Hay una enormidad de santos repartidos por el mundo. Repartidos en toda la extensión de la palabra. Es decir, los que tienen un pie aquí, y el otro, siete países más allá. Con San Francisco Javier no se da el caso del pie, pero sí el del brazo. El santo comparte el patronazgo de Navarra con otro colega más jaranero, San Fermín, al que muchos creen patrón de Pamplona porque es el que pone la juerga de los Sanfermines. Pero no; el patrón de Pamplona es Saturnino, y los patrones de Navarra, San Fermín, San Francisco Javier y el brazo de este último, que, aunque muchos kilómetros más allá del resto del cuerpo, también tiene su mérito.
El brazo derecho de San Francisco Javier lo guarda en custodia permanente la iglesia de Gesú, en Roma, pero allí sólo tienen esta extremidad derecha desde el codo hasta la mano. El resto del cuerpo para a miles de kilómetros, en Goa, al oeste de la India. ¿Y por qué San Francisco Javier no tiene puesto su brazo si es suyo? Pues porque se lo cortaron en 1614 por esa manía que tenían de repartirse a los santos en forma de reliquias.
Francisco Javier murió en 1552 en la isla de Sanchon, cerca de la costa de China. Una pulmonía lo mató con sólo 46 años, y en aquella lejana isla fue enterrado provisionalmente hasta que un barco pudiera sacarlo de allí. Para facilitar el traslado de los restos, cubrieron el cadáver de cal, pero ya sabemos cómo son los santos, que a veces se empeñan en ser incorruptos, con lo cual Francisco Javier hizo una buena faena a los encargados de su traslado.
Durante la travesía hacia Malaca, en la actual Malaysia, colocaron el cadáver en cubierta y lo volvieron a cubrir con cal. Nada… Francisco Javier a lo suyo. Fue enterrado incorrupto en una iglesia durante el siguiente año, hasta que, de nuevo, fue exhumado y trasladado a Goa, el lugar donde había realizado su labor evangelizadora más importante. Por supuesto, Francisco Javier seguía incorrupto, y así continuó hasta que en el siglo XVIII los jesuitas observaron que el santo se relajaba y comenzaba a deteriorarse.
Lo del brazo viene ahora. Allá por 1614, sesenta y dos años después de su muerte, Francisco Javier era muy popular pese a que aún no era santo. La devoción que despertó fue tal que desde distintos lugares se pedían reliquias para venerarlas, así que al pobre le cortaron el brazo a la altura del hombro. A Roma se envió desde el codo hasta la mano (cúbito y radio), que es lo que prestaron a los navarros para su veneración durante unos meses de 2006 para conmemorar el V centenario de su nacimiento.
¿Y el húmero? ¿Dónde está el hueso que falta? En busca y captura. Ilocalizable.
El brazo arrastró miles de fieles durante su momentánea exposición en Navarra, y aún los arrastra en la iglesia de Roma donde vuelve a estar expuesto. Pero esto no es nada comparado con la que se monta en India cada vez que se muestran las reliquias del santo en Goa: hasta allí llegan tres millones de peregrinos.
Lógico. Ellos tienen el cuerpo entero a falta del brazo que custodian en Roma, y Roma sólo el brazo que les falta a los indios.