En El Cairo. Patio grande, rodeado de edificios y altas murallas. Ventanas enrejadas. Jaulas de hierro.
Hay tres vigilantes. Llega el cuarto vigilante.
Vigilante cuarto:
Dígame, Schaffmann, ¿dónde está el director?
Vigilante primero:
Salió esta mañana, antes del amanecer.
Vigilante cuarto:
Creo que le ha ocurrido algo desagradable, porque esta noche…
Vigilante primero:
¡Chist! ¡Silencio! ¡Está ahí, a la puerta! (Entra Begriffenfeldt llevando a Peer Gynt. Cierra el portón y se guarda la llave en el bolsillo).
Peer Gynt (Para sus adentros):
En verdad es un hombre inteligente con exceso; casi todo lo que dice sobrepasa el entendimiento de uno. (Mirando en torno suyo.) ¿Y éste es el club de los sabios?
Begriffenfeldt:
Aquí encontrará usted, en un solo bloque, el círculo de los setenta[39] intérpretes, que recientemente ha sido aumentado con ciento sesenta más… (Llamando a los vigilantes.) ¡Mikkel! ¡Schiliyelberg! ¡Schaffmann! ¡Fusch! ¡Hola, a las jaulas ahora mismo!
Los vigilantes:
¿Nosotros?
Begriffenfeldt:
¿Quién, si no? ¡Hala, adentro! Ya que el mundo da vueltas, demos vueltas con él. (Los obliga a entrar en una jaula.) Esta mañana acaba de llegar el Gran Peer. Podéis reuniros con el resto… No digo más. (Cierra la jaula y arroja la llave a un pozo.)
Peer Gynt:
Pero ¡por Dios! Señor director, señor doctor…
Begriffenfeldt:
¡Ni lo uno ni lo otro! Lo era antes… Señor Peer Gynt, ¿será usted discreto? Necesito expansionarme.
Peer Gynt (Con inquietud creciente):
¿Qué ocurre?
Begriffenfeldt:
Prométame no temblar.
Peer Gynt:
Lo procuraré…
Begriffenfeldt (Lo lleva a un rincón y dice, en voz baja):
La razón absoluta expiró anoche a las once.
Peer Gynt:
¡Dios me valga!…
Begriffenfeldt:
Sí; es verdaderamente lamentable. Y en mi situación doblemente desagradable, porque esta institución pasaba hasta el momento por un manicomio.
Peer Gynt:
¿Un manicomio?
Begriffenfeldt:
¡Ya no! ¿Comprende usted?
Peer Gynt (Palideciendo, en voz baja):
Por fin me hago cargo del caso. ¡Este hombre está loco… y nadie lo sabe! (Inicia la retirada.)
Begriffenfeldt (Siguiéndolo):
Por lo demás, supongo que habrá comprendido usted que, cuando digo que ha muerto, se trata de una exageración. Ha salido de sí misma, ha salido de su propio pellejo, igual que mi compatriota Münchausen…
Peer Gynt:
Perdóneme; un momento…
Begriffenfeldt (Reteniéndolo):
No; no ha sido como el zorro…, fue como una anguila. Un clavo en el ojo…, pataleó sobre el muro.
Peer Gynt:
¿Por dónde escaparé?
Begriffenfeldt:
Un corte en el cuello, y ¡hala, fuera del pellejo!
Peer Gynt:
¡Loco, loco de remate!
Begriffenfeldt:
La cosa está clara; no puede ocultarse… Esta impugnación del yo será causa de una evolución en la tierra y en el mar. Aquéllos que antes eran considerados como locos, se hallan, a partir de las once de la noche, en estado normal, según la nueva fase del intelecto. Y si examinamos la cuestión debidamente, es evidente que, desde esta misma hora, los cuerdos han empezado a delirar.
Peer Gynt:
A propósito de horas, mi tiempo es escaso…
Begriffenfeldt:
¿Su tiempo? ¡Ah! Acaba usted de aguijonear mi pensamiento. (Abre una puerta y grita): ¡La nueva era se anuncia! ¡Murió la razón! ¡Viva Peer Gynt!
Peer Gynt:
Pero, hombre… (Los locos van saliendo al patio, uno tras otro.)
Begriffenfeldt:
¡Buenos días! Saludad la aurora de la liberación. ¡Vuestro emperador ha llegado!
Peer Gynt:
¿Emperador?
Begriffenfeldt:
¡Naturalmente!
Peer Gynt:
El honor es tan grande, tan excesivo…
Begriffenfeldt:
¡Nada de falsa modestia en un instante como éste!
Peer Gynt:
Pero concédame un respiro, al menos… No, yo no sirvo; estoy totalmente embrutecido.
Begriffenfeldt:
¿El que ha comprendido el pensamiento de la esfinge?…
Peer Gynt:
Sí; ahí está precisamente el obstáculo. Yo soy yo en todo y por encima de todo; pero según entiendo, aquí se trata de prescindir de uno mismo…
Begriffenfeldt:
¿Prescindir? No; en ese caso se equivoca usted completamente, puesto que aquí se trata de ser uno mismo, uno mismo hasta el límite, uno mismo y nada más… Siendo uno mismo, se marcha viento en popa; cada uno se encierra en el tonel del yo, se sumerge del todo en la fermentación del yo… Con el tapón del yo se cierra herméticamente y se templa la madera en los pozos del yo. Nadie llora las penas ajenas, nadie concibe las ideas de otros. Somos nosotros mismos hasta no poder más… Por tanto, si debe ocupar el trono un emperador, evidentemente es usted el hombre indicado…
Peer Gynt:
¡Ah! ¡Ojalá el diablo…!
Begriffenfeldt:
¡Vamos! ¡Ánimo! Al principio todo suele resultar demasiado nuevo. ¡El yo! Venga, aquí tiene usted un ejemplo: escojo el primero, sin hacer distingos… (A un hombre de aspecto sombrío.) ¡Buenos días, Huhu! ¿Qué hay, hijo mío? ¿Seguimos aún bajo el peso de la aflicción?
Huhu:
¿Cómo ha de ser si no, ya que el pueblo muere siempre incomprendido, generación tras generación? (A Peer Gynt). Tú eres forastero. ¿Quieres escuchar?…
Peer Gynt (Inclinándose):
Por supuesto. ¿Cómo no?
Huhu:
Presta oídos, pues… En el Oriente lejano, cual corona ciñendo una frente, se extienden las playas malabares. Allá están portugueses y holandeses imponiendo su cultura; asimismo, habitan aquel lugar multitud de auténticos malabares… Estas gentes han confundido los idiomas y son ahora los dueños del país. Pero en otros tiempos remotos dominaba el orangután; él era dueño y señor de la selva… Podía pegar y enfurecerse a su antojo, como lo hizo la Naturaleza, maltratando y vociferando. Podía desgañitarse a su gusto; para eso era el rey del país… Pero ¡ay!, llegó el yugo extranjero y dio al traste con el lenguaje selvático. Una noche de cuatro siglos[40] cayó sobre el simio, y ya se sabe que noches tan largas detienen el desarrollo de los pueblos. La primitiva voz de la selva enmudeció; no se ha vuelto a oír ni un gruñido… Si queremos expresar nuestros pensamientos, nos vemos obligados a recurrir a la palabra. ¡Qué opresión para todas las especies! Portugueses y holandeses, la raza mestiza y malabar, todos han caído en el mismo achaque… Yo he intentado luchar por nuestro efectivo idioma de la selva; he intentado animar el cadáver…, he reivindicado el derecho del pueblo al grito[41]. Yo también grité, demostrando la necesidad de su empleo en los cantos populares… Y aun así, mis esfuerzos no han tenido recompensa… Supongo que ahora comprenderás mi dolor. Gracias por haberme escuchado. ¡Si conoces algún remedio, dímelo!
Peer Gynt (En voz baja):
Afirman que «hay que aullar con los lobos con que se topa uno». (Elevando la voz.) Querido amigo: si mal no recuerdo, existen en Marruecos unos árboles donde vive toda una manada de orangutanes sin intérpretes ni canciones; su idioma recuerda al malabar… Haría usted un gran bien y realizaría una acción ejemplar si, como otros hombres dignos, emigrase allá para favorecer a sus compatriotas…
Huhu:
Gracias por haberme escuchado. Seguiré tu consejo. (Con gesto magnífico.) ¡El Oriente rechazó a su poeta! ¡Pero el Occidente cuenta con orangutanes! (Se va.)
Begriffenfeldt:
¡Bien! ¿Verdad que era en absoluto él mismo? ¡Ya lo creo que sí! Está saturado de su propio yo sin mezcla. Es él mismo en todo lo que hace; él mismo justamente por el hecho de estar fuera de sí… ¡Venga! Ahora le enseñaré otro que desde anoche no está menos de acuerdo con la razón que el anterior. (A un fellah que lleva una momia a las espaldas.) Rey Apis. ¿Cómo se encuentra vuestra majestad?
El fellah:
(Con ira, a Peer Gynt). ¿Soy yo el rey Apis?
Peer Gynt:
(Guareciéndose detrás del doctor). Por desgracia, debo confesar que no estoy muy al tanto del asunto; pero a juzgar por el tono…
El fellah:
También mientes tú.
Begriffenfeldt: Vuestra alteza debe exponer el asunto…
El fellah:
¡Muy bien! (Volviéndose hacia Peer Gynt.) ¿Ves al que llevo sobre mis espaldas? Pues se llama el rey Apis; al presente, pasa bajo el nombre de momia, y, además, está muerto en absoluto. Fue él quien edificó todas las Pirámides, esculpió la gran esfinge y guerreó, como dice el doctor, a rechts und link[42] contra el turco. Por ello todo Egipto lo adoró como dios, entronizándolo en los templos bajo la figura de un buey… Pero el rey Apis soy yo; lo veo claro como la luz del sol… Y si tú no lo entiendes, pronto te lo explicarás. El rey Apis estaba en cierta ocasión dedicado a la caza, y, apeándose del caballo, se retiró a un rincón apartado de los terrenos de mi bisabuelo. Y el terreno que el rey estercoló me ha alimentado a mí con su trigo… Si necesitas otra prueba, sabrás que tengo cuernos invisibles. ¿No es, pues, una desgracia que nadie quiera reconocer mi poder? Soy, en este país, Apis por nacimiento; pero el pueblo me tiene por un fellah. Si puedes decirme lo que puedo hacer, aconséjame sin rodeos; el caso es que me aconseje el rey Apis el Grande.
Peer Gynt:
Vuestra alteza tendrá que construir pirámides, esculpir una esfinge aún mayor y guerrear, como dice el doctor, a rechts und link contra el turco.
El fellah:
¡Pues sí que es buena ocurrencia! ¡Yo, un fellah, un pobre piojo hambriento! Bastante tengo con preocuparme con que mi cabaña esté libre de ratas y ratones. ¡Vamos, hombre! Discurre algo mejor, algo que me magnifique y me dé confianza, algo que me torne de todo punto igual al rey Apis que llevo a cuestas.
Peer Gynt:
¿Y si vuestra alteza se ahorcara y luego, en el seno de la tierra y dentro de los límites naturales del ataúd, se mantuviera bien muerto?
El fellah:
¡Eso haré! ¡Mi vida por una cuerda! ¡A la horca sin perder momento! Al principio habrá alguna diferencia; pero el tiempo lo iguala todo. (Se aleja, disponiéndose a ahorcarse.)
Begriffenfeldt:
¡Este sí que era una personalidad, señor Peer Gynt! ¡Un hombre de sistema…!
Peer Gynt:
¡Sí, sí! ya lo veo… Pero ¡se ahorca, en efecto! ¡Dios me ampare! Me pongo malo…, voy a perder el conocimiento…
Begriffenfeldt:
El estado de transición dura poco.
Peer Gynt:
¿De transición para qué? Perdóneme; he de irme…
Begriffenfeldt (Reteniéndolo):
¿Está usted loco?
Peer Gynt:
Todavía no… ¿Loco? ¡Eso faltaba! (Tumulto. El ministro Hussein[43] se abre paso entre la muchedumbre.)
Hussein:
¡Me han anunciado que acaba de llegar un emperador! (A Peer Gynt.) ¿Es usted?
Peer Gynt (Desesperado):
Sí. ¡Eso ya es un hecho!
Hussein:
Entonces, aquí hay varias notas que firmar.
Peer Gynt (Mesándose los cabellos):
Bueno. ¡Vengan! ¡Mejor que mejor!
Hussein:
¿Quiere usted dispensarme el honor de mojarme? (Haciendo una profunda reverencia.) Soy una pluma.
Peer Gynt (Haciendo una reverencia aún más profunda):
Y yo un antiguo pergamino imperial.
Hussein:
Mi historia, señor, es bien sencilla: me toman por una salvadera, y soy una pluma.
Peer Gynt:
Y la mía, señor pluma, es bien breve: soy una hoja de papel que siempre ha de permanecer en blanco.
Hussein:
Las gentes no saben para qué sirvo. Todos se empeñan en emplearme para esparcir arenilla.
Peer Gynt:
Yo fui un libro, con adornos de plata, en manos de una mujer. La errata de imprenta es la misma, séase cuerdo o loco.
Hussein:
Imagínese qué existencia tan desolada… ¡Ser pluma y no haber probado nunca la punta del cuchillo!
Peer Gynt:
(Dando un gran salto.) Imagínese usted… ¡Ser un reno macho que se lanza hacia abajo de cabeza… y no tocar jamás la tierra con las pezuñas!
Hussein:
¡Un cuchillo! ¡Estoy embotado! ¡Cortadme, raspadme! ¡El mundo se hundirá si no me sacan punta!
Peer Gynt:
¡Ha sido una desdicha para el mundo que Dios Nuestro Señor, como cosa creada por Él mismo, lo haya encontrado tan bien hecho!
Begriffenfeldt:
¡He aquí un cuchillo!
Hussein (Tomándolo):
¡Ah! ¡Cómo voy a absorber la tinta! ¡Qué placer cortarse! (Se degüella.)
Peer Gynt (Angustiado):
¡Agárrelo!
Hussein:
¡Agárrenme! ¡Usted lo ha dicho! ¡Tome, tome la pluma! ¡El papel está en la mesa! (Cae.) Me he gastado. El postscriptum, no lo olvide: «Vivió y murió como una pluma ayudada.»[44]
Peer Gynt (Mareándose):
¿Qué va a ser de mí? ¿Qué soy? ¡Ay, gran…! ¡No me sueltes! Seré todo lo que quieras…, turco, pecador, duende de las montañas…, pero ayúdame… ¡Algo se ha roto! (Grita.) No puedo recordar tu nombre ahora… ¡Ayúdame, protector de todos los locos! (Se desmaya.)
Begriffenfeldt (Con una corona de paja, da un brinco y se sienta a horcajadas sobre Peer Gynt):
¡Mirad cómo se encumbra en el lodo! Está fuera de sí… ¡Ha llegado el momento de su coronación! (Le pone la corona, exclamando): ¡Viva! ¡Viva el emperador del Yo!
Schafmann (Desde la jaula):
Es lebe hoch der grosse Peer[45]