LOS CAÓTICOS FUNERALES DE YASIR ARAFAT
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(1929-2004)

Difícil de olvidar el tumultuoso entierro del líder palestino Yasir Arafat. El mundo occidental se quedó ojiplático y boquiabierto frente al televisor por el caos que se apoderó de la Mukata de Ramala (Cisjordania). La Mukata, una palabreja que manejaba alegremente la prensa especializada como si todo el mundo la tuviera en su vocabulario, era un complejo de edificios que en su día fue prisión del imperio colonial británico y que ahora es la sede de la Autoridad Nacional Palestina.

Arafat murió en el año 2004 cristiano, que es el año 1425 islámico y el 5765 judío (¿cómo vamos a llegar a un acuerdo en asuntos serios si ni siquiera coincidimos en el año en que vivimos?). Durante sus funerales, todo acabó bocabajo. No se pudo cumplir con el protocolo, ni extender la alfombra roja desde el helicóptero que trasladaba el cuerpo hasta la tumba. Las autoridades palestinas, que intentaron mantener la dignidad porque sabían que medio mundo observaba en directo por televisión el entierro de su líder, acabaron con las corbatas del revés.

Los musulmanes tienen por costumbre enterrar a sus difuntos en contacto directo con la tierra, pero el desbarajuste que se impuso durante los funerales de Arafat fue tal que hubo que sepultarlo con féretro… aunque por poco tiempo.

Efectivamente, la ley islámica exige que el cuerpo, únicamente envuelto en un sudario blanco de algodón sin costuras ni nudos, repose directamente sobre la tierra. En el caso de Arafat estaba previsto sacarle del ataúd cuando llegara a la fosa, pero el desorden y la exaltación reinantes hicieron temer que algún grupo pudiera apoderarse del cuerpo para, según la tradición en la muerte de líderes islámicos, pasarlo de mano en mano por encima de la multitud antes de darle sepultura.

El hecho de que Arafat fuera enterrado con el féretro puesto debido a las prisas puso furioso a Taissir Tamimi, la máxima autoridad religiosa palestina, de tal manera que aquel imprevisto acabó derivando en un aparente ultraje al contravenir los preceptos musulmanes. Dos meses después del entierro, sin embargo, el diario británico The Guardian facilitó una explicación al asunto: tras el entierro, sólo unas horas más tarde y en el más absoluto secreto, doce hombres rompieron el sepulcro de hormigón en cuyo interior habían clausurado a Yasir Arafat y exhumaron el pesado ataúd. Sacaron después el cuerpo, y otra vez, pero ahora cumpliendo con el rito islámico, le dieron sepultura y volvieron a cerrar el hormigón. El segundo entierro de Arafat, el que no se vio por televisión, fue a las dos de la madrugada del 12 de noviembre de 2004, doce horas después del primero. Quedó, pues, enderezado el entuerto.

La tumba que guarda a Arafat es sólo provisional, a la espera de cumplir con su deseo de ser enterrado en la Explanada de las Mezquitas, en Jerusalén, justo encima del Muro de las Lamentaciones. Por ello, el féretro de Arafat fue inicialmente introducido en una especie de sarcófago de hormigón que contenía tierra de Jerusalén. Dado que el Islam prohíbe la exhumación, la intención era —aún es— trasladar ese sarcófago de hormigón sin remover los restos de Arafat cuando llegue el momento oportuno y la zona esté pacificada. Es fácil deducir que la cosa va para largo.

La improvisada tumba de Arafat sufrió con posterioridad una importante remodelación para ajustarse a la categoría del personaje. En 2007, y con un coste de 1,75 millones de dólares, se erigió un mausoleo sobre la sepultura del líder y una mezquita a continuación, lugar que ha acabado convirtiéndose en destino de peregrinación. El recinto que guarda el sarcófago tiene unas medidas simbólicas, once metros de alto por once de ancho (Arafat murió el día 11 del 11), y está realizado con piedra beige y vidrio de Jerusalén. Los palestinos mantienen la convicción de que la tumba es temporal y, a la espera de que llegue el momento del traslado, una luz láser que se proyecta desde lo más alto del minarete de la mezquita apunta directamente a la capital judeo-árabe-cristiana.

Arafat continúa y continuará durante mucho tiempo sin estar donde quería, en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén. Que la espera se le haga llevadera con las huríes del paraíso musulmán.