Salida del sol. Paisaje montañoso, alrededor de la cabaña de Asa. La puerta está cerrada. Todo permanece desierto y callado.
Peer Gynt, tumbado fuera de la cabaña, duerme.
Peer Gynt (Se despierta, mira lentamente en torno suyo con ojos cansinos. Escupe):
¡Quién tuviera un arenque bien salado! (Vuelve a escupir. En el mismo instante aparece Helga, que viene con un cesto de provisiones.) ¡Cómo! ¿Eres tú, pequeña? ¿Qué haces aquí?
Helga:
Es Solveig la que…
Peer Gynt (Se pone de pie, dando un salto):
¿Dónde está?
Helga:
Detrás de la cabaña.
Solveig (Oculta):
Si te acercas, me voy en seguida.
Peer Gynt (Deteniéndose):
¿Tienes miedo de que te estreche en mis brazos?
Solveig:
¿No te da vergüenza?
Peer Gynt:
¿Sabes dónde estuve anoche?… ¡La hija del rey de Dovre me perseguía como un tábano!
Solveig:
¡Suerte ha sido que tocasen las campanas!
Peer Gynt:
Peer Gynt no es mozo que se deje engañar. ¿No te parece?
Helga (Llorando):
¡Oh, ya ves cómo se va corriendo! (La sigue.) ¡Aguárdame!
Peer Gynt (Tomándola del brazo):
¡Mira lo que tengo en el bolsillo! ¡Eh, chiquilla! ¡Un botón de plata! Te lo doy si hablas por mí.
Helga:
¡Suéltame! ¡Déjame irme!
Peer Gynt:
Tómalo.
Helga:
¡Suéltame! ¡Mi cesto!
Peer Gynt:
¡Dios te ampare! ¡Si no…!
Helga:
¡Ay! ¡Me das miedo!
Peer Gynt (La deja con dulzura):
No; sólo quería decirte… ¡Pídele que no me olvide! (Helga sale corriendo.)