Paso las mañanas apostado cerca de su casa, esperando verla aunque sea solo un instante. Sus balcones dan al Boulevard Haussmann, la enorme avenida abierta para el ensanche de París durante el Segundo Imperio, frente por frente al edificio de la Socièté General. En ese banco su marido ocupa un codiciado puesto directivo. He ahí la «mentira de su vida». Un esposo viejo. Dos hijos. Una amenaza.
El hombre la necesita para alimentar su ambición. Es la exquisita carta de presentación del banco. ¿Amantes? Alguno. Pero… qué pueden importarle los amantes. Van y vienen. En mí ha detectado el peligro. Somos esclavos de la pasión, del goce de los sentidos. No nos hemos ocultado lo suficiente. Hemos mostrado en público la intensidad de nuestro deseo. Ahora comprendo. No ha dejado de amarme. Teme que le arrebaten lo que más quiere. Se ha vuelto fría, indiferente. Se niega a verme. El miedo la aleja de mí para siempre.
¿Hasta cuándo puede aguantar un hombre? Mi corazón se está resquebrajando.