima incluso en el exterior del antiguo convento. La pantalla mostraba apenas una barra que se encendía y se apagaba. Se paseó por todo el patio buscando un punto donde hubiera mejor cobertura, pero durante un buen rato lo único que consiguió fue terminar con las botas embarradas. Tan sólo al acercarse a la puerta metálica, junto a la cual había aparcado el coche, captó una señal más potente. Inmediatamente el teléfono soltó un pitido que le indicaba que tenía un mensaje de voz.

Era de Clara:

—Hola, cariño. Espero que tengas un buen día. He pasado por jefatura hace un rato para reunirme con tus expertos en medicina forense. Ya se habían marchado, pero habían dejado un informe para que lo leyera. Hay dos cosas que me han parecido importantes. La primera, que no han conseguido una identificación positiva del siervo del vampiro, pero que están intentando reconstruir su cráneo para poder elaborar una imagen robot por ordenador. En cualquier caso, yo que tú no me haría demasiadas ilusiones. Dijeron que la imagen virtual podía llevarles aún unos días. El otro aspecto relevante es que han logrado identificar las fibras que encontraron en la ventana del baño del motel. Hay de tres tipos distintos: algodón, nailon y una poliamida aromática, eh… que se conoce por el nombre de Twaron. Espero que te sea útil.

Caxton se mordió el labio. Naturalmente, aquella información no servía para nada. Tal como le había contado a Fetlock, en aquel caso los análisis de fibras eran inútiles. Llamó a Clara para darle las gracias por su ayuda, pero le saltó directamente el contestador. Le dejó un mensaje, colgó y a continuación llamó a Fetlock.

—Tengo el lugar bajo control, por lo menos hasta donde es posible —le dijo Caxton cuando él le preguntó qué tal iba la protección de Raleigh—. Tengo unas cuantas ideas sobre cómo enfrentarme a él si aparece por aquí, aunque debo admitir que no estoy ansiosa por verlo.

—Es normal —respondió él.

—Mi mayor preocupación ahora mismo es que sé que va a ir a por Raleigh y Simón, pero no sé a quién intentará atacar primero. Puede que ahora mismo me encuentre en el lugar equivocado y que todo esto no sirva para nada.

—Lo cazará pronto.

—Sí, claro —respondió Caxton y se frotó los ojos. Necesitaba dormir. En realidad, iba falta de sueño desde que Jameson había aceptado la maldición. Desde Gettysburg. Estaba aprendiendo a vivir durmiendo unas pocas horas—. ¿Le ha llamado Glauer para organizar la búsqueda de posibles guaridas?

—Sí, tengo a varias personas en ello.

Caxton cerró los ojos.

—¿Cuántas personas? ¿Saben lo peligroso que puede ser este asunto? ¿Cuántos lugares pueden examinar antes de que anochezca?

—Deje que sea yo quien se preocupe de eso. Bastantes cosas tiene ya usted entre manos.

Caxton se apartó el teléfono de la boca e intentó no gritar. Por supuesto que se preocupaba. ¡Aquél era su caso! Se le ocurrieron un puñado de respuestas, pero las reformuló todas y se limitó a decir:

—De acuerdo, muy bien. ¿Ha mandado a un agente a la Universidad de Syracuse en busca de Simón?

—Pues… sí —respondió Fetlock.

Caxton supuso lo que había sucedido por su tono de voz.

—Pero imagino que ha rechazado la protección.

«Mierda», pensó. Tendría que haberlo imaginado.

—Según me han dicho, se ha negado a abandonar su residencia actual. Dijo que estaba realizando un experimento y que no podía perderlo de vista. ¿A qué se dedica Simón? ¿Es científico o algo así?

—Es estudiante universitario. Probablemente esté preocupado por sacar un notable en geología. No es el chaval más equilibrado que he conocido en mi vida.

—He destinado tres unidades para que vigilen su piso, por turnos —dijo Fetlock, que intentó sonar optimista—. Habrá alguien las veinticuatro horas del día. Si Jameson aparece, estaremos preparados.

Caxton pensó en los policías que había enviado a proteger a Astarte.

—No, posiblemente no lo estemos. Si decide ir a por Simón esta noche, no sé qué va a suceder.

—¿Qué quiere hacer entonces, agente especial?

—No puedo estar en dos lugares al mismo tiempo —respondió Caxton—. Y ya estoy aquí. Seguiremos en contacto, marshal.

—Sí, por favor —respondió Fetlock, y colgó.

Caxton hizo un par de llamadas más para preparar la noche que se avecinaba y regresó hacia el edificio del convento. Era la hora de la cena.