Que al cabo de casi un siglo aparezca insepulto un muerto que uno creía perfectamente enterrado es, como poco, desconcertante. Y esto ha ocurrido con Rosa Luxemburgo, aquella política marxista de principios del siglo XX que armó la marimorena en Alemania con su pensamiento revolucionario. La mataron unos soldados de extrema derecha que después arrojaron su cuerpo a uno de los varios canales que recorren Berlín. Se suponía que los restos habían sido recuperados meses después y que fueron aparentemente identificados y enterrados.
Pero hete aquí que, quizás, un cuerpo hallado en 2009 en los sótanos de un hospital de Berlín sea el de Rosa Luxemburgo. Muchos alemanes aún se preguntan a quién diablos estaban honrando cuando iban a la tumba de esta política.
Para situarnos: Rosa Luxemburgo era muy, muy de izquierdas, la llamaron la Rosa Roja y fue una de las fundadoras del Partido Comunista Alemán. En enero de 1919, militares de la extrema derecha la detuvieron, la torturaron, le pegaron un tiro y la arrojaron al Landwehrkanal desde un puente de Berlín. Nada más se supo de Rosa Luxemburgo hasta que cuatro meses después un cuerpo fue recuperado del río. Fue su secretaria la que pagó el rescate de las aguas y la que identificó el cuerpo por las ropas que llevaba, pero la autopsia que debía dar la confirmación definitiva fue, a la vista de los acontecimientos, bastante chapucera.
Rosa tenía una pierna más larga que la otra y además debía presentar golpes en la cara por los culatazos de fusil y un tiro en la cabeza. Pero la autopsia no reflejó nada de ello, con lo cual no se sabe qué clase de lumbrera hizo el reconocimiento o quién fue el que, sin tener todo aquello en cuenta, decidió que ese cuerpo era el de Rosa Luxemburgo. Fuera quien fuese, se hizo un entierro multitudinario en el cementerio Friedrichsfelde de Berlín. Desde entonces, cada enero de cada año se organizan homenajes y el gran memorial de la política se cubre de claveles rojos.
Así quedaron las cosas durante noventa años, hasta que en 2009 el jefe del Departamento de Medicina Forense del hospital universitario berlinés La Charité, Michael Tsokos, saltó a la prensa convencido de haber encontrado un cuerpo en los sótanos que coincide en características con el de Rosa Luxemburgo. Entonces, ¿a quién enterraron en su lugar?
El forense ha revisado la autopsia del cuerpo inicialmente atribuido a Rosa Luxemburgo, y es de chiste. No se refleja la luxación de cadera que le provocaba la cojera permanente, ni la distinta longitud de las piernas, ni el tiro en la cabeza que la mató.
En cambio, los restos anatómicos del hospital pertenecen a un cuerpo que, aunque descabezado, coincide con el de una mujer de entre 40 y 50 años, que estuvo sumergido en agua, con una luxación de cadera y una pierna más larga que la otra. El doctor Tsokos hizo un llamamiento por si alguien guardaba algo de Rosa Luxemburgo que pudiera conservar su ADN. Algo como un gorrito que tuviera algún pelo o una carta que ella pegara con saliva. Cualquier cosa que permitiera cotejar la huella genética… pero no hubo suerte. Todos se huelen que ese cadáver insepulto durante nueve décadas es de Rosa Luxemburgo, pero no existió la certeza absoluta como para enterrarlo oficialmente bajo ese nombre.
A mediados de enero de 2010, nuevamente los seguidores de Rosa Luxemburgo acudieron al cementerio Friedrichsfelde a honrar su memoria, y apenas cuatro días después el Senado de Berlín ordenaba el entierro de los restos sin identificar en otro cementerio de la ciudad, en una tumba localizada por si en un futuro puede ser confirmada la identidad gracias a los tejidos que se han conservado. Porque las pesquisas van a continuar. Rosa Luxemburgo es un personaje de la historia alemana y merece el empeño.
Ahora viene la paradoja. ¿Por qué estaría bien que esos restos por ahora anónimos fueran los de la Rosa Roja? Porque lo cierto es que en la tumba en donde cada año la homenajean no hay nadie. El cementerio fue profanado por los nazis y los restos se perdieron. La tumba no es tumba, es cenotafio. Si en algún momento se confirmara la identidad de la desconocida, resultaría que los nazis perdieron los huesos de otra y Rosa Luxemburgo podría recuperar su sitio.
Quizás llegue el día en que el cenotafio vuelva a ser tumba y Rosa Luxemburgo pueda recibir los homenajes, como está mandado, estando dentro.