ESCENA SÉPTIMA

Oscuridad. Se oye a Peer golpear a un lado y a otro con una rama.

Peer Gynt:

¡Responde! ¿Quién eres?

Una voz en la oscuridad:

Yo mismo.

Peer Gynt:

¡Atrás!

La voz:

¡Da la vuelta, Peer! ¡La montaña es bastante grande!

Peer Gynt (Intenta pasar al otro lado, pero tropieza):

¿Quién eres?

La voz:

Yo mismo. ¿Puedes tú decir otro tanto?

Peer Gynt:

¡Yo puedo decir lo que quiera, y mi espada sabe herir! ¡En guardia! ¡Ya la hago caer con todo su peso! El rey Saúl mató a centenares; Peer Gynt, a millares. (Golpea.) ¿Quién eres?

La voz:

Yo mismo.

Peer Gynt:

Puedes guardarte esa estúpida respuesta sin sentido. ¿Quién eres?

La voz:

Yo soy el gran Boigen[16].

Peer Gynt:

¡Ah, ya! Antes el enigma era negro; ahora parece gris. ¡Atrás, Boigen!

La voz:

¡Da la vuelta, Peer!

Peer Gynt:

¡Pasaré al otro lado! (Golpea.) ¡Ha caído! (Quiere pasar, pero tropieza otra vez.) ¿Hay otro?

La voz:

Boigen, Peer Gynt; Boigen nada más: Boigen el invulnerable y Boigen el que fue herido; Boigen el que ha muerto y Boigen el que vive.

Peer Gynt (Arroja la rama):

¡El arma está hechizada; pero tengo puños! (Se abre paso a golpes.)

La voz:

Sí; fíate de los puños, fíate del cuerpo. ¡Ja, ja!, así llegarás a la cumbre.

Peer Gynt (Volviéndose):

Vaya o venga… ¡siempre estoy a la misma distancia! Tanto da que entre como que salga: siempre es igual de estrecho. ¡Helo aquí! ¡Y allí! ¡Y a la vuelta del recodo! Me parece haber salido, y estoy en el centro… ¡Nómbrate! ¡Aléjate para que te vea! ¿Qué eres?

La voz:

Boigen.

Peer Gynt:

¡Ni muerto ni vivo! ¡Desparramado, nebuloso! No tiene forma. Es como tropezar con un montón de osos gruñones y adormilados. (Grita.) ¡Defiéndete!

La voz:

Boigen no está loco.

Peer Gynt:

¡Hiere!

La voz:

Boigen no hiere.

Peer Gynt:

¡Si fuese un gnomo capaz de pellizcarme, o siquiera un duendecillo de un año apenas! ¡Alguien con quien luchar! ¡Pero no hay nadie! ¡Ahora ronca! ¡Boigen!

La voz:

¿Qué quieres?

Peer Gynt:

¡Usa la violencia!

La voz:

El gran Boigen todo lo consigue por la mansedumbre.

Peer Gynt (Mordiéndose brazos y manos):

¡Garras! ¡Dientes que desgarren la carne! ¡Tengo que sentir las gotas de mi propia sangre! (Se oye como batir de alas de aves gigantescas.)

Graznido de ave[17]:

¿Viene, Boigen?

La voz:

Sí; paso a paso.

Graznido de ave:

¡Hermanas lejanas, volad a su encuentro!

Peer Gynt:

¡Si quieres salvarme, muchacha, hazlo pronto! ¡No bajes la mirada, tímida y encogida! ¡El libro de salmos! ¡Tíraselo a un ojo!

Graznido de ave:

¡Duda!

La voz:

¡Ya lo tenemos!

Graznidos de aves:

¡Hermanas, daos prisa!

Peer Gynt:

¡Es comprar demasiado cara la vida pagándola con una hora de juego agotador como ésta! (Se desploma.)

Graznidos de aves:

¡Boigen, ya ha caído! ¡Agárralo! (A lo lejos se escuchan campanas y cánticos de iglesia.)

Boigen (Reduciéndose a la nada, dice en un suspiro):

Era demasiado fuerte. ¡Habría mujeres detrás de él!