Noche de luna. Bosque de palmeras ante la tienda de Anitra.
Peer Gynt, con un rabel, está sentado al pie de una palmera. Se ha hecho rapar el pelo y recortar la barba, y parece notablemente rejuvenecido.
Peer Gynt (Tocando y cantando):
Cerré las puertas de mi paraíso y me llevé las llaves
mar adentro, con la brisa del Norte,
mientras bellas mujeres lloraban su pérdida en la costa.
La quilla del navio hendía hacia el Sur
las corrientes saladas del mar.
Allí donde la palmera se cimbrea con arrogancia
bordeando la bahía, a orillas del Océano,
prendí fuego a mi embarcación.
Embarqué en el buque del desierto,
un buque de cuatro patas[34].
¡Lanzaba espumarajos bajo el castigo del látigo!
¡Ah, buitre! ¡Yo soy un pájaro ligero
que gorjea en la rama!
¡Anitra!, eres mosto de palma;
bien lo advierto ahora.
Ni el queso de cabra de Angora
es alimento tan dulce
como eres tú, ¡Anitra!
(Se cuelga el rabel en bandolera y se aproxima a la tienda.) ¡Silencio! ¿Estará la hermosa atendiendo? ¿Habrá escuchado mi endecha? ¿Acechará quizá tras las cortinas, ataviada con velos y otros adornos?… ¡Chist! ¡Diríase que he oído el descorchar de una botella! ¡Otra vez! ¡Y ahora otra! ¿Serán suspiros de amor? No; es un cántico… No; es un claro ronquido. ¡Dulce música! ¡Anitra duerme! Suspende tus trinos, ruiseñor. ¡Maldito seas si te atreves!… ¡Vaya!, dejémoslo pasar. El ruiseñor es cantor como yo. Del mismo modo que yo, fascina tiernos y dulces corazoncitos. La noche serena está hecha para el canto; el canto es nuestro elemento común. Cantando, somos nosotros mismos: ¡Peer Gynt y el ruiseñor! ¡Colma mi dicha amorosa que la joven duerma! Rozar la copa con los labios y no beber ni una gota… Pero ¡qué diablo!, aquí está ella. ¡De todos modos, es mejor que haya venido!
Anitra (Desde la tienda):
¿Me llamas en la noche, señor?
Peer Gynt:
Sí, por cierto; el Profeta te llama… El gato me ha despertado armando un alboroto tremendo…
Anitra:
¡Ay, señor! No era el gato; era algo mucho peor…
Peer Gynt:
¿Qué, entonces?
Anitra:
¡Ten cuidado de mí!
Peer Gynt:
¡Habla!
Anitra:
¡Oh!, me haces sonrojar.
Peer Gynt (Acercándose):
¿Acaso era lo que me caldeaba por completo cuando te di mi ópalo?
Anitra (Alarmada):
¡Compararte a ti, el mayor tesoro del mundo, con un viejo gato!
Peer Gynt:
Hija mía, desde el punto de vista amoroso, un gato macho y un Profeta vienen a ser lo mismo.
Anitra:
¡De tus labios mana la miel de la broma, señor!
Peer Gynt:
Amiguita, tú, como otras muchas, juzgas a los grandes hombres tan sólo por el pellejo. En el fondo, yo tengo un carácter bromista, especialmente cuando me encuentro a solas con alguien… Mi posición me obliga a llevar una máscara de seriedad; las obligaciones cotidianas me constriñen. El sacrificio y las cuentas que debo a las gentes me convierten con frecuencia en un Profeta arisco; pero sólo de palabra… ¡Basta de farsas! Entre los dos…, soy Peer, soy el que soy… ¡Afuera el Profeta! ¡Aquí me tienes a mí mismo!… (Toma asiento al pie de una palmera y la atrae sobre sus rodillas.) ¡Ven, Anitra! Descansemos bajo el verde abanico de la palmera. Mientras yo hable quedo, tú sonreirás; luego trocaremos los papeles, y tus frescos labios murmurarán palabras de amor mientras sonrío yo…
Anitra (Tendiéndose a sus pies):
Cada una de tus palabras es dulce como un cántico, aunque apenas las comprendo… Dime, señor: ¿podrá tu hija ganar un alma escuchándote?
Peer Gynt:
¡El alma! ¡La luz y la conciencia del espíritu! ¡Ya la tendrás con el tiempo! Cuando por el Este, sobre un fondo rosado, aparezcan estas palabras doradas: «He aquí el día», entonces, hija mía, recibirás mis enseñanzas; tendrás una buena introducción. Pero, en la abrigada calma de la noche, sería estúpido que pretendiera conducirme como un maestro de escuela al exponer los restos de una sabiduría gastada. Pensándolo bien, el alma no es lo principal; es el corazón lo que importa.
Anitra:
¡Habla, señor! Cuando me hablas, me parece ver resplandores de ópalos.
Peer Gynt:
¡Exceso de cordura, es necedad! ¡Capullo de cobardía en flor, es crueldad! ¡La exageración de la verdad es lo contrario de la sabiduría! ¡Sí, hija mía! ¡Conviértame en perro si no es cierto que en la tierra hay gentes atiborradas de alma! ¡Cuán difícilmente alcanzan la luz! Conocí un tipo así: era una perla entre todos los demás y, sin embargo, también él perdió en la algazara su razón de ser… ¿Ves el desierto en torno al oasis? Con sólo agitar mi turbante haría que las olas del Océano lo llenasen por entero. Pero sería un imbécil si hiciera nacer así mares, continentes. ¿Sabes lo que es vivir?
Anitra:
¡Enséñamelo!
Peer Gynt:
Es cernerse sobre el río del tiempo sin mojarse los pies, permaneciendo íntegramente uno mismo. Sólo gracias a la fuerza varonil puedo ser el que soy, amiguita. El águila vieja pierde su plumaje. La vieja comadre pierde sus dientes; al viejo se le marchitan las manos, y a todos sin excepción acaba por ajárseles el alma… ¡Juventud, juventud! Quiero reinar como un sultán ardoroso y potente, no sobre las instituciones de Gyntania, bajo el follaje de las palmeras y los viñedos, sino sobre lo que está más próximo, sobre el pensamiento virgen de una mujer. ¿Comprendes, ahora, pequeña mía, por qué con mi bondad te he cautivado, por qué he elegido tu corazón, fundando sobre él como quien dice, el califato de mi propio ser? ¡Quiero ser el amo de tus deseos, reinar como un tirano sobre mi imperio de amor! ¡Has de ser mía solamente! Quiero ser para ti tan fascinador cual el oro y las piedras preciosas. Si nos separamos, se acabará la vida para ti, no lo dudes. Tú por entero, cada fibra y cada pulgada de tu persona —sin voluntad, sin sí ni no—, quiero saberlas saturadas de mí mismo. Tu cabellera negra como la noche, todo lo que puede calificarse de encantos, como jardines babilónicos han de estar dispuestos a la visita del sultán. Por eso tu cráneo vacío es una ventaja en el fondo; quien tiene alma, tiene, en consecuencia, obligaciones… Y puesto que hablamos de ello, óyeme: Si quieres, poseerás una pulsera para tu tobillo; será mejor para los dos. Yo reemplazaré el alma y todo lo demás… Statu quo. (Anitra ronca.) ¡Cómo! ¿Duerme? ¿Es que no le han hecho efecto ninguna de mis sinceras palabras? ¡No! Eso mismo da prueba de mis facultades para que ella se deslice en sueños, arrastrada por la corriente de mis palabras de amor. (Se pone de pie y deposita joyas en el regazo de Anitra.) ¡Toma collares! ¡Más aún! ¡Duerme, Anitra! ¡Y sueña con Peer!… Duerme… Soñando, has colocado la corona sobre las sienes de tu emperador… ¡Esta noche ha logrado Peer Gynt la victoria, gracias a sí mismo!