ESCENA CUARTA

En medio de Rondane[11]. Puesta de sol. Alrededor brillan las cumbres nevadas.

Peer Gynt: (Llega borracho y extraviado):

¡Se asoman los castillos unos tras otros! ¡Qué pórtico tan reluciente! ¡Quieto! ¿Quieres estarte quieto? ¡Cada vez está más lejos! ¡El gallo de la veleta abre sus alas para volar! ¡Azulea el espacio entre las hendiduras! Y la montaña está cerrada… ¿Qué troncos y raíces son ésos que crecen en la colina? ¡Son gigantes con pies de garza! ¡También ellos languidecen ahora! ¡Me ciegan estrías de arco iris! ¡Hieren mi espíritu y mi vista! ¿Qué será aquello que repica en la lejanía? ¡Cuánto peso gravita sobre mis párpados! ¡Ay, cómo me duele la frente! ¡Es un anillo rojo que me oprime! ¡No puedo recordar quién diablos me lo puso! (Se desploma en tierra.) ¡El vuelo sobre el piso de Gendin! ¡Malditos cuentos y mentiras! Trepando por la abrupta montaña con la novia, y veinticuatro horas borracho, perseguido por el azor y el águila, amenazado por los duendes, divirtiéndome con muchachas locas… ¡Malditos cuentos y mentiras!

(Mira largo rato a las alturas.) Dos pardas águilas navegan por el espacio. Los patos salvajes se dirigen hacia el Sur. Y heme aquí al cabo teniendo que trotar y tropezar entre fango y basuras hasta las rodillas. (Se levanta de un salto.) Yo a mi vez quiero volar y bañarme en los aires cortantes. ¡Quiero subir, hundirme y purificarme en la pila deslumbradora! ¡Quiero ir allende los pastos de montaña! ¡Quiero calmar mi espíritu cabalgando; quiero cruzar el mar salado! ¡Y ser más que el príncipe de Inglaterra! ¡Sí, mirad cuanto deseéis, jovenzuelas! ¡A nadie le importa mi viaje! ¡Y será inútil que esperéis! Quizá os haga una visita al pasar… Pero ¿y las águilas pardas? ¡Diríase que se las ha llevado el diablo! ¡Ah! ¡Allí se elevan los ángulos del edificio! ¡Brota de las piedras del suelo! ¡Ved! ¡El portón está abierto de par en par! ¡Oh, sí! Ya reconozco la casa; es la nueva mansión de mi abuelo paterno. Los viejos remiendos han desaparecido; también han desaparecido las vallas caídas. Los cristales de las ventanas lanzan destellos. ¡Hay fiesta en la sala grande! Acabo de oír al señor pastor repiqueteando su copa con el cuchillo. El capitán ha estrellado su botella contra el espejo, que se ha destrozado. ¡No derroches más, despilfarrador! ¡Bah; es lo mismo, madre! ¡Juan Gynt el Rico da la fiesta! ¡Un viva a la familia Gynt! Mas ¿qué ruidos y lamentos son ésos? ¿Y ese griterío y ese bullicio? El capitán reclama a su hijo, y el pastor quiere brindar en mi honor. Entra, pues, Peer Gynt; desciendes de grandes y grande serás algún día…