ESCENA QUINTA

Noche de Pentecostés. En medio de la espesura, en un claro, una cabaña con las astas de un reno sobre la entrada.

Peer Gynt, andando a gatas, busca cebollas silvestres.

Peer Gynt:

¡Ésta es una etapa moral! ¿Y la próxima? Hay que probarlo todo y escoger lo mejor. Así lo he hecho yo; de César he descendido a Nabucodonosor[60]. Tuve que recorrer toda la Historia Sagrada. El niño viejo hubo de recurrir otra vez a su madre. Desde luego ya está escrito: «Del polvo has venido»…[61]. Lo que importa en la vida es llenarse la panza. ¿Llenarla con cebollas silvestres? ¡Qué poco cunde!… ¡Seré mañoso y colocaré trampas! Aquí, en el riachuelo, hay agua; no tendré sed. A pesar de todo, debo ser considerado el primero entre las fieras del bosque. Y cuando, un día, tenga que morir… —lo cual habrá de suceder, como es lógico—, me acurrucaré bajo un árbol caído, me cubriré, como el oso, con un montón de hojas, y a zarpazos sobre el tronco escribiré en grandes caracteres: «Aquí yace Peer Gynt, el buen hombre, emperador de todos los animales»… ¿Emperador? (Riéndose para sus adentros.) ¡Ay, viejo cuco, viejo profeta! Tú no eres emperador; eres tan sólo una cebolla. ¡Ahora te voy a mondar, querido Peer! ¡No importa que aúlles y supliques! (Toma una cebolla y le va quitando las capas, una a una.) La postrera capa rota es el náufrago sobre los restos de la lancha. Ésta es la capa del pasajero, miserable y delgada; aún así, conserva el sabor de Peer Gynt. Esta interior es la capa del buscador de oro; el jugo ha desaparecido, si lo tuvo alguna vez. Ésta, tan áspera, con los bordes resecos, es el pescador de la bahía de Hudson. Ésta, aún más adentro, parece una corona. ¡Sí! La tiraremos sin mayor comentario. Ésta es el explorador del pasado; corta, pero fuerte. Y ésta, el profeta, fresco y jugoso. Pero transcendente a mentira, como está escrito; tanto, que a un hombre honrado se le arrasarían los ojos de lágrimas… Esta capa que se enrosca blandamente es el gran señor que apareció entre placeres y riquezas. La próxima parece enferma. Tiene puntos oscuros, negros; puede ser por el sacerdote o por el negro. (Arranca varias capas a un tiempo). ¡Cuántas capas! ¿Cuándo va a aparecer el grano? (Deshace toda la cebolla.) ¡No! ¡Vive Dios, que no lo tiene! Las capas llegan a lo más profundo…, pero son cada vez más pequeñas. La Naturaleza es divertida. (Arroja el resto.) ¡Medítelo el diablo! Quien anda meditando, con facilidad da un resbalón… Bueno; bien mirado, puedo reírme del peligro, porque yo sí que toco el fondo por los cuatro costados… (Se rasca la nuca.) ¡Extraño mecanismo el de todo este tinglado! La vida es como si tuviera una mosca detrás de la oreja; pero, cuando quiere atraparla uno, se escapa la mosca y agarra uno otra cosa…, o nada. (Se ha ido aproximando a la cabaña; viéndola, se detiene, sobrecogido.) Esta cabaña…, en medio del erial… ¡Ah! (Se frota los ojos.) Diríase que la he visto ya antes… La cornamenta del reno clavada sobre la entrada… Una sirena con cuerpo de pez desde el ombligo… ¡Mentira! ¡No hay sirena que valga! Briznas…, maderos…, una cerradura que impide la entrada a los pensamientos de los duendecillos…

Solveig (Dentro, cantando):

Amigo mío, que tan lejos
te hallas de mí…
¿Vendrás?
Si tu carga es pesada,
descansa en el camino.
Yo te espero;
así lo prometí…

Peer Gynt (Se incorpora despacio, pálido como la muerte):

Una que ha recordado…, y uno que ha olvidado. Uno que ha perdido…, y una que ha guardado. ¡Ay, qué preocupación! ¡Y que jamás pueda jugarse de nuevo!… ¡Ay, qué angustia! ¡Aquí estaba mi imperio! (Se precipita corriendo por el sendero del bosque.)