Una encrucijada.
Peer Gynt:
¡Vaya, Peer; ahora sí que estás en un apuro! Ese «bástate a ti mismo» te ha perdido. El navío naufraga, y hay que agarrarse a los restos. ¡Todo antes que ser confundido entre los otros despojos!
El fundidor (En la encrucijada):
Bueno, Peer Gynt; ¿dónde está ese certificado?
Peer Gynt:
¿Ya aquí, en la encrucijada? ¡Qué pronto!
El fundidor:
Veo escrito en tu cara lo que dice la nota, antes de haberla leído.
Peer Gynt:
Me cansé de tanto correr; uno puede extraviarse, y…
El fundidor:
Sí; y, además, ¿a qué conduce?
Peer Gynt:
Es verdad; en el bosque, de noche…
El fundidor:
Por estos lugares anda un viejo… ¿Quieres que lo llamemos?
Peer Gynt:
No; déjalo. El pobre está borracho.
El fundidor:
Pero quizá pudiera…
Peer Gynt:
¡Chis!… No… ¡Déjalo!…
El fundidor:
Bien. ¿Empezamos ya?
Peer Gynt:
Una pregunta solamente: ¿qué quiere decir, en resumidas cuentas, «ser uno mismo»?
El fundidor:
Pregunta extraña, sobre todo en boca de uno que acaba de…
Peer Gynt:
Responde sin evasivas.
El fundidor:
«Ser uno mismo» es matar el yo; pero esta explicación no va contigo. De modo que podríamos decir mejor que es presentarse en todas partes con la opinión del maestro como propio reclamo.
Peer Gynt:
Pero ¿y quien nunca logra saber lo que el maestro había pensado sobre él?
El fundidor:
Eso es que algo sospecha.
Peer Gynt:
Pero ¡cuántas veces son falsas esas sospechas, y se va uno al diablo en medio de su carrera!
El fundidor:
La cosa está clara, Peer Gynt; en la pobreza de las sospechas tiene el del casco de caballo su anzuelo principal.
Peer Gynt:
He aquí una cuestión demasiado complicada. Escucha: renuncio a ser yo mismo… Tal vez ni pudiera probarlo. Considero perdida esta parte del asunto. Pero hace poco vagaba solo por el páramo, sentí que el zapato de la conciencia me apretaba, y me dije a mí mismo: «A pesar de todo, eres un pecador…»
El fundidor:
Parece que vuelves al punto de partida.
Peer Gynt:
De ninguna manera. Quiero decir un gran pecador, no sólo por las acciones, sino por los deseos y las palabras, además. En el extranjero llevé una vida desenfrenada.
El fundidor:
Es posible; pero necesito el certificado.
Peer Gynt:
Sí; mas concédeme una tregua. Quiero buscar al pastor, confesarme con él en un momento y traerte el certificado.
El fundidor:
En cuanto me lo traigas, por supuesto te librarás del cazo de fundir. Pero la orden, Peer…
Peer Gynt:
Se trata de un papel viejo; probablemente, data de hace bastante tiempo, cuando yo llevaba una vida relajada y dulce, haciendo de Profeta y creyendo en el fatüm. Oye, ¿me permites que intente?…
El fundidor:
Pero…
Peer Gynt:
¡Anda, sé amable! Seguro que no tienes gran cosa que hacer. Son tan sanos los aires de esta comarca, que agregan una porción más de años a la vida de sus habitantes. Recuerda lo que escribió el pastor de Justedal[71]: «Es cosa rara que alguien muera en este valle.»
El fundidor:
Hasta la próxima encrucijada; pero no más…
Peer Gynt:
¡Un pastor! ¡Aunque tenga que agarrarlo con tenazas! (Vase corriendo.)