ESCENA PRIMERA

A bordo de un barco, en el mar del Norte, ante las costas de Noruega. Puesta de sol. Tiempo borrascoso.

Peer Gynt, anciano robusto, con cabello y barba blancos, está sobre el alcázar de popa. Viste parecido a un marino, con chaquetón y botas altas, un traje muy deteriorado. Tiene el rostro curtido, de una expresión endurecida. Cerca del timón, el capitán. La tripulación está a proa.

Peer Gynt (Acodado sobre la barandilla, contempla la costa):

Ahí está Hallingskarben en traje invernal; el viejo se engríe al resplandor del sol poniente. Joklen, su hermano, está detrás; aún lleva puesto su verde manto de hielo… Folgefonno aparece tan elegante como una virgen vestida de lino… ¡No seáis locuelos, vejetes! Quedaos donde estáis; no sois más que unos sencillos picos de piedra gris[46].

El capitán (Gritando, a la tripulación):

¡Dos hombres al timón! ¡Sacad las linternas!

Peer Gynt:

La brisa es fuerte.

El capitán:

Esta noche tendremos tempestad.

Peer Gynt:

¿Se contempla Ronden desde el mar?

El capitán:

No, no…; está detrás de Folgefonno.

Peer Gynt:

¿Y Blahoe[47]?

El capitán:

No; pero desde la punta del aparejo puede ver uno, Galdhopiggen[48], en tiempo claro.

Peer Gynt:

¿Hacia dónde cae Harteigen[49]?

El capitán (Señalando):

Allá, poco más o menos…

Peer Gynt:

¡Ah!, sí.

El capitán:

Parece que conoce usted esto.

Peer Gynt:

Cuando dejé el país, pasé por aquí. ¡Y bien dicen que la última impresión es la que más grabada queda! (Escupe y mira fijamente la costa.) Allá dentro, donde se ven azulear el desfiladero y el precipicio, donde negrea la garganta montañosa, estrecha como un foso, y allá abajo, a lo largo del fiordo abierto…, es donde viven las gentes. (Mira al capitán.) Las casas se construyen separadas en este país…

El capitán:

Sí; están lejos unas de otras.

Peer Gynt:

¿Llegaremos antes de amanecer?

El capitán:

Para esa hora, si la noche no se pone muy mala.

Peer Gynt:

Parece que se encapota el cielo por el Oeste.

El capitán:

En efecto.

Peer Gynt:

A propósito: recuérdeme después, cuando ajustemos cuentas, que me propongo, como se dice, dispensar ciertos beneficios a la tripulación…

El capitán:

Gracias.

Peer Gynt:

No será gran cosa. He encontrado oro y perdí lo que hallé; el fatum y yo estamos reñidos. Usted sabe lo que he traído a bordo; el resto, lo demás, se fue al diablo.

El capitán:

Es más que suficiente para que pueda usted crearse una posición entre los suyos.

Peer Gynt:

No tengo familia. Nadie espera al rico vagabundo. ¡Mejor! Así, al menos, me libro de ovaciones en el muelle.

El capitán:

Ya tenemos encima la tempestad.

Peer Gynt:

Lo dicho: no olvide que, si algún miembro de la tripulación se encuentra verdaderamente necesitado, no escatimaré el dinero.

El capitán:

Es un bello gesto por parte suya. La mayoría vive en la estrechez… Todos tienen mujer e hijos en casa, y no les alcanza la paga. Pero si ahora pudiesen regresar a su hogar con unas cuantas monedas de añadidura sería para ellos un acontecimiento que tardarían mucho tiempo en olvidar.

Peer Gynt:

¡Cómo! ¿Tienen mujer e hijos? ¿Están casados?

El capitán:

¿Casados? Sí, todos. Pero el que se encuentra en peor situación es el cocinero; en su casa reina el hambre más espantosa.

Peer Gynt:

¿Conque casados? Tienen alguien que los espera en casa, personas que se alegran de su vuelta, ¿no es así?

El capitán:

Sí, claro…; a la manera de los pobres…

Peer Gynt:

¿Y si llegan por la noche…?

El capitán:

Pues supongo que la mujer les traerá algo bueno de cena, por una vez…

Peer Gynt:

¿Y pondrá una vela en la mesa?

El capitán:

O dos quizá, y una copita de aguardiente acompañando la comida.

Peer Gynt:

¿Y luego se sentarán cómodamente y echarán leña al fuego, y se alborotará, alegre, la casa, y nadie escuchará a otro hasta el final, de tan grande como será su felicidad?…

El capitán:

Acaso. Por eso mismo me ha parecido hermosa su promesa de antes…, su promesa de ayudarlos un poco…

Peer Gynt (Dando un puñetazo sobre la barandilla):

¡Nada de eso! ¿Cree usted que estoy loco? ¿Piensa que voy a arruinarme para favorecer a los niños ajenos? ¡Bastante he tenido que luchar para ganar mi dinero! ¡Nadie espera al viejo Peer Gynt!

El capitán:

Bien, bien; como quiera. Su dinero es de usted.

Peer Gynt:

Ciertamente. Mío y de ningún otro. En cuanto haya echado usted el ancla liquidaremos mi pasaje desde Panamá. Luego habrá aguardiente para la tripulación, y nada más. Y si lo ofrezco, capitán, puede usted darme una paliza.

El capitán:

Lo que debo darle es un recibo y no una paliza. Perdóneme: ahora vamos a tener tempestad en vez de viento. (Se dirige a proa. Ha oscurecido; se encienden las luces de los camarotes. Aumenta la marejada. Niebla y nubes espesas.)

Peer Gynt:

¡Tener un montón de niños revoltosos en casa! ¡Ser la alegría de todos ellos! ¡Sentirse seguido por sus pensamientos en el camino…! Nadie piensa en mí jamás. ¡Una vela en la mesa! ¡Ah!, hay que apagarla. Tengo que idear algo… Los emborracharé; ninguno de esos hombres diablos debe llegar sereno a tierra. Regresarán embriagados junto a la mujer y los hijos. Blasfemarán. Darán puñetazos sonoros sobre la mesa. Llenarán de terror y angustia a quienes los esperaban. Las mujeres gritarán y huirán de la casa arrastrando a los hijos consigo. ¡Su gozo en un pozo! (El barco da fuertes bandazos. Peer Gynt se tambalea y a duras penas conserva la posición vertical.) ¡Vaya, menuda sacudida! El mar trabaja como si le pagaran por ello. Aquí, junto a las costas nórdicas, sigue siendo el mismo de siempre, el mar revuelto, tornadizo y áspero. (Escucha.) ¿Qué grito es ése?

El vigía (Desde proa):

¡Restos de un naufragio a sotavento!

El capitán (Dando órdenes desde el puente):

¡Timón a estribor! ¡Firme!

El piloto:

¿Se ve algún náufrago?

El vigía:

Distingo tres…

Peer Gynt:

¡Boten la lancha!

El capitán:

Zozobraría antes de poder hacerse nada. (Vase a proa.)

Peer Gynt:

¡Quién piensa en eso! (A varios miembros de la tripulación.) ¡Salvadlos, si sois hombres! ¿Qué diablos puede importamos que se os moje el pellejo?

El contramaestre:

Con un mar así, es imposible.

Peer Gynt:

¡Han gritado otra vez! ¡El viento arrecia! ¿Te atreves tú, cocinero? Yo pago…

El cocinero:

No; ni aunque me diera usted veinte libras esterlinas.

Peer Gynt:

¡Ah! ¡Perros, cobardes, miserables! ¿Olvidáis que son hombres con mujer e hijos que en este momento están esperándolos en casa?

El contramaestre:

La paciencia es sana.

El capitán:

Capee el temporal.

El piloto:

La balsa de los náufragos ha volcado.

Peer Gynt:

Y este silencio de repente…

El contramaestre:

Si, como usted cree, estaban casados, el mundo acaba de recibir tres viudas flamantes. (La tempestad arrecia. Peer Gynt pasa a popa.)

Peer Gynt:

Las gentes ya no tienen fe alguna y practican el cristianismo tal y como está escrito y predicado. El bien que hacen es poco y aún son más escasas las oraciones; han perdido el respeto a los seres superiores. En una tempestad como la de esta noche se da de lado a Nuestro Señor… Los muy brutos deberían andar con cuidado y recordar una verdad incuestionable: que es peligroso jugar con elefantes. ¡Y, sin embargo, lo provocan abiertamente! Yo, en cambio, no tengo nada que reprocharme; puedo probar que en el momento oportuno estaba presente, dispuesto a dar mi dinero. ¿Y cómo se me recompensa…? Desde luego, según dice, «una conciencia tranquila es como una buena almohada». Al fin y al cabo, eso puede pasar en tierra firme; pero aquí, a bordo, donde un hombre decente se encuentra entre la canalla, no sirve de nada. A bordo nunca se puede ser uno mismo; hay que seguir a los demás desde la cubierta a la quilla. Si ha llegado la hora de vengarse, el cocinero y el contramaestre, de seguro, me arrastrarán al abismo. ¡No se andan con miramientos ni consideraciones! En el momento de la matanza no vale uno más que una salchicha. Mi equivocación ha sido portarme con excesiva benevolencia, y en premio no recibo más que ingratitud. De ser yo más joven sería muy otra su actitud, probablemente, cuando quisiera llevar la voz cantante… ¡Todavía estoy a tiempo! Por todo el país ha de correr la noticia del regreso de Peer Gynt. He de recobrar la casa paterna por las buenas o por las malas, y quiero reformarla, darle el esplendor de un palacio. Pero no permitiré la entrada a nadie; deberán permanecer ante la puerta dando vueltas a la gorra entre las manos, pidiendo e implorando… A esto no me opongo. Pero nadie tendrá ni un céntimo de lo que me pertenece. Si yo hube de sollozar bajo el látigo del Destino, no me será difícil encontrar aún a quienes azotar por mi propia mano…

Un pasajero desconocido[50] (Junto a Peer Gynt, en la oscuridad saluda amablemente):

¡Buenas noches!

Peer Gynt:

¡Buenas noches! ¿Eh? ¿Quién es usted?

El pasajero:

Su compañero de viaje, para serlo.

Peer Gynt:

¡Ah! Pues yo creía ser el único pasajero.

El pasajero:

Presunción equivocada que se ha desvanecido…

Peer Gynt:

Pero es extraño que no lo haya visto hasta ahora, hasta esta noche…

El pasajero:

No salgo de día.

Peer Gynt:

¿Está usted enfermo, acaso? Se ha puesto blanco como una sábana.

El pasajero:

No; me encuentro muy bien.

Peer Gynt:

¡Qué tempestad tan tremenda!

El pasajero:

¡Una verdadera bendición, hombre!

Peer Gynt:

¿Bendición?

El pasajero:

¡Olas tan altas como casas! ¡Ah!, me hace la boca agua. ¡Figúrese usted cuántos despojos habrá esta noche! ¡Imagínese la de cadáveres que serán arrojados a tierra!

Peer Gynt:

¡Ya lo creo!

El pasajero:

¿Ha visto usted a un ahorcado…, o a un ahogado?

Peer Gynt:

¡Esto pasa de la raya!…

El pasajero:

Los cadáveres ríen; pero su risa es forzada y, en general, suelen morderse la lengua.

Peer Gynt:

¡Bueno, bueno! No me moleste…

El pasajero:

¡Nada más que una pregunta! Si, por ejemplo, naufragáramos y nos hundiésemos en medio la noche…

Peer Gynt:

¿Cree usted que hay peligro?

El pasajero:

Realmente no sé qué responder… en fin, supongamos que yo floto y usted se hunde.

Peer Gynt:

¡Qué disparate!

El pasajero:

No es más que una eventualidad… pero cuando se tiene un pie en la sepultura, uno se ablanda y se dedica a repartir generosamente donativos.

Peer Gynt (Metiéndose la mano en el bolsillo):

¡Ah, ya! Dinero…

El pasajero:

No es eso. Pero si tuviera usted la amabilidad de cederme su honorable cadáver…

Peer Gynt:

¡Esto ya es el colmo!

El pasajero:

Sólo el cadáver, ¿comprende usted? Es para mis experimentos científicos…

Peer Gynt:

¡Márchese de aquí!

El pasajero:

Pero, amigo mío, reflexione… Se trata de un beneficio para usted. Yo lo haré abrir y lo expondré a la luz del día. Lo que busco principalmente es el lugar donde se asientan las fantasías, y poder examinar el resto detenidamente…

Peer Gynt:

¡Afuera de aquí!

El pasajero:

Pero, amigo mío, un cuerpo ahogado…

Peer Gynt:

¡No blasfeme, hombre! Está usted provocando a la tempestad. ¡Es inaudito! Tenemos un fuerte viento y lluvia, una marejada imponente y toda clase de síntomas que amenazan acortarnos la vida… ¡Y usted se comporta como si quisiera precipitar el acontecimiento!

El pasajero:

Parece que no está usted dispuesto a prolongar las negociaciones… Pero ¡se cambia tanto con el tiempo!… (Saluda afablemente.) ¡Volveremos a vernos cuando se hunda usted. Si no antes!…; ¡entonces quizá se halle de mejor humor! (Entra en el camarote.)

Peer Gynt:

¡Qué tipos más siniestros son estos hombres de ciencia! ¡Este ateo!… (Al contramaestre, que pasa por su lado.) ¡Un momento, amigo! ¿De qué manicomio ha salido ese pasajero?

El contramaestre:

Yo no sé que haya más pasajeros que usted.

Peer Gynt:

¡Cómo! ¿No hay otro? ¡Esto va de mal en peor! (Al ayudante del piloto, que sale del camarote). ¿Quién ha entrado en el camarote?

El ayudante del piloto:

¡El perro de a bordo[51], señor! (Vase.)

El vigía (Gritando):

¡Tierra a proa!

Peer Gynt:

¡Mi maleta! ¡Mi baúl! ¡Todo sobre cubierta!

El contramaestre:

Tenemos otras cosas que hacer.

Peer Gynt:

¡Si no era más que una broma, capitán! ¡Tonterías! Claro está que socorreré al cocinero…

El capitán:

¡Se ha roto el foque!

El piloto:

¡El trinquete se ha ido al diablo!

El contramaestre (Desde proa): ¡Bajío a proa!

El capitán:

¡Se hará astillas! (El barco choca. Alboroto y confusión.)